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CONSUELO GARCIA BLANQUE (Alcóntar, 1950-)

La primera mujer especialista en Traumatología y Cirugía de Granada

Ciudadanía - Gabriel Pozo Felguera - Domingo, 29 de Diciembre de 2019
Un homenaje con todo merecimiento a Consuelo García Blanque, la primera mujer especialista en Traumatología y Cirugía de la Universidad de Granada, cuya vida, desde su infancia en un pequeño pueblecito de la sierra almeriense, su constancia, tras ser maestra, por estudiar Medicina y elegir luego una materia reservada entonces para hombres, la relata en este espléndido artículo Gabriel Pozo Felguera, que te recomendamos. Para leer, aprender y compartir.
Consuelo García Blanque, en una foto reciente.
Consuelo García Blanque, en una foto reciente.
  • Hasta 1979 no salió de la Facultad de Medicina de Granada la primera médica cirujana, en medio de una especialidad exclusiva de hombres

  • Procedía de familia humilde de Alcóntar y tuvo que luchar en un ambiente clasista y en el que hasta entonces no había entrado el sexo femenino

  • Ha ejercido toda su vida en Barcelona, donde tuvo que partir de cero y hacerse hueco hasta conseguir trabajar en su especialidad de Trumatología

Que la Universidad ha sido un coto de hombres ya lo sabíamos. Y que Facultad de Medicina de Granada tuvo a su primera licenciada en 1920 (Eudoxia Píriz), también. La Medicina granadina siempre fue un mundo de hombres, en el que hubo que esperar a que saliera su primera doctora en 1967. Las pocas doctoras a partir de entonces se encaminaban a especialidades consideradas “de mujeres”. El mundo de la cirugía estaba reservado al sexo masculino. En una reciente investigación en los archivos de la Facultad de Medicina de Granada ha saltado la sorpresa: la primera mujer que consiguió especializarse en un campo exclusivo de hombres fue Consuelo García Blanque. Y de esto hace tan solo 40 años. Fue la primera especialista en Traumatología, Cirugía Ortopédica y Cirugía General. Consuelo, ya parcialmente jubilada, recuerda el difícil camino que debió andar como única mujer en un mundo exclusivo de hombres. Le queda la sensación de que ha tenido que esforzarse el doble que sus compañeros. Al menos tuvo la suerte de formarse a la sombra del catedrático Rafael Vara Thorbeck, nombre justo, pero duro y exigente como nadie.

Hoy las consultas y los quirófanos están repletos de mujeres. Y no precisamente como enfermeras o instrumentistas, sino como líderes de complicadas intervenciones quirúrgicas. Hay servicios hospitalarios con predominio femenino; incluso en algunas aulas de la Facultad de Medicina la proporción es de 8/2 en favor de la mujer.  Pero hace medio siglo no era así. La Medicina era un mundo marcado por el machismo; las mujeres que se licenciaban o doctoraban en Medicina eran encaminadas a especialidades no consideradas de primerísimo nivel (Pediatría, Ginecología, Medicina Legal, Médico de familia, Oftalmología, etc.)

La primera doctora que salió de la Facultad de Medicina de Granada lo hizo casi a los cuatro siglos y medio de existencia de la institución, en 1967, se llama Margarita Carretero García. A ella le siguió un chorreo de mujeres doctoras, a razón de casi una por año (17 doctoras entre 1967 y 1981). En tanto que los hombres doctores aumentaban por decenas anuales.

Lo extraño es que de la Facultad de Medicina de Granada no salió ninguna especialista en Traumatologia, Cirugía Ortopédica y Cirugía General hasta tiempos muy recientes, 1979. ¿Cómo ha podido ser esto posible en una Universidad que se dispone a conmemorar cinco siglos de su historia? Las estadísticas mundiales nos equiparaban, en 1979, al mismo nivel de doctoras cirujanas que Madagascar y Vietnam

Lo extraño es que de la Facultad de Medicina de Granada no salió ninguna especialista en Traumatologia, Cirugía Ortopédica y Cirugía General hasta tiempos muy recientes, 1979. ¿Cómo ha podido ser esto posible en una Universidad que se dispone a conmemorar cinco siglos de su historia? Las estadísticas mundiales nos equiparaban, en 1979, al mismo nivel de doctoras cirujanas que Madagascar y Vietnam.

En Andalucía, hasta los años setenta del siglo XX no había mujeres en el campo de la cirugía general ni Traumatología. Y eran casos rarísimos en cirugía cardiovascular, máxilo-facial, aparato digestivo, tórax y neurocirugía. Eran especialidades que se entendían vetadas o inalcanzables para el sexo femenino.

