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Blog - El ojo distraído - Jesús Toral - Viernes, 28 de Abril de 2017
'Vengo a hablar de mi libro', la célebre frase que Paco Umbral espetó a Mercedes Milá.
Antena 3
'Vengo a hablar de mi libro', la célebre frase que Paco Umbral espetó a Mercedes Milá.

Anda David Bustamante compungido y preocupado por su reciente separación de Paula Echevarría. Desde que se dieron a conocer los problemas de la pareja, su vida se ha visto asediada por la presencia continua de periodistas y fotógrafos que tratan de mostrar su dolor, sus reacciones ante las cámaras y sus respuestas. Ha llegado a declarar que “estáis tirando mi imagen por los suelos”. Seguramente no le falta parte de razón al cantante cántabro por temer que un asunto tan personal como la separación de su pareja le pueda acarrear consecuencias en el terreno profesional, pero no tienen por qué ser negativas. Tal vez que se hable de él le sirva incluso para vender más discos o puede que ocurra todo lo contrario, en función de las simpatías que despierte al respecto, pese a que nadie duda de que por eso sus canciones no serán peores ni mejores ni tampoco su voz cambiará.

Y es que la imagen privada de un artista puede repercutir en su obra. Tenemos recientes ejemplos como el de Fernando Trueba, quien después de hacer una broma sobre su escaso sentimiento patrio tuvo que sufrir una campaña de desacreditación que acabó perjudicando a la taquilla de su última película 'La reina de España'. Algunos amigos me reconocieron entonces que ellos ya nunca volverían a ver un filme suyo por este motivo, al margen del valor artístico de la obra que dirigiera.

La lista de personajes públicos antipáticos pero con evidentes cualidades artísticas es interminable. La vida personal no debería ser un inconveniente a la hora de seguir su obra. Es como si creyéramos que el hecho de ser popular o de haber destacado en cualquier sector convierte automáticamente a esas personas en mejores que el resto, en más educadas, cariñosas o solidarias

Nadie duda de las aptitudes literarias de Francisco Umbral, el gran escritor, aunque una de las frases que más han quedado en el recuerdo popular era aquella que soltó a Mercedes Milá en un programa de televisión: “Yo he venido aquí a hablar de mi libro”. Ciertamente, su carácter no parece que fuera ni dulce ni cariñoso. Algo similar a lo que ocurre con actores de la talla de Marlon Brandon, con quien, según aseguran aquellos con los que coincidió, era muy difícil trabajar, pese a su calidad como monstruo de la pantalla. Y qué decir de Javier Bardem, flamante primer actor español en conseguir el óscar, tan constantemente atacado por los medios del país por su ideología política o sus salidas de tono ante la cámara. También he escuchado muchas veces hablar de él con desprecio: “Yo de ese tío no quiero saber nada, paso de sus películas”.

La lista de personajes públicos antipáticos pero con evidentes cualidades artísticas es interminable. La vida personal no debería ser un inconveniente a la hora de seguir su obra. Es como si creyéramos que el hecho de ser popular o de haber destacado en cualquier sector convierte automáticamente a esas personas en mejores que el resto, en más educadas, cariñosas o solidarias. Aunque es evidente, sería necesario recordar que ser bueno en algo no significa que lo seas en todo igual que tampoco es justo que a un gran médico, capaz de encontrar la cura del cáncer, se le acabe juzgando por no ser altruista o por un carácter agrio, como tampoco a un santo se le considera menos válido porque no haya encontrado un fármaco para aumentar la felicidad. ¿Es que acaso alguien piensa que es justo que a nosotros mismos nos valoren en nuestro puesto de trabajo no por hacer bien lo que hacemos sino por cómo nos relacionamos con nuestra familia, amigos, por si somos simpáticos o generosos? De hecho, pondríamos el grito en el cielo si el motivo de nuestro despido fuera: “Eres un gran cocinero pero no me gustas. Eres muy borde”. Sin dudarlo, acabaríamos denunciando al empresario.

Creo que es más habitual que desacreditemos a un artista español por su carácter que a uno norteamericano, porque por poner un solo ejemplo, no parece que a un defensor a ultranza de las armas como el actor/político Arnold Schwarzenegger le haya afectado en España profesionalmente su militancia, a tenor de los datos recaudatorios de sus películas. El motivo puede ser que nos molesta mucho más cuando llega de personajes cercanos a nosotros y también los conocemos antes y mejor.

También es cierto que la sobreinformación en los medios de comunicación e Internet nos lleva a saber hasta los más nimios detalles de cualquier persona popular y eso nos ayuda a dibujar en nuestra mente una imagen determinada, casi siempre errónea, de él.

De cualquier manera, me da igual que Mozart fuera irascible, que Dalí pecara de prepotencia o que a Einstein no le soportara ni su propia familia. Gracias a todos ellos, este mundo es un poco mejor, está más lleno de arte y de vida y afortunadamente, nunca he tenido que aguantar la forma de ser de ninguno de ellos.

El ser humano busca continuamente motivos para juzgar, para condenar, para desacreditar a aquellos que considera que están por encima. Sin embargo, liberarnos de todo ese esquema mental nos permitiría disfrutar de un cuadro, una novela o una película al margen de consideraciones a las que podemos llegar atendiendo únicamente al carácter personal de los autores. Y es que el arte hay que degustarlo al margen de los propios artistas que lo originan.

 

 

Imagen de Jesús Toral

Nací en Ordizia (Guipúzcoa) porque allí emigraron mis padres desde Andalucía y después de colaborar con periódicos, radios y agencias vascas, me marché a la aventura, a Madrid. Estuve vinculado a revistas de informática y economía antes de aceptar el reto de ser redactor de informativos de Telecinco Granada. Pasé por Tesis y La Odisea del voluntariado, en Canal 2 Andalucía, volví a la capital de la Alhambra para trabajar en Mira Televisión, antes de regresar a Canal Sur Televisión (Andalucía Directo, Tiene arreglo, La Mañana tiene arreglo y A Diario).