Controversias sobre el cuerpo de las mujeres (II): Pornografía y redes

Blog - El Viaje a Ítaca - Ana Gámez - Sábado, 23 de Marzo de 2019

En la actualidad encontramos por doquier mensajes que invitan a tener sexo, mensajes que identifican de forma simple sexo y salud (tener sexo, por ejemplo, fortalece el sistema inmunológico, reduce la presión arterial, previene determinados tipos de cánceres, mejora el cutis a las mujeres, etc.). Periódicos y revistas de todo tipo, radios, páginas web  tienen secciones fijas y consejos que  sitúan la práctica sexual  como un acto fundamental de nuestra vida (sobre las mejores prácticas sexuales, cómo vivir la sexualidad, como evitar la pérdida de apetencia sexual).

La revolución sexual del pasado siglo planteaba explorar nuestra sexualidad  en una relación  entre iguales. Un modelo alejado del actual de consumo de relaciones sexuales sin reciprocidad,  implicaciones emocionales o atracción sexual. Este modelo es reforzado por la cultura omnipresente del porno en nuestra vida cotidiana  a través de Internet, para cualquier usuario de la red, incluidos niños y niñas. Hay más de quinientos millones de páginas web de material pornográfico. El 34% de los jóvenes entre los diez y los diecisiete años está expuesto a contenido sexual online no deseado.

Muchos jóvenes no tienen otra educación sexual que la pornografía, que enseña un cuerpo o partes de un cuerpo sin  rostro donde las mujeres, sin más atributos que sus tetas y su culo, son consideradas sumisos objetos sexuales a disposición del placer de chicos y hombres, cuyo único mérito es un buen cipote por el cual supuestamente nos derretimos las mujeres. 

Los jóvenes a través de la pornografía aprenden que el sexo y el afecto son cosas independientes, que las mujeres están dispuestas a tener sexo en todo momento, que deben responder a sus demandas, o que la violencia sexual es un elemento erótico.

El acceso a la pornografía a través de internet viene facilitado por  “la  triple A”: accesible (el acceso a internet es universal), asequible (a golpe de un clic), anonimato (se accede de forma anónima). Y podemos añadir una cuarta: la aceptación social.

La pornografía, que forma parte de la industria del sexo, se ha convertido así en un elemento de consumo y cultura de masas, en el modelo hegemónico de sexualidad. Un ejemplo de ello es la depilación del bello púbico o las relaciones sexuales en grupo. El mensaje que lanza la pornografía a los hombres es que  pueden disfrutar virtualmente de los cuerpos de las mujeres y de forma real con la prostitución o con la violación.

'La crítica feminista a la pornografía ha decaído en las últimas décadas al ser identificada su posición con posiciones de tipo religioso o moral, que negaban la liberación sexual de las mujeres'

El feminismo tuvo siempre una visión crítica respecto a la pornografía porque presenta a la mujer como un objeto sexual donde no cuenta o cuenta poco el placer femenino, las mujeres son consideradas “guarras”, “zorras”, “putas"…..reforzando así el sexismo de nuestra sociedad. La crítica feminista a la pornografía ha decaído en las últimas décadas al ser identificada su posición con posiciones de tipo religioso o moral, que negaban la liberación sexual de las mujeres.  

Quienes defienden la pornografía hablan de  un porno alternativo y liberador,  que rompe con los estereotipos, donde las mujeres pueden actuar sexualmente sin tabúes.

La prostitución y el deseo masculino y femenino

Actualmente, tal y como hemos visto en nuestro país a raíz del intento de legalización de un sindicato de trabajadoras del sexo, perviven y se han radicalizado dos posturas históricamente enfrentadas y que se relacionan con el  concepto o idea  de la sexualidad. 

'Hay voces, que provienen del neoliberalismo y, curiosamente, de una parte de la izquierda como Podemos, que ponen el acento en que se distinga entre trata y prostitución'

Hay voces, que provienen del neoliberalismo y, curiosamente, de una parte de la izquierda como Podemos, que ponen el acento en que se distinga entre trata y prostitución, casi siempre para condenar la trata de personas, pero defender la necesidad de normalizar la prostitución como un trabajo más en el que se intercambia sexo por dinero, y en donde las mujeres que participan en este intercambio son mujeres libres, dueñas de sus cuerpos y por tanto empoderadas, puesto que hay dinero de por medio.  

