'Juzgar está de moda'

Blog - El ojo distraído - Jesús Toral - Viernes, 7 de Mayo de 2021

¿Les ha pasado alguna vez? Llaman a su compañía de telefonía móvil porque han tenido algún contratiempo y, cuando ya se lo han solucionado, les empiezan a vender productos de los que no quieres oír hablar aunque te parece tan descortés no prestar atención después de haberte ayudado que te mantienes a la escucha. Y cuando ya ha acabado el teleoperador o teleoperadora, te avisa de que te volverán a llamar de la compañía en pocos minutos para que les valores, que tienes que puntuarles con un mínimo de siete u ocho porque en caso contrario, no les sirve; no solo eso, además, te explican que si no les valoras les cuenta como negativo, es decir, como si le puntuas muy bajo. Vamos, que no solo te llaman para que juzgues a una persona a la que no conoces de nada, que no tienes ni idea de cómo trabaja, ni sabes cómo es en su vida privada, ni sus problemas personales, ni su simpatía o antipatía… sino que, además, te aleccionan para que les juzgues tal y como ellos pretenden que lo hagas. Lo peor de todo es que si les pones un cero, seguramente los estarás colocando en la lista de posibles no renovados en el próximo contrato.

No me gusta juzgar. Lo reconozco. No quiero entrar a valorar a una persona que he conocido por espacio de dos minutos, ni considerarla una inepta porque no sepa resolver un problema que le plantee, cuando ni siquiera puedo intuir si está capacitado para ello. Así que, cuando vuelven a llamarme, cuelgo directamente

No me gusta juzgar. Lo reconozco. No quiero entrar a valorar a una persona que he conocido por espacio de dos minutos, ni considerarla una inepta porque no sepa resolver un problema que le plantee, cuando ni siquiera puedo intuir si está capacitado para ello. Así que, cuando vuelven a llamarme, cuelgo directamente. No acepto chantajes y menos que una compañía me obligue a valorar bajo la amenaza de que si no lo hago pueden echar a la calle a la persona que me atendió. Es una política de empresa totalmente equivocada, a mi parecer, y por tanto no voy a apoyarla de ninguna manera, pero es su política, no la mía, así que no tengo por qué sentirme culpable.

Hemos entrado en la era de los juicios. Accedemos a la página de Tripadvisor o de Booking para valorar los restaurantes u hoteles en los que hemos estado y también para leer las opiniones de aquellos que estuvieron antes que nosotros en el establecimiento que hemos elegido visitar. Una mala crítica puede estropear todo un año de trabajo esmerado y puede suponer una merma importante del número de clientes.

Y seamos sinceros, la mayoría de las veces no vamos a juzgar el producto en sí sino el trato recibido. Si compramos pan congelado en una panadería, pero el dependiente es tan amable que casi quieres ser su amigo, volverás, aunque sea para adquirir otro producto si es que el que te has llevado no te gusta

Y seamos sinceros, la mayoría de las veces no vamos a juzgar el producto en sí sino el trato recibido. Si compramos pan congelado en una panadería, pero el dependiente es tan amable que casi quieres ser su amigo, volverás, aunque sea para adquirir otro producto si es que el que te has llevado no te gusta; en cambio, si entras por primera vez a una tienda de moda donde tienes constancia de que los modelos expuestos son de una calidad extraordinaria, pero quien viene a atenderte te trata con soberbia y prepotencia, se ríe de tu ignorancia en moda o te hace sentir inferior a él, seguramente jamás volverás.

Eso significa que no elegimos, la mayoría de las veces, nuestras compras diarias en función de la calidad o el precio sino del trato. Nuestro juicio se centra en la forma en que los demás se acercan a nosotros sin que, muchas veces, seamos conscientes de lo que proyectamos sobre ellos. Claro que, tal vez, no nos demos cuenta de que, de esta forma, estamos sustituyendo los productos excelentes por otros de menor calidad solo con el propósito de recibir una sonrisa. No es que esté mal, es que no deja de ser algo absurdo que vayamos a comprar las mejores lechugas y nos quedemos con unas no tan buenas porque nos han mirado mal en la tienda que vende productos de gran calidad.

