Descubriendo a los clásicos: Gil Scott-Heron se despidió con un disco sombrío pero redentor

Blog - Un blog para melómanos - Jesús Martínez Sevilla - Miércoles, 12 de Febrero de 2020
Gil Scott-Heron – I’m New Here (2010)
Inauguro una nueva sección en el blog en la que analizaré grandes discos del pasado que no había tenido ocasión de escuchar. Estas son mis primeras impresiones sobre el último disco de una de las grandes leyendas de la música afroamericana, el padrino del rap, Gil Scott-Heron.

El pasado sábado, 8 de febrero, se cumplía una década de la salida al mercado de I’m New Here. Habían pasado dieciséis años de silencio artístico, pero Gil Scott-Heron estaba de vuelta. Ese poeta radical y visionario, que había fusionado como nadie los distintos estilos de la música negra a principios de los setenta en discos cargados de mensaje político como Pieces of a Man y Winter in America, salía al fin del infierno de la adicción al crack que le había tenido alejado de la música (y le había llevado incluso a prisión). Pero, naturalmente, no volvía igual: ni en el plano musical, ni en el lírico, ni en el vocal.

Porque no solo el cuerpo de Scott-Heron sufría las consecuencias de sus excesos: muchas de las letras del disco, y en particular las reflexiones recogidas en los interludios, mostraban a un hombre envejecido, cargado de culpa, aunque también de lecciones y de perspectiva

Si empezamos por esto último, hay que decir que el efecto de las décadas de abusos se hizo muy evidente en la voz de Scott-Heron. Así, frente a la voz ágil e intensa de sus primeros años, que sin ser técnicamente sobresaliente funcionaba de forma más que satisfactoria en varios registros, nos encontramos aquí con un gruñido grave y áspero. Tanto en sus recitados marca de la casa (que muchos citan como el antecedente más próximo del rap) como a la hora de cantar, sus limitaciones se hacían claramente patentes. Sin embargo, esta nueva y deteriorada herramienta le funcionó a la perfección para transmitir con convicción el dolor añejo que teñía las letras. Porque no solo el cuerpo de Scott-Heron sufría las consecuencias de sus excesos: muchas de las letras del disco, y en particular las reflexiones recogidas en los interludios, mostraban a un hombre envejecido, cargado de culpa, aunque también de lecciones y de perspectiva.

“Being blessed is not just being able to float on air. I'm saying, if you've gotta pay for things that you've done wrong, uh… I got a big bill coming at the end of the day”, comenta, entre risas, en “Being Blessed (Interlude)”. O, con terrible franqueza, en “Running”: “Not running for my life/because I have to be running for something of more value”. Pero al mismo tiempo que reconocía sus errores y el daño que habían ocasionado, el artista se reafirmaba en su personalidad “excéntrica, molesta, arrogante, agresiva, introspectiva y egoísta”, pues era lo que le definía (“I’ve Been Me (Interlude)”). Más aún: había llegado a ver las cosas malas que le habían ocurrido de manera positiva, ya que el hecho de que ocurrieran significaba que seguía vivo, cuando muchos habrían apostado por una muerte temprana (“Certain Things (Interlude)”). En último extremo, de hecho, para él estas decisiones no eran meramente suyas: eran una extensión de las voces de sus ancestros (“Parents (Interlude)”), que lo habían guiado (“I Was Guided (Interlude)”). Vemos, por tanto, que el disco funciona no solo como una colección de canciones, sino ante todo como ejercicio de sublimación y resituación vital y artística.

El envoltorio para transmitir las duras (aunque liberadoras) verdades que Scott-Heron había alcanzado a sus sesenta años era el género más sencillo y hondo de la música negra, aquel por el que le gustaba denominarse a sí mismo (bluesologist era su término preferido para hablar de lo que hacía)

Lo cual nos lleva al plano musical. Y es que el disco fue producido por Richard Russell, para entonces dueño de XL Recordings, una de las discográficas independientes esenciales del Reino Unido, quien confió plenamente en Scott-Heron y posibilitó algo que había parecido inviable (y que de hecho Russell parecía desear aún más que el estadounidense). Los orígenes electrónicos del sello se hicieron notar, y el sonido resultante es una actualización sombría, minimalista y metálica del blues. Ni rastro del jazz que había empapado Spirits (1994), ni del eclecticismo entre el soul y el funk de sus primeros trabajos. El envoltorio para transmitir las duras (aunque liberadoras) verdades que Scott-Heron había alcanzado a sus sesenta años era el género más sencillo y hondo de la música negra, aquel por el que le gustaba denominarse a sí mismo (bluesologist era su término preferido para hablar de lo que hacía).

