Fue de las urbes que mayor número de senadores aportó al imperio romano

La ciudad romana de Iliberri que duerme bajo Granada

Cultura - Gabriel Pozo Felguera - Domingo, 15 de Octubre de 2017
Redescubrimos la ciudad romana de Iliberri, asentada en el actual Albayzín, la importancia que tuvo, y su presencia en la capital del Imperio. Un fascinante reportaje del periodista y escritor Gabriel Pozo, que te recomendamos que leas para conocer más sobre la historia poco conocida de Granada.
Croquis del foro de Granada: Este croquis de planta y alzado fue dibujado por Sánchez Saravia hacia 1768. Se trataba del enlosado y arranque de columnas del foro romano. Fue enterrado por orden judicial. Se encuentra bajo el jardín del Carmen de la Concepción. El dibujo está depositado en el Instituto Gómez-Moreno.
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Croquis del foro de Granada: Este croquis de planta y alzado fue dibujado por Sánchez Saravia hacia 1768. Se trataba del enlosado y arranque de columnas del foro romano. Fue enterrado por orden judicial. Se encuentra bajo el jardín del Carmen de la Concepción. El dibujo está depositado en el Instituto Gómez-Moreno.
  • La ciudad de Iliberri-Florentia fue una de las más importantes de Hispania bajo el imperio romano

  • Las falsificaciones arqueológicas de Juan de Flores a mediados del siglo XVIII ha acomplejado a historiadores y estudiosos

Resulta evidente que Granada es más mora que romana. Al menos así lo atestiguan los restos edilicios que han logrado sobrevivir a quinientos años de piqueta. No obstante, la etapa romana granadina fue de gran importancia para esta tierra. Muchos de los monumentos musulmanes están levantados sobre cimientos del imperio romano, reutilizaron sus piedras. La ciudad romana de Florentia Iliberritana o Iliberri perduró durante casi tanto tiempo como la etapa islámica. Sus restos están bajo nuestros pies, derruidos en su mayor parte. En el último medio siglo, las apariciones de restos romanos confirman la gran importancia que tuvo la Granada romana. Iliberri fue importante para Roma, hasta el punto que varios granadinos llegaron a ocupar altos cargos en el imperio.

Que la ciudad de Granada tuvo que ser importante en tiempos de los romanos ya lo sospecharon nuestros antepasados del siglo XVI. Hacia 1526, el embajador veneciano Andrea Navagiero ya dijo aquello de “…hay muchos que creen que donde hoy es Granada estuvo antiguamente Ilíberis, porque allí se hallan algunas piedras con la palabra Iliberritani”.

Unos pocos años después, en 1540, empezaron a aflorar restos de columnas romanas. Fue el caso de una casa enfrente del Aljibe del Rey, donde aparecieron un pedestal y una cabeza de mujer en mármol blanco y con el rostro pintado. Muy cerca de allí, en el aljibe de la iglesia de San Miguel, sus constructores musulmanes habían tomado dos trozos de columnas romanas para colocarlas como jambas. También en la Alhambra, por aquellos primeros años de dominio cristiano, comenzaron a aparecer dinteles y pedestales de origen romano. Seguramente habían sido trasladados hasta allí desde el monte que hoy conocemos como Albayzín.



Aljibe de San Miguel. Fue construido probablemente durante el siglo XIII; el arco apuntado de herradura fue montado sobre dos trozos de columnas romanas existentes en las inmediaciones.

Los siglos XVI y XVII fueron de continuas apariciones de piedras romanas que los nuevos granadinos reaprovechaban para sus construcciones; las más atractivas, las que tenían relieves o inscripciones, las aprovecharon como adornos. Pero ¿qué origen tenía todo aquello?



Togado de Periate. Esta es la escultura romana más importante de Granada. Apareció en 1982 en el Cortijo de Periate, entre Píñar e Iznalloz. Representa a un alto personaje del siglo III (quizás a los emperadores Decio, 249-51, o Clodio el Gótico, 268-70). La escultura estaba descontextualizada. Este tipo de retratos eran colocados en los foros de ciudades importante sobre pedestales. También en villaes campestres. El foro de Iliberri debió contar con varias similares en mármol o bronce. Fuente: Vídeo de Felipe Pedregosa y Museo Arqueológico de Granada.

