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RÉQUIEM POR EL SISTEMA FINANCIERO GRANADINO

Caja Granada, de comer a ser comida

E+I+D+i - Gabriel Pozo Felguera - Domingo, 14 de Enero de 2018
Te ofrecemos una breve historia, nunca antes contada, del sistema financiero de la provincia, ahora que asistimos al entierro de la que fue el principal baluarte: CajaGranada. La firma el periodista y escritor Gabriel Pozo Felguera. No te la pierdas. ¿Recuerdas cuando Granada contaba con cuatro entidades propias?
30 de mayo de 1989. Manuel Martín Rodríguez (izda.), presidente de la Caja de Ahorros de Granada, y Vicente Azpitarte Almagro, presidente de la Caja Provincial de Granada, sellan la fusión de ambas entidades. En medio, el entonces presidente de la Diputación, José Olea Varón.
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30 de mayo de 1989. Manuel Martín Rodríguez (izda.), presidente de la Caja de Ahorros de Granada, y Vicente Azpitarte Almagro, presidente de la Caja Provincial de Granada, sellan la fusión de ambas entidades. En medio, el entonces presidente de la Diputación, José Olea Varón.
  • La Caja de Ahorros de Granada (1892-2018) termina su existencia diluida dentro del banco Bankia, tras 125 años dirigida por granadinos

  • El Banco de Granada (1964-1995) acabó en manos de la Caixa tras no cuajar su absorción por Caja Granada; concentró demasiados riesgos en sus empresas filiales

  • La Caja Provincial de Ahorros de Granada (1975-1990) fue integrada en Caja Granada tras sucumbir por las tensiones internas entre alcaldes socialistas

  • Teresa de Acosta creó el primer banco de Granada en 1831; dio origen a la saga de banqueros Rodríguez-Acosta, que dominaron el mercado durante 115 años

Estos días asistimos al entierro de la Caja de Ahorros de Granada. Tenía 125 años y la realidad es que llevaba muy enferma desde que se integró en el Banco Mare Nostrum (BMN), y en la uvi desde 2014. Deja infinidad de buenos recuerdos en la tierra que la vio nacer, a la que tanto sirvió y en la que tanto se la quiso. Sus cenizas se diluirán en la corporación Bankia. Esta sucesora lo tiene todo por demostrar en el antiguo imperio financiero de Caja Granada. Lejos quedan los tiempos en que Granada llegó a contar a la vez con cuatro bancos “granaínos” de pura cepa, con sus centros de decisión en la ciudad, gobernados por granadinos y con esta tierra como principal objetivo. Fueron tiempos no muy lejanos en que las entidades granadinas copaban casi el 75% de los ahorros locales. Los motivos de la progresiva desaparición de bancos/cajas granadinos no siempre han estado propiciados por el mercado, amigo; en sus desapariciones han pesado más las erróneas o interesadas decisiones humanas.

Hubo un tiempo reciente en que la Caja de Ahorros de Granada guardaba los ahorros de 46 de cada 100 granadinos. Pero había más: entre el Banco de Granada, la Caja Provincial de Ahorros de Granada y la Caja Rural Provincial tenían otros 29. El 25% por ciento restante se lo repartían las otras cajas y bancos. Pero lo más importante de aquella situación financiera provincial es que sus órganos rectores, y sus presidentes, tomaban las decisiones en Granada. Y Granada estaba muy presente en sus objetivos; su obra social, donde la había, repercutía principalmente sobre el territorio en el que estaban asentados (que no sólo era la provincia de Granada). Caja Granada se comió a la Caja Provincial y estuvo a punto de engullir también al Banco de Granada.

Hubo un tiempo reciente en que la Caja de Ahorros de Granada guardaba los ahorros de 46 de cada 100 granadinos. Pero había más: entre el Banco de Granada, la Caja Provincial de Ahorros de Granada y la Caja Rural Provincial tenían otras 29 . El 25% por ciento restante se lo repartían las otras cajas y bancos. Pero lo más importante de aquella situación financiera provincial es que sus órganos rectores, y sus presidentes, tomaban las decisiones en Granada

En las tres últimas décadas la situación financiera de Granada ha cambiado radicalmente: tres de las entidades financieras mencionadas han dejado de existir. Se está produciendo un rápido reajuste en las cuotas de mercado, de manera que a partir de ahora nos va a resultar complicado provincializar las cifras y conocerlas con exactitud. Sólo sabemos que la Caja Rural ha pescado en este río revuelto y ha elevado su cuota de ahorro granadino por encima del 23%. Pero tres órganos de decisión bancaria ya no están a mano en Granada. Esperemos que tengan a Granada entre sus fines (que no sea sólo para saquearnos con sus infinitas comisiones).

