EDIFICIOS DESAPARECIDOS DEL MAUROR AL CORRAL DE CAUTIVOS

La terrible Picota, la Puerta del Sol y el Campo de los Mártires en el siglo XIX

Cultura - Gabriel Pozo Felguera - Domingo, 4 de Noviembre de 2018
Un reportaje fascinante sobre una historia de Granada que, probablemente, desconozcas. Un elemento aterrador de castigo, el Rollo, que fue instalado en lo que ahora conocemos como el Realejo, y la transformación posterior que sufrió la zona cuando fue retirada, a principios del siglo XIX, centra esta nueva entrega del investigador Gabriel Pozo Felguera. No te lo pierdas.
Los círculos señalan la ubicación de la Bib Mauror (Puerta del Sol), la Picota o Rollo y las mazmorras- Ermita de los Mártires (antecedente del Convento de Carmelitas), según una ilustración de Joris Hoefnagel (1572).
Indegranada
Los círculos señalan la ubicación de la Bib Mauror (Puerta del Sol), la Picota o Rollo y las mazmorras- Ermita de los Mártires (antecedente del Convento de Carmelitas), según una ilustración de Joris Hoefnagel (1572).
  • El Rollo era una columna de piedra con ganchos para colgar miembros amputados o amarrar a delincuentes; fue instalado en el siglo XVI y demolido en 1820

  • La Bib Mauror comunicaba el barrio de los judíos con la Antequeruela; fue derribada en 1867 y dio paso a la Placeta Lavadero el Sol 

  • El comprador del Campo de los Mártires dejó un detallado plano de las arboledas, huertas y edificios cuando comenzó su demolición, en 1842

Granada tuvo su Picota para castigar a delincuentes. Era un elemento más de la Justicia, importado de Castilla a partir de la constitución del primer Cabildo en el año 1500. Aunque en nuestro caso se la conoció con el nombre de Rollo. No sabemos exactamente cuándo fue instalada, pero sí cuándo fue demolida: en 1820. El lugar da nombre a la calle Niño del Rollo. Estuvo situada próxima a la Puerta del Sol; y a la misma distancia del Campo de los Mártires. Estos tres lugares de la parte que corona la Antequeruela y el Realejo desaparecieron o sufrieron profundas modificaciones durante el ajetreado siglo XIX. Conocemos su aspecto gracias a los dibujos, planos y descripciones que dejaron autores locales en la primera revista gráfica de nuestro país, la Ilustración Española y Americana.

Lugares donde estuvieron las tres edificaciones: Bib Mauror (círculo blanco), Picota (flecha amarilla) y Campo de los Mártires-Convento (óvalo rojo y rectángulo).

 

La sublevación de 1499 convirtió a los mudéjares de Granada en moriscos. En 1500 se dieron los primeros pasos para constituir el Concejo o Ayuntamiento, con su corregidor y regidores encargados del gobierno de la ciudad y sus contornos. Adoptaron fueros a imagen y semejanza de las demás ciudades castellanas, pues la intención de los conquistadores era castellanizar Granada. Empezaron por redactar ordenanzas para regular la vida social y económica de la población dual, mudéjar mayoritariamente y castellana en aumento. En 1508 y 1513 aparecieron las primeras ordenanzas reguladoras de oficios y mercados; los Caballeros Veinticuatro (XXIV, los concejales de entonces), continuaron haciendo leyes de ámbito local, que concluyeron con el primer Libro de Ordenanzas de Granada, en 1552.

Picota y rollo viene a ser lo mismo; picota se refiere más a postes de castigo en aldeas y rollos, en villas y ciudades. Lo de rollo deriva por ser postes redondos, similares a un rollizo de madera. Normalmente eran de piedra. Se ubicaban a las entradas de las poblaciones o en lugares concurridos. El objetivo era que sirvieran de advertencia y escarmiento. Picotas y rollos predicaban a los cuatro vientos lo que podría pasarle a aquel que violentase las leyes de los hombres o de Dios

La Real Chancillería venía funcionando desde 1505; la Inquisición se implantó poco después en la ciudad (hacia 1526). Y con la incorporación de las Ordenanzas del Cabildo había muchas faltas y delitos que castigar. La graduación de los castigos tendía a ser proporcional a la gravedad de las conductas; primero se reprendía económicamente; después, con el escarnio o castigo público; con la cárcel o el destierro. Pero sin duda lo que más ejemplarizante y duro era la condena a la Picota o Rollo.

