'Un mes'

Blog - Punto de fuga - Cristina Prieto - Jueves, 30 de Diciembre de 2021
Una mujer, en una de las concentraciones de repulsa del último asesinato machista en Granada.
La Volaera
Una mujer, en una de las concentraciones de repulsa del último asesinato machista en Granada.

Se llamaba Yolanda, tenía 25 años y ha dejado huérfanos a dos menores, una niña y un niño que se suman a los veintiocho más que se han quedado sin madre este año 2021 que está a punto de finalizar. Ella es la número 43 (datos oficiales) en ese conteo incesante de víctimas de violencia machista que alcanza ya las 1.125 desde 2003, año en el que empezaron a contabilizarse. Una lista en la que ninguna quiere estar pero donde sus maltratadores han elegido situarlas al decidir arrebatarles la vida. “No habrá descanso hasta que podamos llegar siempre a tiempo para todas las mujeres. Impliquémonos todos y todas” ha escrito en Twitter la ministra de Igualdad, Irene Montero, al conocerse el fatal destino de Yolanda. En un segundo mensaje en esta red social, la máxima responsable ministerial nos decía, a las mujeres que “extrememos las precauciones”. Debe ser que somos un poco descuidadas y nos dejamos matar. Aunque en partidos políticos diferentes, Montero se asemeja con este tipo de recomendaciones a los autocuidados de Isabel Díaz Ayuso. Se sacuden el polvo, declinan toda responsabilidad y hacen recaer las responsabilidades en una ciudadanía harta ya de consejos, mensajes plantilla y falta de soluciones.

En el caso de la violencia machista es urgente trabajar en los diez ejes de acción del Pacto de Estado contra la Violencia de Género. A muchas mujeres les va la vida en ello, señora Montero

Podríamos pensar que ambas poco pueden hacer desde sus despachos y no es así. Al igual que nos ponemos las mascarillas y hemos acudido masivamente a vacunarnos, también llamamos a la Policía cuando escuchamos gritos al otro lado de la pared de nuestro salón, pero esto no es suficiente y desde los ministerios deben poner en práctica todas las medidas necesarias para proteger a la población. En el caso de la violencia machista es urgente trabajar en los diez ejes de acción del Pacto de Estado contra la Violencia de Género. A muchas mujeres les va la vida en ello, señora Montero. Ponga su reloj en hora porque ha llegado tarde ya varias veces y deje de decirnos que extrememos las precauciones cuando los asesinos, muchas veces, están en nuestro cuarto.

En España una mujer es asesinada por su pareja o ex pareja cada seis días y cada cuatro horas se produce una violación

A modo de ejemplo, sólo en la penúltima semana de este año 2021 que mañana concluye, se han registrado veintinueve agresiones a mujeres en Toledo, Lleida, Zaragoza, Pamplona, Madrid, Castellón, Alicante, Barcelona, Valencia, Murcia, Vigo, Málaga, Sevilla, San Sebastián, Lugo, Orense, Zaragoza, Bilbao y Valladolid. Mujeres acuchilladas, apaleadas, violadas, obligadas a prostituirse, coaccionadas y asesinadas por hombres con edades comprendidas entre los veintidós y los ochenta años. No hay punto geográfico del país libre de violencia machista ni límites de edad para los agresores que, sin embargo, comparten el único objetivo de ejercer toda la maldad posible sobre las mujeres. La recopilación de estos datos que realiza con minuciosidad la periodista de la Agencia Efe Macarena Baena, es sólo una muestra de lo que ocurre a diario porque, según las personas especializadas, los casos reseñados sólo son la punta del iceberg, son los que llegan a través de las denuncias interpuestas en las comisarías de Policía o aquellos derivados del curso de investigaciones para desmantelar redes de trata o esclarecer muertes violentas. Estas mismas fuentes afirman que en España una mujer es asesinada por su pareja o ex pareja cada seis días y que cada cuatro horas se produce una violación.

En ella se recogía la sanción impuesta a un sargento de la Guardia Civil que ayudó a un maltratador a volver a su casa a pesar de haber sido denunciado por su pareja a la que había amenazado con un cuchillo de cocina

Aunque durante los últimos años se han lanzado numerosas campañas contra la violencia machista y la población parece tener cada vez más conciencia sobre la necesidad de combatirla, todo se vuelve un espejismo cuando leemos noticias como la que aparecía en los medios de comunicación el pasado 25 de diciembre, el mismo día de Navidad en el que Yolanda era asesinada. En ella se recogía la sanción impuesta a un sargento de la Guardia Civil que ayudó a un maltratador a volver a su casa a pesar de haber sido denunciado por su pareja a la que había amenazado con un cuchillo de cocina. Según este sargento, su actuación fue un gesto de “humanidad”, la misma que le faltó a este mando de la Guardia Civil para pensar en la víctima. Ella recibió otra paliza de regalo de su humano agresor que aprovechó su vuelta a casa para volver a golpearla. Tampoco reparó el miembro de la Benemérita en que esa mujer había sido declarada en “riesgo extremo” y que contaba con la vigilancia de sus propios compañeros hasta que apareciera su marido, al que él facilitó la entrada.

Un mes de sanción para el sargento que nunca vivirá el pánico que esa mujer sintió al ver atravesar la puerta de su casa a quien quería matarla. Un mes que debería utilizar para reflexionar sobre un comportamiento que podría haber derivado en la víctima número 44 de violencia machista. Un mes que nunca será suficiente castigo para alguien que en vez de proteger a una ciudadana la pone en peligro. Un mes para alguien que demostró tener muy poca humanidad. 

Ni Yolanda ni sus 42 compañeras de la macabra lista de asesinatos machistas de 2021 se comerán mañana las uvas. Habrá treinta niños y niñas que no verán sentada a la mesa a su madre. Y un sargento de la Guardia Civil que tendrá por delante un mes para aprenderse sus nombres.

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Imagen de Cristina Prieto

Madrileña afincada en Andalucía desde 1987, primero en Almería y posteriormente en Granada donde he desarrollado mi carrera profesional como periodista. Me licencié en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, cursé mi suficiencia investigadora en la Universidad de Granada dentro del programa Estudios de la Mujer y leí mi tesis doctoral en la Universidad de Málaga.