Hospitales: Fusión, fisión y ficción

Blog - Alejandro V. García - Alejandro V. García - Sábado, 15 de Octubre de 2016

He visto los vídeos histriónicos que ha colgado en la Red un tipo, al parecer médico, que se hace llamar Spiriman, con la pretensión de animar a los usuarios de la sanidad a que acudan a la manifestación del domingo a protestar contra la fusión sanitaria, un fenómeno que unos, usando la jerga de los químicos, confunden con la fisión (el acto de dividir en dos un núcleo pesado para liberar más energía), y otros consideran que es pura ficción. Fusión, fisión y ficción sanitarias. Recuerden los conceptos a la hora de discutir.

Pero volvamos a Spiriman, un nombre que recuerda a los personajes de Marvel cruzados con Mortadelo. A este singular estilo de movilización (¿se acuerda alguien de cuando nos echamos a la calle un 15M sin más acicate que nuestra dignidad pisoteada? ¿Imagina alguien un Spiriman levantando a las masas indignadas?) le pongo dos pegas importantes.

La primera es la relativa a la confianza. La credulidad es la virtud más importante que ha convertido en una compañía de peleles a buena parte de nuestra clase política. Las trolas, el fingimiento, la exageración, los tortazos de mentirijilla y otros trucos propios del vodevil han terminado por agotar nuestra credibilidad en los gobernantes. ¿Se puede recobrar la fe de los ciudadanos aunque sea desde la orilla propia con incursiones cómicas propias de estos tiempos de youtuber y famas extravagantes?

La segunda es relativa a la inteligibilidad del mensaje. He visto a Spiriman explicar en una especie de plano con figuras geométricas que representan los hospitales la reordenación sanitaria y no me he enterado de casi nada. ¿Por qué? porque me siento más atraído por la puesta en escena que el mensaje mismo y porque, con tantos pases mágicos sobre el tablero, Spiriman arma un taco de cuidado. Si no fuera porque uno ya conoce el caso, e incluso ha escrito sobre él, con la ayuda de Spiriman estaría más desorientado que antes.

Una vez liquidado Spiriman y por si puede aportar algo al debate expondré un par de reflexiones sobre el controvertido asunto. La primera que la nueva ordenación sanitaria, al menos en sus comienzos, ha aumentado la sensación de desconfianza en un sector ya por sí mismo endeble: la sanidad pública. He tenido la lamentable experiencia de acompañar en los dos últimos meses a sendos familiares a los servicios de urgencias del Virgen de las Nieves y del nuevo hospital y la experiencia ha sido inquietante: horas de espera, cambios de turno, perplejidad, sensación de abandono y desconcierto profundo. En ambos casos el único segmento que parecería no haber perdido la calma era el de recepción, atendido por varias personas, más bien impertérritas, que no tenían inconveniente en animar a los pacientes a quejarse por escrito contra la empresa que les da a ellos de comer.

Sobre la fusión en sí considero que convertir a los taxistas, los conductores de autobús y a los propios pacientes en calificadores médicos en primera instancia, obligándolos a elegir un hospital u otro (es decir, a tomar una dirección u otra) según su intuición, es un retroceso: se empiezan por la automedicación y terminaremos autohospitalizándonos. ¿Cómo no vamos a abaratar la sanidad?

Es verdad que el nuevo hospital es un lujo, un lujo que hay que compartir razonablemente. De otro modo será un fasto infausto. Ha faltado cabeza, mucha cabeza. O quizá, pensándolo bien, que para eso la tenemos, han sobrado cabezas, porque el cúmulo de intereses personales, políticos, sindicales, endogámicos, económicos e industriales que se han prestado a intervenir en la polémica es tan denso que es fácil confundir a los ángeles con los demonios, y al eficaz House con el satánico Doctor No.