Picota y rollo viene a ser lo mismo; picota se refiere más a postes de castigo en aldeas y rollos, en villas y ciudades. Lo de rollo deriva por ser postes redondos, similares a un rollizo de madera. Normalmente eran de piedra. Se ubicaban a las entradas de las poblaciones o en lugares concurridos. El objetivo era que sirvieran de advertencia y escarmiento. Picotas y rollos predicaban a los cuatro vientos lo que podría pasarle a aquel que violentase las leyes de los hombres o de Dios. De ahí que tuviesen cuatro brazos o ganchos, uno mirando a cada punto cardinal. Aún hoy se pueden ver en infinidad de poblaciones, especialmente de Castilla, algunas reconvertidas en cruces o farolas. Por eso se salvaron de la demolición a partir de ser prohibidas por la Constitución de 1812 (ley de 26 de mayo de 1813).

Rollo o Picota de Cáceres, muy similar a la que tuvo Granada hasta 1820.

En aquellos terribles ganchos de las picotas eran colgadas partes de los cuerpos humanos condenados. Brazos, manos, orejas, dedos… que eran amputados a los malhechores. Allí permanecían hasta que el tiempo o las alimañas acababan con ellos. A las picotas eran amarradas las personas durante las horas o días que determinaba el Juzgado de la Gobernación, para sufrir al sol o al frío por el delito cometido. Algunas picotas fueron escenarios de terribles y sangrientas ejecuciones; no sólo se amarraba a ellas cadáveres enteros, sino que eran descuartizados (literalmente, cuerpos cortados en cuatro trozos) y colgados en los ganchos. Por eso en algunos lugares a las picotas se las denomina rollos o postes de los cuartos. Ciertas órdenes religiosas se encargaban de ir recogiendo esos “cuartos” de ajusticiados y darles sepultura, una vez que sólo quedaban despojos resecos.

La Picota o Rollo de Granada

Castilla fue dotando de sus fueros, ordenanzas y picotas a las tierras de Al-Andalus a medida que las conquistaba. En Sevilla hay referencias de picota hacia el año 1440, situada en la Plaza de San Francisco; el Córdoba se mencionan al menos tres lugares con poste de castigo a mediados del siglo XV: Plaza de la Corredera, Puerta de Hierro y en la Pescadería.

En aquellos terribles ganchos de las picotas eran colgadas partes de los cuerpos humanos condenados. Brazos, manos, orejas, dedos… que eran amputados a los malhechores. Allí permanecían hasta que el tiempo o las alimañas acababan con ellos

Las Capitulaciones de 1491 para la rendición de Granada respetaban las costumbres y gobierno de la sociedad musulmana granadina. Por tanto, no se pensó en instalar picota. Pero cuando los castellanos impusieron su ley y su predominio, se decidió recurrir a instalar lugares de castigo público. Hay referencias a varios sitios de castigo y escarnio público en Bibarrambla, el Humilladero, la explanada del Triunfo, la puerta de la Paja (donde estuvo el cadáver de Abén Abóo)… y el Rollo en la zona de los Mártires.



La Picota o Rollo en la Plataforma de Ambrosio de Vico, dibujada a finales del siglo XVI.

No conocemos con exactitud la fecha en que se decidió la construcción de la Picota de Granada, así como tampoco el grado de uso que se le dio durante su existencia. Lo que sí está claro es que fue una construcción castellana, levantada quizás a partir de las Ordenanzas de 1552. Nunca fue una institución musulmana. Es probable que ya estuviese levantada en 1572, pues en uno de los grabados de Joris Hohefnagel aparece en las inmediaciones de la Alhambra.

