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NUEVAS VOCES DISIDENTES EN LA POESÍA GRANADINA

María Elena Higueruelo: “Me interesan fenómenos que se dan en los bordes de la escritura"

Cultura - Sara Molero - Domingo, 9 de Mayo de 2021
María Elena Higueruelo, con todos los honores, es la protagonista de la sección en la que Sara Molero nos redescubre nuevas voces de la poesía. Porque amamos la Poesía.
María Elena Higueruelo.
María Elena Higueruelo.
María Elena Higueruelo nació en Torredonjimeno, Jaén en 1994. Estudió Matemáticas y, tras ello, Literaturas Comparadas en la Universidad de Granada.

En 2015, ganó el XVIII Premio de Poesía Joven «Antonio Carvajal», con su poemario El agua y la sed, que sería publicado por la editorial Hiperión. Un año después, sería incluida en la antología poética Nacer en otro tiempo, de la editorial Renacimiento. En 2019, ganaría el premio Adonáis, con su poemario Los días eternos, y participaría en la antología Piel Fina, que publicó la editorial Maremágnum. Finalmente, entre los años 2020 y 2021, Los días eternos se publicó junto a la editorial Rialp. Y aparecería también en la antología Cuando dejó de llover, de la editorial Sloper.

En su poesía, María ElenaHigueruelo, habla sobre el transcurrir del tiempo, la ausencia del ser amado y de los escenarios urbanos que envuelven nuestra juventud. En Mitad de la mitad, un poema perteneciente a El agua y la sed, la autora hace un guiño a su faceta matemática y usa este recurso para preguntarse cuándo acaba el olvido.

LA MITAD DE LA MITAD

Defienden los físicos la idea

de que si divides por dos la materia

                               
sucesivamente

llega un momento en que ésta,

exhausta, se rinde y desintegra.



Por el contrario, los matemáticos

insisten –insistimos– en que

hasta llegar, aún más exhaustos,

al infinito (que, todos sabemos,

                       
nunca se alcanza)

podría alargarse el proceso

y dividir, y dividir

sin llegar a cero

                      
indefinidamente.



Aun sabiendo la respuesta, lanzo

la pregunta a nadie como quien lanza

una moneda al aire con dos caras:

¿quién está en lo cierto?



Cada día te recuerdo

la mitad que el anterior.

En teoría, te querré de por vida.

En la práctica, llegará el día

en que nunca más vuelva

–ni tan siquiera la mitad

de la mitad– a hacerlo.

¿Cuándo, entonces,

la sexta noche termina?

En su segundo poemario, Los días eternos, nos topamos con Biografía cero. Un poema que conmueve especialmente por su intimidad, evocando a aquellos días en los que todos fuimos niños. María Elena Higueruelo, en la línea del poema que hemos leído anteriormente, vuelve a interrogarnos con otra cuestión, ¿de dónde procede la pena?

BIOGRAFÍA CERO

NINGÚN mal aquejó mi vida hasta la fecha;

no hubo guerras que asolaran la niñez,

ni en el hogar hambre o carencia.

No hubo epidemias, crueldad, ni sangre;

asomó siempre el amor en cada gesto,

sobrio, como la ternura en cada palabra.

No hubo tragedias naturales:

no arrolló el viento, no se abrió la tierra,

no clavó el agua en nuestra casa sus fauces.

No hubo traumas infantiles; por lo menos

no hubo a quien culpar de nada

—la inocencia es un apéndice

que el tiempo se encarga de herir—.



De dónde entonces la tristeza,

me pregunto, provenía si no acaso

del pecado precoz de buscar

antes de que madurase el día

el remoto origen de las cosas:

la descendencia de los hijos de Adán,

o ser el sueño de un gigante,

o integrar la ficción en la vida

y padecer en la carne tierna

la pena que nadie entiende, sufrir

en baja voz del culpable el castigo,

o llorar indefensa la pérdida

en alta mar del objeto sagrado.



