Sentencias para ordenar una vida

Blog - La soportable levedad - Francis Fernández - Domingo, 2 de Febrero de 2020
Un fotograma de la serie Chernobyl de HBO y Sky.
Un fotograma de la serie Chernobyl de HBO y Sky.
'La felicidad de tu vida depende de la calidad de tus pensamientos'. Marco Aurelio

Visto lo visto por el espectáculo de insultos, improperios, mala educación y comportamientos de los que se avergonzaría hasta un niño en el parvulario, es difícil creer que se pueda ostentar una alta responsabilidad pública, con un poder casi absoluto, dominar la vida de todo un imperio en pleno apogeo, y sin embargo demostrar una integridad ética y un discernimiento moral tan completo y complejo como en su momento representó Marco Aurelio, emperador de la todopoderosa Roma en un mandato que duró 19 años( 161-180 d. J.C.). El filósofo emperador no solo nos mostró con el ejemplo como ética y poder político pueden convivir en armonía, siempre que te mantengas fiel a unos principios éticos coherentes, sino que a su vez nos legó un manual para ordenar nuestra vida, unos consejos formulados en sencillas sentencias, con una riqueza ética cuyo brillo aún perdura casi dos mil años después. No sabemos si el autor quería que se publicaran o no tras su muerte, o si realmente escribió este diario con ello en mente,  pues se aproxima el texto más a un dialogo interno, consejos que se da a sí mismo a la hora de ejercer el poder o de tratar a los demás, que a un manual pensado para dar consejos que no se practican, como vemos hoy día en tantos gurús artificiales que pretenden vendernos espuma.

Ante el desconcierto que nos paraliza, incapaces de comprender un mundo donde la generosidad y el altruismo son considerados ejemplos de debilidad, donde el griterío avalado por el egoísmo de unos pocos, enarbolando la sinrazón como bandera, se ha apoderado del deambular cotidiano de nuestra sociedad

Píldoras de sabiduría, medicina para almas atribuladas, ante el desconcierto de una vida desordenada por la brutalidad que a veces nos reserva la implacable naturaleza, donde no importa que seas rico o pobre ante determinados infortunios. Ante el desconcierto que nos paraliza, incapaces de comprender un mundo donde la generosidad y el altruismo son considerados ejemplos de debilidad, donde el griterío avalado por el egoísmo de unos pocos, enarbolando la sinrazón como bandera, se ha apoderado del deambular cotidiano de nuestra sociedad. Ante el desconcierto, la desorientación de los golpes que nos da la vida, o ante aquellas actitudes que no comprendemos, por su intolerancia, por su brutalidad, siempre podemos volver a la sabiduría de quien supo dominar el caos que se apodera de la vida y ofrecernos serenidad.

Ante tanto ruido y tanta maldad con la que nos encontramos y no sabemos qué hacer, nos ofrece una sentencia que lo dice todo: Una buena manera de defenderte de ellos es no parecerte a ellos. Cuantas veces caemos en el error de dejarnos arrastrar al fango de los que enlodan todo, y respondemos con maldad a la maldad. Por muy humano que sea ese revanchismo, ante el que nos agrede de una o mil formas, ya habremos perdido si nos convertimos en aquel que actúa con tal vileza. Las Meditaciones de Marco Aurelio son un libro clave para todo aquel que en época de crisis, personal, política o social, desee un ancla, que le ayude a serenarse y encontrar una brújula moral, que le proporcione algo de orden y tranquilidad. Si somos capaces de encontrar fortaleza en nuestro interior, y ese y no otro es el objetivo principal de este manual estoico, de arroparnos con una serenidad intima, nada podrá hacernos daño. De tal manera, que así protegidos con el barniz de la sensatez de la razón, seremos capaces de afrontar cualquier oleaje salvaje que la vida nos arroje encima. A través de sus páginas, de la meditada lectura de sus sentencias para ordenar una vida, la nuestra, encontramos consejos que nos animan a nunca renunciar, como cínicos amargados, a la sociabilidad, a encontrar en el calor humano confort, siempre que actuemos con honestidad y honorabilidad en el trato con los demás.