Durante mucho tiempo (a partir de la LORCA que destrozó las cajas de ahorro andaluzas) pareció que Granada se resistió. Pudo mantener a duras penas el modelo alemán del “cubo”: comparemos la provincia con un recipiente de un metro cúbico; dentro de él cabe una pelota grande (entidad financiera), de un metro de diámetro; pero deja volumen en ocho esquinas/rincones en las que caben otras pelotas medianas (bancos medianos) e infinidad de pelotitas (cajitas de ahorros, rurales). Pero no, al final parece que se impone la caja única para el cubo. El resto de rincones quedan vacíos, en exclusión financiera. Esos rincones son los pueblos de la provincia de Granada, que poco a poco se van quedando sin entidad financiera en la que guardar ahorros, pedir préstamos o hacer gestiones. En Alemania sigue existiendo el modelo de cubo lleno, con entidades grandes y pequeñas, cada una en su sitio.

Antes pedíamos a las entidades financieras que llevaran los beneficios de sus obras sociales a los pueblos, de una manera proporcional a sus beneficios. A partir de ahora habrá poca obra social que repartir, todo se va en afrontar las duras exigencias impuestas por el Banco de España. Algún presidente de Caja Granada me dijo no hace muchos años que, tal como se estaban poniendo las cosas, se conformaría con mantener abiertas oficinas en pueblos pequeños, sería la mejor obra social/laboral. ¡Cuánta razón llevaba! Ya ni oficinas van a quedar en las poblaciones más pequeñas.

En este artículo voy a recordar a vuelapluma la vida y muerte de los bancos y cajas de ahorros que hasta ahora ha tenido Granada. No incluyo la cooperativa de crédito Caja Rural, la única propiamente granadina que ha quedado con vida; ya habrá ocasión próximamente.

Caja de Ahorros de Granada, que en paz descanse

La Caja de Ahorros de Granada (y Monte de Piedad, que no se nos olvide) ha estado íntimamente ligada a esta provincia desde 1892 hasta 2018. Ahora sólo notaremos su leve presencia a través de la Fundación CajaGranada (depositaria de la participación accionarial en el Banco Bankia), entidad que se supone también va a repartir los exiguos beneficios que le reporte. Hasta que un día no muy lejano se diluya por completo.

Han sido 125 años de presencia en el comercio, la construcción, la industria, la agricultura, etc. Comenzó su actividad en 1892 con un carácter más de monte de piedad que de caja de ahorros. La década anterior, la pobreza de las clases populares granadinas había aumentado como consecuencia de catástrofes naturales: terremoto de 1884, epidemia de cólera de 1885 y desbordamiento del Darro de 1887. Las clases pudientes abrieron un debate sobre la necesidad de crear el monte y caja de ahorros para atender pequeñas operaciones. Tenían una concepción más cercana al ejercicio de la caridad que a un verdadero banco; para ese papel ya estaba la potente Banca Rodríguez-Acosta. Entre los promotores de la idea se encontraban el Gobierno Civil, la Sociedad de Amigos del País, la Cámara de Comercio, personalidades de la universidad, el Arzobispado, El Defensor de Granada, etc.

Caja Granada se fundó el 4 de julio de 1892 con un capital social de 46.800 pesetas, prestadas en su mayoría por los propios consejeros fundadores

A finales de 1891 ya tenían redactados unos estatutos y nombrado un grupo de consejeros en representación de las instituciones promotoras. La presidencia del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Granada correspondía al gobernador, José García de Velasco; éste convocó a sus consejeros el 4 de julio de 1892, fecha que debemos dar como la de fundación oficial (aunque la inauguración de la actividad fue el 11 de junio de 1893). Arrancaba con un capital social de 46.800 pesetas, prestadas en su mayoría por los propios consejeros fundadores. Alquilaron como sede el bajo del número 1 de la calle Jesús y María, frente a la iglesia de Santo Domingo.

La Caja de Ahorros de Granada tuvo una primera etapa, los primeros treinta años, que realmente fue una “cajita”. Sus depósitos crecían muy lentamente, nunca superaron las 300.000 pesetas en las tres primeras décadas de actividad; las libretas de ahorro tampoco rebasaron el número de 700. La plantilla de trabajadores comenzó con 5 en 1893 y sólo creció hasta 12 en el año 1918. La mayor parte de la actividad la concentraba el monte de piedad, con pequeños préstamos avalados por joyas y ropa. Pero algo se movía, pues para 1905 lograron trasladarse a un enorme palacete frente a la iglesia de San Matías.



Segunda sede de la Caja de Ahorros de Granada, abierta en 1905 en la calle San Matías (Hoy sede del Consejo Escolar de Andalucía).

Por aquella época, nadie le hacía sombra a la Banca Rodríguez-Acosta, cuyo presidente aportó 3.000 pesetas al capital social de la Caja de Ahorros y siempre se mantuvo vigilante en su consejo de administración.