Las breves presencias vándalas, bizantinas y visigodas se habían encontrado una ciudad tardorromana decadente. La misma que los invasores musulmanes a partir del siglo VIII. Pero éstos últimos habían llegado para quedarse mucho tiempo. Se encontraron los restos de una ciudad romana, cuya población ya vivía muy diseminada en villaes (origen de las cortijadas) y, quizás, con otra ciudad que le había ganado en importancia: Castilla, Castalalia (la futura Medina Elvira-Atarfe).



Mina de oro en Cenes. Por encima de Cenes de la Vega se encuentra la Hoya de la Campana. Se trata de la gran mina abierta por los romanos entre los siglos I a. C. y III d. C. y explotada por el sistema de ruina montium, muy similar al utilizado en las Médulas. El lugar está repleto de pozos de carga de agua y túneles. El agua la traían mediante un canal desde el río Aguas Blancas. Esta mina estuvo en explotación hasta los primeros años del siglo XX por una compañía francesa.
Iliberri o el Municipium Florentinum Iliberritanum (actual Albayzín y alrededores) había llegado a ser una gran ciudad de derecho romano entre los siglos I a. C. y III d. C. Pero para el siglo VIII ya era una ciudad arruinada. Los invasores árabes y norteafricanos debieron utilizarla como cantera para sus nuevas construcciones; enterraron los restos que consideraron de menor importancia (esos vestigios están varios metros bajo nuestros pies).

Hasta que llegó el padre Flores

Las gentes de los siglos XVI y XVII decían que había tesoros enterrados por los antiguos. Con antiguos querían decir romanos. De vez en cuando habían aparecido vasijas, algunas monedas y armas herrumbrosas. Más cuanto más cerca de la zona alta de la acrópolis albaicinera. Curiosamente, a las piedras se les prestaba poca atención; se utilizaban como material de relleno.

El problema fue que el padre Flores se ilusionó en demasía. Quería más. Y comenzó a fabricar falsificaciones a mansalva que llegó a relacionar con los Libros Plúmbeos y la historia eclesiástica de la Granada antigua

En 1754 se interesó por aquellos tesoros un coleccionista de antiguallas llamado Juan de Flores y Oddouz. Era canónigo de la catedral, de origen francés. Se puede decir que fue el primer arqueólogo rudimentario de Granada. Adquirió unas casas en la calle del Tesoro (hoy inexistente, iba desde el Huerto del Carlos hasta la Placeta de las Minas, actual Carmen de la Concepción). Y comenzó a excavar en su solar y en mitad de la calle.

Durante los diez años siguientes, el padre Flores estuvo sacando restos de columnas, basas, capiteles y trozos de escultoras romanas. Hasta llegó a dar con un imponente enlosado. Todo aquello era nada más y nada menos que la terraza donde, en época romana de mayor esplendor, se ubicaban el foro y la basílica de la ciudad. Allí aparecieron pedestales con inscripciones de importantes personajes del imperio, tanto de origen iliberritano como de emperadores de la metrópoli.

El problema fue que el padre Flores se ilusionó en demasía. Quería más. Y comenzó a fabricar falsificaciones a mansalva que llegó a relacionar con los Libros Plúmbeos y la historia eclesiástica de la Granada antigua. Por muy indocumentada que fuese aquella sociedad de mediados del XVIII, pronto descubrió el engaño. El resultado fue una condena judicial que acabó por enterrar tanto los auténticos restos romanos como los falsarios. Y ahí están muchos de ellos, bajo el jardín del Carmen de la Concepción.

De ahí parte el complejo de los granadinos a la hora de estudiar y valorar el importante pasado romano de la ciudad de Granada. Científicos, historiadores y arqueólogos han sufrido el complejo del padre Flores. Casi nadie se había atrevido desde entonces a afrontar el estudio de la Granada romana, pues se temía que se le acusara de falsario. No obstante, ya a mediados del siglo XIX comenzaron a aflorar otros muchos restos de la cultura romana en los alrededores. La Comisión de Monumentos fue guardándolos de cara al futuro Museo Arqueológico Provincial. Lo aparecido en las obras de la carretera de Córdoba no eran falsificaciones; los restos de Daimuz eran tumbas auténticas; la diosa Demeter de Huétor Vega era genuina, etc., etc. Gómez Moreno, a finales del siglo XIX, enumeró decenas de inscripciones romanas. En las obras de la Gran Vía apareció un sarcófago, una calzada y restos de un edificio imponente; todo con trazas de procedencia romana.

