Granada, la ciudad malquerida
Por dignidad, es dimitir la única salida para al alcalde con el menor apoyo popular de la historia, al frente de un biconcejalato, obstinado en mantenerse, solo y asilado, ante un pleno y una ciudad que no le quiere, aferrado a la esperanza de recibir una llamada de Madrid o Sevilla, que le informe de que seguirá al frente de un Ayuntamiento desgobernado. Pero Luis Salvador sabe que nunca recibirá esa llamada, porque Ciudadanos jamás hará peligrar su pacto en la Junta, la única herramienta con que cuenta para presionar al PP.
O, pasará a la historia triste de una ciudad que languidece bajo sus órdenes, como el regidor que más daño ha hecho a Granada, con obsesión por ocupar una poltrona, al frente del gobierno municipal que ha sido el peor, en el peor momento.
Ruido es lo que sobra, mientras la furia invade el sentimiento generalizado ante la imposibilidad de que no se puede dilatar aún más la permanencia de la ciudad en una UCI, que no ha provocado, pero que bien sabía que le amenazaba desde aquel sorprendente pleno de investidura, en el que PP y Cs sellaban el pacto de la vergüenza, al tratar a Granada como un cromo intercambiado.
Dignidad. Solo dignidad y no violarla más, porque en política, como en la vida, hay que saber llegar, estar, y dejarlo cuando llega el momento, y siempre llega, por mucho que el poder ciegue. Ese saber estar y dejarlo se llama dignidad. La dignidad no está en venta, porque no tiene precio y, por tanto, no se puede comprar ni vender, aunque la corrupción tiente y la mancille. La dignidad se tiene o no se tiene. Y aunque planee para la semana próxima su salida, con condiciones, ya es tarde para reivindicar lo que es una condición mínima para ejercer la política, no suficiente, pero sí imprescindible
Impedir el cambio ya es ejercer con desatino y absoluta falta de sentido, la soberanía depositada en él por la ciudadanía, porque atenta contra ella misma, a la que se debe, por encima de todo.
Granada no puede esperar más. Perdemos por goleada contra otras ciudades con la que, decían, competiríamos, y que por su propia incompetencia, ha sido cierto en único aspecto: en crisis permanente, disputas internas, en lo peor de las cosas de la política. Proyectos varados, como el de la Capitalidad Cultural, barrios olvidados, promesas incumplidas. Las derechas en disputa permanente que castigan a la ciudad.
No son todos los políticos iguales, aunque la crisis institucional que sufre Granada, de una envergadura solo similar a la que condujo a la dimisión del último alcalde del PP, José Torres Hurtado, por presunta corrupción, haya extendido el desánimo y el descrédito, injustamente, a toda la clase política. Porque no es comparable la actitud de las derechas con la de las izquierdas.
Irresponsable absoluto ha sido el PP, que provocó la honda crisis al abandonar el gobierno municipal, con fecha de caducidad desde el primer día, sin aportar ni una razón de peso, más que el acceso inmerecido al sillón de la Alcaldía porque sí y disfrazar su vacío argumentario dando ahora validez a un pacto de alternancia que negó con rotundidad durante los dos primeros años. En Granada, Sevilla y Madrid, precisamente cuando quien el único que lo defendió, Sebastián Pérez, se marchó hastiado de un partido que le dio la espalda.
Desde la derecha más extrema, responsable con sus votos de aupar a un alcalde que ya no quieren, proponen un plan imposible plan para salir del bloqueo. Pobre ultraderecha, cuya única aportación municipal ha sido colocar a Luis Salvador y repetir sin gracia ni carisma las falacias de sus líderes. Sin complejos. Sobre los dos últimos tránsfugas: Manuel Olivares, el mejor concejal de Desempleo que nunca tuvo un municipio alguno antes de que tocara en Granada, y la inédita Lucía Garrido, la coherencia indica que no es necesario ahondar en sus reprochables comportamientos éticos y morales, que de por sí ya les retratan.
Ante tanto despropósito, el PSOE, al menos, dio un paso adelante, como asumió su responsabilidad cuando salió esposado del Ayuntamiento el último alcalde del PP. Y con su propuesta de moción de censura rompió el ridículo inmovilismo alimentado de declaraciones en las que los actores de esta película de terror de serie B, escrita por un descerebrado dios de derechas, cruzaban acusaciones, sin idear soluciones. Granada recibía un nuevo y duro golpe por la paralización municipal que acumula expedientes, tras ser de las ciudades más castigadas por la pandemia, sin capacidad de recuperación, entre otras razones, por la inacción del gobierno municipal, que abandonó los servicios sociales cuando más se necesitaban y no ha reclamado la ayuda millonaria, específica para la ciudad, comprometida por el presidente de la Junta.
De Unidas Podemos, nada que reprochar, reivindicando su labor de azote de las derechas municipales, como así dejaron constancia sus tres concejales en el último pleno ordinario con Luis Salvador de alcalde, dispuestos a ser parte de la solución, pero, aunque para ello haya que dialogar con “el mismísimo diablo”, dijo Antonio Cambril, con líneas rojas infranqueables, que este lunes, en la primera reunión entre las dos formaciones llamadas a entenderse, trasladará a los socialistas, que han pasado de asegurar que con "Luis Salvador no vamos ni al tranco de la puerta, que lo tenga todo el mundo claro, que no podemos gobernar ni nos podemos sentar ni podemos hablar con una persona que representa lo que representa en esta ciudad", -señaló su secretario de organización local, Jacobo Calvo-, a fijar una reunión con él.