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EN EL IV CENTENARIO DE LA MUERTE DEL ARZOBISPO PEDRO DE CASTRO

La fortuna traída por los Vaca de Castro del Perú y la Abadía del Sacromonte

Ciudadanía - Gabriel Pozo Felguera - Domingo, 10 de Marzo de 2024
Una historia alucinante la que nos ofrece Gabriel Pozo Felguera en este espléndido reportaje sobre una saga familiar que se enriqueció en Perú, pese al recelo de Carlos V que llegó a encarcelar al padre y cuyo hijo menor fue gran jurista y arzobispo de Granada, impulsor con su gigantesca fortuna de la Abadía del Sacromonte. Para los amantes de la historia de Granada por el mejor cronista de la ciudad.
Tumba de Pedro de Castro en su iglesia del Sacromonte. Debajo del bulto se encuentra la cripta con los cadáveres de él y su familia.
Tumba de Pedro de Castro en su iglesia del Sacromonte. Debajo del bulto se encuentra la cripta con los cadáveres de él y su familia.
  • Pedro de Castro construyó el complejo de Valparaíso con las ganancias de su padre como gobernador de Perú y las rentas de las minas de plata del Mayorazgo familiar

  • El padre del fundador de la Abadía fue juzgado y encarcelado por Carlos V por apropiarse de tesoros en Indias; su hijo Pedro consiguió su absolución tras 11 años de presidio

Que el magistrado-arzobispo Pedro de Castro fue el más rico de Granada a finales del siglo XVI está fuera de toda duda. Construyó con su fortuna personal la primera fase de la Abadía del Sacromonte en un santiamén, además de algunos muros en los accesos. Donó un fortunón de 435.000 ducados salidos exclusivamente de sus bolsillos; más las rentas y censos que dejó al Cabildo para su futuro sostenimiento. La riqueza familiar provenía, principalmente, de las ganancias conseguidas por dos de los primeros indianos en las fabulosas minas del Perú: su padre Cristóbal Vaca de Castro fue gobernador perulero en 1542-44, de donde vino cargado de oro y plata, y perseguido por el Emperador; y su hermano Antonio, quien viajó a Indias en 1560 a recuperar y explotar encomiendas abiertas por su padre años atrás. El resultado fue un enriquecimiento rápido de la familia de castellanos viejos, los Vaca de Castro y Quiñones. El benjamín de la saga, Pedro, convertido en uno de los abogados más inteligentes de su época y posterior arzobispo de Granada, trabajó para salvar la honra de su padre y administrar la fortuna de su grey. Decidió trasladar el panteón familiar de Valladolid a Granada y, lo más importante, destinar casi todo el Mayorazgo de los Vaca de Castro a levantar la Abadía granadina.

Empecemos esta historia por el final. La cripta funeraria de Don Pedro de Castro, en la iglesia del Sacro Monte, guarda los restos del fundador; con él hay cuatro cadáveres más: los de su abuelo paterno, de su madre, su hermano Antonio y su padre. Este último fue el famoso gobernador del Perú entre 1542 y 1544

Empecemos esta historia por el final. La cripta funeraria de Don Pedro de Castro, en la iglesia del Sacro Monte, guarda los restos del fundador; con él hay cuatro cadáveres más: los de su abuelo paterno, de su madre, su hermano Antonio y su padre. Este último fue el famoso gobernador del Perú entre 1542 y 1544. Se llamó Cristóbal Vaca de Castro (Izagre, León, 1492-Valladolid, 1571). El hermano mayor, Antonio Cabeza de Vaca y Quiñones (Mayorga, 1525-Valladolid, 1576) fue el segundo titular del Mayorazgo Vaca de Castro.

Cristóbal y su hijo Antonio engrosan la relación de los indianos que se desplazaron al Perú en la primera etapa de conquista. De allí regresaron inmensamente ricos gracias a las minas de metales preciosos que iniciaron su explotación hacia 1540. Los dos se encuentran en el origen de la fortuna familiar. Los indianos Cristóbal y Antonio son los principales protagonistas de esta historia en que se asienta remotamente la construcción de la Abadía.

Cristóbal Vaca de Castro, el juez y gobernador de Perú, en un grabado para la biografía por encargo que le escribió Antonio Herrera (1615).

El silencio de esta tumba alberga el secreto todavía no desvelado de la saga de los Vaca de Castro: el origen concreto de la fortuna amasada por el padre durante su corta estancia como juez y gobernador del reino inca (1542-44)

El silencio de esta tumba alberga el secreto todavía no desvelado de la saga de los Vaca de Castro: el origen concreto de la fortuna amasada por el padre durante su corta estancia como juez y gobernador del reino inca (1542-44). Ni Carlos V ni Felipe II fueron capaces de dar con el paradero de todo el oro y piedras preciosas que amasó durante su mandato en Indias. El Emperador sometió a Cristóbal Vaca de Castro a una investigación y encarcelamiento durante 11 años; Felipe II le concedió el perdón y lo rehabilitó, pero lo mantuvo bajo vigilancia y rodeado de sospecha el resto de su vida. ¿Qué pasó con los fabulosos cargamentos de oro y plata que envió Vaca de Castro a su esposa fuera de los circuitos oficiales? ¿Qué trajo en el galeón con el que huyó del Perú?

