'Madre no hay más que una'

Blog - El ojo distraído - Jesús Toral - Viernes, 30 de Abril de 2021
P.V.M.

Nadie puede discutir que la madre, igual que el padre, son referentes fundamentales para las vidas de todos nosotros. Nos alimentan, nos cuidan, se esmeran en darnos la mejor educación posible y son el colchón que siempre está ahí para aplacar nuestros golpes diarios. De hecho, el inicio de la celebración del Día de la Madre se remonta a los honores a la madre de Zeus, Rea, en la Antigua Grecia y se fue adaptando con la llegada del Imperio Romano y de los cristianos, que lo convirtieron en una fiesta en honor a la Virgen María y se estableció el 8 de diciembre, coincidiendo con la Inmaculada Concepción. En España eso cambió en 1965, al trasladarlo al primer domingo del mes de mayo.

Mi madre ya no está entre nosotros. Fue la mejor del mundo, por supuesto. No estudió, no hizo carrera, ni siquiera trabajó fuera de casa después del matrimonio, que con cuidar a cuatro hijos ya tenía tarea suficiente, pero disponía de una intuición desmesurada para ejercer esta labor que iba más allá de los conocimientos que cualquier libro puede contener

Lo cierto es que quizás en otras épocas, la importancia de la madre era el principal motivo de ensalzamiento, pero con la llegada del capitalismo, la publicidad y la venta salvaje han convertido a esta fecha en una fiesta en la que poder sacar más dinero a costa de una figura tan primordial para nuestra vida. Y no es que sea algo malo, es que el mensaje se tergiversa cuando creemos que regalando una colonia estamos cubriendo el cupo.

Mi madre ya no está entre nosotros. Fue la mejor del mundo, por supuesto. No estudió, no hizo carrera, ni siquiera trabajó fuera de casa después del matrimonio, que con cuidar a cuatro hijos ya tenía tarea suficiente, pero disponía de una intuición desmesurada para ejercer esta labor que iba más allá de los conocimientos que cualquier libro puede contener. Por eso, cuando alguien me propone la lectura de algún manual para evitar que el niño llore, o para que sea menos caprichoso, yo siempre pienso que no está mal la ayuda exterior, pero que el mejor consejo que se puede dar a alguien que empieza a ser padre es que recuerde siempre amar a su hijo o hija por encima de todo lo demás. Esa fue la pauta con la que mi propia madre nos educó y la que tengo siempre presente cuando las dificultades se ciernen sobre mi familia. Todos hemos recibido innumerables consejos sobre cómo hacerlo mejor que nuestros padres cuando afrontamos esa tarea: tienes que dejar que llore hasta que se canse, debes evitar que llore demasiado, no le des caprichos, permítele que elija, dale la comida que le gusta, no lo levantes de la mesa hasta que se coma lo que le has puesto aunque no lo quiera… Hay infinidad de teorías y de propuestas, muchas contrapuestas, pero lo cierto es que la mayoría no cuentan con la principal variable de todas: tu propio hijo o hija. Él o ella son únicos, no hay repetición posible, y las normas que funcionan con los demás pueden no servir para el tuyo o la tuya. Así que nos encontraremos con millones de dilemas que nos impedirán tomar la decisión con la certeza de que no nos equivocamos.

¿Y entonces, cómo lo hacemos? Ahí es, a mi parecer, donde el consejo de mi madre es fundamental: el amor

¿Y entonces, cómo lo hacemos? Ahí es, a mi parecer, donde el consejo de mi madre es fundamental: el amor. No se trata tanto de lo que decidimos sino desde dónde lo hacemos. Si conectamos con esa parte que adora a nuestro hijo o hija y determinamos en consecuencia una acción concreta, no erraremos. Y será porque lo haremos desde el corazón. Reconozcámoslo, todos les hemos dado en alguna ocasión lo que pedían con insistencia con tal de no oírles, o para que no provoquen un caos en el restaurante y sabemos que no es lo mejor, pero eso tampoco significa que no debamos hacerlo. Nos equivocaremos cada día en el cuidado de los hijos, porque es inevitable, al igual que lo hacemos en todas las demás facetas de la vida, ¿y qué?, siempre que lo hagamos con el corazón lleno, dará igual, porque acabaremos solucionándolo.

