Campaña Inagra contenedor marrón.

'Mahsa Amini'

Blog - Punto de fuga - Cristina Prieto - Jueves, 29 de Septiembre de 2022
Foto de Yolanda y sus "amigues" en el teatro Olympia de Valencia en noviembre de 2021.
Foto de Yolanda y sus "amigues" en el teatro Olympia de Valencia en noviembre de 2021.

El pasado dieciséis de septiembre, la joven iraní Mahsa Amini, de 22 años, no salió con vida de la comisaría a la que fue llevada por varios miembros de la Policía de la Moral tras ser detenida por no llevar bien colocado el velo. Un trozo de tela bajo el que el patriarcado esconde a millones de mujeres que viven en contextos islámicos para preservar su virtud y no provocar a los hombres. Las protestas se dejan sentir ya en todo el país y algunos medios hablan de manifestaciones en casi un centenar de ciudades de las 31 provincias en las que está dividido Irán. Masha fue la primera víctima, pero se sabe ya que otra joven de 21 años, Hadis Najafi, ha sido asesinada de seis balazos por rebelarse contra la imposición del hiyab. También han sido tiroteadas y asesinadas Chazale Chelavi (32 años), Hananeh Kia (23 años) y Mehsa Mogoi (18 años). Hasta el momento de redactar este artículo, casi cuarenta personas han encontrado la muerte durante las protestas iniciadas a mediados de septiembre.

Masha Amini, la joven kurda detenida por llevar mal puesto el velo y que no salió con vida de la comisaría. Su muerte ha desencadenado las protestas.

La periodista Nilufar Hamedi, que fue la primera en dar la noticia de la muerte de Mahsa, ha sido detenida y su periódico Sharg Daily asegura que su reportera ha sido trasladada a una cárcel junto a otra informadora y un fotógrafo sin que se sepa, exactamente, dónde se encuentran. Todo esto ocurre mientras en las calles de muchas ciudades del país de los ayatolás las mujeres descubren sus cabezas, se cortan el pelo y se manifiestan al grito de ¡Mujer, vida, libertad! Porque ellas son las nietas de aquellas mujeres que en los años setenta vestían minifalda, circulaban libremente por las calles, acudían a sus trabajos, estudiaban en las escuelas y universidades y pensaban que las generaciones venideras vivirían mejor que ellas. Se equivocaron y ahora ven cómo sus nietas son increpadas en el transporte público por los guardianes de la moral y obligadas a cubrir sus cabezas si no quieren ser detenidas.

Hadis Najafi fue asesinada de 6 balazos en una manifestación por las fuerzas policiales.

La hipocresía hecha tuit cuando, en sus propias filas, no tienen reparos en presentar candidatas veladas al grito del respeto a “su cultura”. Debe ser que los velos aquí significan otra cosa, son más livianos, tapan menos o presentan colores más alegres

Irán está muy lejos, a casi 6.000 kilómetros de España y, sin embargo, no es extraño ver por nuestras calles mujeres e, incluso, niñas veladas. Representantes de partidos de izquierda, que estos días andan sumando –o restando, quien sabe- no han tenido ningún problema en enviar, a través de las redes sociales, sus mensajes de solidaridad a las “hermanas” iraníes. La hipocresía hecha tuit cuando, en sus propias filas, no tienen reparos en presentar candidatas veladas al grito del respeto a “su cultura”. Debe ser que los velos aquí significan otra cosa, son más livianos, tapan menos o presentan colores más alegres. También apelan a la libertad para llevarlo e, incluso, han llegado a decir que el velo empodera. ¿Libertad para llevarlo? ¿Y la libertad para quitárselo? ¿Cómo es posible que se atrevan a afirmar que un trozo de tela, que te presionan para llevar y así mantener a salvo el honor de la familia, te hace más poderosa? ¿Pero, de qué nos están hablando?

Ay las fotos. ¡Cuánta información se extrae de una sola foto! Creo que aquella que se hicieron juntas Ada Colau (En Comun Podem), Mónica García (Más País), Mónica Oltra (Compromís), Yolanda Díaz (Unidas Podemos) y Fátima Hamed (Movimiento por la Dignidad y la Ciudadanía) hace casi un año en el Teatro Olympia de Valencia tiene ahora muchas lecturas. Las mismas que hoy llaman “hermanas” a las mujeres iraníes y envían mensajes de solidaridad son quienes no tenían ningún problema en aceptar, como iguales, a políticas con la cabeza cubierta. Nada les chirriaba en aquella foto de hace casi un año, pero les escandaliza que el Gobierno iraní reprima con violencia a quienes quieren dejar su cabello al descubierto.

Mujeres manifestándose con la foto de Masha y sus velos en la mano.

Pocos días después, el vídeo original fue eliminado por las amenazas que recibieron algunas de las jóvenes que aparecían en él por parte de sus familias o su entorno

Un colectivo de mujeres laicas de contextos islámicos que viven en nuestro país difundió a través de Twitter, a principios de este mes, un vídeo en el que varias de ellas, de espaldas a la cámara, se quitaban los velos que cubrían su cuerpo. Un montaje precioso y muy significativo con el que querían enviar un mensaje a la sociedad española para hacerse visibles y reclamar su derecho a vestir y vivir su vida en libertad. Pocos días después, el vídeo original fue eliminado por las amenazas que recibieron algunas de las jóvenes que aparecían en él por parte de sus familias o su entorno y tuvieron que colgar uno nuevo del que suprimieron las imágenes de las que habían sido “chantajeadas, acosadas y denunciadas” según informaban en su perfil de la red social.

Mientras en Irán las protestas no cesan y, cada vez más, se van sumando otros colectivos a la lucha iniciada por las mujeres, en nuestro país nadie se cuestiona la opresión de los velos en nuestras calles y no nos interpelan en aulas universitarias, consultorios médicos, hospitales o transportes públicos. Debe ser que estas no son “nuestras hermanas”, más bien las tratamos como primas lejanas a pesar de la cercanía.

 

 

 

 

 

 

 

Imagen de Cristina Prieto

Madrileña afincada en Andalucía desde 1987, primero en Almería y posteriormente en Granada donde he desarrollado mi carrera profesional como periodista. Me licencié en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, cursé mi suficiencia investigadora en la Universidad de Granada dentro del programa Estudios de la Mujer y leí mi tesis doctoral en la Universidad de Málaga.