'La única manifestación en España contra el 23-f fue la de Granada'
A la selectividad académica, se le añadía así una selectividad económica, claramente clasista, pues afectaba directamente a los hijos e hijas de la clase obrera
Antes que nada hay que remontarse al inicio del conflicto de los becarios con el Ministerio de Educación desde 1977. Si hay un conflicto que evidenciaba las diferencias sociales en la Universidad ese fue, fundamentalmente, el de la política educativa respecto a las becas. Los cambios sociales y económicos que había experimentado España a partir del desarrollismo de los sesenta demandaban una extensión de la educación a más grupos sociales y una mayor especialización del trabajo. La Ley General de Educación de 1970 pretendía amoldar la educación española a esa nueva realidad pero, en la práctica, las políticas de los gobiernos de derechas, desde el inicio de la transición, limitaron la concesión las becas con objeto de reducir el número de estudiantes que ingresaban en la Universidad para disminuir el gasto. A la selectividad académica, se le añadía así una selectividad económica, claramente clasista, pues afectaba directamente a los hijos e hijas de la clase obrera.
El Gobierno de la UCD aprobó en 1977 tres medidas claramente restrictivas para conceder la beca y que fueron el origen del primer conflicto becario
Por mor de síntesis, saber que el Gobierno de la UCD aprobó en 1977 tres medidas claramente restrictivas para conceder la beca y que fueron el origen del primer conflicto becario: por ejemplo, se necesitaba se exigía aprobar todo el curso en junio, no podía quedar ninguna asignatura suspensa, lo cual afectaba gravemente al alumnado que compaginaba el trabajo con los estudios, y suponía un obstáculo casi insalvable en determinadas Facultades o Escuelas Técnicas donde la exigencia académica era mayor. La segunda medida fue establecer una distancia mínima de 60 kilómetros para recibir las becas de desplazamiento y residencia, y esto, en una región que por entonces carecía de autovías o autopistas y con una deficiente red de transporte, cuyo funcionamiento no se ajustaba a los horarios de clase, suponía dejar a un numeroso grupo de alumnado sin ayuda. Por último, se denegaba la beca a los estudiantes universitarios que poseían ya un título, o sea, básicamente, a los que habiendo acabado magisterio continuaban sus estudios para sacar una licenciatura.
Estas medidas tuvieron como respuesta la creación de una Asamblea de Becarios de Granada que desde 1977 hasta 1981 protagonizaron asambleas, corte de vías públicas, encierros y manifestaciones relámpago que terminaron en la convocatoria de una manifestación para el día 19 de febrero de 1981.
Estas medidas tuvieron como respuesta la creación de una Asamblea de Becarios de Granada que desde 1977 hasta 1981 protagonizaron asambleas, corte de vías públicas, encierros y manifestaciones relámpago que terminaron en la convocatoria de una manifestación para el día 19 de febrero de 1981. Casualmente, el Gobernador Civil la prohibió por algunos “defectos de forma”. Los estudiantes becarios eran combativos, pero estudiantes, pequeño burgueses a los que se les podía ningunear sin sobresaltos. Pero, dadas las relaciones de algunos de sus dirigentes con los sindicatos mayoritarios, especialmente, con las CCOO –que se habían solidarizado desde su origen con las demandas de aquellos-, provocaron que estos la convocaran al unísono y fue legalizada para las 19.30 horas del día 23 de febrero de 1981. La historia es caprichosa.
Las noticias del golpe de Estado, protagonizado por el Coronel Tejero, a poco más de la hora taurina de las cinco de la tarde, habían corrido como la pólvora. A esa misma hora, los dirigentes de los becarios tenían una reunión con el Rector, Gallego Morell para pedirle mayor implicación en el conflicto y poco después de iniciarse un conserje le susurró al oído lo que estaba pasando. El Rector, dio una breve información y suspendió la reunión, no sin que antes algún responsable académico, con cierta sonrisa burlona, se dirigiera a los becarios diciendo algo así como “ahora, qué, ¿os vais a echar al monte? Y es que la democracia incipiente seguía estando entre alfileres.
La manifestación seguía su curso, no obstante, y el Paseo del Salón, lugar de inicio de la misma, era un hervidero a las siete de la tarde
La manifestación seguía su curso, no obstante, y el Paseo del Salón, lugar de inicio de la misma, era un hervidero a las siete de la tarde. Allí, los dirigentes de los becarios, muchos de cuales habían salido poco antes del encierro que mantenían en la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, en improvisada asamblea discuten entre ellos sobre la conveniencia o no de celebrar la manifestación, cuando las noticias que llegaban de Madrid y otros lugares no son precisamente optimistas. Y, además, presionados por los dirigentes policiales que les recomiendan que no se hiciera por las consecuencias que de ello podrían derivarse en caso de desorden público. Sin embargo, todos coinciden, precisamente, que esa era precisamente la razón más poderosa para no desconvocarla, pues la mayoría eran militantes de partidos de izquierda y sabían el riesgo, pero también la necesidad de oponerse a ese golpe de estado.