La Caja de Ahorros continuó siendo una “cajita” hasta la guerra civil, cuando se experimentó de golpe un aumento de depósitos. Pero los empleados seguían siendo los mismos (en realidad se quedaron en 11) y la actividad principal era pequeños préstamos avalados por joyas y otros bienes.

El despegue de la Caja de Ahorros de Granada iba a producirse entre1940-1965 debido, sobre todo,a la desaparición de la Banca Rodríguez-Acosta, con el trasvase de buena parte del ahorro local (los depósitos de la Caja de Ahorros se triplicaron en un año), y la puesta en marcha de un plan de expansión: por vez primera comenzaban a abrirse oficinas en la provincia de Granada y en Jaén

Realmente el despegue de la Caja de Ahorros de Granada iba a producirse en el cuarto de siglo siguiente (1940-1965). La causa principal fue la desaparición de la Banca Rodríguez-Acosta, con el trasvase de buena parte del ahorro local (los depósitos de la Caja de Ahorros se triplicaron en un año), y la puesta en marcha de un plan de expansión: por vez primera comenzaban a abrirse oficinas en la provincia de Granada y en Jaén. Más de un centenar en total.

El espacio dejado por la Banca Rodríguez-Acosta lo ocupó rápidamente la Caja de Ahorros. Dejaba de ser una cajita para convertirse en una verdadera entidad financiera. La plantilla pasó en aquel cuarto de siglo de 11 hasta 361 al empezar el año 1965. Paralelamente, los servicios centrales se trasladaron al nuevo edificio de Plaza de Villamena. Ya consolidada como primera entidad provincial, la Caja de Ahorros continuó expandiéndose y consolidándose en las tres provincias del oriente andaluz. Su asamblea general la formaban una representación de impositores y de instituciones/asociaciones tan variopintas como la Universidad, la Academia de Medicina, el Centro Artístico, Cáritas, Cruz Roja, el Arzobispado, el Instituto de Estudios Giennenses, Fundación Rodríguez-Acosta, etc. Pero, curiosamente, no había ningún representante del empresariado ni el comercio. Solían sentarse en su consejo de administración los representantes de las oligarquías provinciales, muchos de ellos sin ninguna relación comercial con la Caja.

Hasta que también le llegó el turno a los políticos. La Ley de Órganos Rectores de Cajas de Ahorros (LORCA, de 1985) sustituyó en la asamblea a las anteriores instituciones por representantes de ayuntamientos, en proporción a sus resultados electorales. A partir de ese momento, la Caja de Ahorros dejó de estar dirigida desde Granada y comenzó a serlo desde Sevilla. La Caja de Ahorros de Granada era una de las más potentes de Andalucía, con una cuota de ahorro en Granada que superaba el 40% y más del 20% en Jaén. Su obra social era de las más admiradas y envidiadas del territorio andaluz. Una perita en dulce para políticos ambiciosos.

La historia de la Caja de Ahorros de Granada desde 1988, cuando se aplicó por completo la LORCA, ya la  escribieron los políticos. Al principio lo hicieron sin renglones torcidos. Gracias, en buena parte, a los conocimientos del primer presidente de la era política, el catedrático de economía aplicada Manuel Martín Rodríguez (1988-1992). Era un hombre independiente, conocedor del negocio, que los políticos sevillanos no consiguieron poner del todo a su servicio. Manuel Martín volvió a llenar una nueva etapa como vicepresidente (y director general de facto) entre 2001 y 2008, en cohabitación con presidentes socialistas. Otro presidente político, Julio Rodríguez, al menos era economista y provenía del sector bancario, con lo cual su gestión estuvo bien encauzada. Pero, por lo general, el resto de presidentes nombrados por políticos sevillanos no provenían del sector ni tenían cultura financiera. Incluso alguno le salió rana al propio socialismo andaluz.

La intención del poder ejecutivo andaluz siempre se encaminó a la progresiva fusión de cajas de ahorros andaluzas en grupos mayores, para tenerlas al servicio de sus proyectos. Algo legítimo, que también han hecho otras comunidades con mayor tino. Pero algunos de los presidentes de la Caja de Ahorros de Granada tiraron hacia su monte particular, desobedeciendo las consignas políticas de conseguir un sistema financiero andaluz fuerte y propio. La idea era que todo acabase formando una gran caja de ahorros andaluza en torno a Unicaja.

