Corpore sano in mens sana

Blog - El ojo distraído - Jesús Toral - Viernes, 16 de Noviembre de 2018
IndeGranada

El otro día conocí a un médico de cabecera de esos que te devuelven la fe en la vida porque no hablaba de enfermedades sino de enfermos. Asistí a su charla y me pareció clarificador el hecho de que considerara que la medicina tradicional, por el momento, es insuficiente para acometer todos nuestros problemas de salud por sí sola. No es que no sea útil, al contrario, es lo mejor que tenemos por el momento entre nosotros, pero no acaba con todos nuestros males. ¿Es imposible hacerlo? Tal vez sí, pero quizás es necesaria una apertura de miras para abarcar más campos.

La medicina tradicional se basa en atacar los síntomas a base de medicamentos, a través de la experiencia de ellos; no obstante, sabemos que no son infalibles, siempre, al cien por cien. Dos enfermos de cáncer en el mismo estadio y que reciben igual tratamiento farmacológico evolucionan de manera diferente: uno puede morir y otro vivir. Eso quiere decir que la persona es la variable que afecta e influye en la enfermedad, es incuestionable. Cualquier profesional de la sanidad estaría de acuerdo con que una actitud positiva y una mente en paz favorecen la recuperación de un paciente.

La medicina china lleva años funcionando al margen de la tradicional europea y, pese a las feroces críticas que recibe, la medicina holística también produce resultados. Si dos es más que uno porque es el resultado de la suma, ¿Por qué no se empieza a dejar de criticar al otro para buscar en él lo positivo?

Este médico que conocí iba aún más allá y explicaba que, muchas veces, somos nosotros mismos los que nos generamos esos dolores de cabeza o cualquier otro mal. Por eso, debería ser ya hora de que los profesionales dejaran de limitarse a las causas y ayudaran al paciente a localizar los motivos.

La medicina china lleva años funcionando al margen de la tradicional europea y, pese a las feroces críticas que recibe, la medicina holística también produce resultados. Si dos es más que uno porque es el resultado de la suma, ¿por qué no se empieza a dejar de criticar al otro para buscar en él lo positivo?

El doctor norteamericano Hunter Doherty se hizo mundialmente popular antes incluso de ser inmortalizado en la película Patch Adams por el malogrado Robin Williams. Y, cada año, sigue su odisea por distintos países del mundo para demostrar que vestirse de payaso puede llevar la sonrisa a los enfermos y eso, cuanto menos, les hace la enfermedad más llevadera, y cuanto más, les ayuda a curarse.

Nos hemos acostumbrado a ir al médico porque llevamos varios días con dolor de cabeza o con insomnio, recibimos pastillas y el síntoma desaparece momentáneamente. La mayoría no se plantea jamás que ese dolor de cabeza puede estar relacionado con las preocupaciones diarias, con la falta de sueño por culpa de esas mismas preocupaciones o incluso de la desvalorización que nos lleva a sentirnos insuficientes frente al mundo, como si no diéramos la talla. Y, por desgracia, una pastilla puede ocultar esa situación, pero no la elimina.

La mayoría no se plantea jamás que ese dolor de cabeza puede estar relacionado con las preocupaciones diarias, con la falta de sueño por culpa de esas mismas preocupaciones o incluso de la desvalorización que nos lleva a sentirnos insuficientes frente al mundo, como si no diéramos la talla. Y, por desgracia, una pastilla puede ocultar esa situación, pero no la elimina

Así que, como todo el mundo sabe, para luchar contra una enfermedad hacen falta dos: el médico y el paciente. Y quizás las cosas serías distintas si el segundo considerara qué es lo que está haciendo en su vida para interrumpir su paz, provocarse preocupación, ansiedad, infelicidad o miedo hasta el punto de transformarlo en enfermedad, mientras que el doctor, por su parte, podría detenerse a conocerle, detectar lo característico que convierte su mal en único, porque es él quién lo vive. Claro que, entiendo que sería necesario que los profesionales tuvieran más tiempo para emplear en sus pacientes y que la industria farmacológica cediera parte de su poder, pero también es importante una amplitud mayor de nuestra visión global de la salud.