Pero aún así, hasta el tercio final del siglo XX no comenzaron las prospecciones arqueológicas sistemáticas, que permitieron verificar la importancia de la ciudad romana de Iliberri. Los hornos del carmen de la Muralla y los diez cocederos de Cartuja dan fe de la grandeza de esta ciudad romana en los siglos I a III de nuestra era.



Falsificación del padre Flores. Uno de los objetos cerámicos ordenados fabricar de día y enterrados por el cura falsario de noche en las excavaciones del foro en el llamado Huerto de Lopera (antigua calle del Tesoro). Fue mandado destruir por la Justicia.

Romanos en el Albayzín

En la parte alta de lo que hoy es Albayzín se hallaba hace 3.000 años un poblado u oppidum ibérico de tribus autóctonas. Hacia 208-6 a. C. se presentaron por estas tierras unos militares romanos que luchaban contra los cartagineses. Ahí debió comenzar su asentamiento y mezcla con los del lugar. Comenzó lo que se conoce como romanización. No sabemos si de manera pacífica o mediante guerra.

Esta ciudadela romana de los primeros siglos nos ha dejado varias necrópolis en los alrededores, desde el Sacromonte al Carmen de Rolando, pasando por las laderas de las partes bajas hasta el río Darro

Poco tiempo después aparecen vestigios de explotaciones mineras por parte de los recién llegados en la Hoya de la Campana (actual Cenes). Hacia el año 45 a. C., la ciudad ibero-romana de Iliberri tomó parte por César en su guerra contra Pompeyo. El resultado fue la obtención de la condición de ciudad romana de pleno derecho, con el nombre de Municipium Florentinum Iliberritanum.

No era una ciudad creada ex novo, sino crecida en torno al antiguo poblado ibero. En las terrazas inmediatamente inferiores a la Plaza de San Nicolás, los romanos fueron estableciendo las principales instituciones de la cives. Es decir, el foro, la basílica y el mercado. Esta zona es precisamente la que coincide con la desaparecida calle del Tesoro, la que tan certeramente excavó el padre Flores. Alrededor se levantaba una apiñada ciudad amurallada, de no más de 10-15 hectáreas, que se desparramaba por la parte alta del montículo aterrazado. Seguramente que el cardo y decumano (calles principales que se cruzaban) correspondían con las actuales calles María la Miel y Camino Nuevo de San Nicolás.

Esta ciudadela romana de los primeros siglos nos ha dejado varias necrópolis en los alrededores, desde el Sacromonte al Carmen de Rolando, pasando por las laderas de las partes bajas hasta el río Darro. También han aparecido restos de la calzada, coincidentes con la calle San Juan de los Reyes.



Restos del Foro romano. En el año 2004, el arqueólogo Ángel Rodríguez Aguilera excavó en una casa de la calle María la Miel. Aparecieron todavía restos del foro romano, aunque revueltos tras la condena del padre Flores. Lo aparecido se correspondía con el dibujo de arriba. Foto: Pablo Ruiz Montes.

En los estratos más profundos del Albayzín duermen restos de construcciones romanas. Incluso hay serios vestigios de que la acequia Aynadamar no es de origen zirí, sino romano. El abastecimiento de agua debió estar asegurado bien a través de esta acequia o por otra derivación tomada del río Darro y que serpentearía por actual barrio del Sacromonte.

Con el largo periodo de pax romana debió ser cuando la ciudad amurallada dejó paso a la infinidad de villaes que rodean Granada y la zona de la Vega (han ido apareciendo progresivamente). Debieron ser grandes centros fabriles, productores y residencias, a juzgar por la amplitud de las construcciones y riqueza de sus ornamentaciones (sobre todo las de los Mondragones y calle Primavera, con grandes mosaicos y basílicas). En las partes bajas de la ciudad también se han hallado necrópolis muy pobladas (calle Colcha, Colegio la Presentación, Carmen de los Naranjos, Mauror, etc.).

En la plaza Albert Einstein fue encontrado un cementerio romano; una villae en los jardincillos universitarios y otra villae en la esquina de la calle Recogidas.