El último presidente, también socialista y con la colaboración muda del PP, encaminó el futuro hacia el arco murciano (catalán y mallorquín). Nadie por aquí lo entendió, pero pocos levantaron la voz ante lo que se vislumbraba. El resultado ha sido el fracaso más estrepitoso y la desaparición de la entidad financiera pública más fuerte que ha tenido esta tierra en toda su Historia

El resultado ha sido muy distinto a lo diseñado desde Sevilla hace veintitrés años. En el caso de Caja Granada, el penúltimo presidente fue retirado por su partido por querer ir precisamente en esa dirección (en parte). El último presidente, también socialista y con la colaboración muda del PP, encaminó el futuro hacia el arco murciano (catalán y mallorquín). Nadie por aquí lo entendió, pero pocos levantaron la voz ante lo que se vislumbraba. El resultado ha sido el fracaso más estrepitoso y la desaparición de la entidad financiera pública más fuerte que ha tenido esta tierra en toda su Historia. Y repito: ¿Dónde están los partidos, asociaciones, medios de comunicación, Universidad, etc. levantando su voz, manifestándose y exigiendo responsabilidades?

Está por ver en qué acaba la merma de competencia bancaria en la provincia de Granada y hasta dónde llega la exclusión financiera de la mayor parte de la provincia. Los bancos sólo tienen interés por los pueblos grandes; al menos queda (de momento) el consuelo de que la Caja Rural todavía tiene una amplia red provincial.

Banco de Granada, el fin de la saga de banqueros (1964-95)

En 1995, hacía sólo cinco años que había desaparecido la Caja Provincial. En noviembre de 1995 dejó de existir definitivamente el Banco de Granada, de carácter privado y autodefinido como banca industrial. Pero la realidad es que durante el tiempo que existió fue uno de los preferidos de los granadinos.



Cenicero-logotipo del Banco de Granada.

El Banco de Granada vino a ser el hermano menor de la legendaria Banca Rodríguez-Acosta, surgida antes de mitad del siglo XIX y que sobrevivió hasta casi mediados del siglo XX. La familia Rodríguez-Acosta –sin duda la de mayor tradición bancaria de Granada-, cuando llegó 1964, llevaba ya casi dos décadas sin tener un banco propio; su cartera de valores la tenían ligada al Banco Central.



Miguel Rodríguez-Acosta, cofundador del Banco de Granada, perteneciente a la quinta generación de banqueros de su familia.

La legislación financiera de 1962 (ley de bases de reforma del ahorro) les volvió a abrir la puerta para solicitar una nueva ficha bancaria al Banco de España. Los hermanos Miguel y José Manuel Rodríguez-Acosta, nietos de Manuel Rodríguez-Acosta de la Cámara, crearon el Banco de Granada con su patrimonio personal. No obstante, con ellos se embarcaron unas cuantas decenas de granadinos pertenecientes a la burguesía (cuando todavía existía la burguesía local), el comercio y la industria, que adquirieron el resto de acciones. El Banco de Granada tenía como principal objetivo la participación y financiación en iniciativas empresariales. No obstante, en la práctica también funcionaba como un banco comercial y una caja de depósitos, en el que buena parte de granadinos confiaron sus ahorros.



Retrato de Manuel Rodríguez-Acosta de la Cámara, último presidente de la Banca Rodríguez-Acosta y presidente del Banco Central (1940-43), en cuya fundación participó en 1919. 

Dentro del grupo de empresas que promovían/financiaban el Banco de Granada se encontraron, entre otras, Aguas de Lanjarón, Inmobiliaria Granadabán, Cetursa, Uniasa (Puleva), varias azucareras de la Vega, la constructora Viesa o Abonos Carrillo

Dentro del grupo de empresas que promovían/financiaban se encontraron Aguas de Lanjarón, Inmobiliaria Granadabán, Cetursa, Uniasa (Puleva), varias azucareras de la Vega, la constructora Viesa, Abonos Carrillo, etc. El consejo de administración lo presidía Miguel Rodríguez-Acosta, mientras su hermano José Manuel ostentaba el cargo de consejero delegado; junto a ellos se sentaban granadinos representantes de las empresas mencionadas, muchos todavía vivos.

Para finales de 1978, el Banco de España ya había detectado una excesiva concentración de créditos en las empresas industriales participadas por el propio Banco. El resultado inmediato fue una pérdida de liquidez que no conseguían corregir con la lenta entrada de depósitos de los impositores. Los rumores de falta de liquidez corrieron como la pólvora entre los clientes, que hicieron cola en las ventanillas para retirar sus ahorros. La situación empeoró y el Banco de España decidió mandar a sus “hombres de negro” e intervenir el Banco de Granada. Eso ocurría por enero de 1979; la autoridad bancaria nacional metió al Banco de Granada en su “sanatorio”, por entonces denominado Corporación Bancaria. Era algo así como un fondo de garantía de depósitos. El consejo de administración de granadinos fue disuelto y pasó a ser gobernado, momentáneamente, por personal del Banco de España.



Fotograma de Antonio Alcántara, en la serie Cuéntame (TVE1), en la puerta del Banco de Granada reclamando sus depósitos tras la quiebra de 1979. La inclusión en la serie de este pasaje da la medida de la repercusión de la quiebra.

