Confinados que brillan
Escribo estas líneas con el corazón encogido por las cifras que este sábado nos ha arrojado la pandemia del virus Covid-19: se ha superado el millón cien ml contagiados en el mundo y son ya más de 60.000 los fallecidos, espeluznante. Más de medio planeta se encuentra confinado en sus domicilios como medida sanitaria, hablamos de miles de millones de personas. No obstante, creo que debemos concentrarnos en algo positivo (aunque haya que hacer un esfuerzo para apreciarlo) y asumir que esta aciaga situación nos va a suponer un punto de inflexión en nuestras vidas particulares, con la esperanza de que también llegue a suponer un cambio de rumbo en la vida del planeta.
Mucho se ha hablado ya de que lo que veníamos llamando progreso (sic.) era un camino hacia un precipicio para la especie humana y de que la pérdida de biodiversidad y el holocausto que habíamos provocado para con nuestros congéneres, el resto de animales que habitan nuestro planeta, había generado un desequilibrio de tal magnitud que las grietas tarde o temprano iban a empezar a "hacer aguas". En relación a esto, se vienen observando ciertos cambios que están empezando a mostrar la vida natural más allá de las paredes de nuestras casas: la fauna reconquista espacios, la vegetación se muestra exuberante, el clima nos está regalando unas valiosísimas lluvias primaverales.
Ciertos cambios están empezando a mostrar la vida natural más allá de las paredes de nuestras casas: la fauna reconquista espacios, la vegetación se muestra exuberante, el clima nos está regalando unas valiosísimas lluvias primaverales
Sin embargo, yo ahora quiero centrarme en lo que nos está pasando internamente a cada uno de nosotros durante nuestro confinamiento, que en el caso de España supera ya los 20 días y no va a concluir en breve. Es cierto que en ocasiones da la impresión de que no hay margen de optimismo porque hay grupos de personas que se están dejando llevar por el odio, la frustración y el egoísmo, y se barrunta que esta gente, cuando todo esto acabe (porque acabará), volverá a las andadas y seguirán ejerciendo su egoísmo y su odio por doquier.
No obstante, me gusta pensar que a otro grupo de personas, en esta ocasión mucho más amplio que el anterior, les va a terminar sentando bien el confinamiento y ese crecimiento personal que están experimentando, cuando todo esto acabe (porque sí que acabará) lo llevarán por bandera y lo desarrollarán junto con otros y se irradiará como una luz que alumbra en la oscuridad.
Podemos ver en las redes sociales cómo existen miles y miles de publicaciones de las personas en sus casas, balcones y jardines disfrutando simplemente de contemplar cómo florecen las plantas, cómo vuelan los insectos, cómo surcan el cielo las aves, cómo cae la lluvia
¿A qué tipo de crecimiento personal me estoy refiriendo? Empecemos por fijarnos en los niños, que como tantas veces en la vida han de servirnos de inspiración, para darnos cuenta de lo que las personas mayores perdimos y dejamos atrás. Habréis visto cómo los niños pequeños instintivamente disfrutan con el resto de animales y se maravillan con ellos. Quizá nosotros perdimos esa capacidad y ahora sea momento de empezar a recuperarla. Así está ocurriendo en las redes sociales, donde podemos ver (memes y bulos aparte) cómo existen miles y miles de publicaciones de las personas en sus casas, balcones y jardines (los más privilegiados) disfrutando simplemente de contemplar cómo florecen las plantas, cómo vuelan los insectos, cómo surcan el cielo las aves, cómo cae la lluvia.
En estos momentos estamos aprendiendo a notar el ritmo del tiempo, miramos más al cielo, observamos las cosas que nos rodean con la mirada de un niño, contemplamos. Hemos vuelto a mirar a los ojos a nuestras mascotas, conectamos con ellas, y por supuesto con nuestros hijos, hablamos más con ellos, jugamos más con ellos, participamos más en sus estudios, echamos de menos a personas, sentimos más. Sentimos muy adentro que formamos parte de una familia, de una calle, de un barrio, de una ciudad... de un Todo. Estamos recordando que se puede bailar y cantar en casa, nos volvemos más creativos porque tenemos tiempo para reflexionar, hemos recuperado la curiosidad, queremos explorar, percibimos el poder de nuestra libertad porque ahora la tenemos limitada.
Hemos levantado el pie del acelerador, íbamos demasiado deprisa, las imágenes de todo lo que nos rodeaba, incluidas las personas, se difuminaban por la velocidad, pero ahora podemos enfocarlas bien y descubrimos que hay Belleza en todo
Hemos levantado el pie del acelerador, íbamos demasiado deprisa, las imágenes de todo lo que nos rodeaba, incluidas las personas, se difuminaban por la velocidad, pero ahora podemos enfocarlas bien y descubrimos que hay Belleza en todo. La empatía hacia el resto ha de crecer durante este confinamiento porque somos conscientes de que los demás, al igual que nosotros, también están haciendo un esfuerzo, pasándolo mal, y eso nos faltaba antes. Cuando íbamos a comprar el pan no sabíamos que el tendero había sufrido durante su vida y no había tiempo para conocerle, ahora ya no tenemos excusas, sabemos que sí.
Es verdad que sólo nos falta una cosa, pues la felicidad sólo es real cuando es compartida, y es compartir esa nueva percepción que ahora estamos desarrollando (¿recordando?) con nuestros seres queridos, pero no únicamente por redes sociales sino abrazándolos.
Estoy seguro de que nos hemos vuelto más sensibles y que esa sensibilidad no nos hace más débiles, al contrario, nos hace más fuertes
Estoy seguro de que nos hemos vuelto más sensibles y que esa sensibilidad no nos hace más débiles, al contrario, nos hace más fuertes; ya imagino el regreso a las calles y al campo y el contacto con nuestros familiares, amigos, amantes, será una orgía de fuertes abrazos, nos maravillaremos con las miradas de los demás, con la disposición de las hojas en las ramas de los árboles, amaremos a las golondrinas y el amor se expandirá por toda la atmósfera del planeta y podrá ser visto desde el espacio exterior