'El pop intransigente de Ethel Cain'

Blog - Un blog para melómanos - Jesús Martínez Sevilla - Miércoles, 17 de Septiembre de 2025
Ethel Cain – 'Willoughby Tucker, I'll Always Love You'.
Portada de 'Willoughby Tucker, I'll Always Love You', de Ethel Cain.
Discos Marcapasos.
Portada de 'Willoughby Tucker, I'll Always Love You', de Ethel Cain.

Diría que uno de los cambios más interesantes que se han producido en el pop en tiempos recientes, con la aparición en escena de la generación Z, es el surgimiento de nuevos modelos, más abiertos y diversos, de lo que puede ser una estrella del pop. Evidentemente, la que abrió el camino fue Billie Eilish, quien siendo aún adolescente arrasó con una imagen, unas influencias sonoras y un planteamiento de su carrera radicalmente diferente al estándar. En tiempos más recientes, hay que hablar de fenómenos como el de Charli XCX y su BRAT (2024), que han vuelto a acercar el pop hacia la electrónica, o de la gran Chappell Roan, que se ha ganado al público saturando su música del dramatismo de la estética queer y el deseo lésbico. No solo eso, sino que ha demostrado ser una valiente portavoz para posturas políticas que, en EE.UU., son consideradas más bien radicales. Esta franqueza y osadía parece una marca generacional, ya que incluso alguien con un perfil político más bajo, como Olivia Rodrigo, han llevado a cabo actos potentes en favor de los derechos reproductivos de las mujeres en EE.UU.

Esta actitud intransigente también es extensiva a la recepción de su música, como ya expresó en octubre pasado cuando se quejó de que las reacciones del público a su obra siempre pasasen por la broma, el meme y la ironía

Todo esto palidece, no obstante, al lado de lo de Ethel Cain. Esta cantante, criada en una familia religiosa del Sur del país norteamericano, saltó a la fama en 2022 con Preacher's Daughter, un álbum donde la belleza etérea del dream pop colisionaba con una crudeza narrativa propia del gótico sureño, y que se convirtió en un inesperado éxito, siendo el primer disco de una artista trans en llegar al top 10 del Billboard. Pero Hayden Silas Anhedönia (el nombre real tras el alias Ethel Cain) ha copado aún más titulares por sus declaraciones públicas que por su música. Por poner el ejemplo más llamativo, en enero pasado afirmó y después defendió que habría que matar a más CEOs. No era la primera vez que desataba una polémica, ni sería la última, y si algo ha demostrado es que no tiene pelos en la lengua. Esta actitud intransigente también es extensiva a la recepción de su música, como ya expresó en octubre pasado cuando se quejó de que las reacciones del público a su obra siempre pasasen por la broma, el meme y la ironía.

Lo que no sabía entonces es que había otro disco en camino, una precuela a la historia de Preacher's Daughter con un sonido más coherente con el de aquel

La contundencia de sus palabras se refleja en las audaces decisiones profesionales que ha tomado. A principios de enero, poco después de expresar sus quejas por la recepción de su música, Cain dio la bienvenida al 2025 lanzando Perverts, un supuesto EP compuesto por nueve canciones que sumaban nada menos que 90 minutos, donde no había ni rastro del gancho pop que la había encumbrado. En su lugar, había oscuras y dilatadas composiciones de ambient drone que parecían diseñadas justamente para espantar a sus oyentes menos sofisticados. En concordancia, la recepción crítica de aquel proyecto fue, en líneas generales, excelente. Yo, sin embargo, no le vi la gracia por ningún lado: para mí no había magia ni sutileza en estos temas, solo aburrimiento y cierta sensación de que quizás el espíritu beligerante de Cain estaba tomando preeminencia sobre el cuidado para con su música. Lo que no sabía entonces es que había otro disco en camino, una precuela a la historia de Preacher's Daughter con un sonido más coherente con el de aquel.