Este enfoque no tiene en cuenta las estructuras de poder que afectan a la prostitución, obviando que la trata de mujeres con fines de explotación sexual es un fenómeno que ha surgido para abastecer de mujeres a la industria del sexo o a la prostitución, y que las mujeres prostituidas se convierten en objeto de consumo masculino.

Por otro lado está la posición abolicionista, que considera que la prostitución mercantiliza las relaciones sexuales y que no es comparable a ningún otro trabajo, tanto es así que no concebimos que  pueda ser estudiado como profesión. Lo que realmente subyace tras la prostitución de las mujeres es explotación económica y sexual, miseria y esclavitud, y señala que no es defendible un modelo de relación sexual desigual en el que el hombre es sujeto de su deseo y la mujer es objeto del mismo. 

Desde esta posición se defiende un modelo de sociedad que aspira a la existencia de relaciones afectivas libres e iguales entre los sexos, donde el sexo se practica voluntariamente por deseo y placer de ambas partes y no por necesidad. 

En todos los ámbitos las palabras son importantes, con ellas designamos la realidad. Y en el ámbito de la prostitución el término 'cliente' neutraliza el acto del putero, que contribuye a la explotación sexual,  y transmite la idea de que se trata de un contrato mercantil  donde una parte paga por  un servicio que ofrece la otra parte. El término “puta”, en cambio, designa lo que no deber ser ni hacer una buena mujer.

'A lo largo de la historia la biología, la psiquiatría, el arte o la cultura han interpretado y justificado el deseo sexual masculino como un impulso incontenible'

A lo largo de la historia la biología, la psiquiatría, el arte o la cultura han interpretado y justificado el deseo sexual masculino como un impulso incontenible. Fue Freud quien le dio el nombre de  la libido, un impulso que permite la reproducción humana, y que por salud mental no hay que reprimir. Actualmente todavía pueden escucharse muchas afirmaciones en relación al carácter incontenible de tal impulso, a pesar de que la historia y la ciencia han demostrado hace tiempo que los hombres pueden ser dueños de sus deseos.

Ese deseo irrefrenable puede satisfacerse  pagando por ello, una práctica a la que acuden  un 30% de varones entre los 18 y los 50 años en nuestra sociedad.  El cuerpo que se vende es el de la mujer, no importa su deseo. Las mujeres no han sido consideradas históricamente como sujetos de deseo.

La mayoría de las mujeres que ejercen la prostitución huyen de la miseria, y con frecuencia caen en las redes de trata. La voluntariedad o libertad en la elección de tal ejercicio es una falacia. A la situación de indefensión y explotación a que son sometidas hay que añadir que muchas de ellas vienen mediante engaños y no son conscientes de la terrible realidad que las espera. 

El 80% de las mujeres que  ejercen la prostitución en España son inmigrantes con problemas socioeconómicos y, la mayor parte de ellas, víctimas de trata. 

Se estima que la  trata de mujeres y niñas para su explotación sexual afecta a alrededor de  4.5 millones de personas, y junto con el tráfico de armas y de drogas es el  gran negocio internacional de las mafias.

'Solo en anuncios de prnesa se gastan 40 millones de euros anuales'

La prostitución ha sido siempre un negocio muy rentable. En España es el sector económico que más dinero negro mueve,  el volumen de negocio se acerca a los 8 millones de euros al día. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), la prostitución representa el 0,35 % del Producto Interior Bruto, alrededor de 4.000 millones anuales. Solo en anuncios de prensa se gastan 40 millones de euros anuales.

Según la ONU, el 39% de los varones españoles ha pagado en alguna ocasión por mantener relaciones. Hay 15 millones de españoles que han ido a prostíbulos o ha solicitado los servicios de una mujer en una carretera.

En Granada, la Cruz Roja calcula que pueden ser 300 las mujeres que ejercen la prostitución, a algunas de ellas se las puede ver al anochecer en el Centro Comercial Alameda, ahora Granaita, con hogueras encendidas para paliar el frío a la espera de clientes. Y a mí, que paso con frecuencia por allí, no me parecen mujeres empoderadas.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Imagen de Ana Gámez

Ana Gámez Tapias, nació en Lanteira (Granada) en 1962, un pueblo del Marquesado, es licenciada en Filología Clásica por la Universidad de Granada. Desde 1986 es profesora de Griego de Enseñanza Secundaria. Se ha interesado también por la actual cultura y la lengua de Grecia. Ha sido delegada provincial de Educación y Cultura de la Junta de Andalucía. Y senadora del PSOE por Granada.