Campaña Inagra contenedor marrón.

Como vaca sin cencerro

Blog - El ojo distraído - Jesús Toral - Viernes, 23 de Marzo de 2018
Indegranada

¿Recuerdan ustedes la época en la que para llegar a una dirección concreta había que preguntar a alguien por la calle? ¿Se acuerdan de los apuros que pasábamos cuando llegábamos a una ciudad desconocida y teníamos que acceder a una avenida sin GPS? ¡Qué pronto nos olvidamos! Los móviles y los navegadores de los vehículos nos han conducido por una senda desconocida, la de llegar a cualquier sitio sin tener ni idea de cómo ir…casi siempre. Si no que se lo digan al pobre hombre que ayer se quedó atascado en una calle de Guadix por seguir las indicaciones de su GPS.

Hay un momento en el que sientes que no hay vuelta atrás, el navegador te indica que sigas recto y tu instinto te dice que no puede ser por ahí, pero la sensual voz femenina está tan segura y te da tanta pena contradecirla que le haces caso y te lleva por zonas cada vez más estrechas y sinuosas hasta que sientes que no puedes hacer más que continuar y entonces ya estás en un callejón sin salida

Y es que hay un momento en el que sientes que no hay vuelta atrás, el navegador te indica que sigas recto y tu instinto te dice que no puede ser por ahí, pero la sensual voz femenina está tan segura y te da tanta pena contradecirla que le haces caso y te lleva por zonas cada vez más estrechas y sinuosas hasta que sientes que no puedes hacer más que continuar y entonces ya estás en un callejón sin salida. Por eso entiendo a este hombre que tuvo que subir su coche por el bordillo de una acera antes de encontrarse de frente con tres tramos de escaleras. Supongo que pensaría: “Si paso esto seguro que llego a la carretera”. Y lo hizo y lo que vio justo después fue un vial peatonal estrecho acotado por farolas. ¿Entraría el coche? Merecía la pena intentarlo ante la alternativa de retornar para subir los mismos escalones que había bajado. Y pasado ya lo peor, el conductor, siempre bajo las órdenes del GPS, consideró que debía afrontar el último tramo de escaleras  que emergió ante su parabrisas para acceder a la carretera que tenía por fin frente a sus ojos. Lo intentó pero… ¡Lástima!...fue justo ahí donde se quedó atorado.

Que uno nunca sabe cuándo decirle que no al navegador, porque como es una máquina no le puedes discutir nada, pero equivocarse, se equivoca…sino, que nos lo digan a mi compañera operadora de cámara Miriam y a mí. Resulta que hay personas que nacen con el sentido el gusto acentuado y se hacen restauradores, decoradores…; otros nacen con el sentido del olfato desarrollado y se convierten en sumiller o mezclan fragancias para componer perfumes; y por último, algunos nacen con el sentido de la orientación atrofiado…hasta tal punto que se pierden en su barrio de toda la vida y eso no les impide que se dediquen a localizar a diario direcciones distintas. Ese es mi caso, pero aún más el de mi colega y amiga Miriam. Y en una profesión como la de cámara y reportero de televisión o tienes memoria fotográfica y miras los planos de cada ciudad en el ordenador, antes de salir, o es imprescindible un GPS en condiciones que te guía. Durante mucho tiempo, por algún motivo desconocido que tal vez Iker Jiménez en Cuarto Milenio podría investigar, el navegador de nuestro coche nuevo nos conducía al lugar en cuestión después de pasar por todas las áreas industriales de las afueras de la ciudad a la que nos dirigíamos, de forma que siempre nos retrasábamos 15 ó 20 minutos. Llegamos a considerar si era porque el aparato en cuestión estaba pagado por determinadas empresas y por eso nos hacía una ruta para visitar esos pabellones industriales.

