¿Qué quieren decir?

Blog - El camino equivocado - Guillermo Ortega - Jueves, 19 de Mayo de 2016
Miguel Ríos.
planmusical.com
Miguel Ríos.

Vuelvo sobre mis pasos. En un artículo publicado en esta insigne web allá por septiembre del año pasado y que se tituló ‘Inventen la letra’, expuse la teoría de que, para soltar una frase grandilocuente pero sin sentido, un topicazo de tamaño XXL, una obviedad solemnizada o directamente un esparpucho como la copa de un pino, mejor era recurrir a la onomatopeya y tirar palante, una fórmula que, por cierto, ha proporcionado auténticos éxitos. Mencioné, lo recuerdo, hitos como Achilipú, El Porompompero o hasta el La la la, incontestables hits en el panorama musical patrio.

Días atrás, a falta de mejores cosas en qué ocupar mi tiempo, me puse a buscar ejemplos de artistas a los que ese bienintencionado consejo mío les llega tarde. En el pop en castellano, hora es ya de decirlo, hay parrafadas tremebundas, cosas que ponen la piel de gallina a cualquier persona con un mínimo de sensibilidad. Por suerte para los autores de esas canciones y para quienes las interpretan, el público, así en general, no suele fijarse mucho en esas cosas, se queda con el conjunto. Y es una buena idea, porque analizar según qué cosas no puede sino desembocar en un largo número de enfermedades mentales, comenzando por la paranoia y la depresión.

Porque a ver si no conduce al desasosiego más terrible entrar con detenimiento en lo que dice la canción ‘Soy rebelde’, de Jeanette. Pongámonos en situación: esa chica de aspecto aniñado te fija su triste mirada directamente a los ojos y te canta esto: “Yo soy rebelde porque siempre y sin razón, me negaron todo aquello que pedí, y me dieron solamente incomprensión”.

Atiendan bien: a esa criatura le negaron “siempre y sin razón” todo aquello que pidió. Y cuando dice todo quiere decir todo, desde una muñeca a salir con sus amigas al cine. Hace falta ser cabrón, no me digan. Para empeorar aún más las cosas, cuando la chiquilla pidió explicaciones no las recibió: solamente se llevó una dosis tras otra de incomprensión. La canción no lo especifica, pero fijo que esa niña terminó siendo carne de psiquiatra, si es que no se suicidó.

Miguel Ríos tiró a base de bien de buenrollismo (antes aún de que se acuñara esa expresión) en una de las canciones que más fama le han dado. Se trata de ‘Bienvenidos’, la copla con la que arranca su celebérrimo ‘Rock and Ríos’ y con la que ha iniciado cientos de conciertos desde que se publicara, allá por 1982.

Atrapados por ese riff guitarrero, esa voz amistosa y esos gritos complementarios con los que el rockero hispano por antonomasia armó la canción, los fans probablemente no se percataron del contenido de uno de sus párrafos. Éste, en concreto:

“Necesitamos muchas manos, pero sólo un corazón para poder intentar el exorcismo. Abrid vuestras mentes, llenadlas con un soplo de rock que desaloje los fantasmas cotidianos”.

Tócate los cojones.

A ver, Miguel, querido: lo de desalojar los fantasmas cotidianos está un poco pillado por los pelos pero, como metáfora, puede colar. Ahora bien: ¿qué es lo que hay que exorcizar, o al menos intentarlo? ¿Y para eso necesitas muchas manos pero un solo corazón?

En fin, dejémoslo ahí y vayamos con Barón Rojo, del que ya escribí hace poco que sus dos primeros discos me parecen salvables pero también que sus letras no han aguantado bien los años. Alguna ni siquiera soportó los diez minutos siguientes, de hecho. Pero en vez de tirar ese folio a la basura e intentarlo de otra manera, pensaron que estaba bien como estaba y lanzaron a los cuatro vientos lo siguiente:

“Suelo concebir el satánico plan de tocar mi guitarra a volumen brutal. Inexorablemente la gente de ciencia piensa que es un ataque contra la convivencia. Yo no sé pronunciar un discurso, ni tampoco ser persona formal. Yo acostumbro a estar en la carretera casi al margen de la justicia estatal”.

Tócate los cojones, otra vez.

Habría tantas cosas que diseccionar ahí que mejor sería ni entrar. Aunque no puedo resistirme a exponer un par de dudas: ¿Sólo la gente de ciencia piensa que es un ataque contra la convivencia ese satánico plan al que aludís? ¿La gente de letras lo ve bien? Y por otro lado: ¿Qué quiere decir exactamente estar “casi al margen” de la justicia estatal? ¿Únicamente os referís a la estatal? Citando a Rajoy: ¿Y la europea?

Un cuarto ejemplo nos lleva al terreno filosófico-intenso de Radio Futura. Las entrevistas con los hermanos Auserón, y leí varias en su momento, eran difíciles de descifrar, había que tener un nivel. Las canciones, tres cuartos de lo mismo.

Casos hay muchos. Podríamos plantearnos qué esconde eso de que “vas por ahí sin prestar atención y cae sobre ti una maldición” que se cuenta en ‘Escuela de calor’, pero preferible es centrarse en el contenido de ‘Han caído los dos’, un tema con unas guitarras fantásticas, francamente bueno, en el que, por lo que nos atañe, la banda da el do de pecho. Presten atención:

“Han caído los dos cual soldados fulminados al suelo. Y ahora están atrapados los dos en la misma prisión, vigilados por el ojo incansable del deseo voraz, sometidos a una insoportable tensión de silencio. Antes eran dos barcos sin rumbo, hoy son dos marionetas que van persiguiendo una luz cegadora por la línea del tiempo. Han caído los dos en la boca de un dios tenebroso que sonríe mostrando sus dientes de acero”.

Vale, ciertamente es un retrato muy poético de un par de muchachos, quiero suponer que amigos desde la infancia, que terminan cayendo en los brazos de la heroína. Pero entre eso y el “los dos chaveas están enganchaos hasta las trancas” que hubieran podido escribir Camela, hay una gama de grises de la que podrían haber tirado, digo yo.

El campo es más amplio de lo que parece, pero lo dejo ahí porque como muestra ya vale. Si este blog aspira a ser un medio interactivo (y aspira a ello, pueden creerme), lo suyo es que ustedes, que tienen a bien leerme, aporten algún caso emblemático, alguna canción que se hayan tomado la molestia de analizar sin sacar nada en claro. No para que yo arroje una luz cegadora sobre sus tinieblas, porque ya están viendo que soy el primero que no me entero de nada, pero sí para que, entre todos, podamos tratar de escudriñar en esos enigmas y encontrar finalmente respuestas. O como habría cantado Miguel Ríos, para poder intentar el exorcismo.

 
Imagen de Guillermo Ortega

Guillermo Ortega Lupiáñez (Algeciras, 1966) es licenciado en Periodismo. Empezó a trabajar en 1990 en el desaparecido Diario 16 y después pasó a Europa Sur y Granada Hoy. También lo hizo durante un breve periodo en la Ser y colaboró en El Mundo, Ideal y ABC. Durante algo más de un año fue columnista en Granadaimedia. Ha sido encargado de prensa en los grupos municipales de UPyD y Ciudadanos en Granada y ahora trabaja en prensa del PP. Ha publicado cuatro libros: Cuentos de Rock (2008), Los Cadáveres Exquisitos (2012), Horas Contadas (2014) y La vida sí que es una pelea (2016).