'Vuelta a la normalidad'

Blog - El ojo distraído - Jesús Toral - Viernes, 8 de Abril de 2022
Imagen de la Semana Santa de Granada.
IndeGranada
Imagen de la Semana Santa de Granada.

Aunque todavía en Semana Santa tendremos que ponernos mascarilla para entrar en los establecimientos, el Gobierno ya ha puesto fecha para el final de los tapabocas: el 20 de abril. De lo que no cabe duda es de que pese a que la meteorología predice lluvia para los primeros días de la semana, la mayoría de hoteles de la provincia granadina van a estar completos y el ambiente va a inundar las calles de las ciudades andaluzas.

Después de dos años de restricciones y de una etapa oscura en la que la mayoría de los ciudadanos hemos vivido el temor a la amenaza de una enfermedad nueva que nos ha limitado los movimientos, la gente tiene ganas de salir, de disfrutar, de respirar aire puro sin necesidad de las mascarillas y los pasos de Semana Santa volverán a concitar el interés de un turismo cultural y de ocio.

Sí que sigo sintiendo que a veces las procesiones acaban sacando lo peor de algunas personas, como sucede en otros acontecimientos deportivos o de masas

Tengo que reconocer que la parte religiosa no la llevo demasiado bien. Desde que, durante años, tuve que narrar cada procesión para la televisión, siento cierto pavor a volver. Me vuelven los recuerdos de algunos ciudadanos enfadados, que no entendían que estábamos trabajando pese a ir acompañados de un micrófono y una cámara y de verme obligado a defender mi trabajo para poder hacernos paso o colocarnos en el lugar idóneo con el fin de poder hacer las conexiones en directo. Muchas mujeres y hombres mayores se apostaban en sus sillas o en su rincón a esperar el paso y en cuanto aparecíamos no demostraban ningún tipo de empatía al enfrentarse a nosotros para que nos fuéramos a gritos de: «Llevo horas aquí para que me quitéis la vista» o «Me da igual que estéis trabajando», «Fuera, marcharos». De nada servían nuestras explicaciones de que nosotros llevábamos las imágenes a hospitales o a domicilios particulares donde sus propietarios tenían alguna limitación para poder verlo en directo. Así que sigo sintiendo que a veces las procesiones acaban sacando lo peor de algunas personas, como sucede en otros acontecimientos deportivos o de masas. Y recuerdo cómo una amiga mía, católica, me recordaba que a ella tampoco le gustaban porque la mayoría de los que veía llorar y emocionarse al ver las imágenes de los pasos después no acudían a la iglesia durante el resto del año.

A pesar de todo, soy consciente del loable trabajo y el tesón que los cofrades ponen durante los meses previos a este espectáculo y también de la cantidad de beneficios económicos que trae esta semana, especialmente en Andalucía

A pesar de todo, soy consciente del loable trabajo y el tesón que los cofrades ponen durante los meses previos a este espectáculo y también de la cantidad de beneficios económicos que trae esta semana, especialmente en Andalucía, porque a muchos les permite tomar aire después de unos años difíciles: los hoteles, bares y restaurantes se llenan y requieren de más mano de obra para poder cubrir los servicios y el olor a incienso desprende un halo de espiritualidad diferente al que se respira el resto del año. Eso sin contar con los pestiños, rosquillos y demás dulces típicos que en años pasados han sido lo único que hemos podido disfrutar relacionado con estas fechas.

Así que, esta Semana Santa puede ser el inicio de nuestra nueva vida, sobre todo cuando acabamos de conocer que las mascarillas dejarán de ser necesarias en la mayoría de los locales y centros de trabajo

Es importante que la economía se mueva, que la guerra y la pandemia den paso a nuevos pensamientos que nos permitan alegrarnos y disfrutar de la vida y que las conversaciones dejen de girar en torno a la maldad de Putin o a la posibilidad de morir por una enfermedad que hasta hace unos años no existía. Así que, esta Semana Santa puede ser el inicio de nuestra nueva vida, sobre todo cuando acabamos de conocer que las mascarillas dejarán de ser necesarias en la mayoría de los locales y centros de trabajo.

Es hora de recordar que un beso, una caricia o un abrazo son formas de sentir amor y que dándolo lo recibimos al mismo tiempo, de dejar de sentir pavor a visitar a los abuelos y de empezar a sonreír más

Habíamos pasado de considerar cariñoso un abrazo a denominarlo como una temeridad, cambiamos la seguridad de nuestros mayores por el amor que les teníamos y las familias habían evitado reunirse con el fin de rehuir los problemas de salud. Es hora de recordar que un beso, una caricia o un abrazo son formas de sentir amor y que dándolo lo recibimos al mismo tiempo, de dejar de sentir pavor a visitar a los abuelos y de empezar a sonreír más.

Es posible que a veces tengamos que volver a mantener la cautela y ocuparnos, que no preocuparnos, de la salud de nuestros seres queridos, pero debemos recordar que la vida sin amor está vacía y que aquellos que nos rodean son los principales apoyos para poder extenderlo. A quienes les gusten las procesiones tienen la oportunidad de disfrutarlas con algo más de empatía hacia el vecino de al lado, y los que prefieran ir a la nieve o a la playa van a tener igualmente la opción de visitarla a pleno pulmón, respirando ese aire que un virus nos ha restringido durante años y generando la riqueza que todos merecemos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

           

Imagen de Jesús Toral

Nací en Ordizia (Guipúzcoa) porque allí emigraron mis padres desde Andalucía y después de colaborar con periódicos, radios y agencias vascas, me marché a la aventura, a Madrid. Estuve vinculado a revistas de informática y economía antes de aceptar el reto de ser redactor de informativos de Telecinco Granada. Pasé por Tesis y La Odisea del voluntariado, en Canal 2 Andalucía, volví a la capital de la Alhambra para trabajar en Mira Televisión, antes de regresar a Canal Sur Televisión (Andalucía Directo, Tiene arreglo, La Mañana tiene arreglo y A Diario).