DOCTORAS EN MEDICINA POR LA UGR

Año expedición del título

Margarita Carretero García

1967

María Estrella Ruiz Requena

1971

Ángeles Carretero García

1971

María Teresa Pascual Morenilla

1971

Francisca López Checa

1973

Margarita Sáinz de Aja Machuca

1974

Antonia Aránega Jiménez

1974

Soledad Socías Manzano

1974

Pilar Alemán Casado

1978

Eugenia Maña Zafra

1977

Rosa Espigares Martín

1976

Eugenia María Campos Bañales

1976

María Rosario Ruiz Requena

1978

María Castellano Arroyo

1978

María Divina Hilda Varela Ausedes

1980

Trinidad María Caballero Morales

1981

Consuelo García Blanque

1981

El sueño de una 'pueblerina'

Consuelo García Blanque (Alcóntar, Almería, 1950) supo que quería ser cirujana desde muy niña. Cuando aprendió de su abuela y de sus tías a coser, zurcir y remendar todo tipo de prendas. Lo hacía con cierta maestría, y continúa haciéndolo en ocasiones con su ropa y las de sus amigas. Al fin y al cabo –pensaba aquella niña–, coser una aorta, un intestino o una pierna seccionada debían ser algo similar.

La hija del agricultor, panadero y tendero de aquel pueblecito de la sierra almeriense salió espabilada para los estudios. Empero, sospechaba que alcanzar la Facultad de Medina era un sueño imposible. Pero tenía que intentarlo. Así es que empezó su formación, en la medida de las pocas posibilidades económicas familiares, en los pueblos de la comarca del alto Almanzora

La hija del agricultor, panadero y tendero de aquel pueblecito de la sierra almeriense salió espabilada para los estudios. Empero, sospechaba que alcanzar la Facultad de Medina era un sueño imposible. Pero tenía que intentarlo. Así es que empezó su formación, en la medida de las pocas posibilidades económicas familiares, en los pueblos de la comarca del alto Almanzora. Su familia era consciente de que a lo más que podía aspirar su hija era a convertirse en maestra de niñas, como la mayoría de mujeres por entonces. La Universidad era un mundo casi inalcanzable para gente humilde; y la Medicina mucho menos. Así es que poco a poco se fue acercando a Granada e hizo Magisterio en la Escuela Normal de Granada, donde acabó con dieciocho años.

Empezó a trabajar como maestra en el Colegio Regina Mundi. Con veinte años, decidió matricularse en la Facultad de Medicina de Granada.  Y ahí empezó el cambio de rumbo que ha guiado toda su vida profesional desde entonces.

Hace unas semanas fue objeto de homenaje por parte de la Asociación de Antiguos Alumnos de la Facultad de Medicina. He conseguido robarle unos párrafos de su diario, un texto básico de lo que en el futuro pueden ser sus Memorias. Me voy a limitar en adelante a colocarlos estratégicamente en el texto para que sea ella misma la que cuente su experiencia vital y profesional. Consuelo ha realizado prácticamente toda su vida profesional en Barcelona, no es demasiado conocida en Granada. Mi deseo es precisamente que se la conozca en el entorno médico Andaluz.

De Alcóntar a Granada

Consuelo García Blanque nació en esta localidad de montaña el 2 de marzo de 1950. Hija de Anica y de Silvestre, ambos gente de extracción humildísima. Recuerda a su abuela Trinidad, “exquisitamente pulcra” ayudando al médico del pueblo a curar heridas, atender partos y poner inyecciones. Su padre consiguió hacerse con una panadería, hasta que un grave accidente (1963) lo apartó del oficio. En aquella panadería se formaron decenas de familiares en todas las tareas domésticas, bajo la supervisión de la abuela paterna Consuelo. Allí veía zurcir calcetines con precisón, algo que yo tuve que aprender y que sin duda fue un factor que influyó en mi vocación de cirujana. Los sueldos eran los de la época y todos, como una gran familia, comíamos en la misma mesa. Yo no conocí el dinero hasta que tuve 6 ó 7 años. En general funcionaba y se aprendía a gestionar el trueque.”