Orígenes familiares: rancia nobleza, poca riqueza

Cristóbal Vaca de Castro y su mujer Magdalena Quiñones y Osorio pertenecían a linajudas familias castellanas de principios del XVI. Con muchos blasones pero escasos de caudales. Él estudió en la Universidad de Salamanca y consiguió entrar en el círculo de funcionarios de Carlos V; primero como corregidor de la ciudad de Roa y más tarde como oidor en la Chancillería de Valladolid. Fue alumno del dominico Fray García de Loaysa, quien acabó su carrera como cardenal de Sevilla y presidente del Consejo de Indias.

En 1539 estalló una guerra civil entre los españoles que se repartían el imperio inca en Perú. Pizarristas y Almagristas se mataban por la disputa de aquellas tierras linderas y sus riquezas: la Nueva Castilla y la Nueva Toledo

En 1539 estalló una guerra civil entre los españoles que se repartían el imperio inca en Perú. Pizarristas y Almagristas se mataban por la disputa de aquellas tierras linderas y sus riquezas: la Nueva Castilla y la Nueva Toledo. Atendían más a sus intereses y codicias personales que a la conquista para la Corona y evangelización para la Iglesia. El escándalo fue denunciado por ambas partes al Emperador.

García de Loaysa echó mano a su protegido, el oidor de Valladolid, para enviarlo como juez visitador, ver lo que ocurría en el Nuevo Mundo y poner paz. Cristóbal Vaca de Castro recibió el nombramiento de caballero de la Orden de Santiago, vocal del Consejo de Castilla, presidente de la Audiencia de Panamá y gobernador del Perú, para el caso de que al llegar ya se hubiesen aniquilado sus cabecillas entre ellos. En una conversación de Loaysa con Vaca de Castro le dijo que con este cargo saldría del purgatorio de los juzgados de Valladolid, mejoraría su situación económica y el futuro de sus hijos. Este argumento debió ser el que le convenció para iniciar aventura tan arriesgada y a una edad un tanto madura; Vaca de Castro deseaba escalar socialmente formando un mayorazgo en su vieja Castilla, reforzando sus señoríos hueros, labrando panteón funerario para su saga y dejando posicionados a su numerosa prole. Pedro, el benjamín, tenía sólo seis años cuando el padre decidió embarcarse a la aventura indiana.

Cristóbal Vaca de Castro partió a Indias en el otoño de 1540 acompañado por veinte esclavos negros adquiridos en Sevilla. Serían su guardia personal en adelante

Cristóbal Vaca de Castro partió a Indias en el otoño de 1540 acompañado por veinte esclavos negros adquiridos en Sevilla. Serían su guardia personal en adelante. Tardó casi un año en llegar a sus tierras de destino. Se encontró una situación explosiva. Los españoles se destrozaban entre sí por acumular posesiones, repartirse encomiendas y a indios semiesclavizados. Al fin y al cabo, ese era el objetivo que atraía al nuevo mundo a los españoles por entonces: enriquecer al Rey y, de paso, enriquecerse a sí mismos.

[Hacia 1540 fueron descubiertas importantes minas de oro en Potosí (Perú Alto, actual Bolivia), que se sumaron a las que ya explotaban en Jauja. La codicia por el oro de Atahualpa narra cómo entre las huestes de Pizarro y Almagro se repartieron 6.087 kilos de oro y 11.793 de plata por su liberación en 1533.]

Toma de Cuzco por Cristóbal Vaca de Castro y su ejército. Cuadro encargado en Sevilla por Pedro de Castro hacia 1615. ABADÍA DEL SACROMONTE.

Pronto empezó a remitir cargamentos del valioso metal a su esposa en Valladolid, a través de personas interpuestas y tratando de burlar el control de la aduana de Sevilla

Cristóbal Vaca de Castro, con la complicidad de la comunidad de Dominicos, llegó como juez, pero pronto se convirtió en guerrero y político. Tuvo que batallar numerosas ocasiones, la más importante escaramuza en Chupas (16 de septiembre de 1542). Actuó como gobernador desde 1542 hasta marzo de 1544. Vaca de Castro quedó obnubilado por el brillo del oro; fue el primero en dedicarse a saciar su codicia. Pronto empezó a remitir cargamentos del valioso metal a su esposa en Valladolid, a través de personas interpuestas y tratando de burlar el control de la aduana de Sevilla.

Hasta que fue denunciado por los propios frailes dominicos que antes colaboraron con él, pues se percataron de que practicaba lo contrario de lo que legislaba

Le enviaba cartas a su mujer advirtiéndole que debía mantener sigilo y naturalidad, “fingir necesidad y que no he enviado nada” para que el Rey y sus privados no se enterasen. Mas, el escándalo le precedía. Hasta que fue denunciado por los propios frailes dominicos que antes colaboraron con él, pues se percataron de que practicaba lo contrario de lo que legislaba. Se sumaron varios empleados del Emperador que también escribieron a Castilla denunciando la codicia de Vaca de Castro: el alcalde de Lima Juan de Cáceres, el tesorero Alonso de Riquelme, el veedor García de Salcedo, etc., etc. Pedían su cese inmediato de manera secreta ya desde agosto de 1543.