No conocemos con exactitud la fecha en que se decidió la construcción de la Picota de Granada, así como tampoco el grado de uso que se le dio durante su existencia. Lo que sí está claro es que fue una construcción castellana, levantada quizás a partir de las Ordenanzas de 1552

Era el mismo poste cuadrado, de piedra sillar, con cuatro brazos de los que salían sus respectivos ganchos. Es seguro que estaba allí hacia 1590, cuando el arquitecto Ambrosio de Vico comenzó a dibujar su famosa Plataforma de Granada (grabada en metal 1611 por Heylan). Se divisa perfectamente entre Torres Bermejas y el Campo de los Mártires, en la zona de las Mazmorras musulmanas. Se aprecia con una basa más ancha, un fuste cuadrado, coronada por una especie de cabeza y al menos dos brazos.

Rafael Eduardo García y López fue un propietario que adquirió el Convento de Carmelitas y las huertas de Los Mártires, en 1842. Inició una importante y agresiva reforma urbana de la zona. Pero lo menciono en esta ocasión por haber escrito una memoria y dibujos del lugar tal como estaban antes de comenzar las demoliciones. Aquel hombre debió ver todavía en pie el Rollo o Picota de Granada para hacer un dibujo tan detallado; su memoria y sus dibujos fueron publicados por la revista La Ilustración Española y Americana (15 de agosto de 1877).

Ya he dicho que picotas y rollos fueron condenados a desaparecer por las Cortes de Cádiz en 1813. No obstante, cuatro años después volvieron a ser toleradas por el absolutista Fernando VII. La mayoría fueron reconvertidas en cruces y de esta forma han conseguido llegar a nuestros días. Pero en 1820, al comienzo del trienio liberal, el Rollo de Granada no corrió la misma suerte, fue convertido en escombros.



Rollo de Granada. Estuvo ubicado en la placeta lateral al Hotel Palace. Dibujo de Rafael E. García López y publicado en 1877 en la Ilustración Española y Americana. Estaba levantado en piedra franca, de basa y fuste cuadrados. Tenía cuatro ganchos para colgar personas o miembros amputados. Lo coronaba una bola que, desde lejos, parecía un niño sobre el rollo. De ahí el nombre de Niño del Rollo.

Sólo nos ha quedado de él su recuerdo por el nombre de la calle donde estuvo ubicado. El Callejón del Niño del Rollo (o Royo). Se trata de la calle que va desde la puerta del Hotel Palace  hasta Torres Bermejas. El Rollo estuvo instalado al comenzar esa calle, frente al actual Carmen del Ronconi. Era un cruce de caminos para la gente que accedía a la Alhambra, al Convento de Carmelitas y a la Dehesa del Generalife. Además, es más que probable que se divisara a lo lejos, desde el Campo del Príncipe.

El nombre del Rollo está claro. Pero no hay certeza en cuanto a lo del Niño. Unas versiones apuntan a que los miembros amputados y colgados eran envueltos en telas y desde lejos asemejaban a un niño liado. En cambio, otros refieren que también desde lejos la bola de piedra que lo coronaba se parecía a la cabeza de un niño.

Los Mártires o Monte Carmelo

El monte y suave llanura que se extiende por encima de la Antequeruela se llamó Ahabul en tiempos nazaritas. La zona estuvo horadada por catorce silos subterráneos, cónicos, que hasta la llegada de los cristianos habían servido como mazmorras. Los prisioneros debieron morir allí como chinches, de ahí que se las llamara Campo de los Mártires. A partir de 1537 empezaron a utilizarlas como escombreras y quedaron cegadas en buena parte. Durante el derrumbe del Convento de los Carmelitas fueron cegadas de cascajo cinco de las mazmorras más próximas. No obstante, en 1864 el Ayuntamiento de la ciudad continuaba concediendo licencias a los constructores para que vaciaran sus escombros en las mazmorras  próximas al Callejón Niño del Royo, señal de que todavía alguna de ellas continuaba sin cegar. En 1877 todavía continuaban abiertas algunas de ellas: una en la Huerta de Porcel, que llamaban de los Murciélagos, con capacidad para albergar a cientos de hombres; había otra llamada de la Muerte, con un tragaluz entre higueras; y una tercera en el huerto de los Mártires.