“Mi primera infancia transcurre en un ambiente que recuerdo como paradisíaco y en el que mi principal “maestro” fue mi abuelo paterno, José Antonio el Panaero: desde cómo se construía un malecón para evitar la inundación de los bancales, si crecía el río, hasta los nombres de las flores y como injertar los árboles para mejorar los frutos. También me contaba cuentos de la Alhambra y de cómo los había escrito un Sr. Inglés"

“Mi primera infancia transcurre en un ambiente que recuerdo como paradisíaco y en el que mi principal “maestro” fue mi abuelo paterno, José Antonio el Panaero: desde cómo se construía un malecón para evitar la inundación de los bancales, si crecía el río, hasta los nombres de las flores y como injertar los árboles para mejorar los frutos. También me contaba cuentos de la Alhambra y de cómo los había escrito un Sr. Inglés. (Yo creo que se los inventaba, pero era genial escucharle). Se nos hacía un vestido al año y servía para lucir en todas las fiestas.

Jugaba con otras niñas y niños hasta el agotamiento. Era muy pequeña para ser digna del título de modista, pero a los diez años estaba capacitada para coser lo que se presentara. Aunque suene extraño, esta fase de aprendizaje, de, y, en costura, supuso mi primer contacto del conocimiento del cuerpo humano: sus medidas y sus formas, tan comunes y tan diferentes de unos cuerpos a  otros.”

Consuelo, con su familia, mediados los años cincuenta. Con sus dos abuelas que le enseñaron a zurcir, cortar y coser. Primeras maestras de “cirugía”.

El mundo de aquella niña espabilada en el bucólico Alcóntar (pueblo sin luz ni carreteras todavía) se tambaleó cuando la maestra Beatriz, sus padres y su tío Pepe decidieron que Consuelo valía para estudiar. “En mi pueblo el estudiar era un privilegio reservado a algunos hombres, a los que la estructura familiar había decidido apoyar con el trabajo del resto. Era el caso del tío Pepe que estudiaba Derecho, algo decidido en cónclave familiar y con el compromiso de costearlo los padres y hermanos mayores.

"Para las mujeres, las posibilidades de estudio se regían por otros cánones: Si eras mujer hija de maestro, médico, secretario del Ayuntamiento o sobrina del cura, tenías vía libre. Si no pertenecías a este exclusivo club, no se te podía ocurrir ni siquiera pensarlo. Mis posibilidades de ser estudiante eran nulas”

Este criterio servía para los hombres. Para las mujeres, las posibilidades de estudio se regían por otros cánones: Si eras mujer hija de maestro, médico, secretario del Ayuntamiento o sobrina del cura, tenías vía libre. Si no pertenecías a este exclusivo club, no se te podía ocurrir ni siquiera pensarlo. Mis posibilidades de ser estudiante eran nulas”.

Consuelo se entretenía por entonces escondida tras las cortinas y espiando al médico del pueblo y a su abuela Trinidad, y ver cómo curaban a los enfermos. Eso sí, se leía toda la propaganda médica que veía sobre las mesas.

Primero, maestra de niñas

A los once años se la llevó su maestra a cursar el Bachiller a Almería. Pero no aceptó quedarse interna en la capital y se encabezonó en comprar los libros y estudiar por libre en su paraíso rural de Alcóntar. Así fue como hizo los primeros años de bachillerato. Pero a partir de tercero no tuvo más remedio que irse con las Hijas de la Caridad de Tíjola. A los 13 años se encontró con un padre inválido por accidente, una madre tirando de la casa y repleta de deudas. Pensó que lo mejor era regresar y hacerse panadera. Se esfumaban sus deseos de ser la primera médica de Alcóntar.

El colegio de la Caridad, de Tíjola, haciendo el bachiller (marcada con una flecha, tras la monja).

Todo se precipitó entonces. Su familia la encaminó hacia el Magisterio; era una fórmula más rápida para ponerse a trabajar y ganar dinero. A los 18 años obtuvo la titulación de maestra, ganó las oposiciones y encontró trabajo en el Colegio Regina Mundi de Granada. Sus padres se instalaron también en Granada, donde pusieron una pequeña tienda para poder vivir. Permaneció dos años como maestra en el Regina Mundi. Hasta que sus ahorros le permitieron pagar la matrícula en Medicina y comprar sus primeros libros. Corría 1970, era de las mayores del curso. Tras muchos tropiezos familiares había conseguido su sueño: estudiar para ser médica cirujana. Y todo gracias a una beca estatal (que le firmó el actual magistrado del Constitucional Andrés Ollero Tassara), ya que los medios familiares no daban para más.

