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¿CAMBIO CLIMÁTICO, IMPERMEABILIZACIÓN DEL RIO O ESTRÉS HÍDRICO?

Los cedros del Salón mueren jóvenes

Ciudadanía - Gabriel Pozo Felguera - Sábado, 19 de Febrero de 2022
Gabriel Pozo Felguera habla en este artículo de la salud de los cedros del Paseo del Salón, en otro excelente trabajo que nos descubre en esta ocasión la historia de estos hermosos árboles y nos hace reflexionar sobre los motivos que los ponen en riesgo.
Tocón del cedro talado en el Salón hace algo más de un año. Al fondo se ve su gemelo.
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Tocón del cedro talado en el Salón hace algo más de un año. Al fondo se ve su gemelo.
  • El cedro del Himalaya talado en 2020 tenía una edad de al menos 121 años, no de 94 como se creía

  • En condiciones favorables suelen vivir casi 1.000 años y alcanzar alturas de unos 70 metros

En septiembre de 2020 murió uno de los cedros de Himalaya más grandes de los que había en el Paseo del Salón. Apenas nos percatamos porque estábamos asustados en casa. Lo hemos ido echando de menos cada vez que vemos su tocón de muestra, su autopsia bajo el metacrilato y su esquela de defunción. Formaba parte de un grupo de cinco de su especie en la parte más estrecha de los jardincillos, justo en perpendicular al quiosco de la música. Era el ejemplar más cercano al muro de contención del río Genil.

Ahora empiezan a tener mala pinta tres de los que lo acompañaron: uno, el más alejado, está frito; otro está ya con la mayoría de ramas amputadas; y el tercero luce su copa escamochada. No sé cuánto tiempo tardarán en dar con sus troncos en el aserradero. Me preguntó qué les está pasando a estos robustos árboles para que en los últimos años estén enfilando la muerte a una edad tan joven. Paradójicamente, sus dos vecinos al otro lado de la Biblioteca del Salón, frente a la fuente de Félix Rodríguez de la Fuente, están cada vez más lustrosos. 

Pareja de cedros con excelente salud frente a la fuente de la Biblioteca. 

Las causas de su muerte pueden ser varias, según me explican quienes saben de estas cosas. Pero crren que la más evidente es por estrés hidríco

Las causas de su muerte pueden ser varias, según me explican quienes saben de estas cosas. Pero creen que la más evidente es por estrés hídrico. ¿Eso qué significa? Estos árboles son originarios de tierras altas de Asia, de hábitats situados entre 1.500 y 3.000 metros. En condiciones favorables suelen vivir en torno a 1.000 años, alcanzar alturas de 70 metros y perímetros de tronco de tres metros. Precisan de suelos ricos en nutrientes, pero sobre todo de agua y temperaturas más frías. El lugar en que fueron plantados no fue el más adecuado para sus características. Pero vivieron y se desarrollaron bien en sus primeros 30-50 años de existencia. A pesar de que apenas se sitúan unos metros por encima de la cota 800. Están plantados sobre un estrato de escombro rellenado a finales del siglo XIX.  Mas, su cercanía al cauce del río Genil les permitió que pronto sus raíces alcanzaran la humedad. Por eso los anillos que presenta en las cuatro primeras décadas de vida son muy anchos, con crecimientos anuales que se acercan casi a un centímetro. Eso demuestra que vivió épocas de temperaturas bastante más bajas que las de ahora, con grandes nevadas invernales y veranos más suaves. Además, el Ayuntamiento tenía derecho de toma de agua de los ramales de las acequias del Cadí, Arabuleila y Gorda que bordean los paseos del Salón y de la Bomba. Regaba a manta con ellas.

Tres de los cuatro que quedan al lado del tocón no gozan de buena salud.

Hasta 1995 todo fue perfecto. Pero ese año se presentaron dos hechos que, a la postre, están suponiendo la sentencia de muerte. El decreto de sequía cerró el grifo del riego abundante con agua de acequias. El segundo, fue la impermeabilización de las defensas del Genil; se enfundó con hormigón la caja del río entre el Puente Verde y la presa de la Inmaculada. Las filtraciones fluviales desaparecieron y la humedad del suelo fue desapareciendo poco a poco. Las pocas lluvias de los últimos años, aquellas que inundaban el Paseo todos los inviernos, ya no suceden, además de haber sido mejorado el sistema de alcantarillado. El resultado final es menor humedad en el subsuelo. Los árboles más resistentes parecen haberse  aclimatando a esta falta de agua. Pero los cedros del Himalaya y del Líbano son los que más sufren. De hecho, el primer cedro en caer hace unos años fue el plantado en el jardín de la casa de Berta Wihelmi, en el número 1 del Paseo de la Bomba; se murió cuando entubaron la acequia que pasaba a su lado.

Sin embargo, el contraste se da con los otros dos ejemplares de cedros del Himalaya frente a la fuente de la Biblioteca. Gozan de una salud envidiable. Su vitalidad se achaca a que disponen de mayor superficie para extender sus raíces, pues se encuentran muy alejados del muro del río; están sobre mejor sustrato, que permite absorber más agua en sus alrededores. Además de estar muy cerca de una fuente que debe tener algunas filtraciones. La humedad en su entorno parece que es mayor.