Campo de los Mártires, 1565. Este dibujo es un apunte que hizo Joris Hoefnagel para después pasarlo a color en sus famosos grabados. Describe una escena frente a la Puerta de los Siete Suelos, con Boabdil rindiendo pleitesía a Fernando el Católico y entregándole las llaves de la Alhambra. Se ven varios agujeros de las mazmorras que horadaban el monte Ahabul  y la primitiva Ermita de los Mártires (E) en el extremo superior. Este grabado es propiedad del Museo Británico.


Las 14 mazmorras y la primitiva ermita de los Mártires, según Jerónimo Munzer (principios del siglo XVI).


El Convento de Carmelitas, sus olivares, alamedas y huertas, en el Plano de Dalmau (1796). Fue el momento de mayor esplendor del cenobio.


Dibujo de Chapuy y Lemercier (1835), justo antes de la desamortización del Convento y Campo de los Mártires. Todavía estaban en pie las tres cruces de la Vía Sacra (actual Paseo de los Mártires), reconvertidas en asientos de piedra. La Picota estuvo situada justo al comienzo de este paseo.


Otra ilustración de 1835, de G. Vivian. Se trata de una vista romántica e idealizada del Convento, tomada desde Peña Partida.


Este dibujo del complejo monacal fue realizado desde el interior de la Alhambra, con la Puerta Siete Suelos a la izquierda.

Los Reyes Católicos ordenaron construir una pequeña ermita, dependiente de la Capilla Real, donde tenía lugar una romería a primeros de agosto en recuerdo precisamente de los martirios cristianos. Hacia 1573, el gobernador de la Alhambra –Conde de Tendilla- concedió un terreno a la comunidad de Carmelitas Descalzos para que levantasen allí su convento, ya que su casa en la Cuesta de Gomérez les resultaba pequeña. A partir de la ermita de los Mártires, los monjes carmelitas, comenzaron a sumar construcciones.

Durante la estancia de San Juan de la Cruz como prior (1582-88) el cenobio era ya un complejo importante, pues poco después fue dibujado por Ambrosio de Vico y ya aparecen la ermita, la iglesia y una casa anexa. También tenían cercada la huerta, un enorme parral y plantado el famoso cedro (atribuido a Juan de la Cruz). Tenía ya el acueducto que traía agua desde la Alhambra –mediante una mina- para regar las huertas y llenar el estanque que hicieron los frailes, en 1587. Y también figura el monumento a la Cruz que había en la explanada de acceso al Convento de Carmelitas.

El entorno fue ordenado mediante un amplio paseo de acceso, con álamos a un lado y olivar al otro. En los accesos comenzaron a aparecer cruces de piedra de Sierra Elvira. En aquella explanada en las inmediaciones de la Puerta de Siete Suelos fue donde tuvo lugar (2 de enero de 1492) la entrega de llaves de Boabdil a Fernando el Católico; una placa instalada en la primigenia ermita de los Mártires así lo recordaba

La comunidad de monjes fue creciendo en número y en poderío económico. Las consecuencias fueron continuas reformas y ampliaciones del complejo monástico. La ermita vieja pasó a ser sala de reuniones y refectorio, levantaron un claustro. Las crónicas de la época lo califican de muy armónico, utilizado posteriormente como modelo para otros claustros construidos por la comunidad carmelita.

El entorno fue ordenado mediante un amplio paseo de acceso, con álamos a un lado y olivar al otro. En los accesos comenzaron a aparecer cruces de piedra de Sierra Elvira. En aquella explanada en las inmediaciones de la Puerta de Siete Suelos fue donde tuvo lugar (2 de enero de 1492) la entrega de llaves de Boabdil a Fernando el Católico; una placa instalada en la primigenia ermita de los Mártires así lo recordaba. La lápida fue guardada en el Ayuntamiento, pero hoy está desaparecida. No obstante, nos queda su texto: “Los Reyes Católicos… aviéndoles entregado en este sitio las llaves de la fortaleça de la Alhambra, a 2 de enero de1492, mandaron labrar en él la primera Iglesia de esta Ciudad, con título de los Santos Mártires…”