Una ilusión en la Avenida de Madrid

Consuelo pensaba por 1970 que sus circunstancias personales y familiares le iban a poner muy difícil llegar a ser médica cirujana. Ella por entonces ni se imaginaba que todavía no existía ninguna mujer con esa titulación en la Universidad de Granada. “Ser mujer, de pueblo, humilde, sin antecedentes ya limitaban mi deseo de ser estudiante ¿Ser médico?, una ilusión.” Se machacaba la mente pensando que descendía de abuelos y padres que apenas sabían leer y escribir; en cambio, todos eran aplicados y meticulosos en sus profesiones. Consuelo siempre insistía en las buenas manos que tenía para coser cualquier cosa; y para más abundamiento, siempre había ido detrás del médico del pueblo que le dejaba observar en su consulta.

Consuelo pensaba por 1970 que sus circunstancias personales y familiares le iban a poner muy difícil llegar a ser médica cirujana. Ella por entonces ni se imaginaba que todavía no existía ninguna mujer con esa titulación en la Universidad de Granada. “Ser mujer, de pueblo, humilde, sin antecedentes ya limitaban mi deseo de ser estudiante ¿Ser médico?, una ilusión"

Así es que se empeñó en estudiar Medicina en una Facultad llena de gente muy diferente a ella en cuanto a origen y posibilidades económicas.

“Empezamos más de 500 compañeros, repartidos en varios grupos, por apellidos. Sin precisar sobre la exactitud estadística, creo que seríamos un 20% mujeres y un 80% hombres".

"A mí me impresionaron dos cosas principalmente: Yo estaba por encima de la media de edad del curso. Había ingresado en la Facultad con 20 años y la mayoría de los compañeros estaban alrededor de los 18. Para colmo, yo venía de un colegio donde daba clase a adolescentes".

Además de “sentirme mayor”, notaba una gran diferencia social con bastantes compañeros/as. Estaban en colegios mayores, vestían muy bien y se notaba de lejos un status social muy superior a lo que yo estaba acostumbrada. Tuve algunas dudas sobre mi ubicación, pero mi camino y mi proyecto estaban lo suficientemente claros como para seguir adelante. Cristina Rojas, hija del Catedrático Profesor Dr, D. Luis Rojas Ballesteros, por circunstancias ajenas a la Facultad, era, y es, una gran amiga y me fue de gran ayuda para no abandonar y para no morir en el intento.”

“Me relacionaba con compañeros de “mi nivel” y estudiaba. Pasé casi por todas las Cátedras y mi aspecto y procedencia pueblerina dejaron de preocuparme. No participé en el paso del Ecuador, ni en el Viaje Fin de carrera, ni en otras fiestas. Mi economía no me lo permitía, pero con algunos compañeros/as organizábamos excursiones a la Sierra, a la playa y mi casa se convertía en “centro de operaciones” sobre todo si se avecinaba un examen complicado o alguien solicitaba apoyo. Eran como sesiones clínicas acaloradas e interminables.

"…Encarnita me informó de que podía convalidar asignaturas para enfermería. Tener este título me daba tranquilidad y lo gestioné…Cristina, sin pedirme permiso solicitó para mí una beca para la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander, para un curso de verano, que me concedieron"

Al acabar 4º curso tuve mi primera decepción: suspendí el primer parcial de Médica pero tuve unos magníficos regalos:

Encarnita me informó de que podía convalidar asignaturas para enfermería. Tener este título me daba tranquilidad y lo gestioné

Cristina, sin pedirme permiso solicitó para mí una beca para la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander, para un curso de verano, que me concedieron.

Mis tíos me pagaron el viaje y allí empecé a concienciarme de que realmente yo podría ser médico y buena médico. “Los grandes” de la medicina, no ejercían postureo y nos trataban como si fuéramos iguales.”

En el mundo de Vara Thorbeck el imperio masculino

Al iniciar sexto curso estaba exhausta. No podía más. Sus padres habían emigrado a Cataluña y decidió irse con ellos, abandonar Medicina. No se presentó a los exámenes. Pero logró tranquilizarse tras un descanso y recuperar todas las asignaturas en los exámenes finales. “Una verdadera locura”. Fue el momento en que se reafirmó en que lo que más le había gustado de toda la carrera eran las clases de anatomía. Fue el momento en que decidió ser cirujana general y digestiva.

“No existía aún el MIR y no había antecedentes de mujeres que hubieran hecho esa especialidad en Granada. Dependías del expediente y de que el Catedrático te admitiera, pero el Profesor Vara no estaba por la labor. Al final de mayo logré “colarme” en su despacho. Se sorprendió, pero me escuchó. Una entrevista muy larga con preguntas de todos los colores. Yo tenía claro lo que quería, conocía mis habilidades y aguanté hasta el final en que me sugirió entrar de prueba todo el mes de agosto y después decidiría si me admitía, pues “no era profesión para mujeres”. “En la Cátedra de mi padre: el Profesor Vara López en Madrid, solo hubo una y tuvo que marchar a los EE UU”, me dijo.