Éste depuso y encarceló a Cristóbal Vaca de Castro en un barco en el puerto del Callao. Ahí habían acabado sus abusos y su enriquecimiento desmedido

El Emperador no soportaba que nadie le robara descaradamente. Resultó que, con anterioridad a las denuncias, a finales de 1542, aprehendieron 60.000 castellanos al dominico Fray Francisco Martínez Toscano y al criado Alonso de Villalobos al llegar a Sanlúcar con un cargamento destinado a la casa de Vaca de Castro; los utilizaba de testaferros. El Rey envió a un nuevo gobernador al Perú para sustituir al oidor corrompido. El nuevo gobernador llegó con credenciales de Virrey, se llamaba Blasco Núñez Vela; presentó sus documentos en Lima el 15 de mayo de 1544. Éste depuso y encarceló a Cristóbal Vaca de Castro en un barco en el puerto del Callao. Ahí habían acabado sus abusos y su enriquecimiento desmedido.

Huida de Cristóbal desde el puerto del Callao hacia Panamá, con el galeón cargado de riquezas. ABADÍA DEL SACROMONTE.

Pero el oidor de Valladolid, conquistador y gobernador depuesto guardaba muchos ases en la manga. Su criado García de Montalvo sobornó al maestre y compró a la tripulación del galeón, lo rebosó con todo el oro, esmeraldas y dinero que tenía acumulados en Perú. En agosto de 1544 emprendió una frenética huida hacia Panamá y después saltó a España. Tuvo la precaución de enfilar su nave por la ruta portuguesa, vía Azores y Lisboa. Justo un año más tarde ya estaba con su mujer y sus hijos en Valladolid.

¿Por qué regresó por el puerto de Lisboa? La respuesta es obvia: para evitar su detención al llegar a Sevilla y, sobre todo, para saltarse la aduana

¿Por qué regresó por el puerto de Lisboa? La respuesta es obvia: para evitar su detención al llegar a Sevilla y, sobre todo, para saltarse la aduana. Algo traía en sus baúles que no deseaba declarar.

Investigación, cárcel y juicio del padre

Una vez localizado en Valladolid, el fiscal del Consejo de Indias, Juan de Villalobos, fue el iniciador (29 de junio de 1545) de una investigación en busca de lo mucho que se suponía había robado al Rey durante su gobernación del Perú. El Consejo destinó a varias decenas de sus policías a husmear a los Vaca de Castro, a sus criados, esclavos, amigos y testaferros. Inmovilizaron envíos en la casa de la Contratación de Sevilla, se desplazaron a Lisboa y Azores a investigar compraventas de oro y diamantes. También el virrey de Perú que le sustituyó aportó sus investigaciones en origen.

La investigación y juicio fue uno de los procesos más sonados en la España de Carlos V contra uno de sus altos funcionarios; hubo indagatorias en España y en Perú, con centenares de declaraciones

[El virrey Blasco Núñez Vela tuvo peor suerte que Vaca de Castro: nada más llegar fue perseguido por los encomenderos locales, que acabaron decapitándole en 1546].

Del gobernador Vaca de Castro cesado sólo consiguieron que devolviera 46.800 castellanos (equiparables a ducados en oro). Fue encerrado en las prisiones de Arévalo, Simancas y Pinto entre los años 1545 y 1556. El Consejo de Indias lo consideraba una amenaza para los intereses de la Corona. La investigación y juicio fue uno de los procesos más sonados en la España de Carlos V contra uno de sus altos funcionarios; hubo indagatorias en España y en Perú, con centenares de declaraciones. Una verdadera tormenta judicial de la que le era difícil salir. Se le formó una acusación de 21 cargos, que abarcaban todo tipo de apropiaciones de caudales e incumplimientos contra la hacienda real, así como de abuso y explotación de nativos en las minas.

Relación de bienes que trajo uno de los galeones enviados por Cristóbal Vaca de Castro al descargar en el puerto de Sevilla (1543). Aquel año remitió 354.000 ducados al Emperador y retuvo otros 100.000 en Lima. AGS.
Carpeta con el informe del fiscal del Consejo de Castilla que siguió la pista del oro hasta en Portugal, año 1546. AGS.

El exgobernador nunca reconoció los hechos y no aceptó la sentencia condenatoria por doce de los 21 cargos de los que se le acusaba

El exgobernador nunca reconoció los hechos y no aceptó la sentencia condenatoria por doce de los 21 cargos de los que se le acusaba. Carlos V nunca le perdonó. Y para empeorar la situación, su protector García de Loaysa falleció en 1546, justo cuando comenzaban las indagatorias, y ya no podía ayudarle desde el Consejo de Indias. Y en 1555, todavía en prisión, falleció su esposa y madre de Pedro de Castro.

Aparece en escena el joven abogado Pedro de Castro

En abril de 1556 se registró un hecho muy importante en la situación familiar de los Vaca de Castro: el hijo menor, Pedro, había acabado los estudios de Derecho con gran aprovechamiento. Se puso al frente del equipo de abogados que defendían a su padre desde once años atrás. Pedro de Castro, con sólo 22 años apenas había convivido con su progenitor; el joven letrado desplegó nuevas estrategias e investigaciones que consiguieron convencer al tribunal para que revisara su caso, dejara libre al acusado, le declarase no culpable al no hallarse el botín y, lo más importante, se le devolvieran los honores y los cargos.