Hay una sabiduría interior propia de todas las madres y padres que nos hace educar a nuestros hijos de la mejor manera posible. De hecho, cuando tenemos la fortuna o la desgracia de que el pequeño es excesivamente travieso y se lo dejamos a unos amigos, comprobamos que con ellos se comportan de otra manera distinta, porque saben quiénes son sus padres y son los únicos ante los que se encuentran lo suficientemente a gusto como para comportarse tal y como son.

No todas las personas, desafortunadamente, tenemos una experiencia tan idílica con nuestros progenitores, es precisamente eso lo que la convierte en aterradora cuando no se corresponde con lo que esperamos: que aquellos en los que más debes confiar se conviertan en quiénes más te hacen sufrir injustificadamente. Yo diría, sin embargo, que incluso los que no tuvieron unos padres a los que admirar, se pasan la vida buscando modelos a seguir y encuentran algún referente al que aprecian como si tuvieran ese mismo vínculo con él.

No todas las personas, desafortunadamente, tenemos una experiencia tan idílica con nuestros progenitores, es precisamente eso lo que la convierte en aterradora cuando no se corresponde con lo que esperamos: que aquellos en los que más debes confiar se conviertan en quiénes más te hacen sufrir injustificadamente

Así que, por más que los sicólogos se enfrasquen en contarnos lo que es correcto o incorrecto a la hora de educar a nuestros hijos, por más que se sigan vendiendo como churros manuales de qué hacer en un caso u otro, lo cierto es que la intuición unida al amor serán siempre las respuestas más idóneas a las preguntas que nos hagamos. Es obvio que en algunos casos es inevitable recurrir a profesionales, que para eso sí que están, pero hay que tener cuidado con hacerles perder la esencia. En los últimos años, la proporción de niños con TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad) ha crecido de forma exponencial. Podría parecer que nuestra forma de vida está provocando que cada vez haya más diagnósticos en este sentido, pero también podría ser que nosotros, los adultos, viéramos muy pronto síntomas anómalos, olvidándonos de que los niños, por naturaleza, son movidos y prestan poca atención a lo que no les interesa. He visto medicar a pequeños que se quedaban semiapagados únicamente porque eran muy activos y la farmacología es útil siempre que sea necesaria, pero su abuso solo conlleva a estigmatizar a esos críos y colocarles en una difícil tesitura ante sus compañeros y amigos.

Dicho todo lo cual, creo que un día para la madre y otro para el padre son tan insuficientes que se quedan en una mera anécdota para acallar nuestra conciencia. Si todos tenemos un espacio en nuestros corazones para nuestros padres, cada día recordaremos lo mucho que estamos agradecidos a la vida por habernos regalado a unos referentes tan admirables y que tanto se han desvivido por convertirnos en lo que somos. Que madre no hay más que una todos somos conscientes, pero tampoco existe más de un padre, por mucho que a veces sea necesario acudir a la ciencia para determinarlo. Así que sirva esto como aplauso a todos los progenitores que no necesitan un día de agradecimiento porque saben que lo que hagan por sus hijos ellos lo volcarán en los suyos.

 

 

 

Imagen de Jesús Toral

Nací en Ordizia (Guipúzcoa) porque allí emigraron mis padres desde Andalucía y después de colaborar con periódicos, radios y agencias vascas, me marché a la aventura, a Madrid. Estuve vinculado a revistas de informática y economía antes de aceptar el reto de ser redactor de informativos de Telecinco Granada. Pasé por Tesis y La Odisea del voluntariado, en Canal 2 Andalucía, volví a la capital de la Alhambra para trabajar en Mira Televisión, antes de regresar a Canal Sur Televisión (Andalucía Directo, Tiene arreglo, La Mañana tiene arreglo y A Diario).