El gobernador del Banco de España se pasó buena parte del año 1992 pensando qué hacer con el Banco de Granada. Sobre la mesa tuvo dos opciones: la primera de ella era endosárselo a la Caja de Ahorros de Granada (entonces llamada la General), que estaba en un momento expansivo y había presentado una oferta por el banco hermano; la otra era adjudicarlo –casi por la fuerza- a la primera entidad financiera del país, que tendría mayores garantías de sacarlo adelante: el Banco Central. El Banco de España pensó que el Banco de Granada era demasiado grande y sus problemas podrían incluso arrastrar a Caja Granada: habría mucho solapamiento y excedente de personal. Así es que lo adjudicó al Banco Central, que por aquel momento también acababa de absorber al Banco Hispano. La red del Banco de Granada tenía entonces 176 oficinas repartidas, principalmente, por el oriente de Andalucía. Su balance sumaba 130.000 millones de pesetas en pasivo.



Manuel Escámez, último consejero-delegado del Banco de Granada, ya como filial del Banco Central.

Durante un corto periodo de tiempo, el Banco de Granada siguió existiendo como filial del Banco Central Hispano; sus juntas generales tenían lugar en Granada. Incluso en el ático del edificio tenía un imponente despacho para el consejero delegado, que venía de Madrid muy a menudo a dirigir la entidad. Se trataba de Manuel Escámez Sánchez, sobrino del todopoderoso presidente del Banco Central, Alfonso Escámez. Se podría decir que el Banco de Granada todavía continuó siendo “granadino”, aunque al cobijo del Central.



Carta-calendario del Banco del Granada, de 1988, cuando ya había sido adjudicado al Banco Central.

Durante un corto periodo de tiempo, el Banco de Granada siguió existiendo como filial del Banco Central Hispano; sus juntas generales tenían lugar en Granada. Incluso en el ático del edificio tenía un imponente despacho para el consejero delegado, que venía de Madrid muy a menudo a dirigir la entidad

Pero los granadinos comenzaron a incrementar su confianza en Caja Granada, la banca privada y la Caja Rural, de manera que se produjo un importante trasvase de cuota de mercado en perjuicio del Banco de Granada. En 1993, el Central se deshizo del Banco de Granada, al que vendió al Banco de Alcalá por 13.500 millones de pesetas; la familia Argüelles lo fusionó con el Banco de Jerez y, dos años más tarde, en 1995, vendió el banco andaluz Granada-Jerez a la Caixa. La entidad catalana ya había apostado por Andalucía, donde tenía 109 oficinas, pero la compra de la red del banco andaluz le permitió poner las bases para ser casi la primera entidad financiera de la comunidad. Aquel año 1995 dejó de existir definitivamente el Banco de Granada, hoy diluido dentro de la Caixa.

El quiero y no puedo de la Caja Provincial (1975-90)

La Caja Provincial de Ahorros de Granada fue el intento más bonito de crear una entidad financiera granadina. Se puede decir que nació respaldada por todos los municipios de la provincia. Pero una más que cuestionable gestión, en la que acabaron imponiéndose los intereses políticos, la echó al traste en sólo quince años de existencia. Nació durante la dictadura con clara vocación de convertirse en la primera entidad de la provincia; logró atravesar la transición a trompicones; y acabó destrozada en las luchas intestinas de partidos políticos, o mejor dicho, de ciertos políticos que la utilizaron para sus propias ambiciones personales.

En 1970, los terratenientes y cooperativistas agrarios –comandados por Eduardo Jiménez Gil de Sagredo- habían conseguido crear la Caja Rural Provincial; su intención era acceder al crédito, pues ni la banca comercial ni la Caja de Ahorros les satisfacían. Empezaban a abrir  oficinas en los pueblos.

La Caja Provincial de Ahorros de Granada fue el intento más bonito de crear una entidad financiera granadina. Se puede decir que nació respaldada por todos los municipios de la provincia. Pero una más que cuestionable gestión, en la que acabaron imponiéndose los intereses políticos, la echó al traste en sólo quince años de existencia

El anterior ejemplo de cooperativa rural lo debatieron en la Jefatura Provincial del Movimiento siendo jefe Sebastián Pérez Linares y Enrique Martínez-Cañabate, a la sazón vicepresidente y presidente, respectivamente, de la Diputación Provincial. ¿Por qué no crear una caja de ahorros de carácter provincial, al servicio de ayuntamientos y sus gentes? La ocasión la pintaban parda, ya que todos los solares del antiguo Hospital de San Lázaro –propiedad de la Diputación- iban a ser subastados; los habían tasado en 153 millones de pesetas y el Banco de España sólo exigía 60 para crear una entidad financiera.