Una vez reabierto el caso, el joven Pedro de Castro argumentó que la decisión de su padre de apropiarse de los repartimientos vacos fue una acción imprescindible de reunir los fondos requeridos para desarrollar su oficio de gobernador, pues fue como juez a poner paz y se vio convertido en gobernador civil y jefe militar

Una vez reabierto el caso, el joven Pedro de Castro argumentó que la decisión de su padre de apropiarse de los repartimientos vacos fue una acción imprescindible de reunir los fondos requeridos para desarrollar su oficio de gobernador, pues fue como juez a poner paz y se vio convertido en gobernador civil y jefe militar. También argumentó que la cantidad que mencionaba en la carta a su mujer cabía dentro del salario que la Corona le ofreció al enviarle a Indias. Desmontó la acusación del fiscal por haber interpretado, erróneamente, que se refiriese a sisas adicionales a la parte de la Corona. No había robado al Emperador, sólo retenido sus salarios y gastos de administración.

El nuevo tribunal formado en el Consejo de Indias en 1556 aceptó los argumentos ofrecidos por el joven abogado Pedro de Castro. Aunque en el aire siempre quedó la oscura nebulosa de sospecha sobre el ya provecto Cristóbal Vaca de Castro; la segunda sentencia advertía que la investigación quedaba abierta por si aparecían nuevas evidencias. Su honra había quedado seriamente dañada; incluso algunas crónicas publicadas durante sus once años de encarcelamiento ya lo habían condenado para la literatura histórica, pues no recogieron el brusco cambio absolutorio final.

El exgobernador rehabilitado y repuesto en su cargo –gracias a la solvencia jurídica de su hijo abogado– ejerció todavía un tiempo como oidor y consejero real, pero el reciente fallecimiento de su esposa le llevó a la depresión y a retirarse al convento de los agustinos de Valladolid en la recta final de su vida

El exgobernador rehabilitado y repuesto en su cargo –gracias a la solvencia jurídica de su hijo abogado– ejerció todavía un tiempo como oidor y consejero real, pero el reciente fallecimiento de su esposa le llevó a la depresión y a retirarse al convento de los agustinos de Valladolid en la recta final de su vida (1564-71). Le dio tiempo de ver la fulgurante carrera que iniciaba su hijo Pedro como sacerdote (futuro arzobispo) y juez (futuro presidente de las dos Chancillerías del Reino). Cristóbal Vaca de Castro falleció en 1571. Quedó enterrado en su panteón de Valladolid.

Segundo empujón a la fortuna: su hermano Antonio

El buen conocimiento de las leyes de entonces por parte del benjamín Pedro de Castro no sólo sirvió para exonerar a su padre de la cárcel y conseguir la absolución de los cargos que arrastraba desde once años atrás, también le fue muy útil en los años siguientes. El letrado Pedro consiguió tramitar para su hermano mayor, Antonio Vaca de Castro, la concesión del título de Caballero de la Orden de Santiago, en 1558. Este año fue muy pródigo de buenas noticias para la familia, tras más de una década de sufrimientos.

Título de caballero de la Orden de Santiago de Antonio Vaca de Castro, conseguido por su hermano oidor en Valladolid, Pedro de Castro, en 1558. ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS.

En 1558 la familia consiguió su ansiado permiso real para constituir el Mayorazgo Vaca de Castro

En 1558 la familia consiguió su ansiado permiso real para constituir el Mayorazgo Vaca de Castro. Suponía elevar su categoría social prácticamente al nivel de título nobiliario; el mayorazgo agrupaba todos los bienes familiares bajo la cabeza de su padre y seguidamente del mayor de los hermanos, Antonio. El Mayorazgo era la fortuna familiar que nunca en adelante se podría repartir, sólo acrecentar con nuevas compras, rentas o censos que quedaron adscritos a la titularidad del primogénito varón.

Pero la familia Vaca de Castro aparentaba estar falta de medios, debido al pago de tanto abogado. Sólo tenía bienes por 1.500 ducados

Pero la familia Vaca de Castro aparentaba estar falta de medios, debido al pago de tanto abogado. Sólo tenía bienes por 1.500 ducados. Aunque respiraron de nuevo cuando se le pagaron atrasos con la exculpación del padre y se le volvió a meter en nómina del Consejo de Indias a partir de 1556. La familia decidió que alguien de ellos debía regresar al Perú a hacerse cargo de las posesiones y derechos que el padre había dejado empantanadas con su precipitada huida. El 1 de marzo de 1558, una real cédula ordenaba al virrey del Perú o a los oidores de la Chancillería de Lima, que “pongan a Antonio Cabeza de Vaca en posesión de algún repartimiento vaco que valga y rente 16.000 pesos anuales de las minas, preferentemente de los difuntos Alonso de Montemayor, su hijo Francisco de Córdoba o de López de Mendieta”. Además, se le permitía comprar hasta 500 esclavos. Esto significaba garantizarle al Mayorazgo Vaca de Castro unos pingües ingresos procedentes de las minas y campos del Perú para su reinversión en tierras de la vieja Castilla.

Y para hacer cumplir esa orden de Carlos V, en dirección al Perú se dispuso a viajar Antonio Vaca de Castro

Y para hacer cumplir esa orden de Carlos V, en dirección al Perú se dispuso a viajar Antonio Vaca de Castro. Ya en 1558 empezó a hacer los preparativos y tramitar burocracias. Se rodeó de una pequeña corte de sirvientes y esclavos, como había hecho su padre en 1540 para asegurar su viaje. En los documentos de la Casa de la Contratación de Sevilla hay a su nombre varios permisos para poder transportar armas, otros dos para hacerse acompañar de criados de su confianza (4+2) y uno más para transportar esclavos “cuatro machos y dos hembras”. Una vez completada la expedición, su permiso de embarque lleva fecha de 15 de octubre de 1558, aunque la partida no se materializó en los galeones que hacían la carrera de Indias hasta el verano siguiente (los viajes se suspendían en invierno por las tormentas). Concretamente partió en la singladura de julio de 1559.