Recuerdo otra ocasión en la que pusimos las coordenadas porque teníamos que llegar a una casa relativamente aislada de la provincia de Almería, donde los 13 millones de invernaderos semejantes hacen inviable orientarse ni al más diestro en el tema. Aquella vez el GPS nos condujo a mitad de la nada. Al llegar, miramos absortos a todos lados y veíamos cómo el viento deslizaba alguna que otra rama en un panorama desértico donde sólo faltaba la música de western. Tratamos de llamar por teléfono y no había cobertura, pero tampoco ni rastro de la casa a la que nos dirigíamos. Nos bajamos del coche y lo único que vimos fue cómo una lagartija se escondía entre las piedras. Volvimos a subirnos y, sin decir palabra, regresamos por donde habíamos venido durante más de 20 minutos hasta llegar al primer pueblo y poder llamar por teléfono para guiarnos. El destino estaba a varios kilómetros del punto al que nos había conducido el navegador.

Por algún motivo desconocido que tal vez Iker Jiménez en Cuarto Milenio podría investigar, el navegador de nuestro coche nuevo nos conducía al lugar en cuestión después de pasar por todas las áreas industriales de las afueras de la ciudad a la que nos dirigíamos, de forma que siempre nos retrasábamos 15 ó 20 minutos           

Calles sin salida, direcciones prohibidas que nos veíamos obligados a saltarnos de tanto en tanto para acceder a un destino que veíamos frente a nosotros… ¡Qué sí! Que el GPS ha facilitado mucho nuestras vidas y casi no recuerdo la época en la que preguntábamos en un pueblo de 500 habitantes por la calle Mayor a un hombre cualquiera, después de cerciorarnos de que vivía allí, y éste se quedaba pensando muy serio y repitiendo el nombre:

            –Me suena, me suena, pero…

            Hasta que yo le decía:

            –Gracias, no se preocupe.

            Y a continuación, me dirigía a mi compañera:

            –Ya hemos llegado. El letrero de Calle Mayor está justo detrás de este hombre, ¿lo ves?

Así que el GPS ha venido a mejorar la calidad de vida de los reporteros y operadores de cámara, de los comerciales, los viajantes y todos aquellos que tienen que localizar una dirección distinta cada día, pero también nos ha puesto en grandes apuros

Nos echábamos a reír porque después de algunos años descubrimos que la mayoría de los vecinos tiene muchos problemas para distinguir el nombre de las calles de su pueblo, aunque sea muy pequeño. Así que el GPS ha venido a mejorar la calidad de vida de los reporteros y operadores de cámara, de los comerciales, los viajantes y todos aquellos que tienen que localizar una dirección distinta cada día, pero también nos ha puesto en grandes apuros, como a este pobre hombre que se quedó petrificado en esa calle peatonal de Guadix allí por seguir sus indicaciones y la explicación parecía tan extraña que los mismos policías locales le hicieron el control de alcoholemia al considerar extraña su forma de actuar. Afortunadamente, dio negativo. Y es que tal vez estos policías locales no han tenido nunca que lidiar con el navegador de su vehículo pero, de verdad, que hay veces que dan ganas de convertirlo en persona para darle un testarazo, porque no solo te equivoca sino que además te impide desahogarte como Dios manda, ni vengarte de él y hacerle volver a casa andando. Así que no sé si es mejor perderte por preguntar a los parroquianos de un pueblo concreto o andar como vaca sin cencerro detrás de las indicaciones de una máquina que ni tiene sentimientos ni asume sus errores ni nunca te va a pedir perdón por ellos.

Imagen de Jesús Toral

Nací en Ordizia (Guipúzcoa) porque allí emigraron mis padres desde Andalucía y después de colaborar con periódicos, radios y agencias vascas, me marché a la aventura, a Madrid. Estuve vinculado a revistas de informática y economía antes de aceptar el reto de ser redactor de informativos de Telecinco Granada. Pasé por Tesis y La Odisea del voluntariado, en Canal 2 Andalucía, volví a la capital de la Alhambra para trabajar en Mira Televisión, antes de regresar a Canal Sur Televisión (Andalucía Directo, Tiene arreglo, La Mañana tiene arreglo y A Diario).