Pagar deben los hijos de Occidente

con el desprecio de los hermanos

del padre la custodia; sea

esa la deuda y este el legado:

una soledad inexplicable e inmensa

que se traduce en la misma cosa

que la guerra en aquel ángel:

el mismo miedo difuso,

la misma ira repentina,

las mismas imprevisibles

y verdaderas ganas de llorar.
María Elena Higueruelo: "Me interesan, no obstante, fenómenos que se dan en los bordes de la escritura. Por ejemplo, en la conversación pública. Tengo la impresión de que en estos otros circuitos sigue habiendo predominio de voces masculinas".

–Ha sido una maravilla leerte para preparar esta entrevista. Nunca lo había hecho y, sin duda, tu poesía se ha convertido en una de mis favoritas. Me gustó especialmente El agua y la sed. Hay, en muchos de los poemas de ese libro, una forma muy directa, pero a la vez sencilla, de dar nombre a emociones que normalmente cuesta expresar. ¿De dónde nace el impulso por empezar a escribir El agua y la sed?

La verdad es que, echando la vista atrás, El agua y la sed es un poemario que contemplo como algo accidental y accidentado. No por ello le tengo menos cariño ni pretendo desmerecerlo. Pero digamos que no nace de ningún impulso creador ni discursivo en especial

–¡Muchas gracias! De verdad que me alegra que hayas disfrutado de la lectura. La verdad es que, echando la vista atrás, El agua y la sed es un poemario que contemplo como algo accidental y accidentado. No por ello le tengo menos cariño ni pretendo desmerecerlo. Pero digamos que no nace de ningún impulso creador ni discursivo en especial. Es una recopilación de poemas que fui escribiendo entre finales de 2013 y 2014 azarosamente, por mero placer. A finales de ese año pensé que tenía material suficiente y razonablemente coherente para componer un libro. ¿Por qué o para qué? Siendo honesta, simplemente por esa inocente ambición de ser vista e intentar participar de algo que me parecía deseable; supongo que un poco como nos ocurre a todos.

–Por otro lado, en Los días eternos, siento que tu poesía se torna más metafórica. Conmueve, sin embargo, que no deja de ser extremadamente certera. Acotas sentimientos tales como la pérdida y la soledad, de una forma excelente. Bajo tu propio criterio, ¿qué crees que diferencia El agua y la sed, de Los días eternos? ¿Observas un proceso de maduración en tu escritura cuando, actualmente, relees los dos poemarios?

–Bueno, ¡eso espero! Entre uno y otro median casi cinco años, que fueron además especialmente significativos a nivel personal, así que si no notara nada de maduración, algo estaría haciendo muy mal. A nivel de proceso, creo que Los días eternos es un libro mucho más cuidado y paciente. También por ser mucho más autoconsciente, es posible que perdiera algunas de las virtudes del anterior en cuanto a intuición y frescura. Hace ahora dos años que lo terminé e inevitablemente empiezo a ver nuevos vicios que limpiar, pero estoy contenta con él porque creo que es un libro menos ensimismado, más generoso en su mirada hacia el exterior y mucho menos pesimista en su pensamiento. Creo que esta despersonalización del yo que voy buscando pasa por ese nuevo pensamiento metafórico, o incluso mítico, que tú señalas.

–Como sucede muchas veces con actores y actrices a los que, después de un éxito concreto, se les encasilla en un tipo de papel. Siento que, en ocasiones, sucede lo mismo con los escritores, se les coloca en una temática específica; el amor, la soledad, la vida, el dolor… Concretamente, y esto es algo que ya he hablado con muchos de mis entrevistados, la etiqueta de poesía joven, parece ser más limitante que otra cosa. ¿Cuál es tu opinión sobre ello?

