Foro de la Memoria

'La Desbandá y los niños marcados por la guerra'

Ciudadanía - Paco Robles - Domingo, 7 de Febrero de 2021
Paco Robles, secretario de Memoria Histórica del PSOE de Granada, recupera en este artículo testimonios de niños, recogidos y publicados por corresponsales de prensa extranjera de la época, sobre cómo vivieron la guerra y muy especialmente el terrible episodio de La Desbandá.
Publicación de Le Petit Parisien informando de la situación de Málaga.
Imágenes facilitadas por el autor
Publicación de Le Petit Parisien informando de la situación de Málaga.

Decir que las victimas desplazadas de sus hogares durante la guerra pudieron ser mas de un millón no es muy arriesgado, y que de un tercio a la mitad de ellos pudieron ser niños. Esto, al parecer, puede llevar el total a casi medio millón de niños desalojados de sus hogares por la guerra. 600.000 huyeron de Madrid, Málaga y Bilbao que son los tres grandes centros de los cuales estos jóvenes procedían como refugiados. Todas las pequeñas y medianas ciudades fueron primero inundados por cientos de miles de refugiados de núcleos menores, pueblos y aldeas que huyeron ante el tropas invasoras. Todas estas ciudades más tarde fueron obligadas por la guerra a dar salida a sus propias poblaciones.

El gobierno español formó una Comité de Evacuación y Refugiados para mediar con ellos. Funcionó primero bajo el Ministerio de Salud, después bajo el del trabajo. Su principal tarea era recontar a los refugiados, coordinar transportes de personas y suministros  y correlacionar y ayudar al trabajo de los comités provinciales y municipales, sobre quien recaía la carga principal de apoyo a los refugiados.

Un decreto de emergencia requería que cada familia española, en las partes no afectadas directamente por la guerra de España, debía aceptar y apoyar al menos un refugiado. Fue un decreto no del todo conocido, sin embargo, es sorprendente que no fue observado en absoluto.

Todas las zonas acomodadas de Madrid, por ejemplo, estaban llenas de refugiados en las casas en ruinas

Los españoles al principio acogieron a los refugiados en sus hogares. Cuando esta forma de alivio cedió, los municipios requisaron las casas de gente sana que había huido. Todas las zonas acomodadas de Madrid, por ejemplo, estaban llenas de refugiados en las casas en ruinas. Se esperaba que los municipios asumieran a los refugiados con ayuda local para comida, enseres y medicinas, los medios recibidos del gobierno central brindaba una muy escasa asistencia a las localidades más presionadas por la presión migratoria.

Era una mala vida para los niños, los suministros de alimentos eran inadecuados para la crianza de los niños; había poca leche, cereales, frutas y verduras y no había azúcar. El entorno era el de adultos desplazados, desempleados, lamentando la pérdida de sus hogares. Las escuelas locales, ya insuficientes, no pueden asumir la carga adicional de estos recién llegados. Toda la situación es desmoralizante.

Los niños más felices que vivían entre estas personas desplazadas eran las que estaban en las colonias de niños. Estos grupos de niños reunidos con profesores, ubicados en villas donde consiguen una educación y recreo rutinario no muy diferente a la de un campamento o escuela privada. La idea era poner a los niños en una situación saludable lejos de los desmoralizados familiares.

Atender a los refugiados parecían tan natural que casi todas las organizaciones bienintencionadas en España parecían haber comenzado colonias de niños en algún momento desde el comienzo de la guerra. Algunos de estos estaban bien gestionados, otros no. A mitad de 1937 todos están supervisados y controlados por el Ministerio de Educación.

Como relata la periodista y corresponsal de Associated Press americana Anna Louisse Stong, que visitó la retaguardia republicana en esa época:

"Los niños que vi en las colonias de las estribaciones de los Pirineos, por ejemplo, parecía haber olvidado por completo los horrores de la guerra. Ellos eran normales, niños, juegos, natación, estudiando. “Es una linda vida”, me dijeron. La vida era buena en La Molina y en decenas de colonias similares que visité. Los niños olvidan con facilidad y los niños debería olvidar. Pero incluso en la mejor atendida de las colonias les falta leche y grasas. E incluso entre los niños más felices hay rastros del pasado.

El pequeño Rufino Fernández, por ejemplo, nunca podrá olvidar la guerra por mucho que lo desee. Porque este chico de 10 años va cojeando de una pierna. La guerra le quitó a su padre, que fue  asesinado en batalla. La guerra se llevó también a su hermana, asesinada como enfermera en el frente. Él mismo viajaba en un tranvía de Madrid cuando una bomba cayó sobre él. Cuando recuperó la conciencia se encontraba entre varios cuerpos y había perdido una pierna".

"Pero todavía tengo una madre", me dijo. "Ella trabaja en Madrid. Dice que yo cuando sea mayor me iré al extranjero para estudiar y conseguir una pierna artificial. Yo soy joven y es muy pronto ahora para una pierna artificial, ya que sigo creciendo y no podria seguir encajándome a medida que crezca ".

"¿Qué serás cuando crezcas?", le pregunté. “Un fabricante de armas”, dijo con firmeza.

Testimonios de La Desbandá

Después de haber dedicado largas horas a la búsqueda de los testimonios y noticias de la Memoria Histórica de la Guerra Civil, he podido recopilar algunos inéditos, de las personas que vivieron la huida atropellada de las poblaciones cercanas a Málaga y en especial de los niños. Con retazos de estos recuerdos he querido hacerles llegar un relato vivo de aquello.