Escuchando los singles, no es difícil entender por qué: “Nettles” suena de maravilla con su instrumentación propia del country (violín, slide guitar, banjo) y tiene un desarrollo impecable a lo largo de sus ocho minutos, llegando a un clímax precioso

En efecto, en agosto llegaría Willoughby Tucker, I'll Always Love You, que ha sido recibido con júbilo por su público y buena parte de la crítica. Escuchando los singles, no es difícil entender por qué: “Nettles” suena de maravilla con su instrumentación propia del country (violín, slide guitar, banjo) y tiene un desarrollo impecable a lo largo de sus ocho minutos, llegando a un clímax precioso. “Fuck Me Eyes”, por su parte, consigue emplear la paleta sonora del synth-pop, pero ralentizando la euforia propia del género hasta un ritmo moroso que atrapa por completo. En general, Anhedönia demuestra tener una gran voz, con una sorprendente habilidad para crear ganchos inesperados: el momento del estribillo de “Dust Bowl” en que se queda trabada repitiendo una sílaba está tatuado en mi cerebro. Y, desde luego, su estilo como letrista tiene mucho que ver con su éxito: las mejores canciones de este álbum, que tienen un atractivo pop innegable, dibujan a personajes inmediatamente reconocibles que viven un amor adolescente, solo que ese amor tiene un final brutal y violento. Es como el reverso oscuro del estilo que dio la fama a Taylor Swift o una versión más pegadiza y, a la vez, más poética de las tristes e íntimas historias de Phoebe Bridgers.

Aunque sus temas más pop tengan un atractivo obvio, el disco en general está marcado por la afectada lentitud del slowcore más radical.

Pese a esta descripción, sería un error pensar que Cain se ha rendido a las presiones por hacer su música más accesible: el disco dura casi una hora y cuarto, sus dos últimas canciones se van por encima de los diez minutos y hay nada menos que tres interludios instrumentales de más de cinco minutos cada uno. Y es que, aunque sus temas más pop tengan un atractivo obvio, el disco en general está marcado por la afectada lentitud del slowcore más radical. De este modo, por más que los cortes instrumentales que aparecen aquí me resulten infinitamente más interesantes que los de Perverts, el alargamiento extremo del tracklist tiene como resultado que el álbum pierda empaque, especialmente en los últimos temas. Cain juega con estilos donde la precisión es esencial, y si bien los arreglos generalmente demuestran un muy buen gusto y la producción (a cargo de la propia artista) es de calidad, canciones como “A Knock at the Door”, “Tempest” o “Waco, Texas” simplemente no tienen la calidad compositiva para brillar en estas versiones tan extensas. En fin, que no todo el mundo puede hacer lo que hacían Low y salir airosos.

Me parece un disco algo desigual, con unas cimas tan poderosas que sus profundos valles son aún más pronunciados

Así pues, Willoughby Tucker, I'll Always Love You me parece un disco algo desigual, con unas cimas tan poderosas que sus profundos valles son aún más pronunciados. Como demuestran las obsesivas interpretaciones de sus letras por parte de sus fans más leales, la capacidad de Cain para el worldbuilding es indiscutible. Pero eso también hace que el tedio que se apodera de mí por momentos (¿quién necesitaba la nada absoluta que es “Radio Towers”?) resulte más doloroso, porque me impide dejarme llevar por completo por una historia con una textura muy real. Con todo, debo decir que, aunque no haya dado en el clavo, en mi opinión, este LP no deja dudas sobre el talento que posee en múltiples aspectos. No solo eso: su actitud tajante, aunque por momentos pueda llegar a cansar y bordear la pose, resulta refrescante en un mundo del pop que aún sigue lleno de declaraciones medidas y disculpas redactadas por equipos de relaciones públicas. Quizás Ethel Cain no sea la estrella del pop merecemos, pero sí la que necesitamos.

Imagen de Jesús Martínez Sevilla

(Osuna, 1992) Ursaonense de nacimiento, granaíno de toda la vida. Doctor por la Universidad de Granada, estudia la salud mental desde perspectivas despatologizadoras y transformadoras. Aficionado a la música desde la adolescencia, siempre está investigando nuevos grupos y sonidos. Contacto: jesus.martinez.sevilla@gmail.com