“Cuando acabó “la prueba de agosto” (Todo el mes de guardia sin descanso) me citó en su despacho y sin preámbulos empezó a decir: “Cuando acepté que viniera en agosto, la consigna fue háganle la vida imposible que se vaya, yo no he podido con ella. Pero, usted ha superado todas las pruebas y queda admitida para hacer la Residencia en la Especialidad de Cirugía General y Digestiva, pero, además tendrá que hacer todo lo que hacen los hombres aquí: Especialidad de Traumatologìa y Cirugía Ortopédica, el Doctorado, por supuesto el examen de Licenciatura y cursos de Doctorado, así es que: ¡!!!! Solicite una beca!!!!!. Yo no acababa de entender qué me decía, pero contesté: sí a todo. Me concedieron la Beca y me puse en marcha para hacer cumplir el programa: Y lo cumplí.

"Con el paso del tiempo he llegado a pensar que se me ofreció que hiciera todo eso porque yo contestaría que no me sentía capaz de hacerlo. Pero ya estaba dicho ahora tocaba hacerlo"

Con el paso del tiempo he llegado a pensar que se me ofreció que hiciera todo eso porque yo contestaría que no me sentía capaz de hacerlo. Pero ya estaba dicho ahora tocaba hacerlo.”

Bajo la exigencia, dirección y protección de Vara Thorbeck y rodeada de un ambiente de machismo, Consuelo experimentó todo tipo de sensaciones. “Superada la entrevista en la que me aceptó a prueba, tengo que decir con toda gratitud, que para mí fue un maaestro, desde una óptica profesional, y, en lo personal y como mujer, me sentí protegida y cuidada como si fuera mi padre. Petry su mujer actuaba en la misma línea conmigo. Como jefe era exigente al máximo y no dejaba pasar ni una. Yo vivía en un examen permanente, dentro y fuera de quirófano, pero nunca me negó una explicación cuando le preguntaba algo que yo no entendía o no sabía. La formación era continuada, permanente y las preguntas para ver si estabas al día también. Lo llevé muy bien creo. Insistía en conceptos que para mí eran fundamentales: Primero ser médico. El paciente debía ser nuestro objetivo. Si eras buen médico podrías ser buen especialista. Y para ser buen especialista tenías que estudiar y responsabilizarte de una investigación constante.”

“Creo que Vara Thorbeck me veía como un ser en peligro, una mujer en medio de 30 hombres. Por parte del equipo, pasaba un poco de todo: preguntas provocadoras, cambio de tratamientos, destrucción de experimentos que hacía durante la tesis… Por otra parte, en general me mostraban buena cara y a veces hasta admiración, pero yo siempre me sentía vigilada y en riesgo de ser despedida.”

Licenciados de la promoción 1970-76 en la puerta de la Facultad. El centro, Vara Thorbek; a su derecha está Consuelo García Blanque.

Corría el año 1976. Consuelo García Blanque era la primera licenciada en Medicina de Alcóntar. Su ayuntamiento decidió ponerle su nombre a una calle. Y para allá se fue un autobús lleno de médicos y enfermeras del Hospital Clínico a celebrarlo con ella

Corría el año 1976. Consuelo García Blanque era la primera licenciada en Medicina de Alcóntar. Su ayuntamiento decidió ponerle su nombre a una calle. Y para allá se fue un autobús lleno de médicos y enfermeras del Hospital Clínico a celebrarlo con ella. Al día siguiente se suspendieron infinidad de consultas porque la mayoría llegaron mareados.

Su actitud siempre fue la de colarse en todos los quirófanos y consultas de hospitales, a aprender de los mejores (como Eduardo Ros). Hasta que el Dr. Vara me encargó que hiciese exactamente lo que los hombres si deseaba ser cirujana. Ella sólo quería hacer Cirugía General y Digestiva, pero en el “pack” masculino también iba la doble especialización de Traumatología y cirugía Ortopédica.

En el Hospital Clínico de Granada, hacia 1978. Atendiendo las explicaciones de Vara Thorbeck.

Se le exigía investigar y desarrollar una tesis doctoral. El tema elegido, su joya de la corona como la define, fue “Prevención de las úlceras gástricas por estrés en pacientes politraumatizados”. Al final a este título se le añadió “estudio experimental”, pues el jefe de departamento que debía autorizar los tratamientos en pacientes se negó a autorizar aplicarlos y el Profesor Vara me dijo que abandonara esa fase porque no podía prescindir de los servicios de este médico. En los pacientes a los que pudimos aplicar tratamiento farmacológico de prevención funcionó perfectamente al igual que en los experimentos que realicé en laboratorio.

