Una reflexión sobre la imperiosa necesidad de primar la humanización y naturalizar Granada

Repensar Granada (IV): Humanizar la ciudad

Ciudadanía - M.A./J.I.P. - Domingo, 12 de Mayo de 2019
En plena campaña electoral de las municipales, decidimos recuperar nuestra sección que pretende contribuir al debate sobre la Granada del futuro con una reflexión, abierta a nuestras lectoras y lectores, sobre la necesidad de humanizar y naturalizar la ciudad, con la modesta intención de avanzar en una filosofía que, creemos, debería imperar en la gestión de los municipios y Granada, como paradigma. ¿Te sumas?
Jóvenes pasean por la calle mesones.
M.R.
Jóvenes pasean por la calle mesones.

Es humanizar un vocablo afortunadamente de moda que se trata de aplicar en múltiples ámbitos, con mayor o menor fortuna: desde la sanidad a la arquitectura y que debería presuponerse en la relación de las administraciones con la ciudadanía, lo que debería ser una absoluta prioridad, o la banca. Tras tímidos intentos locales, encabezando o en letras pequeñas de discursos políticos, en el siglo XXI es momento de que se aplique a la ciudad con todo su sentido.

A falta de una definición concreta, existe un consenso sobre la definición de humanizar la ciudad como idear, entender y practicar que en el progreso de las urbes debe primar la gestión integrada e inteligente del espacio urbano pensado en las necesidades de la ciudadanía para alcanzar una aceptable calidad de vida

A falta de una definición concreta, existe un consenso sobre la definición de humanizar la ciudad como idear, entender y practicar que en el progreso de las urbes debe primar la gestión integrada e inteligente del espacio urbano pensado en las necesidades de la ciudadanía para alcanzar una aceptable calidad de vida. Es decir, para poder pasear, para trasladarse, para comprar, para descansar, para disfrutar del ambiente creativo que debe envolver la ciudad y para recuperar la relación con la naturaleza. Pocas ciudades como Granada para hacerlo posible.

En cierta medida cuestiona el diseño futuro solo con grandes infraestructuras, que deberían ejecutarse sobre la premisa de la necesidad y el sentido común.

Hay fórmulas clásicas para conseguirlo, como ampliar las zonas peatonales, aceras anchas, arbolado, ajardinamiento, mobiliario adecuado, bancos, iluminación, plazas, contenedores subterráneos, bulevares, corredores verdes… Todo ello tiene en común la búsqueda de una armónica combinación entre la calle, el tráfico, el verde y la ciudadanía, para que sientan que viven en un entorno habitable, en el que la ciudad está preparada para la vecina y el vecino… Pero es mucho más.

Evidentemente, humanizar la ciudad debe concernir la forma física de la urbe, pero también las relaciones sociales y económicas sobre las que se sustentarán.

Si queremos plantear la ciudad en términos de progreso los gestores públicos deben de trabajar en los ámbitos tanto físico como vital: naturalizar la ciudad para humanizarla y humanizar la ciudad para socializarla. Una combinación de palabras que supone un complejo sistema de interconexiones, sin el cual las ciudades perderán su identidad y serán espacios donde habitar, pero no espacios donde vivir y convivir. Debemos trabajar para que los ciudadanos quieran estar en las ciudades más que pasar por ellas. Y para el disfrute de los más pequeños, con recintos seguros e imaginativos.

Se trata en última instancia de recuperar la dimensión humana de la ciudad para garantizar que sean precursora y ámbito de igualdad, de bienestar y de una adecuada sostenibilidad y calidad de vida. Primero, la vida; luego, el espacio y por último, los edificios, porque la experiencia ha demostrado que al revés funciona poco.

Granada, una ciudad que clama por su humanización. Pocas ciudades en el mundo como Granada. Por su belleza, monumentalidad, su pasado, su enclave privilegiado, sin querer entrar en el tópico. Una ciudad de tamaño medio, que permite desplazarse a pie. Con la naturaleza que le rodea por la Vega, y la Dehesa del Generalife, plazas, una zona comercial central, y sus barrios. Ideal para impulsar un proyecto sincero para humanizarla, devolviéndosela a sus residentes.