Ha quedado abundante información gráfica en planos, dibujos y pinturas de la evolución del lugar y Convento de Carmelitas, a lo largo de los siglos XVII, XVIII y primer tercio del XIX. El primer contratiempo serio para el cenobio llegó en 1810 con la entrada del ejército francés en Granada. El lugar fue considerado de especial interés estratégico para controlar la ciudad y convertido en cuartel-fortificación. Ahí comenzó la ruina del edificio. Seguidamente se destinó a cuartel de soldados inválidos. Todo eran establos y pajares. Pero la comunidad carmelita consiguió regresar a lo que quedaba, hacia 1817. Allí permanecieron hasta la exclaustración de 1835; en aquel momento el grupo de residentes era de 36 hombres, entre legos y religiosos. Fue el principio del fin para el complejo religioso, comenzado a construir ya en 1492 por la ermita.



Plano de cómo estaba la zona en 1842, antes de demoler el Convento de Carmelitas. Dentro de la tapia del Campo de los Mártires se ven el acueducto, el cedro de San Juan de Dios (izquierda), una era de trillar, el estanque, las huertas, el olivar y las edificaciones (Convento, dos claustros, la iglesia con capilla en su brazo izquierdo y un aljibe bajo el coro). Todo ello ocupaba la actual explanada de acceso al Carmen de los Mártires más el palacete y parte del jardín alto). Fue realizado por el comprador de los terrenos y publicado en la Ilustración Española y Americana.

En marzo de 1837, la enorme finca fue troceada, comenzó la subasta. La primera venta afectó al olivar, la casa de labor y a la huerta, donde se ubicaba el famoso cedro de San Juan de Dios. La adquirió Bernardo García, quien, cinco años después, la donó a su hijo Rafael Eduardo García y López. Éste tuvo la precaución de levantar un plano del lugar, tanto de las tierras como de los edificios que formaban el complejo religioso. También hizo una memoria descriptiva. Gracias a él podemos conocer cómo era exactamente el lugar en 1842, ya que publicó parte de este material en La Ilustración Española y Americana.

La cruz monumental frente a la iglesia del Convento y las otras tres que jalonaban el vial de acceso (denominado Vía Sacra) fueron vendidas para cantería y su piedra convertida en bancos y asientos de plazas en calles. Es probable que nos estemos sentando sobre algunas de ellas

La cruz monumental frente a la iglesia del Convento y las otras tres que jalonaban el vial de acceso (denominado Vía Sacra) fueron vendidas para cantería y su piedra convertida en bancos y asientos de plazas en calles. Es probable que nos estemos sentando sobre algunas de ellas. Prosiguió la tala de la alameda. Los siguientes lotes afectaron a partes del Convento: fuentes, losetas, pilares, capiteles. Los edificios cayeron en la más absoluta ruina, por lo que el arquitecto municipal recomendó demolerlo, convertirlo en huertos o, a lo sumo, conservar una mínima parte como villa de recreo. Además, la cerca que levantaron los carmelitas durante siglos estaba ya desmoronada en algunos tramos.

Bernardo García –el comprador de la huerta y olivar- ya venía intentando comprar los edificios desde 1839. Los tasaron en 40.000 reales. No obstante, en la subasta pública de 1842 fue Francisco López Castaño quien se lo adjudicó por 151.000. Su objetivo era reaprovechar los materiales, que fueron redistribuidos por toda Granada. Los huesos de centenares de monjes enterrados allí desde finales del siglo XVI quedaron esparcidos entre los escombros y sepultados. Sólo quedó en pie una parte del noviciado, de cuatro plantas de alzado, que fue adquirido precisamente por el autor del plano de arriba (Rafael Eduardo García y López). En 1849 instalaron una pequeña factoría de vidrio, que duró poquísimo tiempo abierta.

En 1850 se interesó por el lugar el hacendado Juan Manuel Calderón, ya que su casa de la Cuesta de Gomérez se le había quedado pequeña. Demolió todo y aterrazó el solar para iniciar la construcción de lo que después sería el Carmen de la familia Calderón y Vasco. Los escombros que quedaban fueron utilizados para hacer muros y rellenar el paseo de los Mártires (donde actualmente está el Auditorio Manuel de Falla). Allí quedaban todavía algunas cuevas o mazmorras de época musulmana, que acabaron por cegar. En este Carmen nació y vivió el conocido general carlista Carlos Calderón y Vasco.