Así es que ni corto ni perezoso, el presidente de Diputación Enrique Martínez-Cañabate Moreno propuso al pleno la creación de la Caja Provincial de Ahorros, que fue aprobada por aclamación. Corría el día 14 de mayo de 1973. Se creó una comisión redactora de estatutos y se inició la compleja tarea burocrática. Diputación compró un local en la Plaza Mariana Pineda, 7, que iba a ser la oficina principal; se elevaron consultas al resto de cajas andaluzas, se solicitó entrada en la CECA, se empezó a buscar director general (el primero fue José Manuel Villamil González, traído de Ávila, junto al subdirector José Luis Moreno López).



Enrique Martínez-Cañabate y Moreno (en el centro), fundador de la Caja Provincial de Granada y Presidente de Diputación. Esta foto corresponde a una visita que hizo al diario Jaén en 1977 (fue gobernador civil de Jaén entre 1975 y 1978).
Pero cuando llegó el momento de la subasta de los solares de San Lázaro, ésta quedó desierta y los 60 millones de capital inicial hubo de ponerlos la Diputación de sus fondos. A mitad de la tramitación burocrática, en junio de 1974, fue sustituido el presidente de la Diputación. Ahora tocaba el turno al doctor Miguel Guirao, quien continuó adelante con la idea. La junta general de la Caja Provincial estaba formada por los alcaldes de los principales ayuntamientos, a quienes se sumarían también impositores. El primer consejo estuvo presidido por Miguel Guirao Pérez. Ya se había llegado a mediados de julio de 1975; fue abierta la oficina en el mismo patio de Bibataubín con los siete primeros empleados. Oficialmente, la Caja Provincial abrió al público el 6 de octubre de 1975. Pero Miguel Guirao dejó la presidencia en manos de José Luis Pérez Serrabona en febrero de 1976, que oficializó el traslado a Mariana Pineda.


Primera oficina (en el Palacio de Bibataubín) de la Caja Provincial y primeros siete trabajadores (en el centro, el director Villamil).

A pesar de la crisis del petróleo de 1973, la Caja Provincial comenzó a arraigar en Granada. El primer año (1975) captó 15,9 millones de depósitos; los ahorros de ayuntamientos y sus habitantes comenzaron a llegar con rapidez, cada año se duplicaban: 1977 (1.449 millones), 1980 (5.169), etc.

En 1981 ocurrió un hecho trascendente para el crecimiento de la Caja Provincial: la quiebra de Fidecaya. Era una entidad de ahorro particular, fundamentalmente de ámbito rural, que tenía más de 200 empleados/comisionistas en la provincia de Granada, además de 21 oficinas en los pueblos. El Banco de España adjudicó a la Caja Provincial de Granada la absorción de las oficinas, sus trabajadores y los fondos que correspondían a los ahorradores de la provincia. En la práctica, supuso que la Caja Provincial creció como la espuma, pero también asumió buena parte de los problemas de Fidecaya.

Estábamos en 1981 y, por tanto, a mitad de la primera corporación provincial democrática. Los diputados provinciales políticos se sentaban ahora en el consejo de administración, en vez de los alcaldes apolíticos de los pueblos. Aquella primera corporación democrática tomó la decisión de abrir oficinas en la mayoría de poblaciones; en muchos casos, las aperturas se hacían por presiones políticas, sin previos estudios de viabilidad

Estábamos en 1981 y, por tanto, a mitad de la primera corporación provincial democrática. Los diputados provinciales políticos se sentaban ahora en el consejo de administración, en vez de los alcaldes apolíticos de los pueblos. Aquella primera corporación democrática tomó la decisión de abrir oficinas en la mayoría de poblaciones; en muchos casos, las aperturas se hacían por presiones políticas, sin previos estudios de viabilidad. Era curioso ver cómo las aperturas siempre iban acompañadas de personal cercano a los diputados. En sólo seis años completos de actividad, la Caja Provincial había dejado de ser una entidad de tipo familiar para convertirse en una caja de tipo medio. En 1983, con la llegada de José Luis Medina Izquierdo a la presidencia, se acometió un nuevo plan de expansión, con la apertura de cuatro nuevas oficinas.

La Caja Provincial iba como un tiro. El año 1983 lo cerró con 11.515 millones de pasivo. Comenzaba a desarrollar una importante obra social-cultural con la parte de los beneficios que obtenía. Ya se había convertido en segunda caja de ahorros de Granada. Incluso se apuntó el tanto de colocar el primer cajero automático que tuvo la provincia. El sector público provincial era su fuerte, todos los ayuntamientos trabajaban con ella. Se propusieron una agresiva política de apertura de oficinas, de manera que antes de 1986 todos los municipios mayores de 800 habitantes contarían con una oficina de la Caja Provincial. En la capital, al menos habría quince oficinas.

