'Parannoul gana claridad y pierde encanto'

Blog - Un blog para melómanos - Jesús Martínez Sevilla - Miércoles, 8 de Febrero de 2023
Parannoul – 'After the Magic'.
Portada de 'After the Magic', de Parannoul.
Indegranada
Portada de 'After the Magic', de Parannoul.

Dice un filósofo surcoreano de cuyo nombre no quiero acordarme que vivimos en la sociedad de la transparencia. El concepto de “transparencia”, aplicado tanto a la gestión pública como a la privada, goza de muy buena fama, pero sus efectos en nuestras vidas personales pueden ser perversos: ser transparente es negarse la posibilidad del secreto, de la intimidad, es divulgar todo a los cuatro vientos en aras de tener “visibilidad”, otro valor esencial en tiempos de economía de la atención y redes sociales. En el contexto la industria musical, esto se convierte en una nueva dimensión de su maquinaria publicitaria: existe una presión implícita (e incluso a veces explícita, según denuncian ciertas artistas de gran proyección) por tener presencia en redes como forma de promoción, y es que se han convertido en una herramienta básica para la industria, que se ahorra con ello ingentes cantidades de dinero en promo. Cuanto más divulgues tu intimidad en Instagram y TikTok, cuanto más interactúes con tus fans por ese medio, más fácil lo tendrás en la música de hoy.

El coreano Parannoul no tiene la menor intención de entrar a ese juego, y por el momento le está yendo de maravilla

El coreano Parannoul no tiene la menor intención de entrar a ese juego, y por el momento le está yendo de maravilla. Pese a su extremado secretismo, su segundo LP, To See the Next Part of the Dream, uno de mis discos favoritos de 2021, le colocó como uno de los artistas de shoegaze más relevantes de la actualidad. Desde entonces, ha lanzado un EP colaborativo con su compatriota Asian Glow y un LP a tres bandas con este y con la brasileña Sonhos Tomam Conta, y sus trabajos han sido reseñados nada menos que en Pitchfork, pero seguimos sin saber nada de quién se esconde tras el nombre. Esto no ha impedido que su tercer LP, After the Magic, viniese rodeado de un hype considerable. Yo mismo me moría de ganas por escuchar nueva música del coreano (asumo, por su voz y la perspectiva de sus letras, que es un hombre, pero me puedo equivocar): quería más de esas texturas extremas y como irreales, de esas grandiosas melodías pop asfixiadas por el ruido. Las críticas están siendo muy positivas, y el disco ya está en el primer puesto de los discos del año de RateYourMusic.

¿Por qué, entonces, ha sido un álbum algo decepcionante para mí? Creo que tienen mucho que ver esas texturas a las que antes me refería – o más bien su ausencia. La inmensa mayoría de lo que se escucha en su anterior LP no salía de instrumentos reales, sino que eran sonidos digitales. Esto pudo deberse a limitaciones técnicas o a una elección artística, pero el caso es que dio lugar a una estética muy particular. No solo era ruidista, como todo buen disco de shoegaze, sino que además ese ruido estaba tan manipulado que parecía uno de esos “deep fried memes” pasados por mil filtros hasta que la imagen apenas es reconocible. Esto complementaba el carácter escapista y nostálgico de las letras: Parannoul parecía estar diciéndonos que ese filtro con el que miraba al pasado era falso, una distorsión, y que lo único real era el dolor que le llevaba a fantasear con otros tiempos. After the Magic, en contraste, se abre con “Polaris”, donde una guitarra acústica completamente real y (¡ay!) banal se combina con una percusión programada y unos sintes que en conjunto generan auténtica grima.

Pero este sentimentalismo me chirría mucho más cuando la estética sonora es tan convencional; de repente, sus viñetas de joven adulto que se resiste a crecer me resultan burdas y algo ridículas

Hay otras muchas decisiones de producción difíciles de comprender: el uso de un vocoder en la voz en “Sketchbook”, el riff de guitarra country-pop de “Imagination”, el largo y disperso pasaje instrumental en “Sound Inside Me, Waves Inside You”, casi todo en la instrumentación de “After the Magic”... Pero yendo más allá de estos momentos particulares, el problema general es que la frecuente aparición de cuerdas y el uso más prominente del piano y la guitarra acústica dan al disco un punto más orgánico que, la verdad, no le sienta bien a la música del coreano. Esto se hace aún más obvio al leer las traducciones de sus letras. No es ninguna novedad que sean sentimentaloides: esta ha sido siempre su seña de identidad. Pero este sentimentalismo me chirría mucho más cuando la estética sonora es tan convencional; de repente, sus viñetas de joven adulto que se resiste a crecer me resultan burdas y algo ridículas.

Dicho lo cual, no es que se trate de un disco de pop mainstream precisamente: sigue habiendo guitarras distorsionadas y baterías atronadoras, y en general suenan muy bien

Dicho lo cual, no es que se trate de un disco de pop mainstream precisamente: sigue habiendo guitarras distorsionadas y baterías atronadoras, y en general suenan muy bien. Hay muchos momentos desperdigados por todo el álbum que merecen la pena, aunque diría que los más interesantes están concentrados en tres maravillosas canciones consecutivas. “Arrival” es una de las mejores canciones de la carrera del coreano, y funciona como la “White Ceiling” de este álbum. En su primera fase, Parannoul consigue superponer todos los sonidos e instrumentos que emplea a lo largo del álbum en una combinación maravillosa (ojo a lo bien que complementan la trompeta y el xilófono al brutal sonido de la batería y las guitarras). Mientras tanto, su segunda mitad se centra en un riff de guitarra repetido hasta el paroxismo mientras el ruido aumenta sin cesar a su alrededor. El caos desatado es absolutamente delicioso. Por su parte, “We Shine at Night” y “Parade” me parecen los mejores ejemplos de cómo hacer que esos sonidos acústicos tomen protagonismo sin sacrificar la crudeza que hace especial su música (¡los gritos al final de la primera de ellas!); además de que seguramente son las mejores composiciones del álbum.

Debo decir, no obstante, que fuera de estos tres cortes absolutamente alucinantes no hay canciones que me atrapen del todo, que me inviten a la escucha repetida o a tararear sus melodías

Debo decir, no obstante, que fuera de estos tres cortes absolutamente alucinantes no hay canciones que me atrapen del todo, que me inviten a la escucha repetida o a tararear sus melodías. Hay algunos pasajes icónicos: el final de “Blossom”, o el momento en que entra esa batería tan frenética y crujiente en “Insomnia”. Pero en general están rodeados de otros momentos en que me viene una mueca a la cara. Y el caso es que no parece en absoluto que este giro responda a un deseo de hacer su música más accesible a un público mainstream, pero al mismo tiempo él parecía saber los riesgos que corría: según ha dicho en un escueto comunicado, “este álbum no es lo que esperabais, sino lo que siempre quise”. Así pues, quizás la cuestión sea que las limitaciones técnicas a las que se enfrentaba antes eran más bien una bendición. Ahora, libre de ellas, diría que una parte importante de la magia de su música se ha perdido. El personaje Parannoul sigue siendo igual de oscuro, pero su sonido es ahora más transparente, y eso lo hace menos especial.

Puntuación: 7.1/10

Imagen de Jesús Martínez Sevilla

(Osuna, 1992) Ursaonense de nacimiento, granaíno de toda la vida. Doctor por la Universidad de Granada, estudia la salud mental desde perspectivas despatologizadoras y transformadoras. Aficionado a la música desde la adolescencia, siempre está investigando nuevos grupos y sonidos. Contacto: jesus.martinez.sevilla@gmail.com