Héroes como mi padre

Blog - El ojo distraído - Jesús Toral - Viernes, 26 de Agosto de 2016
P.V.M.

Después de haberme pasado medio verano en agua, entre la piscina y la playa, de haber disfrutado de las olas y de un mar exento de medusas y a una temperatura ideal, la noticia del ahogamiento de un turista inglés en Torrox vuelve a recordarme que el mismo espacio en el que disfrutamos tanto en esta época vacacional puede convertirse en una trampa mortal y así les ocurre a decenas de personas cada año.

En esta ocasión, la dramática noticia no lo es tanto porque se amortigua con el salvamento de su hija de 5 años. Sergio, un joven de 35 años, se encontraba en la orilla de la playa de El Peñoncillo junto a su mujer y a su pequeño de poco más de año y medio cuando escuchó pedir socorro a unos 30 metros y no se lo pensó. Dejó al chaval a salvo con la madre y nadó hasta llegar al lugar de procedencia de los gritos. Consiguió coger a la niña, pese a que a punto estuvo de ahogarle por la forma en que le agarraba del cuello y llamaba desesperada a su padre. Sergio no pudo hacer nada por él, pero sí consiguió sacar a la pequeña con vida antes de que llegaran los servicios de emergencia, arriesgando su propia vida.

Un gesto loable que me ha traído la memoria un episodio similar que vivimos con mi padre y que siempre tengo presente porque nos lo contaba mi madre. De hecho, yo era demasiado pequeño para acordarme. Él era un avezado nadador, parecía un pez. Cuando llegábamos al mar, tardaba muy poco en despojarse de su ropa y lanzarse al mar. Nadaba una distancia considerable y se mantenía en una zona profunda durante al menos 45 minutos o incluso una hora. Mi madre, que no sabía nadar y le horrorizaba no tocar suelo, a veces se preocupaba porque tardaba demasiado pero entonces miraba al frente y veía asomar entre las olas su cabeza, al fondo de la del resto de bañistas, porque siempre se encontraba un poco más lejos.

Una mañana estaba disfrutando de su baño en un mar convulso que había obligado a colocar la bandera amarilla, cuando vio a alguien que luchaba por no ahogarse y pedía socorro. Alguna persona desde la orilla se percató de lo que ocurría y fue avisando al resto, que fueron testigos de cómo mi padre, sin pensarlo dos veces, se dirigió hacia ella y trataba de agarrarla. Dicen los servicios de emergencia que el momento más difícil al intentar sacar a alguien que se está ahogando es el de sujetarlo de la manera idónea, porque él tratará a manotazos de asirse a ti y es posible incluso que mueran los dos en el intento. Mi padre consiguió rodearle con su brazo derecho la cabeza y con un extremo dominio de la situación empezó a nadar hacia atrás hasta llegar a la orilla.

Para entonces, un nutrido grupo de bañistas se agolpaba en el lugar, entre ellos la amiga de la chica que había estado a punto de perder la vida si mi padre no hubiera estado cerca y mi propia madre.

Mientras papá salía ella se apoyaba en su hombro y tosía con suma virulencia expulsando agua e incluso vomitando hasta que unos minutos después comenzó a recuperar la las fuerzas… Poco a poco la situación se calmó. Cuando parecía que todo estaba mejor, papá se levantó y acompañado de mamá volvió a su toalla de la playa permaneció junto a nosotros varias horas más no sin antes recomendar a la mujer que pasara por los servicios de emergencia. La verdad es que no hubo ningún periódico, ni emisora de radio que lo contara; eran otros tiempos. Pese a que mi padre nunca me lo describió con detalle, como si no hubiera dado ninguna importancia al suceso, mi madre sí lo hacía orgullosa aunque también recordaba que ni aquella joven ni su amiga fueron capaces de darle las gracias al salvador de su vida. Ninguno de los dos se acercó después hasta él, que se encontraba bastante cerca, para hablar del suceso. Nunca más supo nada de ellas ni falta que le hacía, porque conociendo a papá, no creo que se le pasara siquiera por la cabeza que hubiera sido un héroe ese día.

Estoy seguro de que ni Sergio ni mi padre buscaban reconocimiento ni pensaron en su propia vida cuando decidieron arriesgarla por otro ser humano, muchas veces un imprudente o alguien que no calcula correctamente sus fuerzas. Muy pocos pueden decir que han tenido ocasión de salvar a alguien y, en mi opinión, los mejores son aquellos que ni siquiera le han dado importancia, como mi padre. Pero aquí estoy yo, su hijo, para ponerlo en valor y sentirme orgulloso de que él haya contribuido a hacer del mundo un lugar mejor.

Imagen de Jesús Toral

Nací en Ordizia (Guipúzcoa) porque allí emigraron mis padres desde Andalucía y después de colaborar con periódicos, radios y agencias vascas, me marché a la aventura, a Madrid. Estuve vinculado a revistas de informática y economía antes de aceptar el reto de ser redactor de informativos de Telecinco Granada. Pasé por Tesis y La Odisea del voluntariado, en Canal 2 Andalucía, volví a la capital de la Alhambra para trabajar en Mira Televisión, antes de regresar a Canal Sur Televisión (Andalucía Directo, Tiene arreglo, La Mañana tiene arreglo y A Diario).