Creo que la consolidación del sintagma 'poesía joven' tiene que ver con la institucionalización de los premios de poesía dirigidos a poetas de un rango de edad determinado, una vía de publicación que se ha apuntalado en las últimas décadas y que, como todo, presenta ventajas e inconvenientes

–A diferencia de otras etiquetas, lo bueno o lo malo de ser joven es que al final se pasa. No lo sé, no me parece una etiqueta que tenga ningún interés en términos literarios; funciona más bien a nivel sociológico. Creo que la consolidación del sintagma poesía joven tiene que ver con la institucionalización de los premios de poesía dirigidos a poetas de un rango de edad determinado, una vía de publicación que se ha apuntalado en las últimas décadas y que, como todo, presenta ventajas e inconvenientes. Me parece limitante según quién la use y cómo la use. Es peligrosa cuando se usa con condescendencia, ineficaz cuando se trata de perfilar con ella una generación que no es consistente en términos estéticos, e inocente cuando mis amigos o yo la usamos para referirnos a otros poetas de nuestra edad que están viviendo una experiencia similar a la nuestra en los circuitos literarios.

–Avanzando en el tema de la juventud, con solo veinte años, ganaste el XVIII Premio de Poesía Joven «Antonio Carvajal». Muchos de los poetas a los que he entrevistado en esta sección también han ganado certámenes siendo realmente jóvenes, pero hasta ahora, nunca había realizado esta pregunta a ninguno. ¿Cómo se vive este reconocimiento poético cuando eres tan joven?

–Para dimensionar correctamente la cuestión, creo que es importante señalar que en mi caso podemos hablar de reconocimiento institucional por lo que el premio supone, pero no tuvo nada de trascendencia mediática en su momento. Ganar el Carvajal para mí significó un gran gesto de validación –también de autocuestionamiento, he de decir–, pero yo estaba totalmente fuera de los circuitos literarios en aquel entonces: estudiaba Matemáticas, no había publicado nunca –ni en revistas ni antologías– y tampoco conocía a mucha gente que se dedicara a nada parecido.

Yo no tenía ni idea de cómo promocionar un libro y cuando me invitaban a participar en algo me parecía un acontecimiento inaudito, pero no fue una avalancha ni mucho menos

Teniendo en cuenta esto, recibir de vez en cuando en aquel entonces algún mensaje en redes de alguien desconocido que había leído mi libro me parecía un  absoluto milagro. Es la suerte de haber podido publicar con editoriales consolidadas sin tener hecho un nombre. Obviamente, publicar vía premio no es la única opción y hay que cuestionar de forma crítica el aparato, pero creo que negar sus bondades es un poco cínico. Yo no tenía ni idea de cómo promocionar un libro y cuando me invitaban a participar en algo me parecía un acontecimiento inaudito, pero no fue una avalancha ni mucho menos. Creo que me alegro de que sucediera así y de haber podido disfrutar de ese goteo con ingenuidad y a mi propio ritmo, sin llegar a dar nunca nada por hecho.

–Siguiendo con la línea del reconocimiento dentro del universo literario. Mis últimos capítulos de esta sección, han sido con hombres. Tenía varias ideas de entrevistar a otras autoras que también habían tenido, o tienen, relación con Granada. Como Irene Cascales o Paula Melchor, pero muchas de ellas todavía no han tenido la oportunidad de publicar.Así que, no puedo pasar sin señalar la cuestión del género. Desde tu punto de vista, ¿existe un reconocimiento equitativo entre los hombres que escriben poesía y las mujeres que también lo hacen?