Más de un siglo de vida

El texto de la placa que recuerda al primer cedro del Himalaya caído en el Salón cuenta un poco de su historia. Fue talado el 24 de septiembre de 2020, tras haber vivido 94 años. Sus anillos narran sus avatares: las tres-cuatro primeras décadas fueron de gran vitalidad y crecimiento, con anillos de casi un centímetro por año. Para después ir menguando hasta tener crecimientos pequeñísimos en las dos últimas décadas. Esa es la manera, a través de sus anillos, que tienen los árboles de contar las cosas que han ocurrido a su alrededor durante sus años de vida. Así, se puede concluir que estos cedros han visto reflejadas en sus cortezas las nevadas, las grandes lluvias, las sequías y también las agresiones humanas como consecuencia de obras en sus alrededores. Todo eso nos lo dejan de herencia cuando los aserramos. 

¿Y si el cedro nos está engañando? ¿No se negaría a crecer a partir de 1995 en que fue enfundado el río?

Pero este cedro fallecido nos ha resultado un tanto mentirosillo. Nos dicen sus últimos anillos que ha sufrido mucho en las dos-tres últimas décadas; eso es totalmente cierto, debido a lo que he contado de la disminución del agua del Cadí y por la desafortunada impermeabilización del cauce. Pero lo que es más cuestionable es que haya muerto a los 94 años de edad, como nos dicen sus anillos. ¿Y si el cedro nos está engañando? ¿No se negaría a crecer a partir de 1995 en que fue enfundado el río? ¿O ensanchó tan poco que es imperceptible su aumento anual? ¿No se habrá suicidado en las dos últimas décadas en señal de protesta? Porque en 2007 ya estaba dando serios avisos de que no quería seguir viviendo.

No es cierto que este cedro nació en 1926 y ha muerto con 94 años. Aunque demasiado joven, nuestro árbol protagonista de esta historia murió ya rebasada la edad de 120 años. Para empezar, en el año 1926 no se acometió ninguna plantación nueva ni reposición de árboles en el Salón ni la Bomba. El arranque de álamos negros, muchos de ellos originarios de la época de los franceses (1810-11), se estuvo acometiendo durante todo el último tercio del siglo XIX. 

La plantación de la mayoría de plátanos de sombra de estos paseos y de los Basilios se llevó a cabo en los inviernos de 1905 a 1908.

El cedro talado, a las pocas semanas, cuando todavía se podían leer con precisión sus anillos, y la placa en su recuerdo.

Para esa fecha ya estaban bien crecidos los cedros del Himalaya. En 1908 fue instalado el primer puente de hierro para comunicar el Colegio Sagrado Corazón enfilando a la Cuesta del Pescado. Fue fabricado en la cercana Fundición Castaño (Por cierto, se lo llevó una riada en 1962 y no se hizo la siguiente pasarela hasta 1966). 

La prueba irrefutable de que los cedros del Himalaya datan por lo menos del siglo XIX, es decir, un cuarto de siglo antes, son las fotografías que se tomaron con motivo de una nevada intensa caída a principios de 1911. Y al fondo de estas fotografías aparece ya el bosquecillo de cedros con una edad que se puede calcular entre 15-30 años, ya que tienen unos seis-ocho metros. Al fondo de la fotografía, que es propiedad del Ayuntamiento, aparecen las dos agujas de la Basílica de las Angustias. Ni la masa boscosa ni los bloques de pisos las tapaban tanto como ahora. 

Fotografía de 1911. La flecha de la izquierda señala el cedro talado, con una altura ya de 6-8 metros. Las dos flechas de la derecha indican las torres de las Angustias. A la izquierda se ve el Colegio Sagrado Corazón. Foto: AHMGR

Mi conclusión, tras escarbar en legajos municipales, es que estos cedros debieron ser plantados en la reforma que se hizo en 1891-92 para adecuar el Salón al conjunto escultórico de Isabel la Católica que montó Benlliure

Mi conclusión, tras escarbar en legajos municipales, es que estos cedros debieron ser plantados en la reforma que se hizo en 1891-92 para adecuar el Salón al conjunto escultórico de Isabel la Católica que montó Benlliure. Con aquel motivo se arrancaron árboles y se plantaron nuevos. O bien en la reposición que se hizo en 1899 para arreglar los destrozos que causó el ciclón del 28 julio anterior. Un decreto del alcalde Fernando de Medina, de 15 de febrero de 1899, ordenó que fuesen empedrados los alcorques donde se habían plantado los nuevos árboles. También se habían causado algunos daños durante la instalación del alumbrado eléctrico por la Compañía General de Electricidad, primera que empezó a funcionar en Granada, en la esquina del Salón con la Carrera de la Virgen.

En suma, la edad del cedro difunto del Salón debería corregirse y fijarse entre 121 y 128 años. 

No quiero acabar este artículo sin mencionar que aquellos primeros ejemplares de cedros del Himalaya gustaron tanto que fueron muchos los chalecillos de nueva construcción que los tuvieron en sus jardines. Queda alguno todavía en el Paseo de la Bomba. En los años sesenta fueron elegidos para formar el bosque de coníferas de los Jardines del Triunfo; aquí plantaron unas tres docenas de ellos. Algunos han enraizado estupendamente y crecen con salud. Otros se desarrollan un poco más lentos; incluso ha habido alguna baja. La última fue en 2018, ya reemplazada por otro a la izquierda-frente a la columna de la Inmaculada. 

Bosquecillo de cedros del Himalaya, con sesenta años de edad, en el Triunfo.
Un cedro pequeño ocupa el puesto de otro que murió en 2018 frente a Fray Leopoldo.