La fachada postiza de la Real Chancillería y el escudo reaparecido de la Fuente de las Ninfas
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El edificio tuvo una primera portada de estilo renacentista y en piedra toba de Alfacar, demolida en 1584 para dar paso a la manierista actual
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Francisco del Castillo el Mozo también fue autor de la traza de la Fuente de las Ninfas, desmontada tras la riada de 1835
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En el Museo Arqueológico se conserva un escudo similar al de la Chancillería, probablemente el que presidía la Fuente de Santa Ana
Los sillares almohadillados de las dos esquinas de la fachada de la Real Chancillería semejan enormes costurones. Muestran los lugares por donde está engarzada la nueva fachada al resto del edificio. Algo no cuadra al comprobar que toda la manzana exterior de la Chancillería y antigua cárcel está levantada en piedra toba de Alfacar, más imperfecta y oscura, mientras que la fachada reluce con piedra rubia de Escúzar, además de otros mármoles ornamentales más vistosos.
La primera fachada, todavía carente de portada, había sido alzada al estilo renacentista de manera paralela al primer patio del edificio real, entre 1531 y 1584. No debía estar muy a la altura de la belleza del claustro y de la imponente escalera, trazados seguramente por Diego de Siloé o su escuela
La causa es bien sencilla: la fachada primitiva fue desmontada en 1584 para dar la bienvenida al nuevo gusto italianizante que se imponía a partir de mediado el siglo XVI. La primera fachada, todavía carente de portada, había sido alzada al estilo renacentista de manera paralela al primer patio del edificio real, entre 1531 y 1584. No debía estar muy a la altura de la belleza del claustro y de la imponente escalera, trazados seguramente por Diego de Siloé o su escuela. Por eso la eliminaron. De no haberlo hecho, es muy probable que hoy se pareciera al basto acabado de la Iglesia de los santos Justo y Pastor o del Hospital Real.
El 17 de abril de 1584 llegó destinado a Granada el oidor toledano Fernando Niño de Guevara. Traía la plena confianza de Felipe II y de su Consejo de Castilla. Sería la primera autoridad del entonces extenso Reino de Granada. Pero la impresión que se debió llevar del espacio que se estaba conformando para futura Plaza Nueva del Rey no debió gustarle nada. La bóveda que cubría el Darro entre la Cuesta de Gomérez y la esquina del Hospital de Santa Ana estaba ya acabada para dar mayor amplitud a todo el espacio. Arriba, mirando hacia la Carrera del Darro, se veían el lecho del río constreñido por viviendas, sus molinos y la vegetación del cauce. A su izquierda, la fachada de la Real Chancillería estaba todavía sin rematar, en piedra oscura de Alfacar que no se presta a virguerías para los escultores. Al presidente Fernando Niño no le gustó nada. Decidió embellecer el entorno para dignificarlo como epicentro del poder de la Corona en Granada.
Francisco Castillo el Mozo
Por el Reino de Jaén deambulaba un joven arquitecto haciendo iglesias, edificios públicos y fuentes. Se llamaba Francisco del Castillo, hijo del cantero del mismo nombre, por lo cual le apodaban El Mozo para distinguirlo de su padre. Había nacido en Jaén en 1528 y fue enviado a estudiar y trabajar a Roma entre 1545 y 1552. Allí se empapó de las nuevas tendencias artísticas del incipiente manierismo, que venían a superar a lo renacentista. Trabajó en Villa Giulia y regresó a su tierra dispuesto a aplicar lo aprendido del nuevo estilo, que anunciaba ya al barroco. Colaboró con su padre y con Andrés de Vandelvira en diversas obras para el arzobispado de Jaén e incluso en 1577 presentó candidatura a dirigir las obras de la Catedral de Granada, tras el fallecimiento de Juan de Maeda.
Dos fueron los proyectos que barajó el flamante presidente de Audiencia: el de Lázaro de Velasco, arquitecto de la Catedral, y el del jienense Francisco del Castillo el Mozo. El primero tenía amplia trayectoria como maestro de obras en Granada; el segundo no había proyectado nada para el Reino de Granada, aunque sí mucho para las tierras de los alrededores
En 1584 fue llamado por Fernando Niño para que presentara proyecto de fachada a la Real Chancillería de Granada. Dos fueron los proyectos que barajó el flamante presidente de Audiencia: el de Lázaro de Velasco, arquitecto de la Catedral, y el del jienense Francisco del Castillo el Mozo. El primero tenía amplia trayectoria como maestro de obras en Granada; el segundo no había proyectado nada para el Reino de Granada, aunque sí mucho para las tierras de los alrededores. Lázaro de Velasco presentó un proyecto continuista, en cierto modo, de la fachada que ya estaba a medio hacer, aunque sin portada y sin trabazón con el resto del cuarto delantero del edificio. Sería con la misma piedra toba de la cantera de Alfacar. En estilo renacentista, como lo que se llevaba levantado del complejo (faltaban todavía los dos patios traseros de la cárcel).