Para entonces, 1983, el PSOE se había hecho con la presidencia de la Diputación. Pero a costa de la llamada “rebelión de los catetos”. La rebelión de varios alcaldes alzó a la presidencia al candidato no oficial señalado desde Sevilla. Juan Hurtado Gallardo y su grupo, apodados “los catetos”, fueron expulsados del PSOE, pero mantuvieron el poder en la Diputación. Y, por tanto, también dentro de la Caja Provincial.

Si en años anteriores ya se habían detectado malas prácticas bancarias en la joven entidad –propiciadas por presiones de los políticos en el consejo-, esta tendencia se iba a ir acrecentando en años siguientes. Pero aun así, la Provincial continuó su crecimiento: en 1984, primer año de los “catetos”, se situó en 13.179 millones de pasivo, para subir hasta 19.858 millones en 1986

Si en años anteriores ya se habían detectado malas prácticas bancarias en la joven entidad –propiciadas por presiones de los políticos en el consejo-, esta tendencia se iba a ir acrecentando en años siguientes. Pero aun así, la Provincial continuó su crecimiento: en 1984, primer año de los “catetos”, se situó en 13.179 millones de pasivo, para subir hasta 19.858 millones en 1986.

Por fin, en la renovación de 1987, el PSOE consiguió la presidencia de la Diputación y también de la Caja Provincial. El nuevo presidente era Vicente Azpitarte Almagro, que la ganó al “cateto” José Luis Medina Izquierdo. El presidente pasó a ser un cargo ejecutivo al empezar 1988, profesionalizado y con sueldo; la primera consecuencia fue la salida del director general fundador, José Manuel Villamil, antes de que acabara el año.

Cuando llegó Vicente Almagro a la presidencia, el Banco de España ya había detectado demasiados riesgos en la gestión. Nada más tomar posesión le visitaron los inspectores del Banco de España (abril de 1988); no sólo venían por los números, también por causa del excesivo ruido que habían dado los políticos con sus peleas en la prensa. Los inspectores sacaron peligrosas inversiones de debajo de las alfombras; para empezar, había 743 millones de pesetas de cobro dudoso, que venían a sumarse a otros 900 ya apuntados por la propia Caja. Muchos de esos millones se achacaban a apuestas inversoras sin estudio de viabilidad, concedidos por presiones e influencias de alcaldes. Hubo que constituir un fondo de insolvencia de 524 millones, rebajar considerablemente los recursos propios y elaborar un plan estratégico. El Banco de España vigilaba estrechamente a la Caja Provincial de Ahorros de Granada. Quería quitársela de en medio para que no causase problemas.

Empezaba a hablarse de falta de liquidez; comenzaron a cerrar oficinas (Caniles, Pitres, Torvizcón, Alquife…) Se pactó con Caja Granada el cierre de oficinas pequeñas, a ver si había trasvase de fondos. Pero ni así se enderezó la situación. La Provincial arrastraba una política de riesgos y gastos que sus fondos propios no podían soportar. Los beneficios se le hundieron y los saneamientos crecieron de manera desorbitada (en 1989 sólo ganaron 6 millones de pesetas, frente a los 212 de dos años atrás).



Carta del presidente de Caja Granada que “invitaba” a Azpitarte a sentarse a hablar de fusión.

Aquel año 1989, la Provincial estaba abocada a la quiebra. Antes de que ocurriera este hecho tan grave, el PSOE (por indicación del Banco de España), recomendó el inicio de una operación sigilosa para entregar la Caja Provincial a la Caja de Ahorros de Granada. En ambos consejos dominaban personas del mismo partido, si bien en la presidencia de Caja Granada estaba el independiente Manuel Martín Rodríguez

Aquel año 1989, la Provincial estaba abocada a la quiebra. Antes de que ocurriera este hecho tan grave, el PSOE (por indicación del Banco de España), recomendó el inicio de una operación sigilosa para entregar la Caja Provincial a la Caja de Ahorros de Granada. En ambos consejos dominaban personas del mismo partido, si bien en la presidencia de Caja Granada estaba el independiente Manuel Martín Rodríguez. En Caja Granada no se tuvo más remedio que “invitar” a la Provincial a iniciar conversaciones para una futura integración entre ambas. Corría el 29 de marzo de 1989 cuando ambas partes se reunieron por vez primera. La enferma sangraba abundantemente.

La gravedad de la situación de la Provincial allanó el acuerdo, pues el 30 de mayo de 1989 fue firmado el protocolo de fusión entre ambas entidades. Ya sólo quedaban unos meses para acometer los flecos de la absorción. La Caja Provincial de Ahorros de Granada se diluía en Caja Granada. Con el socialista José Olea Varón de maestro de ceremonias, en su calidad de presidente de la Diputación; le quedaba poco tiempo para alzarse también con la presidencia de la todopoderosa Caja de Ahorros de Granada, sin duda el cargo más deseado por cualquier político de la época.