En esa fase experimental recibí ayuda de estudiantes, de amistades incluso de algunos pacientes.

“A pesar de que algunos compañeros me destruían experimentos, yo los volvía a repetir, pude concluir el estudio y un día 9 de julio de 1979, fecha en que presenté la defensa, un Tribunal muy selecto concedió un Sobresaliente cum laude a mi trabajo, con lo que tendría disponible el Título de Doctor en Medicina y Cirugía”

“No sólo confirmamos que la úlcera gástrica por estrés se podía prevenir bloqueando farmacológicamente las emociones, sino que además me introdujo en un estudio de investigación, que siempre ha ocupado mi vida, y que a día de hoy, con una cierta experiencia ya, trabajo con una metodología sencilla, que cualquier persona, si se la explicamos correctamente puede aplicarla a su vida en cualquier momento y lugar para transformar sus situaciones de estrés en algo productivo para su vida y al fin transformarlo en una fuente de felicidad.”

“A pesar de que algunos compañeros me destruían experimentos, yo los volvía a repetir, pude concluir el estudio y un día 9 de julio de 1979, fecha en que presenté la defensa, un Tribunal muy selecto concedió un Sobresaliente cum laude a mi trabajo, con lo que tendría disponible el Título de Doctor en Medicina y Cirugía.”

A sus 29 años, Consuelo se convirtió, sin saberlo, en la primera doctora en estas especialidades salida de la Universidad de Granada (Este hecho se ha sabido en 2018, durante una investigación en los archivos históricos de la Facultad de Medicina).

1981, con los compañeros doctorados en Medicina.

Toda su vida profesional en Cataluña

¿Es que en 1979 no había hueco en Granada para la primera doctora en estas especialidades quirúrgicas? A Consuelo la vemos de emigrante en Barcelona recién formada en la Cátedra de Vara Thorbeck, Patología y Clínica Quirúrgica II ¿Qué ocurrió?

“Sí había hueco para mí en Granada. De hecho, debía marchar a Heidelberg para hacer lo que se decía una “superespecialización”. Era el paso siguiente que programaba la Cátedra y de alguna manera se abría una puerta hacia otra ilusión: la vida Universitaria. Renuncié a esta opción y para D. Rafael Vara fue un gran disgusto"

“Sí había hueco para mí en Granada. De hecho, debía marchar a Heidelberg para hacer lo que se decía una “superespecialización”. Era el paso siguiente que programaba la Cátedra y de alguna manera se abría una puerta hacia otra ilusión: la vida Universitaria. Renuncié a esta opción y para D. Rafael Vara fue un gran disgusto.

Había conocido al hombre con el que me casé y que fue el padre de mis hijas. Era farmacólogo y trabajaba como investigador. Aunque yo no me había planteado nunca tener hijos, empecé a acariciar esa idea y, en aquel tiempo –yo tena 29 años bien cumplidos– el reloj biológico no estaba precisamente de mi parte. Irme a Alemania un año y después permanecer al menos dos años más en la Cátedra era demasiado.

Por otra parte, el marco que según mi futura pareja podía ofrecerme Barcelona, era similar, o incluso superior, a lo que podía conseguir si seguía la vía alemana. Parecía que tener dudas era absurdo y decidí venirme a Barcelona

Ya en Barcelona, nada se parecía a lo previsto. Pronto me quedé embarazada de mi primera hija y aunque la tentación era huir, de volverme a Granada, mi responsabilidad, ahora como madre, estaba por encima de todo.”

–¿Sufriste algún tipo de discriminación en Cataluña por ser mujer y no catalana?

"Los directores médicos y de servicio, tanto de Cirugía General como de Traumatología, me recibían incluso sin cita previa. Felicitaciones por mi currículum y ánimos para seguir, pero había escollos insalvables: era mujer y ni en Cirugía ni en Traumatología había plazas disponibles para una mujer, pues un embarazo y la condición de no catalana podrían ser un inconveniente. De todos modos tampoco me puntuaban mis títulos. Me apunté al “paro”. ¿Una médico especialista en el paro en aquellos tiempos?