En cambio, Francisco del Castillo el Mozo, fiel a su manera de hacer, presentó un diseño de fachada y portada rompedoras, al nuevo estilo italiano. Hecho con proporciones, vanos y materiales similares a Villa Giulia y otros palacios romanos contemporáneos. De hecho, el jienense ya había experimentado el manierismo en el edificio de la cárcel de Martos y en varias fuentes ornamentales. Desechó la oscura piedra toba de Alfacar y se decantó por la piedra arenisca de Escúzar que se empleaba en la Catedral. No sólo eso, también combinaría piedras marmóreas de Macael, piedra gris de Sierra Elvira y verde serpentina de Sierra Nevada. El resultado es el que conocemos actualmente (a excepción de la balaustrada, los pináculos y la torre metálica del reloj, añadidos en la segunda mitad del XVIII; el reloj databa de 1694 y fue reparado y cambiado de ubicación).
El presidente de la Chancillería quedó absolutamente prendado del nuevo diseño. Convenció al Real Acuerdo (especie de junta de gobierno) y se decidió unánimemente aceptar el proyecto de Francisco del Castillo. El principal edificio de la monarquía en Granada, el símbolo de su poder y su presencia, no podía escatimar en belleza ni gastos. Para finales de 1584 ya había trasladado su residencia a Granada; el arquitecto viajó muy poco a otros lugares a rematar obras pendientes, se centró en dotar a la Real Chancillería de su novísima imagen. No sólo fue el tracista, sino que permaneció como maestro de obras durante todo el resto de su vida. Que no iba a ser mucha.
Francisco del Castillo contó con la ayuda los más afamados canteros y escultores del momento granadino, Martín Díaz de Navarrete y Alonso Hernández. Su primera tarea consistió en demoler los 38-39 pies que se llevaban alzados de fachada en piedra de Alfacar y estilo renacentista. Después empezaron las obras a buen ritmo, no sólo de la pared, sino también de lo que se llamaba el cuarto delantero (zaguán)
Francisco del Castillo contó con la ayuda los más afamados canteros y escultores del momento granadino, Martín Díaz de Navarrete y Alonso Hernández. Su primera tarea consistió en demoler los 38-39 pies que se llevaban alzados de fachada en piedra de Alfacar y estilo renacentista. Después empezaron las obras a buen ritmo, no sólo de la pared, sino también de lo que se llamaba el cuarto delantero (zaguán).
Pero la salud de Francisco del Castillo el Mozo no debía ser demasiado buena; en noviembre de 1586 enfermó y falleció pocas semanas después. No pudo ver completamente acabada la obra más suntuosa de toda su carrera profesional. A principios de 1587, su cadáver fue llevado a una iglesia de Martos, donde tenía capilla familiar, para ser enterrado.
Los poco más de dos años que Castillo vivió y trabajó en Granada dejaron la impronta de una de las mejores fachadas de edificios públicos del XVI. Sin embargo, su memoria profesional y personal se perdió en la oscuridad de los siglos siguientes. Todas las guías y escritos de los siglos XVII a XX han atribuido la traza de la fachada de la Real Chancillería a diversos arquitectos, unos delegados de obras regias en Granada (Juan de la Vega) y hasta al arquitecto de El Escorial, Juan Herrera. No fue hasta el año 1973 cuando se empezó a especular con la autoría de Francisco del Castillo; lo hizo el profesor René Taylor, especialista en la obra de Castillo el Mozo, quien en el XXIII Congreso Internacional del Arte presentó una ponencia en la que defendía al jienense como verdadero autor de la traza. La teoría de Taylor fue corroborada una década después por los investigadores granadinos Antonio Ángel Ruiz Rodríguez, José María Gómez Moreno e Inés del Álamo Fuentes; estos tres hallaron el testamento de Francisco del Castillo y el expediente de cargos contra Fernando Niño por haber derrochado el dinero de la Corona en levantar la fachada de la Audiencia.
