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La lucha sigue

En memoria de los tres obreros asesinados en la huelga de la construcción del 70

Ciudadanía - Juan Ferreras - Viernes, 21 de Julio de 2017
Hace 47 años fueron asesinados por la Policía Antonio Huertas Remigio, de Maracena, peón de albañil; Cristóbal Ibáñez Encinas, marmolista de Granada; y Manuel Sánchez Mesa, de Armilla, en la manifestación de la huelga de la construcción. Su lucha no fue en vano. Los trágicos sucesos, acallados en la prensa local, dieron la vuelta al mundo, y crearon historia. Lograron derechos que aún hoy disfrutamos. La lucha sigue.
Del vídeo HOMENAJE A LAS VÍCTIMAS DE LA HUELGA DEL 70 - 40 aniversario. Jose ildefonso

Recuperamos para la conmemoración el relato que Juan Ferreras publicó en El Independiente de Granada hace dos años para rendir homenaje a los tres obreros asesinados hoy hace 47 años en la huelga de la construcción en Granada, pero también al movimiento obrero, a la lucha por la clase trabajadora, y, sobre todo, a sindicalistas como Pedro Girón, Pepe Cid de la Rosa y Juan Gálvez, entre otros muchos, presentes en la mesa negociadora de entonces y que, luego, sufrieron la represión y el ostracismo por defender la dignidad. 

Lo titula 'Los muertos vivientes', en alusión a que ni la muerte de los tres obreros asesinados, ni el silencio que en vida sufrieron los sindicalista, fue en balde.

Los muertos vivientes

“Extremadamente difícil, para los que no vivieron aquella época, o no guardan testimonios de primera mano, comprender la magnitud de aquella gesta. Franquismo puro y duro. En Granada, mandaban las familias más conservadoras de España, metidas de lleno en el régimen o amparadas por él. Muchas de ellas, enriquecidas por el boom de la construcción que desarrolló la capital invadiendo la Vega, con grandes moles y barrios. Mientras los obreros eran tratados como esclavos, con contratos verbales, por un jornal que apenas llegaba a las 15 pesetas a la hora, a destajo, sin protección social. Sin nada.
 
En una estrategia genial del PC que lideraba Francisco Portillo, CCOO, que había sido creado en la clandestinidad, se infiltró en el sindicato vertical, dominado por el Movimiento.  Ya había un margen de maniobra legal para negociar en la llamada Comisión Deliberadora de la Construcción.
 
A pesar de que los obreros habían bajado sus pretensiones, nada. La patronal más dura del Estado, no aceptó. Salieron los compañeros a las 8 de la mañana de la reunión de la antigua sede sindical en la que hoy es la Avenida de la Constitución. 21 de julio de 1970. Una gran concentración de compañeros aguardaba -unos 4.000-. Habían decidido ir a la huelga y convocar la primera manifestación en Granada desde la República. En la sede sindical, se decide volver al tajo, pero no. No. “Rendirnos, nunca”. Y se movilizaron recorriendo tajos para anunciar el paro en las obras.
 
Tensión máxima. La Policía carga. Lo que luego siguió, ya se sabe. La más brutal de las violencias. Algunos obreros paran un camión de bovedillas para usarlas contra los policías. Se oyen disparos. Caen abatidos los compañeros Antonio Huertas Remigio, de Maracena, peón de albañil; Cristóbal Ibáñez Encinas, marmolista de Granada, y Manuel Sánchez Mesa, de Armilla, peón de albañil, además de numerosos heridos entre trabajadores y policías. 
 
Se disuelve la manifestación. Al día siguiente, la huelga continua, los asesinados son enterrados casi en secreto, y los obreros, guiados por la HOAC, logran convencer al vicario de celebrar un funeral en la Catedral por los tres compañeros muertos. El arzobispo de Granada, Benavent Escuin, estaba de viaje, pero a la vuelta les brindará todo su apoyo, visitará a las familias de los muertos, en un hecho sin precedentes en la Iglesia de aquella época y sorprendente en un hombre, hasta entonces, en extremo conservador. Hasta publicará una pastoral en la que condenaba la represión policial y defendía a los curas rojos que apoyaron el movimiento sindical.
 
Al término del acto religioso, como estaba previsto, los obreros –un par de centenares- se refugian en la Catedral de Granada, cercada de policías uniformados y secretas. Dos días más tarde, salen voluntariamente los últimos obreros. Antes, negociaron su salida, la devolución de las ‘motillos’ confiscadas a los trabajadores y depositadas en el patio del Ayuntamiento, y la reanudación de las negociaciones. 
 
La trágica manifestación dio la vuelta al mundo, mientras la prensa local y nacional solo se nutría de los comunicados oficiales del Gobierno Civil u ocultaba lo sucedido, siempre culpando a los obreros. Pero las organizaciones sindicales y los movimientos clandestinos hicieron circular octavillas contando lo que ocurrió.
 
En Granada se instaura una represión que crea escuela en el resto de provincias. Pero al tiempo, todo aquello, trajo sus frutos. Lograron firmar un convenio que, entonces, fue el más avanzado de la época, con derechos que sirvieron de partida para los que ahora disfrutamos:  el salario del peón se fijó en 175 pesetas, el del oficial de primera en 195 pesetas y se consiguió una jornada laboral de 48 horas semanales; descanso para el bocadillo…
 
La huelga de la construcción pasa de esta forma a la historia de la lucha sindical en este país.
 
No hubo culpables por el asesinato de los tres obreros. La sentencia dictada en 1971, ni determina, ni aclara".
 

En su memoria

"Con el tiempo, algunos sindicalistas como Pedro Girón, Pepe Cid de la Rosa y Juan Gálvez, de CCOO, sufrieron en sus propias carnes, la represión -Pepe Cid fue detenido y torturado y se declaró en huelga de hambre-, y el ostracismo, como represalia por su activa participación en la lucha de la clase obrera.
 

Cid de la Rosa, Juan Ávila (Urobibi),  Abuelito, Juan Verdejo, Pedro Girón, Juan Gálvez o Andrés Vinuesa. Juan Ferreras

En homenaje también a muchos otros que hicieron historia, como Francisco Portillo, Juan Verdejo y Luis Afán de Rivera, o miembros del apostolado obrero, HOAC, como Antonio Quitián, Adolfo Chércholes, el jesuita Pepe Godoy, el dominico Antonio García del Moral, Antonio Ganivet o Francisco Javier Prieto. O futuros líderes sindicales de UGT, como un joven Juan Cuenca o Maldonado.

 
Y a tantos y tantos que no cito, no deliberadamente, sino por desmemoria del paso del tiempo.
 
Gracias.
 
La lucha, sigue.
 
“Ni nos domaron, ni nos doblegaron, ni nos van a domesticar”, Marcelino Camacho, en 1973, a la salida de la cárcel donde estuvo internado 9 años por el proceso 1001".