Relación de armas y municiones que llevó al Perú Antonio Vaca de Castro para recuperar las posesiones dejadas por su padre. ARCHIVO CASA DE LA CONTRATACIÓN.
Permiso a Antonio Vaca de Castro para pasar a Indias con seis esclavos, cuatro machos y dos hembras. ARCHIVO CASA DE LA CONTRATACIÓN.

Aquellas minas y encomiendas que el padre Cristóbal Vaca de Castro dejó abandonadas en 1544, con su precipitada huida, fueron ocupadas por otros indianos españoles

Aquellas minas y encomiendas que el padre Cristóbal Vaca de Castro dejó abandonadas en 1544, con su precipitada huida, fueron ocupadas por otros indianos españoles. Obviamente, se negaron a devolverlas cuando llegó Antonio a reclamárselas en 1560. En esa fecha comenzó un engorroso procedimiento judicial de los Vaca de Castro, tanto en España por parte del oidor Pedro de Castro como en la Chancillería de Lima por su hermano Antonio. En los años 1560 a 1567 pleiteó contra Antonio de Villa y Juan de Mendoza para recuperar las encomiendas de Accha y Cabanilla, cercanas a Cuzco. Las disputas de los Vaca de Castro y sus administradores se prolongaron por sus posesiones en Perú durante las dos siguientes décadas.

Sus partidas de metales preciosos quedaron inmovilizados unos meses en el puerto, hasta que el 14 de enero de 1566 le fue devuelto todo lo embargado, previo pago de los impuestos correspondientes

La estancia de Antonio Vaca de Castro en el Perú duró hasta 1565. Aquel año regresó a Sevilla en el galeón San Pedro. Se dejó allí a personas de su confianza administrando los bienes familiares. Vino cargado con buena cantidad de oro y plata de las rentas de sus minas y fincas. Su hermano Pedro –el abogado al servicio del Rey y sacerdote– era por entonces visitador y contador de propiedades reales (entre ellas la Capilla Real, el Hospital Real y la Catedral de Granada) y le tocó informar de lo que entraba por la Casa de Contratación; envió al Consejo de Indias un detallado informe de la carga del galeón, incluida la de su hermano Antonio. Sus partidas de metales preciosos quedaron inmovilizados unos meses en el puerto, hasta que el 14 de enero de 1566 le fue devuelto todo lo embargado, previo pago de los impuestos correspondientes.

Antonio regresó a su Valladolid a vivir y administrar el Mayorazgo Vaca de Castro. Entre 1566 y 1576 en que falleció, mantuvo correspondencia a distancia con los criados y administradores de sus intereses en Perú

Antonio regresó a su Valladolid a vivir y administrar el Mayorazgo Vaca de Castro. Entre 1566 y 1576 en que falleció, mantuvo correspondencia a distancia con los criados y administradores de sus intereses en Perú. Es de imaginar que cada año se aseguraba de que le llegaran, al menos, las rentas mínimas estimadas en 16.000 pesos. Los Vaca de Castro tuvieron la oportunidad con aquel dinero que llegaba del Perú de convertirse en rentistas y prestamistas. Invirtieron el oro y la plata del Perú en tierras en pueblos de Valladolid, juros sobre alcabalas, censos y bienes muebles. Conocemos algunos censos que prestaron a concejos de Castilla a través de los pleitos que entablaron para poder cobrarlos tras su vencimiento; concretamente prestaron dinero a los ayuntamientos de Siete Iglesias de Trabancos y Medina de Rioseco.

La mayor parte de aquella fortuna familiar fraguada por los primeros indianos Vaca de Castro es la que recibió Pedro de Castro a partir de 1576 con la muerte de su hermano Antonio y el paso a su persona como único varón viviente de la familia

En resumen, a la más que probable fortuna furtiva que trajo del Perú el primogénito Cristóbal en su huida de 1545, se sumó la fortuna ya legal y reconocida que fue amasando su Mayorazgo a partir de 1560, cuando Antonio empezó a percibir las rentas de tierras incas. La mayor parte de aquella fortuna familiar fraguada por los primeros indianos Vaca de Castro es la que recibió Pedro de Castro a partir de 1576 con la muerte de su hermano Antonio y el paso a su persona como único varón viviente de la familia.

Rehabilitación del apellido, arzobispo de Granada

Pedro de Castro dedicó toda su vida y su empeño a rehabilitar el honor de su padre, a limpiar el apellido familiar y administrar la economía de su clan. De seis hermanos, el mayor Jerónimo, había sido cura y falleció en 1546; Antonio consiguió crear el ansiado mayorazgo que movió a su padre ir al Perú, pero falleció soltero en 1576; dos de las hermanas eran monjas de clausura; sólo la tercera hermana había casado con un corregidor de Cáceres y tuvo descendencia; el título de mayorazgo familiar lo cedió a su sobrino Francisco de Andrade, no así las posesiones y las herencias de todos los demás, que quedaron en manos del único varón superviviente de la familia, Pedro de Castro.