Por eso envió a investigar al consejero de Estado Juan de Acuña. Buscaron las cosquillas a quien era prácticamente el virrey del Reino de Granada, Fernando Niño. En Madrid le abrieron un expediente de cargos, en los que se le acusaba de despilfarro, soberbia, exceso de protagonismo por colocar sus armas en la fachada, abuso de poder, etc
Porque el punto final de esta magna obra que preside la Plaza Nueva del Rey en Granada estaba todavía por escribir. En noviembre de 1591, el presidente de la Real Chancillería (lo fue entre 1584 y 1596) tuvo que justificar la inversión ante Felipe II. El Consejo Real (gobierno de entonces) vio excesivos los más de 40.000 ducados que había costado hacer la fachada. Por eso envió a investigar al consejero de Estado Juan de Acuña. Buscaron las cosquillas a quien era prácticamente el virrey del Reino de Granada, Fernando Niño. En Madrid le abrieron un expediente de cargos, en los que se le acusaba de despilfarro, soberbia, exceso de protagonismo por colocar sus armas en la fachada, abuso de poder, etc. De los 49 cargos de la acusación, Fernando Niño consiguió salir airoso de casi todos por su labia y su gran formación jurídica. El principal de ellos, el de despilfarro, lo justificó asegurando que el primer edificio de la Corona en Granada no podía desmerecer de su condición. Sería como rebajar la figura del Rey. No obstante, reconoció su exceso de protagonismo al colocar su escudo en la cartela conmemorativa. Al presidente de la Real Chancillería le salvó el cuello el hecho de haber compartido sus decisiones en el seno de su junta de gobierno, el llamado Real Acuerdo. Felipe II y el Consejo Real se dieron por satisfechos y bien invertidos los dineros del erario público. Fernando Niño incluso consiguió mayor prestigio ante Felipe II: poco después le propuso para inquisidor general y arzobispo de Sevilla.
Fue enviado un cuadro a Felipe II con la fachada ya acabada (cuyo paradero se desconoce; quizás pereciera en el incendio que destruyó el Alcázar de Madrid en 1734). La obra se estructura en dos cuerpos de alzada y siete ejes verticales; es un completo muestrario de vanos y estilos experimentales, propios del manierismo. Incluso contradictorios en muchos casos. Francisco del Castillo dejó su firma, o señales inequívocas de paternidad, repartidas por diversos lugares: la abundancia de óvalos, tanto verticales como horizontales; leoncillos; y mujeres musas-ninfas. Lo hizo prácticamente en todas las obras que levantó por Jaén, Córdoba y Granada en sus más de treinta años de ejercicio profesional (1552-86).
Buena parte de la piedra de Santa Pudia ha tenido que ser reparada en varias ocasiones; y la serpentinita de Sierra Nevada está también muy deteriorada en los paneles bajos
Además de la abundante piedra ocre de Escúzar (calcarenita de la cantera de Santa Pudia), el arquitecto utilizó caliza gris de Sierra Elvira, travertino de Alfacar, mármol blanco de Macael y serpentina verde del Barranco de San Juan. Todas estas rocas son más adecuadas para las filigranas escultóricas, comparadas con los impedimentos que presentan las coquerías (huecos) de la toba de Alfacar. Aunque ésta sea más resistente. De hecho, buena parte de la piedra de Santa Pudia ha tenido que ser reparada en varias ocasiones; y la serpentinita de Sierra Nevada está también muy deteriorada en los paneles bajos.
El escudo real de la Fuente de las Ninfas
Siempre se ha conjeturado que la anexa Fuente de Santa Ana o de las Ninfas fue ejecutada por los mismos maestros de la fachada de la Real Chancillería, es decir, Martín de Navarrete y el cantero Alonso Hernández, ambos discípulos de Maeda en las obras de la Catedral. Posteriormente, a las órdenes de Francisco del Castillo el Mozo durante las obras de la Chancillería.
Doy por buena la atribución de la desaparecida fuente tras la riada de 1835, (ver el siguiente enlace Y ahora resulta que la Fuente de las Ninfas está sepultada en Plaza Nueva ).
Es lógico pensar que los subalternos que concluyeron la fachada de la Chancillería, una vez fallecido el arquitecto jienense, fuesen los mismos que acabaron el cierre de la Plaza Nueva del Rey. La cuestión es precisar si fueron totalmente fieles al dibujo trazado por Francisco del Castillo en sus dos años de estancia en la ciudad o introdujeron modificaciones al diseño original. Eso nunca lo sabremos.
Pero de lo que sí estoy completamente convencido es que la fuente más monumental que tuvo Granada en Plaza Nueva salió del lápiz del arquitecto Francisco del Castillo. Recientemente ha sido identificado uno de los elementos que formaron parte de aquella fuente: el escudo real. Es de forma ovalada, como los que inventó y repitió Francisco del Castillo en todas sus creaciones, especialmente en los frontones de sus fuentes. Nunca antes de la llegada de Castillo a Granada había aparecido un escudo real labrado en forma ovalada.
