'La neolengua (II)'
Eric Arthur Blair, novelista británico nacido en India y conocido mundialmente por el pseudónimo de George Orwell, nos presentó en algunas de sus obras un mundo distópico al que nos vamos acercando a través del leguaje. Según el autor de Rebelión en la granja o 1984 “controlando el lenguaje puedes controlar el pensamiento. La palabra es el único vehículo de pensamiento del ser humano que si se consigue influir y modificar a placer, puede guiar la conciencia de las personas, sus intereses y sus motivaciones”. ¡Cuánta razón tenía el magnífico autor! Estamos asistiendo, en los últimos, años a tal retorcimiento de las palabras que, en ocasiones, nos induce a la risa y el miedo a partes iguales.
Los tentáculos del transactivismo, movido por enormes cantidades de dinero público y privado, han llegado incluso a la Real Academia de la Lengua que el pasado mes de diciembre aprobó la inclusión del término ‘cisgénero’ en su reputado diccionario
Los tentáculos del transactivismo, movido por enormes cantidades de dinero público y privado, han llegado incluso a la Real Academia de la Lengua que el pasado mes de diciembre aprobó la inclusión del término ‘cisgénero’ en su reputado diccionario. Según este compendio de palabras de nuestro idioma, la nueva entrada significa “dicho de una persona que se siente identificada con su sexo anatómico”. La reacción del feminismo no se ha hecho esperar y ha interpelado a los responsables de tan tradicional institución sobre su conocimiento acerca del rechazo que tal término produce entre las mujeres a la vez que ha mostrado su sorpresa ante la inclusión “acrítica” de esta palabra mientras, sistemáticamente, se opone al predominio del masculino genérico para incluir a hombres y mujeres.
Lo que una gran parte de la ciudadanía ignora es que el término “cis” fue acuñado por Volkman Sigusch, médico, sexólogo y sociólogo alemán defensor de la pedofilia
El término “cisgénero” vuelve a colocar a las mujeres en la otredad y atiende, con su inclusión en el diccionario de la RAE, a las exigencias del 0,1% de la población, las personas trans. Porque, “cisgénero” es lo opuesto a lo “trans” y es una concesión más a la secta cuir en su avance sin freno hacia la eliminación de conceptos relacionados con las mujeres. “Nosotras no somos ‘las no trans’ y no admitimos que nos definan por lo que no somos, no admitimos ser un subgrupo sino casi el 52% del mundo” han señalado desde la Alianza Contra el Borrado de las Mujeres. Lo que una gran parte de la ciudadanía ignora es que el término “cis” fue acuñado por Volkman Sigusch, médico, sexólogo y sociólogo alemán defensor de la pedofilia.
El manejo de la neolengua por quienes defienden el transgenerismo no tiene límites pero sus palabras preferidas son, sin duda, TERF y transfobia. La primera sustituye al feminazi manejado desde la derecha desde hace años y es un acrónimo del término inglés Trans-Exclusionary Radical Feminist, traducido al español como feminista radical trans-excluyente
El manejo de la neolengua por quienes defienden el transgenerismo no tiene límites pero sus palabras preferidas son, sin duda, TERF y transfobia. La primera sustituye al feminazi manejado desde la derecha desde hace años y es un acrónimo del término inglés Trans-Exclusionary Radical Feminist, traducido al español como feminista radical trans-excluyente. Sin duda mucho más cool y ‘moderne’ y sin tufillo a Varón Dandy. Para el término transfobia, entendido como la fobia a las personas trans y aún no incluido en el diccionario de la RAE, su definición puede ser casi infinita porque desde la defensa del transgenerismo la lista de acepciones va sumando explicaciones al mismo ritmo que crecen los delirios de quienes han decidido entrar en la secta. Se puede acusar de transfobia a quienes dicen que el sexo existe, que ser mujer no es un sentimiento o que sólo las hembras adultas de la especie humana son capaces de parir. En el saco de la transfobia también se puede encontrar a las mujeres que hablan de la utilización de las copas menstruales porque los transfemeninos (varones que dicen ser mujeres) no pueden utilizarlas y se sienten ofendidos. Ellos son más de compresas. También es transfobia referirse a la lactancia materna que prefieren denominar ‘lactancia en torso’ para eliminar la palabra madre (algunos varones transfemeninos se colocan pezones de goma para simular estar dando de mamar a un bebé sin tener en cuenta lo dañino que es para la criatura succionar aire). Transfobia es hablar del síndrome premenstrual de las mujeres porque ellos también sienten molestias derivadas de los tratamientos hormonales que consideran similares. Denunciar la violación de la integridad física de las mujeres y niñas que, cada año y por miles, son sometidas a la ablación del clítoris también es transfobia porque el transgenerismo considera que la circuncisión de los varones en algunas culturas es una práctica parecida (aunque no tiene nada que ver).
Y aún hay más. Las lesbianas están siendo linchadas por los transfemeninos lesbianos (varones autoidentificados como mujeres lesbianas) porque no quieren tener relaciones con ‘penes femeninos’. Por supuesto, también las primeras son tránsfobas. Incluso, algunos hombres trans denuncian que no han querido ser atendidos en servicios de ginecología.
Sólo hace falta echar un vistazo a las redes sociales para ver la cantidad de barbaridades surgidas desde el colectivo trans que destilan homofobia y misoginia a raudales
El mundo distópico de Orwell se ha quedado pequeño porque estas realidades han sobrepasado cualquiera de sus obras. Sólo hace falta echar un vistazo a las redes sociales para ver la cantidad de barbaridades surgidas desde el colectivo trans que destilan homofobia y misoginia a raudales. Tras esta ideología se esconde algo mucho más peligroso que es el transhumanismo del que el feminismo lleva ya tiempo advirtiendo. Trocear unos cuerpos para reconstruir otros según los deseos de quienes pongan el dinero necesario para conseguirlo con la ayuda de los avances tecnológicos. La semana pasada, todos los medios de comunicación se hacían eco del primer corazón de un cerdo trasplantado a un humano. Este órgano ha sido suministrado por Revivicor, una empresa de Martine Rothblatt, transfemenino propietario de United Therapeutics y llamado el padre fundador del transhumanismo y el imperio transgénero. Aten cabos.
Si no has tenido la oportunidad de leerlos y quieres volver a hacerlo, estos son otros artículos de Cristina Prieto en este blog, 'Punto de Fuga':
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'La neolengua (I)'
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'Madres protectoras'
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'Un mes'
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'Mujeres de negro'
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'Cultura de la violación'
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'A ritmo de batucada'
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'Hartas'