Diez años sin Enrique Morente: La voz inquebrantable

Cultura - J.I.P. - Domingo, 13 de Diciembre de 2020
Un humilde homenaje al maestro.
Enrique Morente.
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Enrique Morente.

Pasadas las nueve de la noche, Enrique Morente entraba tocado con un sombrero y un foulard en un abarrotado Crucero del Hospital Real para participar en el homenaje a Rafael Alberti en el centenario del nacimiento del poeta de la Bahía. Llegaba tarde al tributo que, organizado por amigos y admiradores del marinero en tierra, le habían organizado en la ciudad, que el 25 de febrero de 1980, cumplió la promesa de visitar Granada que le hizo a Federico García Lorca.

Desconozco cómo cantan los ángeles, pero no hay voz ni desgarro como la de Morente para imaginarlo. Porque al igual que el maestro fue un transgresor, que rompió barreras en la creación, renovó el flamenco, pese a duras críticas que se volvieron elogios oportunistas, y abrió mentes estrechas, el cante jondo debe ser la música del cielo

Subió al estrado, pidió disculpas por su retraso y por el estado de su voz y cantó, ante artistas y poetas como Joaquín Sabina, Luis García Montero, Ángel González, Benjamín Prado, José Manuel Caballero Bonald o, Aitana, hija de Alberti, y mucho público, en su mayoría joven, entregado.

Desconozco cómo cantan los ángeles, pero no hay voz ni desgarro como la de Morente para imaginarlo. Porque al igual que el maestro fue un transgresor, que rompió barreras en la creación, renovó el flamenco, pese a duras críticas que se volvieron elogios oportunistas, y abrió mentes estrechas, el cante jondo debe ser la música del cielo.

Cuando lo escuchas, parece que una navaja de papel de aluminio se clava, como atravesó afilado cuchillo hace ya diez años la voz de su hija Estrella ante su féretro en el Teatro Isabel la Católica cantándole una estrofa de Habanera imposible, de Carlos Cano y el poema de Lorca El llanto de la guitarra.

Los que lo descubrimos desde el rock –perdón, por la tardanza- sentimos inmediata pasión por una leyenda en vida, capaz de deslumbrar con el flamenco más clásico y adentrarse en vanguardias insospechadas, como sus colaboraciones con Sonic Youth, Los Planetas o Lagartija Nick, en el inmortal Omega.

En la tristeza del recuerdo, me pregunto qué más obras monumentales hubiera ideado, qué senderos de los cruces de caminos hubiera tomado… hasta dónde su inquietud cultural e intelectual le hubiera llevado para profundizar en un arte del que se consideraba “eterno aprendiz”. 

Libre, con la osadía de los genios de cimbrear, en su caso, el flamenco y adaptarlo siempre a su sentimiento y nunca ser un artista que se conformara.

Rebelde, con una sensibilidad y arte inigualable, su cante manaba de una fuente de sabiduría, en continua evolución y revolución, con la pureza en las entrañas

Rebelde, con una sensibilidad y arte inigualable, su cante manaba de una fuente de sabiduría, en continua evolución y revolución, con la pureza en las entrañas.

Se fue, pero permanece para siempre. 325 obras registradas, una veintena de discos de estudio, una docena de álbumes en directo y recopilatorios, y destacadas colaboraciones con Carlos Cano, Los Habichuela, Manolo Sanlúcar, Rafael Riqueni, Óscar Herrero, Miguel Ochando, Omar Faruk Tekbilek, Chambao, Vicente Amigo, la Orquesta Chekara de Tetuán o el pianista Dorantes, entre tantos y tantos.

Discos imprescindibles, como Cante flamenco (1967), Homenaje flamenco a Miguel Hernández (1971), Se hace camino al andar (1975), Homenaje a D. Antonio Chacón (1977), Despegando (1977), Cruz y Luna (1983), Sacromonte (1982), Esencias flamencas (1988), Morente sueña la Alhambra (2005), Pablo de Málaga (2008), Llanto (2010). Y ese Omega (1996).

Su voz, y esa forma de ser.

Granada le rinde homenajes en el décimo aniversario de su muerte. Pero nunca son suficientes, en una ciudad que no sabe rendir tributos a la altura de sus genios y figuras, ni en vida, ni desaparecidos. Tan ensimismada sigue.

Es Morente singular y uno de ellos, que todo se merece.

Canta un ángel, con la voz y el duende de Enrique Morente.