Hemos de aprender el valor de renunciar a todo aquello que no nos aporta nada, que no es parte integral de aquello que somos, como cualquier regalía material, ese último modelo de coche, de móvil, de reloj, muestra más de vanidad que de necesidad

Hemos de aprender el valor de renunciar a todo aquello que no nos aporta nada, que no es parte integral de aquello que somos, como cualquier regalía material, ese último modelo de coche, de móvil, de reloj, muestra más de vanidad que de necesidad. Qué necesidad hay de sacrificar el presente en aras a buscar una popularidad ilusoria. Podemos hablar de poder político, de las relaciones en el trabajo, en la familia o en la pareja, y desde luego en las redes sociales, donde compartir nuestra vida poco tiene que ver con la sociabilidad sana, sino con la búsqueda fácil del aplauso o la necesidad espuria de llamar la atención. En los doce libros, escritos originalmente en griego, no en latín, con formato de aforismos, el emperador nos anima a la generosidad y a perdonar ofensas: es propio del hombre, particular don suyo, el amar aun a los que le ofenden; esto se hará si al mismo tiempo se nos ofreciere que son también de nuestra misma naturaleza, y que pecan por ignorancia y como forzados; además de que, lo mismo nosotros que ellos, moriremos dentro de poco tiempo, y sobre todo que ningún daño nos han hecho, puesto que nuestra alma no ha sido peor de lo que era antes. En tan breve sentencia está una de las claves de la serenidad ante el desorden de las emociones que nos provocan acciones ajenas, por propia definición incontrolables, pues no podemos controlar las acciones de los demás.  Tres sencillos consejos; darnos cuenta que por mucho que se crean superiores por raza, dinero, o lo que sea, todos somos en el fondo iguales. Que si son, por ejemplo, racistas, lo que debe es entristecernos su ignorancia, y por último, que por mucho que nos digan, nos critiquen, insulten, traten de menospreciarnos, nada de eso nos afecta, pues no cambia aquello que realmente somos.

En las sentencias de Marco Aurelio un sentimiento inunda todo, el de servicio público. Especialmente dedicado a aquellos a los que como a él mismo el destino les ha puesto en sus manos ejercer responsabilidades que afectan a las vidas de los demás. En nosotros, todos, encontramos en nuestro interior la guía que nos ofrece la razón, y no seguirla no solo es irracional, es inmoral. La moral está íntimamente relacionada con el deber de comportarnos con ciudadanos dignos de tal nombre, y aquellos que poseen más responsabilidades, más obligaciones morales tienen. Más responsabilidad de actuar conforme a los dictados de la razón. No puede haber peor líder que el que se deja llevar por las emociones, por sentimientos desbordados, por venganzas, por bajos instintos. O como desgraciadamente vemos en tantos liderazgos políticos hoy día, no por vociferar más, más razón tendrás.

Hoy día superadas supersticiones y mitos del pasado, diríamos aquello de que no somos más que polvo de estrellas, pues de ellas venimos y en ellas terminaremos convirtiéndonos miles de millones de años después. Por eso es tan importante lo que hagamos con la vida, mientras la poseamos, mientras seamos plenamente conscientes de ella, de nuestros deberes y responsabilidades, de actuar con bondad y pensando siempre en el bien común

Somos seres mortales, compuestos de alma y cuerpo, pensaba el estoico emperador, pero siguiendo los principios materialistas de la escuela estoica, eso no significa que nuestra consciencia como tal persista, en todo caso quedará subsumida en una especie de Razón Cósmica. Hoy día superadas supersticiones y mitos del pasado, diríamos aquello de que no somos más que polvo de estrellas, pues de ellas venimos y en ellas terminaremos convirtiéndonos miles de millones de años después. Por eso es tan importante lo que hagamos con la vida, mientras la poseamos, mientras seamos plenamente conscientes de ella, de nuestros deberes y responsabilidades, de actuar con bondad y pensando siempre en el bien común, pues nadie pierde otra vida que la que vive, y no se vive más vida que la que se pierde, aunque vivieras tres mil años o treinta mil. Nos recuerda: no actúes como si fueras a vivir diez mil años. Lo inevitable pende sobre ti. Mientras vivas, mientras sea posible, sé un hombre de bien.