Aunque, naturalmente, lo que terminó de convertir el disco en un éxito fue la mencionada actualización estética del género: los sintes amenazadores y la percusión seca de “Me and the Devil” refuerzan el aire de fatalidad de la letra (parte escrita por Scott-Heron, parte nada menos que por Robert Johnson). La tremenda “New York Is Killing Me” se construye sobre unas sencillas y repetitivas palmas, voces, un bombo híper saturado y lo que parece un sample de washtub bass, hasta que vuelven a entrar sintes y distorsiones para transmitir la angustia que la gran ciudad induce en Scott-Heron (“You got 8 million people/and I didn't have a single friend”). “Where Did the Night Go” nos contagia su paranoia y aislamiento mucho más gracias a ese sonido grave y pulsante, repetido una y otra vez, que es su única instrumentación.

Por supuesto, el uso de elementos tan novedosos no sorprende en un vanguardista como Scott-Heron. Pero hay que quitarse el sombrero ante el nivel de atención a la actualidad musical que demostró al samplear “Flashing Lights”, de Kanye West, en la canción de introducción y cierre, “On Coming From a Broken Home (Pts. 1 & 2)”, un homenaje a su abuela, que lo crió hasta los doce años, y una poderosa reflexión sobre la resiliencia humana que encapsula el crecimiento espiritual que vemos en el disco: “We were working on our lives and our homes/dealing with what we had, not what we didn’t have”. West ya había sampleado “Home Is Where the Hatred Is”, de Scott-Heron, y lo volvería a citar más tarde ese mismo año en la canción final de su obra maestra, My Beautiful Dark Twisted Fantasy, por lo que podemos entender que Gil estaba conversando artísticamente con uno de los grandes músicos a los que había inspirado de forma decisiva.

Un diálogo que siguió cuando al año siguiente Jamie xx, cuyo estilo de producción minimalista tanto había influido en el trabajo de Russell en el álbum, lanzase una remezcla del disco completo, 'We’re New Here', explotando esa cercanía con la electrónica del original

Un diálogo que siguió cuando al año siguiente Jamie xx, cuyo estilo de producción minimalista tanto había influido en el trabajo de Russell en el álbum, lanzase una remezcla del disco completo, We’re New Here, explotando esa cercanía con la electrónica del original. La versión de Jamie de “I’ll Take Care of You”, mucho más animada y acelerada que la melancólica balada de Scott-Heron, se convirtió después en la base para el hit de Drake con Rihanna, “Take Care”. Pero para entonces, ya no estaba el interlocutor original: Gil Scott-Heron había fallecido el 27 de mayo de 2011, poco más de un año después de lanzar el disco.

Sin embargo, el diálogo no ha parado: este mismo año, el batería de jazz Makaya McCraven ha lanzado We’re New Again, en el que “reimagina” este último aporte artístico de un gigante de la música afroamericana. Me atrevería incluso a decir que el impacto va más allá: este disco de tan solo veintiocho minutos supuso un ejemplo tempranero de la práctica, ahora muy común (en buena parte gracias al trabajo de Kanye West, precisamente), de hacer álbumes de menos de media hora. Porque aunque el legado de alguien como Scott-Heron ya estaba más que asegurado por su trabajo en los setenta, eso es lo que ocurre cuando se da a un artista de esta estatura una tardía segunda oportunidad. Como dice en la tierna canción que da nombre al disco (una versión, a su vez, de Bill Callahan), “No matter how far wrong you’ve gone/ you can always turn around/[…]and you may come full circle/and be new here again”. Scott-Heron nos dejó siendo aún un humilde estudiante del blues, ansioso por compartir sus descubrimientos.

 

 

Imagen de Jesús Martínez Sevilla

(Osuna, 1992) Ursaonense de nacimiento, granaíno de toda la vida. Doctor por la Universidad de Granada, estudia la salud mental desde perspectivas despatologizadoras y transformadoras. Aficionado a la música desde la adolescencia, siempre está investigando nuevos grupos y sonidos. Contacto: jesus.martinez.sevilla@gmail.com