'Juan Marín: Muy tonto, pero útil'
Pareciera como si el español medio se identificara políticamente, en el último lustro, con la mediocridad y la estulticia. Que el español medio es un autómata de encefalograma plano y pulsiones autoflagelantes lo apuntan las audiencias obtenidas por la parrilla de programación de cualquier estercolero mediático, sea de naturaleza pública o privada, aunque no deja de ser una sospecha tendenciosa.
Pero la sospecha se confirma por la presencia en la vida pública de asombrosas mediocridades como Ayuso, Casado, Arrimadas, Villacís, Moreno Bonilla, López Miras y un largo etcétera que acaparan votos de un electorado identificado con discursos lesivos, retrógrados, sectarios, de odio o vacíos, en el mejor de los casos. Convendría redefinir el concepto de la España vaciada para adaptarlo a la españolidad media y mediocre, vaciada de inteligencia, de pensamiento, que explicaría tanto voto a semejantes personajes y su identificación con lo más mediocre, lo más tonto y lo más infantil de la política: una pulserita en la muñeca y una marcha militar lacerante como el reguetón.
Montaje aportado por el autor.
Toda corte medieval tenía sus bufones y todo partido político ha tenido históricamente un tonto útil cuya misión ha sido fundamental para captar el voto del electorado lelo, nada despreciable en número y porcentaje. Buscar un tonto o una tonta útil no es empresa fácil en una España sobrada de candidatos.
Hay que ser muy tonto para prescindir de 8.000 sanitarios y decir que no hacerlo no lo arregla todo
De la terna barajada, el dedo de Aznar señaló como sucesor en el PP al, aparentemente, más idiota de los tres: M. Rajoy, quien también parecía el menos corrupto de la trinidad aznariana. Pero, sin duda, quien más necedad patriota ha sido capaz de reunir en su efímera corte es Alberto Rivera. Mucha. Muchos tontos y muchas tontas le dieron muchos votos. Tontas y tontos naranjas para dar y regalar, para perpetuar la corrupción, apuntalar a la derecha radical y abrir las puertas de la democracia al fascismo.
Con luz propia brilla en la galaxia mema de la política española lo más tonto que han visto los siglos: Juan Marín, Vicepresidente de la Junta de Andalucía, político profesional y ejemplar inmejorable del transfuguismo vocacional. Vean su gesto, escuchen sus palabras… un par de veces es suficiente para darse cuenta de su naturaleza boba, como los tontos de la clase o los del pueblo que sirven para elevar la autoestima del resto. Tal vez pudiera hacerle sombra en esta durísima competencia Toni Cantó.
Hay que ser muy tonto para prescindir de 8.000 sanitarios y decir que no hacerlo no lo arregla todo. Hay que ser muy tonto, pero mucho, para decir a la ciudadanía que no despedirlos no evitaría que el paciente de cefalea, o de gastroenteritis, o de dolor lumbar, o de hipertensión, o de lo que sea, siga sin que su médico lo ausculte, le tome la tensión, le mida la temperatura, le meta el palo en la boca para examinar las amígdalas o le toquetee la espalda para diagnosticar su preocupación.
Hay que ser o muy, muy, muy tonto… o muy cabrón para lanzar tal mensaje mientras su compañero, el irresponsable de Salud, se dedica a promocionar los beneficios de Quirónsalud a la vez que desmantela la Sanidad Pública Andaluza. Dejémoslo en que es muy tonto, para no hacer sangre.
Juan Marín es muy tonto, pero es útil para la derecha privatizadora, para la derecha radical, para la extrema derecha y para el fascismo andaluz. Lo ha demostrado a lo largo de su trayectoria multipartidista.
Pepe Morales Jiménez