Solo necesitamos visitar nuestro interior, y no estar tan pendientes de la aprobación ajena, de rumores ajenos, de lo que otros piensen sobre ti, sé tú mismo: Cuánto tiempo gana quien no mira lo que dice, hace o piensa el vecino, y solo se preocupa de que sus propios actos sean buenos y justos. Dejemos de perder tanto el tiempo en criticar a los demás y dediquemos el poco tiempo que tenemos, y se nos escurre a toda prisa, en actuar correctamente. Seamos también conscientes de nuestras debilidades, y nuestras limitaciones; Más bien, después de un fracaso vuelve a intentarlo de nuevo y alégrate si la mayor parte de tus acciones son dignas de un ser humano. El dogma y creer que todo lo que uno piensa es lo correcto y acertado solo puede llevarte a cometer errores, y a no comportarte según el canon moral que rige el bien: si alguien me rebate y da pruebas de que pienso o actúo incorrectamente, con gusto cambiaré, pues busco la verdad, que nunca ha perjudicado a nadie. Por el contrario, el que sufre daño es el que permanece en su propio engaño o ignorancia. Allá aquellos que con tal de no cambiar de creencia u opinión se mantienen firmes en el engaño, por un orgullo mal entendido, que solo puede causar mal, tanto a ti mismo como a los demás.

No hay que negar el dolor, si no puedes evitarlo, pero no puedes dejar que te domine, que cambie tu esencia, que pierdas el rumbo moral, en ti, y en tu trato con los demás. Si eso sucediera, ya has perdido

El dolor en todas sus formas, físico o emocional, es una de las principales causas de nuestra desazón, en lugar de enfrentarlo, solemos huir como niños asustados, cuando: sobre el dolor. Lo que es intolerable mata y lo que dura es tolerable. Refugiándose en sí misma, la inteligencia puede conservar su propia tranquilidad, y así, el guía interior no resulta dañado. Corresponde a las partes maltratadas por el dolor manifestarlo si pueden. No hay que negar el dolor, si no puedes evitarlo, pero no puedes dejar que te domine, que cambie tu esencia, que pierdas el rumbo moral, en ti, y en tu trato con los demás. Si eso sucediera, ya has perdido. Toda acción, y es la acción la que nos define, ha de ser calculada y proporcionada, hemos de preguntarnos cómo nos afectará aquellos que hacemos, y si merece la pena o no hacerlo. Lanzarnos al precipicio por presunta gloria o estupidez, que en el fondo es la misma causa, tan solo nos daña. Igualmente nos daña no aprender a ser tolerantes con los defectos de los demás: los hombres existen unos por otros, instrúyelos o sopórtalos, nos aconseja Marco Aurelio. De lo que se trata, es de tal y como sentencia: Ya no discutas más qué es un hombre bueno, sé uno. Y para seguir este consejo, una sentencia final, un aforismo lleno de sabiduría y luz en tiempos de penumbras: ¿Alguien me despreciara? Es asunto suyo. El mío es no hacer ni decir nunca nada que justifique el desprecio. ¿Me odiará? Es asunto suyo. Yo seré amable y bondadoso con todos, y estaré dispuesto a mostrarle lo que pasa por alto.

En tan poco espacio, como el disponible para este texto, solo hemos rascado la superficie de este manual lleno de sentencias para ayudarnos a ordenar una vida, que por su propia naturaleza, y por la nuestra, tiende a desordenarse continuamente. Si cada día al levantarnos, y cada día al acostarnos, leyéramos y reflexionáramos, una sola de las sentencias, quizá el siguiente día sería un poco mejor, para la serenidad de nuestra alma, y para el bienestar de aquellos que nos rodean. Acallar tanto ruido hostil envuelto en la serena belleza y sabiduría de estas sentencias. Tan fácil, tan barato y tan sencillo, que es un pecado, especialmente para aquellos que somos ateos, no llevarlo a cabo.

