'Do You Want More?!!!??! El hip hop, ese género inabarcable'

Blog - Un blog para melómanos - Jesús Martínez Sevilla - Miércoles, 9 de Noviembre de 2022
El rapero estadounidense Freddie Gibbs.
El rapero estadounidense Freddie Gibbs.

Hace unas semanas, la gente del podcast Ministerio del Ruido señalaba un dato muy significativo: si nos guiamos por RateYourMusic, la web por excelencia donde los frikis de la música valoran los discos que escuchan, el género que más y mejores álbumes ha generado este año es el hip hop, y concretamente el “conscious hip hop”. Esta segunda etiqueta tiene unas fronteras difusas, y no sirve para reflejar todos los matices que separan, por ejemplo, el visionario e introspectivo trabajo imbuido de jazz de Denzel Curry del sublime clasicismo de Danger Mouse y Black Thought. Pero lo que está claro es que, junto a los trabajos más mainstream que siguen publicando gente como Drake y 21 Savage o los miembros de Migos Quavo y Takeoff (cuya terrible muerte ha sido sin duda la peor noticia de las últimas semanas; descanse en paz), y que hacen unos números espectaculares, hay una cantidad ingente de artistas de distintos niveles de popularidad haciendo hip hop de una calidad altísima.

Pero Freddie siempre es capaz de dar con un nuevo giro, una nueva perspectiva con la que hacer interesantes sus barras

Por tomar solo a dos artistas de los que ya he hablado en alguna ocasión en el blog: el día 30 de septiembre llegaron al mercado los nuevos LPs de Freddie Gibbs y billy woods. El del primero es su primer disco en solitario en cuatro años, pero eso no se debe a que haya estado inactivo. Al contrario, esta ha sido una era dorada para el de Gary, Indiana, gracias a sus impresionantes colaboraciones con dos productores del nivel de Madlib y The Alchemist. Bandana (2019) y Alfredo (2020) fueron dos triunfos absolutos, que situaron a Gibbs como uno de los mejores raperos del momento. Su habilidad técnica, con una variedad de flows tremenda y un control de la voz exquisito, va de la mano de una gran consistencia lírica. Las temáticas suelen ser las mismas: los lujos y la violencia de su vida como narcotraficante, los paralelismos entre esta y su vida como rapero de éxito, su fe en Alá, inquebrantable a pesar de todos los traumas vividos, sus múltiples y efímeras relaciones, su cuestionable forma de entender la paternidad. Pero Freddie siempre es capaz de dar con un nuevo giro, una nueva perspectiva con la que hacer interesantes sus barras.

Esta sigue siendo su principal baza en $oul $old $eparately: nadie podrá negar tras escucharlo que Gibbs está entre los MCs más habilidosos del panorama. Lo que quizás falte en esta ocasión es la consistencia que brindaban a sus proyectos esos productores estrella. No es que la música sea deficiente en su conjunto, pero es cierto que hay gran variabilidad entre instrumentales tan potentes como el de “Couldn't Be Done”, con ese alucinante sample del cantante soul Norman Feels, y algo tan simplón como “Too Much”. Esta última ejemplifica otro de los problemas del álbum: la falta de calidad de las estrofas de los artistas invitados. En este caso es Moneybagg Yo quien no está muy inspirado, pero ni Rick Ross en “Lobster Omellette”, ni Offset en “Pain & Strife”, ni DJ Paul en “PYS” (quizás la canción más mediocre del disco), ni siquiera el gran Pusha T en “Gold Rings” (una verdadera pena, dado que ya sabemos lo bien que combinan sus estilos) están a la altura de un Gibbs inspiradísimo. Solo Scarface en “Recoded” y Anderson .Paak y Raekwon en “Feel No Pain” dan la talla.

Ya sea completando la trilogía prometida con Madlib o en otros trabajos en solitario tratados con un poco más de mimo, seguiré esperando con ganas lo que Gibbs tenga que ofrecer

En cualquier caso, parece que el propio Freddie nos quiere decir que este disco, más que un nuevo reto o un intento de llegar a nuevas cotas artísticas, es una vuelta de honor tras los éxitos de los últimos años. Las bromas insertadas a lo largo del tracklist así lo indican: dibujan un escenario en el que Gibbs está en un suntuoso hotel-casino en Las Vegas, demasiado ocupado en organizar bacanales para atender a sus amigos, a su madre o incluso a Jesucristo en persona (el humorista Slink Johnson le deja un hilarante mensaje en el contestador) y cargando todos sus gastos a la discográfica, que al final corta el grifo hasta que no entregue el álbum. Esto podría ser decepcionante, pero otra forma de verlo es que, incluso cuando se limita a cumplir con obligaciones contractuales, Freddie derrocha calidad a raudales. Ya sea completando la trilogía prometida con Madlib o en otros trabajos en solitario tratados con un poco más de mimo, seguiré esperando con ganas lo que Gibbs tenga que ofrecer.

Portada de Church, de billy woods.

En cuanto a billy woods: no, no es una equivocación; sí, ha sacado otro disco. La prolificidad del neoyorquino (o washingtoniano) es alucinante, sobre todo dado el nivel de calidad tan consistente. Prácticamente se ha convertido en rutina que haya dos álbumes firmados por él (en solitario, en colaboración con gente como Moor Mother o como Armand Hammer, su dúo con ELUCID) cada año, y este no iba a ser una excepción. Tras el excepcional Aethiopes, que nos llegó en abril, este Church viene a confirmar que woods es uno de los artistas esenciales de la nueva ola de hip hop abstracto. Por no decir que se trata de uno de los poetas más originales, oscuros y complejos de la historia del género. Estamos ante dos LPs complementarios: donde Aethiopes se centraba en los efectos del colonialismo sobre la psique de los africanos y afroamericanos, Church explora igualmente el trauma, pero en esta ocasión presta más atención a la devastación que pueden causar las relaciones amorosas y los alienantes efectos del consumo de drogas.