Teresa de Acosta, la primera mujer banquera de Granada (1831-51)

Los ancestros de los Rodríguez-Acosta proceden de Asturias (los Rodríguez) y de Portugal (los Acosta). Ya establecidos en la provincia de Granada desde finales del siglo XVII. Los Rodríguez de dedicaron al transporte con diligencias entre Málaga y Loja; después se establecieron en Granada capital, donde abrieron también una tienda. A finales del siglo XVIII aceptaban depósitos y trasferencias entre ciudades.

Teresa de Acosta Toro nació en 1777, hija de Miguel de Acosta López González y de María Josefa Toro. En 1808 contrajo matrimonio con José María Rodríguez Sancho. La pareja se dedicaba a comerciar con su tienda, en la que seguían la tradición de aceptar depósitos y efectuar giros. Parece que el negocio no les iba nada mal. Pero enviudó en 1824, con dos hijos: José María y Micaela Rodríguez Acosta. La viuda quedó con una fortuna considerable (en torno a 96.277 reales). Esta mujer valiente, además de la tienda, decidió comprar el pequeño banco que habían abierto dos catalanes llegados recientemente a Granada, José Siqué y José Vergés, situado en los soportales de la Plaza de Bibarrambla. Este hecho ocurrió en torno a 1831, fecha que se da como oficial para la fundación de “Banca Viuda de Rodríguez”.



Retrato de Teresa de Acosta.

Se trataba de una banca primitiva, dedicada fundamentalmente al envío de dinero y pago de facturas; también admitía depósitos, por los que pagaba un interés y cobraba un poco más por los préstamos que hacía. La Banca Viuda de Rodríguez fue ganando en prestigio y seriedad, de manera que media Andalucía recurría a sus servicios para mediados del siglo XIX.

Se trataba de una banca primitiva, dedicada fundamentalmente al envío de dinero y pago de facturas; también admitía depósitos, por los que pagaba un interés y cobraba un poco más por los préstamos que hacía. La Banca Viuda de Rodríguez fue ganando en prestigio y seriedad, de manera que media Andalucía recurría a sus servicios para mediados del siglo XIX

Teresa de Acosta continuó al frente del banco hasta casi el final del sus días, en 1851, cuando tomó el relevo su hijo José María. Al lado de la madre y del hijo siempre estuvo el cura Felipe Valverde y Pérez quien, a partir de 1844, había conseguido como cliente más importante a la Universidad de Granada. Después conseguiría también hacerse depositario de otros fondos públicos, además de la mayor parte del ahorro de los granadinos adinerados.

La Banca Viuda de Rodríguez pasó a llamarse Banca José María Rodríguez Acosta cuando falleció Teresa (1851). La fortuna personal de Teresa de Acosta había aumentado hasta 426.515 reales en la fecha de su muerte.

José María Rodríguez Acosta (1812-1870) continuó en la misma línea que su madre hasta su fallecimiento en 1870. El relevo lo recogió su hijo Manuel José Rodríguez-Acosta de Palacios (1841-1912), con el nombre de Banca Hijos Rodríguez-Acosta; ya no era sólo una casa de giros y trasferencias, sino un verdadero banco. Trabajaba los depósitos y descuentos, pero también entraba en importantes préstamos e hipotecas. Los Rodríguez-Acosta comenzaron a prestar dinero a las iniciativas mineras y azucareras que surgían por todos los rincones de la provincia; y no sólo prestaban dinero, también adquirían y promovían directamente las empresas. Así mismo,  hicieron su entrada en el terreno de la adquisición de valores y deuda del Estado. Fueron tiempos en que la mayoría del capital utilizado por el banco era el propio de la familia Rodríguez-Acosta. Esta familia estuvo prácticamente detrás de cualquier empresario que necesitaba financiación e incluso liderando algunos proyectos empresariales. En suma, no hubo proyecto importante en Granada entre mediados del siglo XIX y principios de los años cuarenta del XX en el que no estuvieran presentes los Rodríguez-Acosta.

Hasta que llegó el 22 de julio 1946 y el banco regional más importante de Andalucía, la Banca Rodríguez-Acosta, decidió integrarse en el Banco Central, entidad de carácter nacional de la que habían sido cofundadores, en 1919. El entonces presidente de la Banca Rodríguez-Acosta, Manuel José  Rodríguez-Acosta González de la Cámara (1879-1960), también ocupó la presidencia del Banco Central. a partir de 1940. El Central aprovechó el prestigio, la solvencia y la confianza que habían ofrecido cuatro generaciones de banqueros Rodríguez-Acosta desde 115 años atrás. Pero la Banca como tal, el nombre asociado a Granada y la toma de decisiones habían desaparecido de esta ciudad.

Por cierto, la figura de Teresa de Acosta todavía no ha sido debidamente descubierta, homenajeada y recordada por el movimiento feminista actual.