Artículo de Opinión de María Dolores Ortiz Lirola y José María Martín Civantos, miembros de APDHA Granada

'Dignidad y soluciones eficaces para las Personas Sin Hogar en Granada'

Ciudadanía - María Dolores Ortiz Lirola/ José María Martín Civantos - Sábado, 28 de Abril de 2018
Artículo de Opinión que firman María Dolores Ortiz Lirola y José María Martín Civantos, miembros de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA) en Granada, en el que exigen soluciones para las personas sin Hogar, tras la muerte de cinco de ellos en un año en Granada, lo que califican sin medias tintas como una vergüenza, que nos obliga a reflexionar. No te lo pierdas. Para remover conciencias.
APDHA Granada

Cinco muertes en un año: Vergüenza

De nuevo una tragedia conmociona nuestra ciudad: Adrian-Sorín Ichim, un chico de 27 años que se encontraba en un contenedor de cartón ha sido aplastado en la planta de reciclaje. De nuevo se trata de una persona sin hogar que había pedido plaza en el albergue el mes pasado y después de seis días lo devolvieron a la calle. En este caso las circunstancias son especialmente llamativas, pero es la quinta persona sin hogar que muere en apenas unos meses. Antes que él fueron Chema, Joaquín, Teresa y Farid. En todos los casos la causa última fue la misma: la exclusión social y las duras condiciones en las que sobreviven todas estas personas.

En Granada se calcula que hay más de doscientas personas sin hogar. Muchas llegan a esa situación porque han perdido su trabajo, porque se han separado de su familia, porque han vivido demasiadas situaciones traumáticas o muy estresantes… Algunos tienen enfermedades mentales que son causa y consecuencia de esta exclusión.

Siguen siendo personas con dignidad y derechos. Siguen siendo parte de nuestra sociedad. Las administraciones, especialmente los ayuntamientos, tienen una responsabilidad en la atención a estas personas. Pero también el resto de la sociedad y de sus instituciones la tienen

Duermen en cajeros de los bancos, en soportales, bajo un puente de la autovía, en los bancos de las plazas o simplemente en la acera. Nos los cruzamos todos los días. Durante el día van a alguna asociación, a los comedores sociales, deambulan de un sitio para otro buscando en las calles o plazas un lugar donde estar. A veces la policía nos les permite sentarse en algunos sitios porque dan un mal aspecto a la ciudad. Soportan el frío, el calor o la lluvia, pero también muchas veces el insulto, el desprecio, la agresión e incluso la violencia de otras personas. Se sienten excluidas, abandonadas, ignoradas…

Pero a pesar de ello, siguen siendo personas con dignidad y derechos. Siguen siendo parte de nuestra sociedad. Las administraciones, especialmente los ayuntamientos, tienen una responsabilidad en la atención a estas personas. Pero también el resto de la sociedad y de sus instituciones la tienen. Algunos podrán pensar en esconderlos (tal vez incluso eliminarlos), pero queramos o no son parte de nosotros, de nuestras ciudades, son consecuencia también de nuestras sociedades. Queramos o no están ahí. Son también hijos e hijas, madres, maridos, hermanos… son personas.

Es cierto que es un problema complejo, cuyas soluciones en último término también lo son. Pero también es cierto que se puede hacer mucho más en lo inmediato, en la atención y la acogida, y en el largo plazo, en la mejora de sus condiciones de vida y sus expectativas. Las políticas actuales han apostado en muchas ocasiones por tratar de ignorarlos. Hacer como si no estuvieran. Los países que han podido solucionar este problema lo han hecho con medidas preventivas y a largo plazo, como impedir los desahucios, construir viviendas públicas, alquileres sociales baratos y otras medidas de este tipo.

En los últimos años es cierto que se ha hecho un esfuerzo por intentar mejorar y coordinar las políticas. Pero las reuniones, comisiones, planes y proyectos acaban derivando muchas veces en una burocratización y en pocas soluciones prácticas. A veces puede ser algo tan sencillo como un lugar donde cobijarse durante la noche sin muchas exigencias

En los últimos años es cierto que se ha hecho un esfuerzo por intentar mejorar y coordinar las políticas. Pero las reuniones, comisiones, planes y proyectos acaban derivando muchas veces en una burocratización y en pocas soluciones prácticas. A veces puede ser algo tan sencillo como un lugar donde cobijarse durante la noche sin muchas exigencias. En Granada existen dos albergues (uno masculino y otro femenino), pero solo pueden acoger a unas 70 u 80 personas. En la época de frío, durante solo tres meses, se ha abierto otro centro donde pueden pasar la noche sentados en sillas (solo hay 8 sillones), pero no solo cerró el 21 de marzo, sino que ni siquiera se les permite tumbarse en el suelo para dormir. Además de que las plazas son insuficientes, a los pocos días o al poco tiempo (según los casos), tienen que volver a la calle.

Algunas personas no quieren ir a los albergues porque tienen normas que no les gustan o que, en su situación, simplemente son imposibles: no pueden entrar si han bebido, no pueden llevar sus pertenencias, tienen que dejar a su pareja o abandonar a su mascota. Puede parecer lógico a ojos de quien no vive esas situaciones, pero no para quien lo ha perdido todo y se encuentra en unas circunstancias desesperadas. Además, cuando después de cinco o seis días como máximo han de abandonar el albergue, suelen encontrarse que su sitio en el cajero, en la plaza o en soportal donde solían dormir ya está ocupado por otra persona. No están en la calle porque quieren o ellos deciden sino porque los requisitos de los recursos que se les ofrecen le obligan a ello.

Las consecuencias de esta vida tan dura, además de la degradación que todos vemos y nos causa rechazo, es la de una muerte prematura. Chema, Joaquín, Teresa, Farid y Adrian-Serín Ichim habrían querido una vida mejor

Las consecuencias de esta vida tan dura, además de la degradación que todos vemos y nos causa rechazo, es la de una muerte prematura. Chema, Joaquín, Teresa, Farid y Adrian-Serín Ichim habrían querido una vida mejor. Muchos de ellos sueñan con una vivienda. Otros ni siquiera sueñan…

Nos gustaría que nuestra sociedad aprendiera a verlos como personas. Como tales, tienen derechos y los necesitan probablemente más que muchos de nosotros. Como sociedad, además, tenemos una responsabilidad que no podemos evitar por más que nos empeñemos en no verlos o en ocultarlos. Exigimos a las administraciones públicas y entidades sociales que cumplan con su responsabilidad. Soluciones dignas, urgentes y eficaces ya.

 

María Dolores Ortiz Lirola y José María Martín Civantos son miembros de APDHA Granada