Como de costumbre en las obras de Woods, el tono que predomina es sombrío. Pero esta vez se da una paradoja: hay una melancolía profunda que permea todo el álbum, de forma más marcada que nunca; pero al mismo tiempo, estamos seguramente ante uno de sus discos más accesibles

Probablemente la imagen que mejor sintetiza estos temas sea la que atraviesa “Cossack Wedding”: woods traza un símil entre la dinámica de una relación tóxica y el accidente nuclear de Chernóbil, y la fuerza de la letra se ve intensificada por el poderoso y distorsionado instrumental de Messiah Musik, que se encarga de la producción de todo el disco. Como de costumbre en las obras de woods, el tono que predomina es sombrío. Pero esta vez se da una paradoja: hay una melancolía profunda que permea todo el álbum, de forma más marcada que nunca; pero al mismo tiempo, estamos seguramente ante uno de sus discos más accesibles. La mayoría de los temas cuentan con ganchos y estribillos que combinan la efectividad sonora con la densidad lírica. Por poner un ejemplo entre tantos, el de “Classical Music” es totalmente adictivo, pero al mismo tiempo plantea ya la imagen que ancla su estrofa posterior: la comparación del fracaso de una relación con el fracaso a la hora de tocar un piano (y por supuesto, la base tiene un piano prominente).

Por otra parte, en casi todas las canciones hay referencias al consumo de drogas, desde la inicial “Paraquat”, nombrada así por un pesticida tóxico que se usó para infectar plantaciones de marihuana en los setenta, a “Frankie”, cuya primera mitad consiste en un confuso diálogo sobre los efectos de fumar un tipo de maría concreto. En el momento culminante del álbum, todas estas cuestiones confluyen de forma memorable: “Pollo Rico” tiene un aire funerario con esa única nota de órgano sostenida, y es que parece ser un lamento por una serie de pérdidas (la de una relación amorosa en la primera estrofa, la de un amigo fallecido en el estribillo, la de la ilusión por la revolución política en la segunda estrofa). El estribillo nos cuenta cómo pasó Nochevieja en el hospital con un amigo al que le organizó un festín que incluía champán y marihuana, antes de anunciar subrepticiamente que el amigo finalmente murió (“I hope it's nothing but love in paradise”). Aún más determinante es la droga en “Magdalene”, donde de forma velada se nos dice que la relación que woods intenta revivir estaba totalmente mediada por la cocaína.

El estribillo nos cuenta cómo pasó Nochevieja en el hospital con un amigo al que le organizó un festín que incluía champán y marihuana, antes de anunciar subrepticiamente que el amigo finalmente murió (“I hope it's nothing but love in paradise”)

Hablando de esta última canción, hay que decir que la presencia de ELUCID en este tema, así como en “Fuchsia & Green”, es sin duda uno de los puntos débiles del disco. Los flows del frecuente compañero de woods resultan aquí más forzados y atropellados de lo habitual, y es una pena, porque por lo demás el álbum es tan bueno como Aethiopes, y en algunos sentidos incluso mejor. No hace falta saber quién es Mengistu Haile Mariam para entender lo que nos cuenta “Fever Grass” sobre la historia familiar de woods en Zimbabwe, o para disfrutar del fantástico estribillo de “All Jokes Aside”. Además, el neoyorquino demuestra que no solo sabe escupir barras, sino que además domina el arte del ad-lib: los “she's gone” repetidos como ecos en esta última canción o los hilarantes comentarios durante el estribillo de “Schism” (“I'm just doing my job, man!”, “I can't do your job!”) le dan aún más profundidad a unas letras que sencillamente te dejan con la boca abierta.

Qué decir, pues, del hip hop en la actualidad que no dijera ya hace apenas un par de meses. Quizás simplemente añadir que el volumen de música de calidad en el género es tal que me resulta directamente inabarcable. No he podido comentar en el blog el notable disco de Pusha T, It's Almost Dry, lanzado en abril; en mayo el legendario dúo Black Star sacó su primer disco en veinticuatro años y ni siquiera he podido escucharlo. En septiembre otra figura esencial del hip hop abstracto, Ka, lanzó no uno sino dos LPs que tampoco he tenido tiempo de escuchar pero han sido muy bien recibidos. Y la semana que viene llega la despedida de BROCKHAMPTON: la boy band lanzará su último LP, The Family, el día 17 de noviembre; a ver si mantienen o incluso superan el nivel de ROADRUNNER: NEW LIGHT, NEW MACHINE, del año pasado. El single de adelanto es una auténtica locura, con un vídeo igual de disparatado. En fin, en la medida de lo posible, seguiremos informando.

 

 

 

Imagen de Jesús Martínez Sevilla

(Osuna, 1992) Ursaonense de nacimiento, granaíno de toda la vida. Doctor por la Universidad de Granada, estudia la salud mental desde perspectivas despatologizadoras y transformadoras. Aficionado a la música desde la adolescencia, siempre está investigando nuevos grupos y sonidos. Contacto: jesus.martinez.sevilla@gmail.com