Tú creas tu realidad

Blog - El ojo distraído - Jesús Toral - Viernes, 13 de Marzo de 2020
Centro de Salud de Almuñécar, cerrado, este jueves.
IndeGranada
Centro de Salud de Almuñécar, cerrado, este jueves.

Estoy acostumbrado a que me pregunten cómo veo los colores cuando les cuento que soy daltónico o a que consideren incluso que la realidad se me presenta en blanco y negro, aunque no sea así. Lo que realmente yo me cuestiono es por qué todo el mundo da por hecho que ve los colores igual; me refiero a que es posible que hayamos acordado que tal color es amarillo, pero, ¿cómo sabemos que todos vemos ese amarillo igual, de la misma forma, con los mismos matices?

Lo que esto significa es que el mismo mensaje se transforma a medida que pasa de un emisor a otro, como en aquel juego del 'teléfono', en el que de niños uno contaba algo al oído a su amigo más o menos rápido y este trataba de reproducirlo en la oreja del compañero que tenía al otro lado y al pasar por varios chicos, la información resultante no tenía nada que ver con la que había expuesto el primer participante

Hace unos meses, el profesor de física cuántica de la Universidad Heriot-Watt de Escocia Alessandro Fedrizzi ideó un experimento más que curioso. Estableció cuatro observadores: Alice, Amy, Bob y Brian, que en realidad no eran humanos sino máquinas de laboratorio. Alice y Bob recibieron un mensaje concreto, en este caso un fotón, que se trata de una partícula cuántica procedente de la luz. Más tarde, Alice y Bob mandaron a Amy y Brian el mismo fotón, el mismo mensaje, por tanto. Lo realmente sorprendente de este experimento es que los dos últimos, pese a ser máquinas y enviar la misma información, tuvieron la posibilidad de interpretarlo de manera diferente.

Lo que esto significa es que el mismo mensaje se transforma a medida que pasa de un emisor a otro, como en aquel juego del teléfono, en el que de niños uno contaba algo al oído a su amigo más o menos rápido y este trataba de reproducirlo en la oreja del compañero que tenía al otro lado y al pasar por varios chicos, la información resultante no tenía nada que ver con la que había expuesto el primer participante.

Y si tenemos en cuenta que este resultado está relacionado con el concepto de la mecánica cuántica que explica que las partículas pueden entrelazarse y cambiar en función de quién las observe, la conclusión es que no hay un universo objetivo fuera y que las situaciones que se nos presentan delante dependen de quién las observe.

Hay otro experimento científico que determina que dicha realidad no se establece hasta que alguien la ve, o sea que es el observador quién crea el mundo ante él.

Nadie quiere responsabilizarse de la existencia del coronavirus, pero todos estamos dispuestos a maximizar sus efectos, a protegernos, a aterrorizarnos, a paralizarnos, sin comprender que ese miedo nos hace más vulnerables

Y pese a que la física cuántica se está acercando cada vez más a dictaminar que somos creadores de nuestro universo, seguimos sintiéndonos víctimas de lo que nos sucede. Nadie quiere responsabilizarse de la existencia del coronavirus, pero todos estamos dispuestos a maximizar sus efectos, a protegernos, a aterrorizarnos, a paralizarnos, sin comprender que ese miedo nos hace más vulnerables.

Es evidente que si yo tengo mucha angustia, cuando alguien venga a protegerme y me toque en el hombre voy a gritar. Mi realidad en ese instante estará mediatizada por ese pavor y no me dejará actuar con claridad. Y por eso es muy posible que interprete gran parte de las situaciones que se me presenten ante mí como atemorizantes. La única manera de dejar de tener miedo es reinterpretar la situación y actuar desde una calma interior que me permita contemplar las cosas con otro enfoque y así será posible que deje de asustarme por todo.