Se dio la circunstancia que los becarios habían confeccionado una pegatina, con el lema “Becas sí, tanques no”, no tanto porque tuvieran el don de la adivinanza, cuanto porque entonces se contraponían los gatos militares a los gastos sociales
Así pues, se inicia la manifestación. Tres mil manifestantes se ponen en marcha en dirección a la Gran Vía. En cabeza, los becarios que habían estado encerrados portan una gran pancarta con el lema “No a la política de becas de UCD”, detrás carteles con consignas como “Obreros y estudiantes unidos y adelante” o “El hijo del obrero a la Universidad”. Los gritos iniciales hacen referencia a las reivindicaciones de los becarios (“Las becas, Seara, que tienes mucha cara”, “Solidaridad con los becarios”, “Gallego Morell no saldrá otra vez”), pero pronto, a medida que la tensión sube, pues estudiantes que portan radios y transistores comunican la entrada de tanques en Valencia y la manifestación se convierte en una protesta antigolpista y por la democracia, la única que tiene lugar en toda España ese día. Y arrecian los gritos: “El pueblo unido jamás será vencido”, “Vosotros fascistas sois los terroristas” y “Golpe no, democracia sí” se grita ahora por la calle Reyes Católicos, sin saber si más allá del monumento espera la policía y lo que podría estar cociéndose en Capitanía General de Granada, muy próxima. Se dio la circunstancia que los becarios habían confeccionado una pegatina, con el lema “Becas sí, tanques no”, no tanto porque tuvieran el don de la adivinanza, cuanto porque entonces se contraponían los gatos militares a los gastos sociales.
Al llegar a Plaza Nueva, el portavoz de los becarios, subido a un banco, da la manifestación por terminada, como habían prometido a la policía y felicita a los manifestantes con su respuesta pacífica pero, mientras se recogen pancartas y el grueso de los manifestantes van disgregándose, un grupo de manifestantes de extrema izquierda se dirige hacia Gobierno Civil y a la altura de la calle Marqués de Falces se producen “los primeros incidentes cuando algunos de los manifestantes cruzan coches en la calzada, arrancaron lo que en su día será un semáforo [sic] y cortaron la calle con vallas de una obra próxima. Intervino entonces la Policía Nacional, que estaba concentrada en las proximidades del Gobierno Civil y ordenó la disolución de la marcha… Alrededor de las nueve de la noche no se había restablecido la calma…”. Esa misma noche, el diario “El País”, en su histórica edición especial de la una de la madrugada, publica una columna de Eduardo Castro en la que informa de la realización de una manifestación con presencia “de varios miles de personas”, aunque informa erróneamente que continúan los encierros de la Iglesia del Sagrado Corazón y el Decanato.
Estos últimos estudiantes portaban aún el aprendizaje de la lucha antifranquista, ciertas formas de actuar que ya no servían en democracia y que tuvieron que ir abandonando en los conflictos en los que participaron
Más allá de lo que, posteriormente, lograron los becarios (más becas, más agilidad para el pago de las mismas, menos exigencias clasistas, entre otras), la lección que se extrae es que en la lucha de los becarios coincidieron las nuevas generaciones que habían llegado a la Universidad, -las primeras que estudian en democracia-, con aquellas que empezaron en los últimos años del franquismo. Estos últimos estudiantes portaban aún el aprendizaje de la lucha antifranquista, ciertas formas de actuar que ya no servían en democracia y que tuvieron que ir abandonando en los conflictos en los que participaron. El cambio en la política universitaria en los últimos años queda también de manifiesto en todo el conflicto: participación en la Universidad de sectores sociales más heterogéneos, dirección en manos de grupos reducidos de la izquierda revolucionaria, escasa presencia del Partido Comunista, luchas por cuestiones más concretas, de mayor preocupación social y menos ideologizadas.
Y la manifestación el 23 de febrero que debía haber constituido una prueba de fuerza ante las autoridades universitarias, se convirtió en un hito en la ciudad por motivos muy diferentes a los inicialmente planeados
El movimiento de becarios quedaba desarticulado en el momento que más fuerza había conseguido, pero su lucha enseñó a muchos la tremenda desigualdad que todavía existía en la sociedad española para lograr una verdadera igualdad de oportunidades y la esencia clasista de la Universidad, en una protesta que, además, unía intereses de obreros y estudiantes en un mismo objetivo. Y la manifestación el 23 de febrero que debía haber constituido una prueba de fuerza ante las autoridades universitarias, se convirtió en un hito en la ciudad por motivos muy diferentes a los inicialmente planeados. Visto desde la perspectiva actual, sorprende ver cómo tantos jóvenes fueron capaces de dar, en aquellos dramáticos momentos, una enorme muestra de madurez política –la edad no siempre es todo- y evitaron provocaciones en un momento enormemente delicado. Pero, sobre todo, esta manifestación, la única que se realizó ese día en todo el territorio español, por encima de una demostración de solidaridad con los hijos de los trabajadores a los que se dificultaba su presencia en las aulas universitarias, se transformó en un grito multitudinario por las libertades y la democracia protagonizado por unos estudiantes universitarios, por esos hijos e hijas de la clase obrera que se esforzaban por sacar una carrera universitaria y que ese día salieron a la calle, en el momento más difícil y cargado de incertidumbre, para luchar por algo más importante que sus becas. Por todo ello, el conflicto de los becarios podemos considerarlo como el eslabón final de una cadena iniciada veinte años atrás en la Universidad de Granada, la culminación de las luchas de tantas generaciones de estudiantes por la libertad, la justicia y la democracia.
Bibliografía:
- MARTÍNEZ FORONDA, Alfonso; SÁNCHEZ RODRIGO, Pedro; RUEDA CASTAÑO, Isabel: La cara al viento. Estudiantes por las libertades democráticas en la Universidad de Granada (1965-1981), Vol. I y II, Córdoba, El Páramo, 2012.
- Entrevista a Bartolomé Torres García, en Fondo Oral de CCOO de Andalucía
- Diario Patria, 24 de febrero de 1981
- El País, 24 de febrero de 1981
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