El epílogo lo puso una agria polémica en los últimos años del franquismo al cederlo el Ayuntamiento para construir un hotel de lujo. La oposición ciudadana acabó por imponerse a un asunto un tanto turbio, pero el Carmen de Calderón-Meersman-Infantado quedó saqueado y semidestrozado. La primera corporación democrática acabó por rehabilitarlo y convertirlo en lo que hoy podemos ver

El resto de la historia ya es suficientemente conocida: en 1891, la familia Calderón vendió su Carmen al industrial belga Huberto Meersman; éste lo vivió, disfrutó y habilitó como museo de antigüedades hasta comienzos de los años treinta del siglo XX, cuando se arruinó y tuvo que venderlo al Duque del Infantado. Posteriormente fue heredado por su hija Sor Cristina de la Cruz de Arteaga y Falguera; ésta barajó la posibilidad de reconvertirlo en convento de monjas jerónimas, su orden, pero en 1958 acabó permutándolo a la ciudad de Granada.

El epílogo lo puso una agria polémica en los últimos años del franquismo al cederlo el Ayuntamiento para construir un hotel de lujo. La oposición ciudadana acabó por imponerse a un asunto un tanto turbio, pero el Carmen de Calderón-Meersman-Infantado quedó saqueado y semidestrozado. La primera corporación democrática acabó por rehabilitarlo y convertirlo en lo que hoy podemos ver.

El famoso cedro de San Juan de Dios y el bosque centenario, que sobrevivieron a todos los sobresaltos del XIX, fueron talados por la empresa S. A. Ifa en 1974. El acueducto y el estanque se salvaron milagrosamente del destrozo.



Dibujo de la Puerta del Sol, antes de su demolición en 1867. LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA.

La desaparecida Puerta del Sol

En la zona que hoy ocupa el Lavadero de la Puerta del Sol se ubicó la Bib Mauror o Puerta del Sol desde época zirí hasta el año 1867, en que las autoridades locales acometieron el derribo de buena parte de las murallas y puertas de Granada. Esta puerta formaba parte del tramo de cerca que unía las tres Torres Bermejas y bajaba buscando el Castillo de Bibataubín.

Se la llamó Puerta del Sol porque miraba al Oriente, su orientación coincidía exactamente con la salida del Sol en el equinoccio de primavera. El otro acceso estaba orientado hacia el Oeste, si bien su estructura tenía la típica forma en zigzag

Se la llamó Puerta del Sol porque miraba al Oriente, su orientación coincidía exactamente con la salida del Sol en el solsticio de verano. El otro acceso estaba orientado hacia el Oeste, si bien su estructura tenía la típica forma en zigzag. Su ubicación correspondía prácticamente con el lugar que ahora ocupa la placeta del Lavadero. En el siglo XIX la calle que atravesaba la Bib Mauror se llamaba Callejón de la Sierra.

La puerta del Mauror ya era mencionada como tal en el año 1144. Encerraba el barrio de los judíos antes de que la población rebasara la muralla zirí. Su construcción era de arco apuntado de ladrillo y bóveda también de ladrillo. Cuando fue demolida en 1867 –para reordenar las calles de la zona- ya se encontraba en estado semi-ruionoso, sin el arco principal.

Conocemos cómo era en su etapa final también a través de un dibujo publicado por la Ilustración Española y Americana, en este caso en el mes de septiembre de 1876, cuando iba a ser derribada. Para entonces ya había perdido la estructura de zigzag de tiempos pretéritos.



Plataforma de Dalmau (1796). En el óvalo amarillo figura la situación de la Puerta del Sol, aún en pie. En el rectángulo blanco señalamos la situación de Torres Bermejas.


Lavadero de la Puerta del Sol, construido con las columnas de un convento desamortizado. Finales del siglo XIX.
Te recomendamos bibliografía si quieres ahndar en lo que te ofrece el reportaje:
 
La transformación urbana de Granada, siglo XIX, de Juan Manuel Barrios Rozúa
- Viaje a los barrios altos de Granada, de Juan Bustos