Para ello, es imposible que la ciudad progrese, como en años pasados, a varias velocidades, con un centro pujante, y sus barrios a ralentí. Y, sobre todo, con una Zona Norte que de una vez por todas necesita una actuación inmediata, prioritaria, tanto, como le sobran palabras y reuniones vacías.

Nunca será Granada sin recuperar su Zona Norte, en una acción multidisciplinar que competa a todas las administraciones. Y, mientras, llevar allí actuaciones culturales. Si alguien ha pensado en la Bienal de Flamenco que Granada se merece, por qué no darle su protagonismo como escenario. Por qué no llevar cine al aire libre. Tantas cosas, para empezar.

Ampliar aceras, colocar bancos… no deben ser solo gestos puntuales y da cara a contentar parcialmente al vecindario. No se puede permitir la invasión de plazas por las terrazas y hasta de calles, como Navas, o accesos a puentes, como en días puntuales en el quiosco de las Titas. Puede ser muy atractivo para el turista, aún con dudas de admitirlo, pero la imagen es la de una ciudad que no respeta a sus vecinos y vecinas.

Reglar el turismo para evitar que Granada se convierta, como parece que quieren algunos, en un parque temático. ¿Y la peatonalización? ¿Nos atrevemos a avanzar?, ¿o nos quedamos en jornadas dominicales festivas? Está más que demostrado que pese a las reticencias iniciales, luego, la ciudad revive con la peatonalización.

Semáforos interminables de cruzar, como en Torre de la Pólvora, donde debes transitarlos en varias paradas, una odisea para las personas con movilidad reducida, que, además, deben sortear tantos obstáculos en las calles y plazas.

Imposible que la ciudad progrese a dos velocidades, con un centro pujante y barrios al ralentí. p.v.m.

Esto significa un cambio de conceptos en todos los ámbitos. Así, en cuanto a la concepción del espacio público se debe tener en cuenta la cohesión urbana y el equilibrio entre la movilidad, la sostenibilidad y la socialización. Implica, además, impulsar una refundación urbanística para recomponer y remodelar las ciudades, atendiendo y escuchando las necesidades y opiniones de sus habitantes

Esto significa un cambio de conceptos en todos los ámbitos. Así, en cuanto a la concepción del espacio público se debe tener en cuenta la cohesión urbana y el equilibrio entre la movilidad, la sostenibilidad y la socialización. Implica, además, impulsar una refundación urbanística para recomponer y remodelar las ciudades, atendiendo y escuchando las necesidades y opiniones de sus habitantes, con el objetivo de que sirvan para socializar y crear vínculos entre las personas.

En definitiva, reordenar el espacio público teniendo en cuenta la utilidad y el uso común. Potenciándolo como un marco de convivencia colectivo con más ámbitos de interacción, con una movilidad más sostenible, con amplios espacios verdes y peatonales y con la recuperación de vegetación en zonas de menor dimensión, que permitan crear una ciudad, una Granada cálida, respetuosa, inclusiva y acogedora. Es evidente que si se hacen más espacios para las personas se tendrá más vida pública.

No perder el ADN

Nada como trabajar la epidermis de la ciudad, el ADN. La ciudad debe ser un proyecto colectivo, donde el ciudadano participe, se implique y decida. Lugares en los que se identifiquen miradas diversas y pensamientos múltiples que los hagan crecer y construir espacios de convivencia, de igualdad, de solidaridad, de innovación y de identidad colectiva. Porque solo así se puede garantizar el futuro de las ciudades. Y en esa cadena se debe crecer exponencialmente hacia la solidaridad, para no dejar a nadie atrás.