Jaime Castellanos, de doce años, parecía haberse tomado con naturalidad su situación de refugiado y aparentemente no tenia ningún ningún daño mental de su pasado. Su relato fue el más espantoso de todos los que he conocido. Me parecía lo más espantoso por la calma con la que lo contó, en un plazo  de siete días desde que salio de Málaga perdió a su padre, a su madre y siete hermanos. Lo recordaba todo bastante con frialdad, con una increíble precisión de detalle.

Si alguna vez un niño nació para ser un científico, Jaime Castellanos era él. Sentado en bañador en un solárium banco de mármol en una colonia infantil, Jaime me contó la terrible historia. He escuchado a gente adulta que cuentan de esa desbandá de Málaga, pero ellos siempre dan paso a la histeria. En cambio Jaime no cedió al sentimentalismo.

"El domingo por la mañana hubo muchas alarmas de bombardeo y nos ordenaron dejar la ciudad ese día. Así que a las 7 de esa noche mi padre y mi madre se fueron con nosotros, siete hermanos, dejando dos mayores detrás para luchar. No llevamos ropa pero llevábamos cestas de comida. Ahí había grandes multitudes en la carretera y caminamos toda la noche. A las 5 de la mañana llegamos a Torre del Mar, y descansamos".

"Al mediodía de ese día algunos aviones vinieron y ametrallaron la carretera. Así que nos escondimos en el bosque hasta que se fueron y luego continuamos"

"Al mediodía de ese día algunos aviones vinieron y ametrallaron la carretera. Así que nos escondimos en el bosque hasta que se fueron y luego continuamos. A las 3 en punto las cañoneras Cervera y Canarias enviraron proyectiles contra el puente para cortar nuestro huida. Dispararon a la gente y de nuevo huimos al bosque. Nosotros habíamos perdido algunos miembros de nuestra familia en esos momentos, pero todos nos juntamos en Nerja un poco antes de la medianoche".

"Dormimos dos horas y luego el camino subió y siguió. Pero hubo un camino frente al precipicio llamado Caracolillos, sin bosques para refugiarse, solo la roca desnuda y el camino y el mar. Debimos pasarlo el jueves por la noche cuando el el bombardeo fue más ligero. Nos arrastramos y vi muchos muertos alrededor de la base. Luego estaba cansado y tomé un corté en el bosque y perdí a mi familia. Lloré y corrí por el camino, pero no los volví a ver".

"Ahora no tenía canasta de alimentos, así que estuve muy hambriento, hasta que vi caña de azúcar y naranjas y lechugas en los campos y creí que todo esto debería ser nuestro de todos modos y no está mal tomarlo. Así que chupaba caña de azúcar y naranjas y he vivido así durante tres días. Durante todo el tiempo en que seguía adelante vinieron 10 aviones. Cuando volví del bosque esa vez hubo muchos cuerpos".

”Lo peor de todo fue la noche en que el río rompió los diques bombardeados e inundó la calzada, barriendo a los refugiados en la oscuridad. "No era tan profundo ", dijo Jaime, "pero venia muy rápido".  La gente estaba demasiado cansada para oponerse a la corriente; ellos habrán caminado muchos días. Vi a viejos barridos por la corriente y vi una mujer con un bebé en brazos y el río se lo llevó. La mujer chilló y actuó como si fuera a lanzarse tras el bebe, pero dos los hombres la detuvieron ".

Así informó el pequeño Jaime, sentado en bañador, tranquilo y fresco como un científico haciendo un informe. "Fui al sindicato de mis hermanos en Alicante", agregó, "y así encontré a dos de mis hermanos. Me contaron que mi madre y el padre fueron capturados y llevados a Málaga de nuevo".

"En cuanto a mí, yo quiero tener la oportunidad de estudiar. Para estudiar mucho”, dijo Jaime.

Marcados por la guerra. Éstos eran los niños de la guerra españoles. No hay dos iguales todavía todos marcado por la guerra. Todos ellos hoy tenían un poco de hambre y tendrían hambre el invierno que viene y años después...

Una revista donde escribían los exiliados en Toulousse que dirigía Federica Montseny, Cenit, publico en uno de sus números estos versos, simples y sentidos...

La  España del treintaiseis

se acaba de abrir las venas,

y ayudan a su agonía

largas zarpas extranjeras.

 

Es tiempo horrendo, de sangre,

de savia que cae en la tierra

con sabor de fratricidio:

se han erguido las tinieblas

con despóticos acentos

de azules camisas viejas.

 

En un luminoso pueblo

de Málaga, la muy bella,

la muerte irrumpe en las alas

de cóndores nacis, fieras.

El pueblo, bombardeado,

sin gentes ni aliento queda,

y otro pueblo hospitalario,

parece estar a mil leguas

de quienes huyen buscando

una salvación incierta.

 

En éxodo extenuado,

que Dios, ausente, no vela,

las gentes pasan, cargadas

con sus bultos, con sus penas,

con esperanzas sin nombre

y desgarradas miserias.

Una familia, sin hombres,

sin saber a donde rueda;

Mercedes la del Romero

ve en la tranquila cuneta

sitio propicio al descanso

de aquellos que a andar se niegan.

 

Con Mercedes va la Elvira.

su cuñada, y con ellas,

Paquita. Antonio y Eulalia,

otro que al pecho se aferra

y que son los cuatro hijos

de Juan Romero Contreras.

 

MERCEDES

(Haciendo un alto con su gente, que buen descanso desean)

Aquí nos quedamos, vaya,

que sea lo que Dios quiera,

que el nos proteja si quiere

y a mi que me de mas fuerzas

 

ELVIRA

Di que si, que ya esta una

rota por dentro y por fuera.

 

PAQUITA

Yo quiero dormir, mama,

hasta la muerte, en la hierba.

 

Paco Robles es memorialista, historiador aficionado y buscador de verdades. Secretario CEP de Memoria Histórica del PSOE de Granada y Vocal de la AGRMH.