La mayoría de nosotros, de alguna manera, tratamos de disipar el miedo sin despojarnos de nuestros pensamientos de temor, que nos llevan a estar aterrados. Y es obvio que no se puede borrar el terror con más terror

Parece de Perogrullo, pero no lo es. La mayoría de nosotros, de alguna manera, tratamos de disipar el miedo sin despojarnos de nuestros pensamientos de temor, que nos llevan a estar aterrados. Y es obvio que no se puede borrar el terror con más terror.

Ese es el motivo de que lleguen días malos, esos en los que uno se levanta y a las dos horas recapacita y se arrepiente de haberse levantado, porque en ese corto período de tiempo se ha quedado dormido más de la cuenta, se ha tropezado con el coche del niño y se ha hecho una herida, ha encontrado el mayor atasco de la mañana, ha llegado tarde al trabajo,  le han amonestado por algo que no hizo correctamente… y seguimos creando el día sin despojarnos de esa emoción de enfado que propicia que sigamos interpretando cada una de las situaciones que emergen ante nosotros como dignas de indignación. Y creemos que es el mundo el que nos arroja todas esas maldades para fastidiarnos; por lo tanto, somos víctimas impotentes que lo único que podemos hacer es sufrir por lo que nos pasa. Y tratamos de cambiar el día sin variar ni un ápice nuestra forma de percibirlo, pero no es posible, porque solo desde una mirada plena de amor se puede observar el amor, únicamente cuando te sientes en paz puedes degustar un baño de calma y no al revés. Nos auto convencemos de que mañana, cuando nos toque la lotería, seremos felices, cuando nos asciendan en el trabajo o cuando nos compremos ese coche que nos da más estatus social y de esta forma lo que estamos haciendo es postergar nuestra felicidad, relegarla a un mañana que no existe, porque siempre se mantiene por delante. Nunca viviremos en el futuro, es como la zanahoria asida a un palo delante del burro que nunca puede llegar a morder.

Ni siquiera somos capaces de disfrutar, muchas veces, de un momento agradable porque lo ensuciamos con nuestros pensamientos de preocupación sobre nuestros problemas

Nos hemos echado al lomo la carga de sentir que debemos labrarnos nuestro porvenir, que si no ahorramos no tendremos nada, que si no planificamos seremos indigentes y de esta forma descuidamos este mismo instante, el único que existe, la sola realidad que debiéramos atender y a la que cerramos los ojos porque la juzgamos como errónea, incompleta o escasa. Ni siquiera somos capaces de disfrutar, muchas veces, de un momento agradable porque lo ensuciamos con nuestros pensamientos de preocupación sobre nuestros problemas, da igual que estemos rodeados de nuestros seres queridos o bañándonos en una piscina, porque igualmente nos sentiremos infelices, incapaces de saborear esa placentera realidad, enfocados en el único punto negro pintado en el folio en blanco.

Y ahora, pese a que seguimos siendo millones de personas las que no tenemos el coronavirus, nos podemos seguir centrandos en acumular temor a que nos contagien, odio a aquellos que lo hacen, resquemor y desconfianza ante el resto del mundo, aunque todo eso no nos permita ver que el sol sigue brillando cada mañana, que los pájaros entonan sus cancioncillas en pueblos y ciudades de todo el país y que en cada instante hay un motivo para encontrar una mayor sensación de bienestar.

Imagen de Jesús Toral

Nací en Ordizia (Guipúzcoa) porque allí emigraron mis padres desde Andalucía y después de colaborar con periódicos, radios y agencias vascas, me marché a la aventura, a Madrid. Estuve vinculado a revistas de informática y economía antes de aceptar el reto de ser redactor de informativos de Telecinco Granada. Pasé por Tesis y La Odisea del voluntariado, en Canal 2 Andalucía, volví a la capital de la Alhambra para trabajar en Mira Televisión, antes de regresar a Canal Sur Televisión (Andalucía Directo, Tiene arreglo, La Mañana tiene arreglo y A Diario).