Humanizar la ciudad para naturalizar el espacio y socializar la comunidad. Caminar y construir servicios y proyectos para tener un municipio integrador, digno, activo en la diversidad y combativo en la exclusión. Para ello, la fuerza de las personas, su compromiso y capacidad es imprescindible. Como lo es también potenciar y facilitar la creatividad, el emprendimiento, la cultura, para todas y todos, y la educación.

Pero si queremos una ciudad al servicio de la vida, es trascendental conocerla al detalle: los usos de los espacios, las necesidades de las personas, las carencias, las potencialidades y las debilidades, porque solo de esa manera se puede empezar a crear y a construir espacios de convivencia inclusivos que faciliten los procesos de aprendizaje de la vida en comunidad.

Y volver a mirar al espacio público como el corazón de la vida moderna. El futuro urbano se está construyendo cada día y es ahí donde los poderes públicos y la ciudadanía debe mostrar toda su fuerza para sumar y progresar adecuadamente con la finalidad de alcanzar un equilibrio entre el entorno urbano, el espacio natural y las personas. Solo así seremos capaces de construir una ciudad madura y combativa que sepa salvar, acoger, integrar y respetar.

Lo que nos dice el sentido común. Más allá de intervenciones de calado, hay actuaciones que son necesarias, algunas, sin que supongan grandes inversiones. Como la señalización. No solo los conductores la precisan. También los peatones necesitan saber qué lugares tienen cerca y por dónde moverse. Junto a la seguridad, la iluminación es fundamental, como lo es también repensar los espacios públicos para que inviten a permanecer en ellos, -bancos y árboles hacen de una vereda un atractivo bulevar-. La accesibilidad universal, para que todo usuario, independientemente de su situación, pueda transitar sin problemas y disponer de superficies de calidad. Pensar en el bien común.

La premisa ética de la UNESCO. Si acaso no te hemos convencido, ni a la clase política, recurramos a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, la UNESCO, que, entre otros cometidos de vital importancia, concede y quita las declaraciones de Patrimonio de la Humanidad.



La filosofía de la UNESCO se centra ante todo en la premisa ética de que las ciudades deben servir a las personas que las habitan. Para la organización mundial, la prioridad real es la de mejorar las condiciones en donde se produce el crecimiento urbano, con vistas a construir ciudades de paz, democracia y progreso.

Y en sus planteamientos, cita que las ciudades del siglo XXI deben situar al individuo en el centro de la política pública, inventar de nuevo el concepto del urbanismo y convertir en reales las muchas oportunidades para compartir que la vida urbana implica.

Un planteamiento ético sería, según la organización de la ONU, buscar un mejor equilibrio entre las personas, la ciudad y la naturaleza que situaría al medio ambiente en el lugar de preferencia y animaría a los habitantes metropolitanos a crear una experiencia compartida de su vida urbana.

Proporcionar a las ciudades una cara humana es más que un sueño utópico, pues es alcanzable en cualquier lugar, mientras la ciudadanía se lo crea y los poderes públicos se conciencien en esa necesidad.

En su misión de fomentar y difundir el conocimiento, la UNESCO implementa una serie de programas de investigación que tratan de la sociedad y la naturaleza. El programa MOST (Management of Social Transformations -Gestión de las Transformaciones Sociales-) se estableció para contribuir a un mejor conocimiento de los procesos de las transformaciones sociales y asegurar el buen uso de los resultados de la investigación en la política así como en la toma de decisiones.

Las actividades de MOST, que consideran a las ciudades como lugares de transformaciones rápidas, están enfocadas en las cuestiones de exclusión y cohesión sociales, la violencia y el multiculturalismo dentro del contexto urbano y la relación entre las ciudades y la globalización. Los proyectos internacionales de investigación cubren temas tales como las ciudades y el desarrollo sostenible, la violencia urbana, el lenguaje urbano, la industrialización de las ciudades de tamaño medio y la globalización, los problemas específicos de las megaciudades, el medio ambiente y la perspectiva de género.