En 1589, tras una fructífera carrera eclesiástica y judicial –que contó con la plena confianza de Felipe II–, Pedro de Castro aceptó el nombramiento de arzobispo de Granada

[Dos canónigos del Sacromonte se encargaron de vigilar hasta 1817 por si el Mayorazgo de los Vaca de Castro quedaba sin descendencia, ya que el testamento de Don Pedro especificaba su retorno al Sacromonte en caso de quedar vacante. Su sobrino y progresivos sucesores tuvieron amplia descendencia en tierras cacereñas; le sucedieron Francisco Vaca de Castro Quiñones Cáceres y Andrade, Gonzalo Cáceres y Quiñones, etc. Es más que probable que viva en la actualidad una amplia descendencia del sobrino del arzobispo de Don Pedro de Castro en la zona de Extremadura-Castilla].

Grabado de Pedro de Castro hecho por Heylan en 1610 para la Historia Eclesiástica de Granada. Derecha, óleo del arzobispo en el episcopologio granadino. En ambos sostiene una caja con un libro plúmbeo. REVISTA ALHÓNDIGA/ORIGINALES DE LA ABADÍA DEL SACROMONTE.

En 1589, tras una fructífera carrera eclesiástica y judicial –que contó con la plena confianza de Felipe II–, Pedro de Castro aceptó el nombramiento de arzobispo de Granada (tras rechazar antes otros dos). Pronto se vio enredado en la trama de los libros plúmbeos tejida por los moriscos ilustrados granadinos. El arzobispo fue el hombre más crédulo del momento. Se erigió en el primer defensor de la autenticidad de las apariciones de huesos de santos y nuevos evangelios en planchas de plomo.

Consagró el resto de su vida a defender la autenticidad de los plomos y a continuar honrando a su padre y su apellido

Consagró el resto de su vida a defender la autenticidad de los plomos y a continuar honrando a su padre y su apellido. Y qué mejor forma de hacerlo que dedicando todos sus esfuerzos, ingresos y fortuna que a erigir su propio panteón familiar que unificase todas sus creencias.

Pero las apariciones en la Torre Turpiana y monte Valparaíso de Granada, lo que él entendió como predestinación personal, le aconsejaron cambiar la ubicación

Desde tiempo atrás había conseguido capilla funeraria de su saga en Santa Isabel de Valladolid. Pero las apariciones en la Torre Turpiana y monte Valparaíso de Granada, lo que él entendió como predestinación personal, le aconsejaron cambiar la ubicación. Rompió de esta manera con los deseos de su padre y su hermano de yacer en sus tumbas vallisoletanas. Don Pedro decidió construir el Colegio de San Cecilio y seminario, es decir, la Abadía del Monte Sacro, el Escorial andaluz. En su mente rumiaba desde el principio usarlo como panteón familiar. En 1610 fue trasladado de arzobispo a Sevilla, pero no dejó de tener la vista puesta en su iniciativa de Granada.

[Como arzobispo de Sevilla encontró mucha oposición en sus trece años de mandato; pleiteó con la mayoría de las instituciones hispalenses, especialmente contra el famoso abad Alonso Sánchez Gordillo. Sostuvo 97 juicios].

La Abadía como panteón familiar

En 1598 ya había empezado a comprar terrenos en el monte Valparaíso; en 1603 encargó planos del proyecto abacial al arquitecto de la catedral Ambrosio de Vico, y una década más tarde otro más ambicioso al jesuita Pedro Sánchez (1614); el segundo trazado, a imagen y semejanza de El Escorial. La traza reformada de Abadía contemplaba cinco claustros, una capilla mayor y una casa de canónigos. Luego, la realidad constructiva se redujo a un solo patio y la capilla provisional quedó como definitiva (ensanchada posteriormente con capillas laterales). No sería hasta los impulsos del arzobispo Martín de Ascargorta (1638-1719), y en el XIX, cuando se completaran los colegios nuevos y la capilla neogótica de San Dionisio. Pero ya no se guiaron por los planos de Pedro Sánchez.

Ordenó hacer una capillita con cripta al lado del Evangelio para trasladarlos a los cuatro, el mismo lugar donde había previsto que lo enterraran a él cuando llegase su final

En 1613, con la parte baja de la Abadía acabada, fue el momento en que Don Pedro decidió traer, en absoluto secreto, los restos de su abuelo García Díaz de Cadórniga, su madre, su padre y su hermano Antonio para enterrarlos en la iglesia del Sacromonte. Los del resto de sus familiares no pudieron ser localizados en sus enterramientos de Valladolid y pueblos de León. Ordenó hacer una capillita con cripta al lado del Evangelio para trasladarlos a los cuatro, el mismo lugar donde había previsto que lo enterraran a él cuando llegase su final. Y el momento de enterrar a Don Pedro con sus antepasados llegó en enero de 1624. En la cripta de la Abadía-panteón de los Vaca de Castro quedaron depositados los cinco miembros de la familia.

[El túmulo sepulcral de Don Pedro y familia fue tallado en 1627. En el siglo XVIII surgieron rumores de que, en las cuatro cajas de plomo traídas de Valladolid, selladas en el panteón de Pedro de Castro, se guardaba parte de la fortuna de Cristóbal de Castro. Dio pie a ello el hecho de que en 1613 habían sido enterradas a espaldas de la mayoría de canónigos de la Abadía y de las autoridades de la ciudad. Un abad del XVIII abrió las cajas y comprobó que allí no había diamantes ni lingotes. Solamente plomo deshecho por la humedad. Se aprovechó para cambiar los huesos a los sarcófagos de mármol actuales].