“Recorrí todos los hospitales de Barcelona ciudad y algunos de los alrededores. Los directores médicos y de servicio, tanto de Cirugía General como de Traumatología, me recibían incluso sin cita previa. Felicitaciones por mi currículum y ánimos para seguir, pero había escollos insalvables: era mujer y ni en Cirugía ni en Traumatología había plazas disponibles para una mujer, pues un embarazo y la condición de no catalana podrían ser un inconveniente. De todos modos tampoco me puntuaban mis títulos. Me apunté al “paro”. ¿Una médico especialista en el paro en aquellos tiempos?

Ser mujer, era una traba, pero los títulos estaban ahí: ¿Por qué no se me puntuaban mis títulos?

Respuesta que me daban: “Tus títulos no están expedidos en Cataluña”. Cuando refuté esa afirmación, llevaba a mi hija de tres meses en brazos, le daba teta (las mujeres “de bien” en Cataluña no lactaban a los hijos en aquella época y mi aspecto físico era de una madre que lactaba). Sí, cuando refuté esta idea, el señor que me atendía, jefe de algo, me dio una palmadita compasiva y paternal en la espalda. Me dijo que a partir de ahora me puntuarían, pero que hiciera oposiciones a Médico de familia que seguro que eso lo haría muy bien…”

De esta forma, con 31 años y próxima a tener una segunda hija, empezó una carrera de médica prácticamente desde cero. Aceptó trabajo en un consultorio de medicina general de las afueras de Barcelona; aprendió medicina ambulatoria. Después vinieron unas oposiciones, que aprobó en otro pueblo aún más alejado. Allí se percató de que había varios médicos catalanes de otras especialidades que cobraban y no iban; a ella le tocaba hacer sus trabajos.

Vio agotarse poco a poco sus posibilidades de trabajar en sus especialidades de cirugía, mientras otros hombres sí eran admitidos. No tuvo más remedio que conformarse con ejercer la medicina general en un ambulatorio céntrico de Barcelona. Aquí se encontró a gusto porque atendía a gente potente de Barcelona, a los músicos del Liceo y a buena parte de los políticos de entonces.

En su trabajo de traumatóloga ambulatoria en Barcelona, década de los años noventa.

Hasta que a mediados de los años ochenta, una mutua privada de accidentes tuvo conocimiento de su buen hacer en el ambulatorio. La contrataron como especialista en cirugía traumática. Por fin, casi una década después, empezó a trabajar en su especialidad. Fue muy sonada en ambientes médicos su intervención de una yugular seccionada, que no auguraba nada bueno para el afectado. En el Hospital se asombraron de la maestría en la intervención. El hombre logró salvar la vida.

Hasta que a mediados de los años ochenta, una mutua privada de accidentes tuvo conocimiento de su buen hacer en el ambulatorio. La contrataron como especialista en cirugía traumática. Por fin, casi una década después, empezó a trabajar en su especialidad. Fue muy sonada en ambientes médicos su intervención de una yugular seccionada, que no auguraba nada bueno para el afectado

Esto le llevó a codearse con pacientes VIP de Barcelona, lo que le acarreó las consiguientes envidias de compañeros. No entendían que una castellanoparlante se estuviese encumbrando poco a poco. Por eso decidió estudiar catalán hasta conseguir un nivel C. A finales de los ochenta ya no podían acusarla de advenediza. También decidió abrir consulta privada para satisfacer la demanda de sus pacientes.

¡Por fin cirujana traumatóloga!

“Instalada en esta cotidianidad, el 1990 surge algo inesperado: la Generalitat emite una circular: la 9/90, según la cual, cualquier profesional titular podrá tener acceso a ejercer otra especialidad de la que posea titulación sin perder los derechos adquiridos. Solicité Cirugía General y Traumatología. Me concedieron Traumatología, y en 1991, ya estaba ejerciendo Traumatología Ambulatoria hasta el día de mi jubilación (en 2015).

Tuve la suerte de tener jefas mujeres, que si bien me dijeron que quizá tendría que trabajar más que mis compañeros (todos hombres) cobraría lo mismo que ellos. Mi ventaja, fue el trueque que había aprendido de pequeña manejando el cambio de trigo por pan: trabajaría más (tendría más pacientes y horas de trabajo) pero podría disponer de un equipo de Enfermería a quien yo prepararía en esta especialidad de Trauma ambulatoria.

Acepté el reto aunque mis 11 compañeros médicos hombres me veían como una “nena” casi mona, diría yo. Me empezaba a cansar lo que podría considerarse como una discriminación por ser mujer, pero una vez más ganó la ilusión de hacer realidad el cumplimiento de los objetivos marcados.