Pedestal hallado en lo que fue Foro, en la calle María la Miel, 11, en las excavaciones de 2003. 

Con motivo de las recientes obras para abrir los túneles del Metro, han aparecido importantes restos de villas romanas en lo que eran las huertas cercanas a Granada. La mayoría excavadas por la empresa Gespad Al-Andalus. En la plaza Albert Einstein fue encontrado un cementerio romano. Similar aparición tuvo lugar unos años antes al excavar en el solar de la Alsina Graells.



Excavaciones de la Villae de los Mondragones. Con motivo de unas obras en 2013, apareció una gran villa romana, con una basílica que tenía este impresionante mosaico. El complejo era inmenso: tenía un molino de aceite y una necrópolis particular.


Sepultura romana. Esta es una de las sepulturas romanas más notables que apareció en la necrópolis de los Mondragones (bajo Mercadona). Había un cadáver con su moneda en el mentón para pagar a Caronte. En la parte excavada fueron encontrados 113 cadáveres, aunque el cementerio fue expoliado a partir de siglo VIII.

Debió ser una ciudad de población media, mínimo 20.000 habitantes, ya que contó con foro, basílica, teatro-anfiteatro (probablemente en la zona entre la actual Catedral y calle Elvira; esta zona después fue centro religioso visigodo y en época musulmana lo ocupó la mezquita mayor), circo sin graderío completo (actual zona del Violón) e incluso una fortificación en la zona de la Alhambra (este monumento se asienta sobre cimentación romana).

Varios tramos de murallas musulmanas y cimentaciones de edificios (caso del alminar de San José) tienen sillares labrados en tiempos de los romanos.



Parte del mosaico romano aparecido durante unas obras en la calle Primavera (Zaidín). Se encontraron los restos de lo que parecían unas termas romanas. El descubrimiento fue casual, en 1991, cuando abrían una zanja.

Iliberritanos poderosos en el imperio romano

Estas tierras altas de la provincia Bética romana ofrecían a Roma lo más valioso de su producción: aceite, vino, cereal y animales vivos. Esa era la base de su economía. Los productos debían salir en su inmensa mayoría hacia la capital del imperio a través de las barcazas del río Genil; hace dos mil años este río era navegable hasta Puente Genil. Los líquidos de Iliberri debían llegar hasta allí en granel, para después ser envasados con alguno de los múltiples sellos de la zona; no aparecen sellos iliberritanos en las ánforas rotas del monte Testaccio (a no ser que se trate de las K. V. de la empresa familiar de los Vegetii). En cambio, sí hay referencias literarias a los caballos de las montañas altas de la Bética que eran muy demandados en el ejército romano. Evidentemente, las montañas altas debían corresponderse con la Penibética.

La Granada romana estuvo muy bien representada en Roma

Pero sin duda que la importancia de una ciudad romana se la dan sus gentes. En este caso, Iliberri (la Granada romana) estuvo muy bien representada en Roma. La epigrafía y la literatura romanas han dejado un ramillete de familias de las más altas clases sociales que tuvieron gran presencia en Roma, tanto pertenecientes a las clases senatorial como ecuestre de los siglos I a III.



Sarcófago infantil de origen romano que sirvió de abrevadero hasta el siglo XIX. Estuvo colocado en la calle Sancti Spíritu durante al menos dos siglos. Tiene una inscripción de que cobijó a la niña Annia Donata.

El iliberritano más importante, del orden senatorial, en el Alto Imperio fue Publio Cornelio Anulino, de la tribu Cornelia. Se trató de un joven granadino que, a los 12 años, fue enviado a Roma a iniciar su cursus honorum (carrera civil-militar)

El iliberritano más importante, del orden senatorial, en el Alto Imperio fue Publio Cornelio Anulino, de la tribu Cornelia. Se trató de un joven granadino que, a los 12 años, fue enviado a Roma a iniciar su cursus honorum (carrera civil-militar). Nació hacia el año 138-40. Pasó por todos los estadios de formación y cargos civiles, antes de enfilar su carrera militar como mano derecha del emperador Septimio Severo. Fue cuestor, tribuno de la plebe, pretor, procónsul (gobernador) de la provincia Bética; legado de la VII Legión Gémina (con base en León), con la que reprimió la primera invasión de mauritanos en 171-3; fue cónsul de Roma en 176-78; procónsul de las provincias Raetia y Germania; en 192 lo vemos como procónsul de la provincia de África. Al año siguiente se pone de parte de Septimio Severo en la guerra civil de los cuatro emperadores. Gana la batalla de Isos y reprime a los partos (sirios); en 197 es general en la batalla de Lyón. En 199 vuelve a ser cónsul de la ciudad de Roma y emperador sustituto por ausencia de Septimio Severo. En 202-3 está de prefecto de la Roma y encargado de construir el arco de Septimio Severo (Una de las dos estatuas ecuestres originales estaba dedicada a él mismo, al lado derecho del emperador).