Segunda traza “escurialense” para la Abadía. Este modelo fue trazado por el arquitecto Pedro Sánchez en 1614, a imagen de El Escorial. Aunque las obras comenzaron en 1609 bajo plano de Ambrosio de Vico y se acabaron en 1610 para levantar el claustro primero y la capilla. Cuando murió Pedro de Castro, en 1623, sólo se había construido esta parte, además de las Santas Cuevas. Su proyecto de 1614 de este plano contemplaba seguir añadiendo claustros escalonados ladera arriba. Pero nunca se llegó a plasmar siguiendo este proyecto. El nuevo templo (A) es la capilla de San Dionisio, levantada en el siglo XIX; el claustro de las Procesiones (D); el claustro de los Capellanes (F) y las celdas (Y); claustro de los Canónigos (E) y sus habitaciones (O); y patio de Colegiales (G). El resto de letras indican cocinas, retretes, almacenes, refectorio, etc. INTERPRETACIÓN DEL ARQUITECTO ANTONIO MARTÍN MUÑOZ.
Foto aérea de Google con la planta tal cómo está en la actualidad.

Explicación de su inmensa fortuna

Pedro de Castro hizo testamento en su visita a Granada de finales de 1620. Legó todas sus pertenencias a la Abadía; había formado censos y adquirido terrenos y molinos para asegurar las rentas futuras de la institución. En su protocolo notarial aseguró que ya llevaba gastados más de 400.000 ducados en la construcción de la Abadía, más otros 35.000 que aportaba en efectivo para obras futuras. Además, dotó a su fundación de varias propiedades en tierras, molinos, censos y casas para que sus rentas anuales asegurasen su consolidación y mantenimiento. Entre sus donaciones materiales se encuentran cuatro curiosos reposteros que fueron fabricados en Cuzco y traídos por su hermano. Por supuesto, también le dejó sus 1.300 libros, entre los que destacan varios volúmenes en árabe de los siglos XIV y XV. Más sus muebles, tapices y cuadros.

También fueron años en su periodo final en que gastó mucho dinero para que cronistas reescribieran la historia de su vilipendiado padre, para proyectar su memoria hacia el futuro y minorar las crónicas anteriores a 1556 que reflejaban una culpabilidad en el Perú

El arzobispo tuvo fama en su etapa sevillana (1610-23) de recolectar en aquella diócesis para arrimárselo a su apuesta granadina. También fueron años en su periodo final en que gastó mucho dinero para que cronistas reescribieran la historia de su vilipendiado padre, para proyectar su memoria hacia el futuro y minorar las crónicas anteriores a 1556 que reflejaban una culpabilidad en el Perú. Pedro de Castro pensó que sólo pasaría a la Historia lo escrito y pintado, no lo hablado. Encargó crónicas y libros para ensalzar de manera épica la trayectoria militar de Cristóbal Vaca de Castro en Perú, intentando compararlo con Cortés, Pizarro o el mismísimo Colón. Patrocinó reescrituras de la historia de su padre a los cronistas Cristóbal Calvete Estrella, Antonio Herrera Tordesillas y el Inca Garcilaso de la Vega.

Detalle del cuadro de la batalla de Chupas, ganada por Cristóbal Vaca de Castro (con armadura) para pacificar las guerras civiles en Perú. ABADÍA DEL SACROMONTE.

También encargó seis enormes cuadros con las batallas en las que Cristóbal Vaca de Castro habría tenido protagonismo como militar; en realidad, no pasó de ser un funcionario judicial, ya entrado en años, que contempló desde lejos las escaramuzas peruanas.

Las sospechas de lo ocurrido con la fortuna del gobernador del Perú reaparecieron en el Consejo de Castilla siete décadas después, cuando ya no vivían el Emperador ni Felipe II

Las sospechas de lo ocurrido con la fortuna del gobernador del Perú reaparecieron en el Consejo de Castilla siete décadas después, cuando ya no vivían el Emperador ni Felipe II. El oro de Perú empezó a dejar rastros a partir del testamento de Don Pedro y de la realidad levantada en la explanación del monte Valparaíso.

[El tremendo corte de la montaña y las tierras arrojadas ladera abajo fue la primera denuncia por “delito ecológico” que entró en el Ayuntamiento de Granada].

Los bastantes más de 435.000 ducados invertidos en construir la Abadía fueron aportados exclusivamente por Pedro de Castro, de los dineros de los Vaca de Castro

Los bastantes más de 435.000 ducados invertidos en construir la Abadía fueron aportados exclusivamente por Pedro de Castro, de los dineros de los Vaca de Castro. Pero la Corona ya se había dado por satisfecha, recompensada por los servicios prestados por Pedro de Castro a las Chancillerías de Valladolid y Granada, amén de veedor, visitador de obras y contador de los intereses reales. Fue uno de los funcionarios reales más efectivos. Incluso la monarquía lo premió con la visita a la Abadía y su tumba del rey Felipe IV cuando recaló en Granada en la primavera de 1624, recién enterrado el arzobispo.