Hace unos años, cuando dirigí el documental “Frágil, camino de cristal”, me encontré con que los padres de niños con osteogénesis imperfecta, conocida popularmente como “huesos de cristal” sabían tanto de la patología que temían cada ingreso en un hospital cualquiera, cada tratamiento de un médico al azar. Y es que, en muchos de esos ingresos a los que el niño acudía con una fractura, se le generaban otras durante el tratamiento, por el desconocimiento del tipo de paciente. Uno de estos padres se quejaba de que, cuando le avisaban al médico de lo que tenía su hijo, a veces sin hacerle apenas caso, le movilizaban como cualquier otro paciente con fractura, como si el propio padre no estuviera cualificado para saber lo mejor en dicho caso. Como explicaba una de las principales especialistas españolas en el tema: “Los médicos no somos Dios, ni lo sabemos todo, deberíamos tenerlo en cuenta y hacer caso a los padres”. Y el hecho cierto, es que la madre que se dedica en cuerpo y alma a este niño desde que nació sabe más sobre su patología que la mayoría de los médicos que la estudiaron en la Facultad y que después, solo la han visto en su vida en una decena de casos similares, por cierto, también todos distintos entre ellos.

Al hablar de cómo tener una buena salud es necesario contar que no hay que excederse con la comida, que hay que distribuir los alimentos en cinco momentos del día, que deberíamos reducir el consumo de carne y aumentar el de fruta y verdura, que no se puede abusar de la grasa, que hay que hacer ejercicio diario, etc., pero también hay que recordar que es preciso dormir bien, que es beneficioso meditar, que hay que mantener una actitud de responsabilidad ante la vida, que no de culpabilidad, es decir, sentir que somos responsables de lo que vivimos. Y, asimismo, deberíamos victimizarnos menos, reírnos más, buscar momentos de diversión, de relax, esos que verdaderamente nos hacen más felices. Si estamos encerrados en un mundo en el que trabajamos tanto para pagar los costes de nuestros hijos que ni siquiera tenemos tiempo de disfrutar de ellos, además de que los chavales reciben el mensaje de que es más importante el dinero que percibimos que el amor que les damos, nos autogeneramos un cúmulo de sentimientos de culpa, de no llegar a nuestro objetivo, de ansiedad…que inevitablemente nos conduce a alguna enfermedad.

Estoy orgulloso de la calidad de la medicina en este país, de los profesionales increíbles que tenemos y, por eso, creo que estamos preparados para un cambio de perspectiva en la sanidad que nos permita diagnosticar a un paciente no solo por sus síntomas sino por la vida que lleva, el sufrimiento que soporta como una carga que está tan acostumbrado a transportar que ni siquiera se plantea la posibilidad de liberarse de ella

He convivido con personas ejemplares que han conseguido dar un giro de 180 grados a los pronósticos médicos gracias a un cambio de actitud ante la vida, después de quitarse las gafas de insatisfacción que se habían pegado a los ojos y colocarse otras que les han permitido mirar frente a frente a su realidad y seguir adelante con valentía y asumiendo los posibles resultados de la misma.

Estoy orgulloso de la calidad de la medicina en este país, de los profesionales increíbles que tenemos y, por eso, creo que estamos preparados para un cambio de perspectiva en la sanidad que nos permita diagnosticar a un paciente no solo por sus síntomas sino por la vida que lleva, el sufrimiento que soporta como una carga que está tan acostumbrado a transportar que ni siquiera se plantea la posibilidad de liberarse de ella. Siempre hemos oído eso de que hay que tener una mente sana en un cuerpo sano, pero yo creo que, para conseguir un cuerpo sano, en la mayoría de los casos, es necesario que profundicemos en nuestra mente y la sanemos. Si cuidamos el interior será más fácil evitar que las enfermedades nos visiten.

           

Imagen de Jesús Toral

Nací en Ordizia (Guipúzcoa) porque allí emigraron mis padres desde Andalucía y después de colaborar con periódicos, radios y agencias vascas, me marché a la aventura, a Madrid. Estuve vinculado a revistas de informática y economía antes de aceptar el reto de ser redactor de informativos de Telecinco Granada. Pasé por Tesis y La Odisea del voluntariado, en Canal 2 Andalucía, volví a la capital de la Alhambra para trabajar en Mira Televisión, antes de regresar a Canal Sur Televisión (Andalucía Directo, Tiene arreglo, La Mañana tiene arreglo y A Diario).