Su hijo Publio Cornelio Anulino Segundo también fue miembro del Senado de Roma en el año 216. Pero éste parece que nació en Roma, no se tienen epigrafías de su estancia en Iliberri.



Venus de Huétor Vega. Esta escultura en mármol blanco procede de la villae de  Huétor Vega, aparecida en 1901. Está datada entre 117 y 138 d. C. Representa quizás a una diosa de clara influencia griega. Mide poco más de un metro de altura. Formó parte de la colección Góngora, cuya familia la cedió al Museo Arqueológico Nacional, donde actualmente se encuentra. 


Arco de Septimio Severo. Este arco romano fue mandado construir en el 203 por el granadino Publio Cornelio Anulino, con motivo del decenio del emperador Septimio Severo. Anulino era prefecto de Roma por aquel año. Se cree que el caballero de la derecha era el mismo Anulino (el de la izquierda, el pretor Plauciano; los dos jóvenes a pie, los Geta y Caracalla, hijos del emperador). Fuente: interpretación de G. Bellori a partir de una moneda, siglo XVII.

También pertenecientes al orden senatorial (con fortuna mayor a un millón de sextercios) fueron los granadinos Valerios (Valerii), emparentados con los Cornelios. Hay referencia a Quinto Valerio Vegetus como senador hacia el año 50 d. C., que había casado con Cornelia Severina (tía de Publio Cornelio Anulino). Cornelia Severina aparece como sacerdotisa de la esposa del emperador Adriano, Vivia Sabina, hacia finales del siglo I.



Cornelia Severina, a la que está dedicado este pedestal, fue granadina esposa de un senador granadino. Ocupó el cargo de sacerdotisa de la esposa del emperador Adriano, a finales del siglo I. Fuente: Museo Arqueológico de Granada. 

Los Valerii Vegetii granadinos aportaron dos miembros al senado de Roma (en los años 92 y 112).

Pocas ciudades de las provincias hispanas dieron tantos cónsules y senadores a Roma como Iliberri. Solamente Tarraco, Itálica-Híspalis y Córduba la superaron

Otra familia senatorial de origen granadino fue la de los Papirii, que aportaron los cónsules Cayo Papirius Aelianus (en el 132) y su hijo del mismo nombre en el 184.

También fueron senadores romanos de origen iliberritano Mummius Niger Valerius Vegetus; Lucius Mummius Niger Quintus Valerius Vegetus; Cneus Papirius Aelianus Aemilius Tuscillus; un hijo del anterior; etc., etc.

Pocas ciudades de las provincias hispanas dieron tantos cónsules y senadores a Roma como Iliberri. Solamente Tarraco, Itálica-Híspalis y Córduba la superaron. Este hecho es el que asegura la gran importancia que tuvo Granada durante los siete siglos de dominación romana. Hoy, la ciudad de Granada no recuerda a ninguno de ellos.



Inscripciones romanas. La mayoría de estas inscripciones se refieren a homenajes del pueblo a personajes importantes, la mayoría senadores. Estuvieron colocados en el foro de la ciudad, con bustos encima. El primero por la derecha corresponde a Publio Cornelio Anulino, iliberritano que llegó a ser el segundo hombre más importante del imperio en tiempos de Septimio Severo.

Era tradición llenar el foro de la ciudad con pedestales y estatuas representativas de estos personajes que habían alcanzado grandes cargos políticos y militares en Roma. Muchos de esos nombres aparecen en los documentos de Roma, pero también los conocemos por sus inscripciones aparecidas en torno a lo que fue el foro de Iliberri en la parte alta del Albayzín. En buena parte desenterrados por el falsario padre Flores. Hoy se conservan en el Museo Arqueológico Provincial.