¿De dónde procedía aquella fortuna que se gastó en levantar el Sacromonte? 435.000 ducados fue el mayor capital gastado en Granada a principios del siglo XVII.

¿De dónde procedía aquella fortuna que se gastó en levantar el Sacromonte? 435.000 ducados fue el mayor capital gastado en Granada a principios del siglo XVII. Ninguna obra absorbió tanto dinero y en tan breve tiempo, incluida la Catedral que iba a paso lento. Por ejemplo, el impuesto de Carlos V a los moriscos de 1526 ascendió a 80.000 ducados, a repartir entre más de 120.000 familias. Un ducado era el equivalente al valor de 3,6 gramos de oro. Y en el caso de la Abadía todo se había hecho prácticamente con dinero del arzobispo, apenas hubo donaciones y limosnas de particulares.

El dinero destinado a la construcción de la Abadía a principios del siglo XVII sería comparable al valor actual del Cubo de CajaGranada, tasado en algo más de 22 millones de euros

Una comparación más contemporánea fue la obra de El Escorial. El Padre Sigüenza, bibliotecario escurialense, escribió que el edificio madrileño había costado 5.260.570 ducados hasta el año 1598, fecha de fallecimiento de Felipe II. Extrapolando las cifras, la Abadía del Sacromonte habría costado aproximadamente el 9% que la de El Escorial. Con la diferencia de que Felipe II lo hizo con el dinero de todos sus vasallos, provocando tres bancarrotas a España, y Don Pedro de Castro levantó el Sacromonte sólo con su fortuna familiar. El dinero destinado a la construcción de la Abadía a principios del siglo XVII sería comparable al valor actual del Cubo de CajaGranada, tasado en algo más de 22 millones de euros.

Panorámica actual de la Abadía, El Escorial andaluz. FOTO DE ANTONIO MARTÍN MUÑOZ.

Aquellas cifras de ducados, trasladadas al precio del oro actual permiten concluir, grosso modo, que El Escorial costó 286,9 millones de euros. Y la Abadía del Sacromonte 21,8 millones. Es decir, que los más de veintiún millones en oro que se gastó Pedro de Castro en levantar su Abadía resultan una cifra muy exagerada para provenir sólo de las rentas personales y ahorros del sueldo de un juez y arzobispo.

La conclusión es que la mayor parte del oro del Perú traído por su padre y hermano a partir de 1542 acabó sufragando la abadía del Sacro Monte, hasta donde alcanzaron las reservas del Mayorazgo de los Vaca de Castro

La conclusión es que la mayor parte del oro del Perú traído por su padre y hermano a partir de 1542 acabó sufragando la abadía del Sacro Monte, hasta donde alcanzaron las reservas del Mayorazgo de los Vaca de Castro. Ahí se paró la obra en el XVII. Seguro que, si el barco que trajo el cofre del tesoro vía Lisboa hubiese venido más cargado y los 16.000 pesos de renta anuales no se hubiesen esfumado al morir el padre por tratarse de una renta vitalicia del titular (en 1571), hoy el edificio de Valparaíso tendría los cinco patios proyectados por los trazos del arquitecto Pedro Sánchez y el maestro de obras Ginés Martínez de Salazar.

Quedan miles de documentos inéditos en el archivo de Don Pedro de la Abadía. Habrá que esperar a futuros estudios y trascripciones, a ver si en alguno de ellos aparece la contabilidad de las cantidades y valoración de su mayorazgo a fecha de su testamento a la Abadía.

Relación de la Abadía con las Indias

Pedro de Castro siempre tuvo presente al Perú, y a las Indias en general, en su mente y su primera gestión del Sacromonte; en esa idea le siguió su secretario y primer abad, Justino Antolínez de Burgos. Estaban muy agradecidos a aquellas tierras por haber dado origen a la fortuna familiar que, al final de sus días, le permitieron edificar tan magna obra edilicia y educadora en Granada. En vida, Pedro de Castro empezó manteniendo estrecha correspondencia con las élites coloniales de Lima y Cuzco; les pidió colaboración económica para continuar la obra del Colegio de San Cecilio. Deseaba abrir el corazón y la bolsa de los peruleros que hacían fortuna en tierras del nuevo continente; se volcó con la nobleza del Perú. Incluso editó libros sobre los hallazgos del Sacromonte, con algunos de los grabados de Heylan, para que se conociera allí esta historia que creyó la del Quinto Evangelio. Recibió pequeñas cantidades de dinero desde el Perú.

A cambio de ayuda económica, ofreció capellanías y estudios a hijos de indianos de Castilla

Pareció que en el primer tercio del XVII la cuestión sacromontana echó raíces en Perú. A cambio de ayuda económica, ofreció capellanías y estudios a hijos de indianos de Castilla. Fueron varios los estudiantes del Perú que viajaron a formarse al Sacromonte; algunos de ellos salieron con títulos en leyes y cánones, regresaron a Indias a ocupar cargos políticos y religiosos. Téngase en cuenta que la Abadía del Sacromonte fue la primera universidad privada de España y sus estudios de Cánones los más valorados.

No obstante, las obligaciones misioneras para los canónigos del Sacromonte no incluyeron predicar en América, sólo en la zona de Andalucía; quizás debido a esa ausencia, la presencia del Sacromonte en aquellas tierras es muy limitada. Quedó prácticamente interrumpida a partir de la independencia de tierras suramericanas del imperio español a principios del siglo XIX.

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