Buena parte de la piedra de Santa Pudia ha tenido que ser reparada en varias ocasiones; y la serpentinita de Sierra Nevada está también muy deteriorada en los paneles bajos
El escudo en cuestión permanece almacenado en un rincón del Museo Arqueológico de Granada desde tiempo inmemorial. Quizás desde que la Comisión Provincial de Monumentos empezó a acumular piezas para formar el futuro Museo Arqueológico Provincial (1845). La pieza permanece descontextualizada y sin concretar su procedencia. No obstante, su extremada similitud al de la Real Chancillería, su forma y sus medidas aproximadas hacen pensar que se trate del que estuvo encastrado en el centro de la Fuente de las Ninfas. El escudo mide 112 centímetros de alto por 83 de ancho y 3,5 centímetros de grosor. Está esculpido en piedra travertina, la misma que se utilizó para las esquinas de la Real Chancillería.
La descripción más antigua que tenemos del Pilar de las Ninfas data de 1642, en los Anales de Enríquez de Jorquera. En tres párrafos de su extensa crónica de Granada refiere el autor la existencia de este pilar. Curiosamente, también menciona como materiales utilizados los mismos que en la fachada de la Chancillería: piedra de Santa Pudia, gris de Sierra Elvira, mármol (jaspe) para las cartelas. E incluso menciona una cruz de alabastro añadida posteriormente por el Concejo de Granada. En la desaparecida cartela superior de la fuente podía leerse que fue construida entre los años 1590 y 1593, durante los mandatos de los corregidores Alonso de Cárdenas y Mosén Rubí de Bracamonte. Es decir, nada más acabar de rematar la fachada de la Chancillería.
El diseño de la Fuente de las Ninfas seguía una estética entre renacentista y manierista. Era un frontón enorme (de entre 8-10 metros de alta por 10-13 de larga), encajado entre las esquinas del Hospital de Santa Ana y las casas donde comenzaban los números pares de la Carrera del Darron (hoy inexistentes). Tapaba el río Darro y las vistas de la parte baja de la Iglesia de Santa Ana. Arquitectónicamente, comenzaba sobre una escalinata (de entre ninguno y tres peldaños, según los dibujos posteriores); una pila corrida pegaba al entablamento. El paredón se dividía en tres partes mediante columnas jónicas, con dos arcos de medio punto laterales (que parece eran ciegos y no comunicaban con el posterior atrio de Santa Ana, ya que detrás estaba el cauce del río y las casas montaban sobre el pretil del cauce). El sistema hidráulico central se componía de cuatro grandes caños, al estilo del Pilar del Toro diseñado por Diego de Siloé unos años antes. Dos de los caños laterales, dorados, salían de las bocas de dos leones rampantes, apoyados en los extremos de la pila; los otros dos caños salían de los pechos o zaques al hombro de dos mujeres o ninfas, colocadas en hornacinas a media altura del entablamento.
El diseño general del entablamento, el almohadillado de los sillares, los pináculos, las figuras de leones, las mujeres virtuosas… son todos elementos que Francisco del Castillo había utilizado recientemente en la construcción de fuentes en otras ciudades de Andalucía. Suyas son las que aún existen en Jaén (Caños de San Pedro), Martos (Pilar de Fuente Nueva), La Guardia (fuentes de María Magdalena y la posterior rehecha para Isabel II), Priego de Córdoba (Fuente de la Salud). E incluso se le adjudica otra el Huelma (Fuente Seca).
Incluso en la de la Salud ya aparecen insertados los mismos óvalos o cabujones de serpentina verde que más tarde colocó bajo las ventanas de la Chancillería
Las dos últimas fuentes que acabó Francisco del Castillo cuando ya estaba en Granada (la de la Salud de Priego y la de Martos) son clarísimos antecedentes de la fachada de la Real Chancillería y de la Fuente de las Ninfas. Incluso en la de la Salud ya aparecen insertados los mismos óvalos o cabujones de serpentina verde que más tarde colocó bajo las ventanas de la Chancillería.
Fuente de la Salud, en Priego de Córdoba, en estilo manierista. Los dos medallones de mármol serpentina y el tercero en piedra rosa son los mismos que Francisco del Castillo utilizó bajo las ventanas de la Real Chancillería. La construyó en 1585, mientras trabajaba en Granada.
Fuente Nueva, en Martos, también de estilo manierista. Diseñada en 1586 por Castillo el Mozo. Las cabezas de leones que sostienen los caños son similares al situado sobre la cartela de la puerta de la Real Chancillería.
Fuente de La Guardia, en estilo renacentista, construida en 1566. Los cuarteles superiores del escudo real ovalado fueron fresados en 1835 para dedicar el pilar a Isabel II.