Nos pusimos a trabajar, primero fue un ciclo de formación en el funcionamiento básico de la consulta y continuó siendo una formación continuada intensa y permanente. Mis enfermeras, me atrevo a llamarlas mis enfermeras, eran unas profesionales extraordinarias, y nuestro entendimiento era total. Yo visitaba en cuatro despachos con una enfermera en cada despacho y se hacía todo: desde vendajes, drenajes, hasta rehabilitación y monitorización de medicación y gestión de estrés, estudio epidemiológico básico en mujeres premenopáusicas y marcajes preventivos diversos. Me asignaron Mossos d´Escuadra de Cataluña. Nuestra consulta era de alguna manera “consulta estrella”, lo que suponía trabajar más, pues los/as jefes nos enviaban a gran parte de los VIP, fueran o no de zona.

No todo fueron rosas y flores a pesar de trabajar en equipo con gran eficacia y alegría. Algunos compañeros no soportaban “nuestra aureola” y no era agradable, desde luego que no.

Los últimos años cambiaron a los jefes que, en mi opinión, querían destruir el sistema. Y así fue.

En compañía del Dr. Moisés Boggi i Vallés, a quien tuvo como paciente.

-¿Cómo ha sido tu relación con los compañeros de trabajo?

“Con los compañeros podía intercambiar pocas dudas, para ellos yo ya era una duda así es que ante mis dudas profesionales, además de consultar libros y apuntes, no dudaba en presentarme en el Hospital que tuviera de referencia, en el Servicio que procediera y presentar el caso Clínico sobre el que yo necesitaba ayuda. Siempre fui bien recibida y atendida. Creo que para los compañeros médicos especialistas de mi ambulatorio mi postura de ir a solicitar ayuda a hospital les resultaba humillante, como también no veían bien preguntar o intercambiar criterios entre nosotros (llegué a pensar que tenían miedo a que yo tuviera más razón en algunos casos).

"Creo que mis compañeros de hospital veían en mi libertad de acudir a ellos como un honor, pues me recibían muy bien y tras sesiones clínicas personalizadas en el paciente que les presentaba, solucionábamos problemas incluso con gran celeridad. Yo aprendía mucho y mis pacientes se beneficiaban"

Creo que mis compañeros de hospital veían en mi libertad de acudir a ellos como un honor, pues me recibían muy bien y tras sesiones clínicas personalizadas en el paciente que les presentaba, solucionábamos problemas incluso con gran celeridad. Yo aprendía mucho y mis pacientes se beneficiaban.

Mi sensación era que a algunos compañeros hombres les molestaba mi manera de ejercer la especialidad de Trauma, aunque aceptaban bien a las otras mujeres especialistas. Pero en general puedo asegurar que mis compañeras me respetaban y confiaban en mí absolutamente, tanto como mis jefas y la mayor parte de los jefes que tuve.

Sentía “discriminación positiva”, aceptando claro, que mi nivel de trabajo (en número de pacientes) podía duplicar en algunos casos a las visitas que hacían los compañeros hombres.

A nivel hospitalario también sentí la “discriminación positiva” cuando enviaba a quirófano para intervención quirúrgica. Aunque el equipo de Trauma del Clínico siempre se negó a recibirme, mis pacientes llegaban a hospital preparados para entrar a quirófano y eso se respetaba, que al final era lo importante.

Tras treinta y cinco años de ejercicio profesional (25 de ellos en la especialidad que se llevó de Granada), ya jubilada, continúa con clínica privada abierta en Barcelona. Y trescientas actividades sociales y benéficas que no la dejan parar. No obstante, mantiene muy estrecha relación con Alcóntar y Granada; suele venir asiduamente, pues mantiene a su madre en Baza y diversos asuntos en Granada

Por parte de las Ortopedias no estuve discriminada, sencillamente fui rechazada, pues intentábamos solucionar los problemas con el mínimo de soporte ortopédico, salvo que este fuera absolutamente necesario.

Tras treinta y cinco años de ejercicio profesional (25 de ellos en la especialidad que se llevó de Granada), ya jubilada, continúa con clínica privada abierta en Barcelona. Y trescientas actividades sociales y benéficas que no la dejan parar. No obstante, mantiene muy estrecha relación con Alcóntar y Granada; suele venir asiduamente, pues mantiene a su madre en Baza y diversos asuntos en Granada. En 2018 ha sido nombrada Hija Predilecta de su pueblo y dio el pregón de fiestas. A pesar de sus casi cuatro décadas tratando a pacientes VIP en Barcelona, nunca dejan de salir de su boca las expresiones Alcóntar y Facultad de Medicina de Granada.

San Lucas 2019. Homenaje de la Asociación de Antiguos Alumnos de Medicina en la Real Academia de Granada.