–Imagino que, objetivamente, siguen publicando más hombres que mujeres –o eso leí hace poco–. De todos modos, cabe preguntarse en qué consiste o cómo se mide el reconocimiento. ¿En publicar? ¿En dónde se publica? ¿En los premios? ¿En las reseñas y la atención mediática? No lo sé; en mi órbita de intereses se mueven tantas autoras como autores y no tengo herramientas suficientes para hacer un análisis fuera del reconocimiento que yo les doy, porque creo que mi visión está inevitablemente sesgada. Me interesan, no obstante, fenómenos que se dan en los bordes de la escritura. Por ejemplo, en la conversación pública. Tengo la impresión de que en estos otros circuitos sigue habiendo predominio de voces masculinas. No tengo claros los motivos; no sé si es porque muchas mujeres no se sienten tan legitimadas para opinar, si es que lo viven como un espacio hostil, si simplemente no les apetece o no les resulta interesante este tipo de foros…

También me parece peligroso el reconocimiento envenenado, que es aquel que valora positivamente e incluso con admiración sincera obras de mujeres, pero con una nota de sorpresa, como si fuera algo excepcional o improbable. Ocurre casi siempre con obras de mujeres jóvenes

También me parece peligroso el reconocimiento envenenado, que es aquel que valora positivamente e incluso con admiración sincera obras de mujeres, pero con una nota de sorpresa, como si fuera algo excepcional o improbable. Ocurre casi siempre con obras de mujeres jóvenes. Esa condescendencia velada te pone en situaciones muy incómodas, porque por un lado te sientes agradecida con los elogios y temes parecer una ingrata o una maleducada por señalar lo peyorativo que hay implícito en algunos gestos, que por lo demás no suelen ser malintencionados tampoco –es algo tristemente instalado en la forma en que muchos hombres se aproximan a lo que hace el otro género, parecido a lo que ocurre en el modo en que unas generaciones se acercan a lo que están haciendo las que les siguen–. Por otro lado, si no lo señalas públicamente, otras personas acaban señalándote a ti y haciéndote sentir connivente con un agravio del que tú eres objeto.

–En tu caso, sorprende ver cómo, a la vez que tienes un universo poético y literario muy rico, también cierta parte de tu vida, ha estado enfocada en las ciencias. Particularmente, en las matemáticas. ¿Cómo y por qué decidiste estudiar dos cosas que, a priori, son tan diferentes?

–En aquel entonces, simplemente era algo que me gustaba más, o al menos eso creía. Soy una persona muy analítica y metódica y supongo que es una disciplina que se lleva naturalmente bien con eso. Hasta que se volvieron demasiado difíciles, me parecían divertidas, por raro que suene; me encontraba en mi elemento. Pero también soy bastante imaginativa y tengo una gran necesidad de comprensión humana, que es algo que supongo que las matemáticas no pueden satisfacer enteramente. De esto me fui dando cuenta a lo largo de esos años. De todos modos, hay una cita de G. H. Hardy que me gusta mucho: “A mathematician, like a painter or a poet, is a maker of patterns”. Supongo que de un modo u otro me gusta encontrar patrones. Un modelo matemático da estructura a la realidad, pero creo que una metáfora a su manera también. Al final, lo que busca toda área de conocimiento es intentar comprender cómo se conectan unas cosas del mundo con otras.

–En la actualidad, los jóvenes vivimos una situación laboral bastante preocupante. Si no teníamos suficiente con las consecuencias de la crisis del 2008, ahora se le suma la crisis económica que ha provocado la cuestión del coronavirus. Pese a todo, y a la precariedad que envuelve todo el panorama en general, se sigue teniendo la idea de que los estudios científicos, tienen más salidas y oportunidades que los humanísticos. O, incluso, que tienen más importancia y relevancia en la sociedad. ¿Cuál es tu sensación tras haber explorado ambos ambientes académicos?