Selección de sentencias para ordenar una vida:

  • Venera tu capacidad crítica. De ella depende que tu guía interior opine según la naturaleza y la razón.
  • Cuánto tiempo libre gana quien no mira lo que dice, hace o piensa el vecino, y solo se preocupa de que sus propios actos sean justos y buenos.
  • Haz acopio, pues, de aquellas cosas que dependen únicamente de ti: sinceridad, dignidad, fortaleza, moderación frente a placeres, resignación ante el destino, necesidad de poco, bondad, libertad, sencillez, seriedad en los propósitos, grandeza de ánimo.
  • Aceptar sin orgullo. Renunciar sin apego.
  • A menudo se es injusto por omisión, y no solo por acción.
  • Cuando tropieces con una falta ajena, vete y busca qué falta parecida cometes tú, por ejemplo creer que el dinero es un bien, o el placer, o la fama, y otras similares.
  • El tiempo es como un río donde los acontecimientos son como una corriente impetuosa. Apenas se entrevé una cosa, ya es arrastrada, y también lo será la que ocupa su lugar.
  • Solo los locos persiguen lo imposible. Imposible es que los malos no cometan maldades.
  • Lo que no es perjudicial para la ciudad tampoco lo es para el ciudadano. Cuando pienses que se te ha perjudicado, aplica esta regla: si la ciudad no ha resultado perjudicada, tampoco yo. Y, si eso daña a la ciudad, no debes enfadarte, sino solo mostrar lo que ha hecho al que la ha dañado.
  • Una buena manera de defenderte de ellos, es no parecerte a ellos.
  • Cuando te apremien las circunstancias y te encuentres preocupado, vuelve enseguida a ti mismo y no te alejes de tu propio ritmo más tiempo del necesario. Alcanzarás mayor armonía.
  • El hombre enamorado de la gloria funda su bien en lo que hacen otros, el voluptuoso, en sus propias sensaciones, el hombre inteligente, en su propia conducta.
  • La perfección moral consiste en vivir cada día como si fuera el último, no ser apasionado, ni indiferente, y no actuar con falsedad.
  • Si se equivoca, enséñale con amabilidad y muéstrale su error. Si no eres capaz, la culpa es tuya, o mejor, de nadie.
  • Ya no discutas más qué es un hombre bueno, sé uno.
  • Las cosas son lo que tú opinas de ellas, y la opinión depende de  ti. Elimínala, pues, cuando quieras, y como después de doblar el cabo, encontrarás calma, todo tranquilo y un refugio a salvo de las olas.
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Imagen de Francis Fernández

Nací en Córdoba, hace ya alguna que otra década, esa antigua ciudad cuna de algún que otro filósofo recordado por combinar enseñanzas estoicas con el interés por los asuntos públicos. Quién sabe si su recuerdo influiría en las decisiones que terminarían por acotar mi libre albedrío. Compromiso por las causas públicas que consideré justas mezclado con un sano estoicismo, alimentado por la eterna sonrisa de la duda. Córdoba, esa ciudad donde aún resuenan los ecos de ése crisol de ortodoxia y heterodoxia que forjaría su carácter a lo largo de los siglos. Tras itinerar por diferentes tierras terminé por aposentarme en Granada, ciudad hermana en ese curioso mestizaje cultural e histórico. Granada, donde emprendería mis estudios de filosofía y aprendería que el filosofar no es tan sólo una vocación o un modo de ganarse la vida, sino la pérdida de una inocencia que nunca te será devuelta. Después de comprender que no terminaba de estar hecho para lo académico completé mis estudios con un Master de gestión cultural, comprendiendo que si las circunstancias me lo permitirían podría combinar el criticado sueño sofista de ganarme la vida filosofando, a la vez que disfrutando del placer de trabajar en algo que no sólo me resultaba placentero, sino que esperaba que se lo resultase a los demás, eso que llamamos cultura. Y ahí sigo en ese empeño, con mis altos y mis bajos, a la vez que intento cumplir otro sueño, y dedico las horas a trabajar en un pequeño libro de aforismos que nunca termina de estar listo. Pero ¿acaso no es lo maravilloso de filosofar o de vivir? Tal y como nos señala Louis Althusser en su atormentado libro de memorias “Incluso si la historia debe acabar. Si, el porvenir es largo.”