Cuando pienso en mis opciones si elijo el camino humanístico, no se me ocurre ningún modo de tener garantías que no pase por el Estado. Eso, por supuesto, aumenta mucho la competencia y deja a mucha gente por el camino. Hay otras opciones, pero casi todas ellas implican precariedad, inestabilidad e incertidumbre

–Bueno, basta con decir que no conozco a nadie de mi promoción de Matemáticas que esté en paro, hasta donde yo sé, y que todos los compañeros con los que mantengo contacto trabajan en su campo y con condiciones laborales dignas, aunque siempre haya derechos por los que pelear. Ojalá dentro de unos años pueda decir lo mismo de mi promoción de Literaturas Comparadas, pero no soy tan optimista. No es porque las salidas laborales de Matemáticas sean necesariamente más variadas. Para mí la clave está en el sector privado: mis amigos han podido desarrollarse laboralmente y construir un proyecto de vida tanto si han elegido trabajar para el sector público como para empresas.

En cambio, cuando pienso en mis opciones si elijo el camino humanístico, no se me ocurre ningún modo de tener garantías que no pase por el Estado. Eso, por supuesto, aumenta mucho la competencia y deja a mucha gente por el camino. Hay otras opciones, pero casi todas ellas implican precariedad, inestabilidad e incertidumbre, cosas que no te puedes permitir a menos que cuentes con algún tipo de respaldo económico, aunque sea para empezar.

–Ahora mismo, ¿percibes la poesía o la escritura como una salida profesional?

–Evidentemente, no. Tampoco me interesa, creo. Por supuesto que quiero y aspiro a un trabajo que se sitúe en esta órbita, es decir, que lo que haga esté relacionado con la literatura y me permita seguir creciendo en esa dirección, pero no querría que mi sustento económico dependiera exclusivamente de escribir poemas; sería demasiada presión para mí, teniendo en cuenta mis ritmos de escritura.

Al menos en mi caso, la escritura en sentido artístico solo fluye cuando siento mis necesidades materiales y psicológicas cubiertas, así que no me gustaría que una cosa dependiera de la otra

Al menos en mi caso, la escritura en sentido artístico solo fluye cuando siento mis necesidades materiales y psicológicas cubiertas, así que no me gustaría que una cosa dependiera de la otra. De todos modos, no se me ocurre cómo sería posible vivir de la poesía si no es encadenando premios, becas y residencias; ni en el mejor de los escenarios me parece algo sostenible. Otro tipo de escritura, como la académica o la crítica, sí me parece una salida profesional posible y apetecible para mí, aunque ahora mismo lo que más me atrae es la docencia, la posibilidad de compartir lo aprendido y crear lazos a través de ese intercambio de conocimiento.

–Casi para acabar, las mismas preguntas que les formulo a todos los demás, ¿cuál es tu libro favorito y el último que has leído?

–El último que he leído: Medea, de Chantal Maillard. Mi favorito… Últimamente pienso mucho en la Odisea. No creo que sea mi libro favorito, pero tampoco es que tenga uno en especial y considero que este está en el cupo.

–Y danos alguna recomendación de autores jóvenes que te gusten especialmente.

–Muchos han pasado ya por esta sección. Aunque nos realicemos de formas muy distintas, ahora mismo me siento muy cerca del pensamiento poético de Fran Navarro y Rosa Berbel en especial. Lo que han estado escribiendo últimamente me parece inteligentísimo y con una indudable marca personal; espero que los proyectos de ambos vean la luz pronto. Saliendo de Granada, me interesa la poética de la lentitud de Juan F. Rivero y admiro mucho el cuidado que pone en su forma de mirar y en su hacer. También creo que merecen atención los últimos libros de Alba Flores Robla y Adrián Viéitez; ambos proponen una poética de lo espontáneo con una frescura y levedad que me resultan muy atractivas, quizá precisamente porque está muy lejos de lo que yo misma hago y suelo leer. Por su parte, creo que Xaime Martínez tiene uno de los universos poéticos más originales del panorama joven. Creo que voy a poner el corte en los noventa y a dejar que los poetas nacidos en los ochenta se libren ya de la muletilla joven, pero no puedo dejar de recomendar a David Leo García, Berta García Faet y María Sánchez.

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Twitter de María Elena Higueruelo: https://twitter.com/eleruelo

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