Seguramente, todos nosotros seríamos capaces de recordar un momento del pasado en el que conocimos a alguien al que estuvimos a punto de insultarle por lo mal que nos cayó en un principio y después se convirtió en un buen amigo, en un amante, en el mejor confidente

A eso es a lo que aboca el juicio: a la equivocación continuada. Seguramente, todos nosotros seríamos capaces de recordar un momento del pasado en el que conocimos a alguien al que estuvimos a punto de insultarle por lo mal que nos cayó en un principio y después se convirtió en un buen amigo, en un amante, en el mejor confidente. Y aun así, seguimos pensando que valorar es indispensable.

Recuerdo un día, mientras trabajaba en Andalucía Directo, que estaba hablando en la calle por teléfono con una amiga cuando alguien me reconoció y se acercó entusiasmado a pedirme una fotografía con su móvil. Tuve que cortar la llamada, atender a esta persona y sonreírle, pero cuando se marchó recapacité al respecto y llegué a la conclusión de que si no hubiera actuado de esa manera seguramente el chico se habría marchado enfadado y despotricaría a diestro y siniestro sobre mí, por un instante inadecuado. A eso también lleva el juicio.

Los que están aterrorizados por el virus juzgan como irresponsables a los que no tienen miedo; los que no salen de casa, señalan como delincuentes al grupo de familiares que se junta en un cumpleaños

La era post Covid-19 me temo que no va a mejorar las cosas. Los que están aterrorizados por el virus juzgan como irresponsables a los que no tienen miedo; los que no salen de casa, señalan como delincuentes al grupo de familiares que se junta en un cumpleaños; los que mantienen la distancia social critican a los que se besan o abrazan, los que no tienen la vacuna consideran al Gobierno responsable de que aún no les haya llegado y los que se ven obligados a ponérsela sin quererlo, porque en el trabajo les están empujando a hacerlo, culpan a sus jefes. Todos juzgamos como ignorante a Miguel Bosé por decir lo que piensa, porque no es médico; sin embargo, aunque la mayoría tampoco somos investigadores, también condenamos al decano del Colegio de Biólogos de Euskadi, Jon Ander Etxeberria, porque su postura va en contra de la oficial que defienden la mayoría de investigadores. 

Es como si juzgar se hubiera puesto de moda, como si no fuera necesario saber de nada para hablar de todo

Los de izquierdas juzgan a los de derechas como fascistas y estos, a su vez, tachan a los primeros de comunistas. Es como si juzgar se hubiera puesto de moda, como si no fuera necesario saber de nada para hablar de todo, como si la opinión de un minero sobre una cuestión de ciencia fuera igual de válida que la de un neurocirujano o como si el hijo de un famoso, por serlo, estuviera capacitado para cuestionar el sistema judicial del país.

Afortunadamente, cada cual es libre de hacer lo que desee, pero es evidente que el juicio que lanzamos al exterior solo lo experimentamos nosotros mismos, nadie más; el tendero de nuestro pueblo no se va a enterar de que estás enfadado con él y que por eso no vas a comprar allí, solo tú vas a mantener ese enfado hasta que decidas liberarte de él. Así que emitir un juicio es la puerta que nos conduce a vivirlo, a sufrirlo y, por tanto, a ser más infelices. No obstante, como acabo de decir, siempre somos libres de poder elegir.

           

 

 

Imagen de Jesús Toral

Nací en Ordizia (Guipúzcoa) porque allí emigraron mis padres desde Andalucía y después de colaborar con periódicos, radios y agencias vascas, me marché a la aventura, a Madrid. Estuve vinculado a revistas de informática y economía antes de aceptar el reto de ser redactor de informativos de Telecinco Granada. Pasé por Tesis y La Odisea del voluntariado, en Canal 2 Andalucía, volví a la capital de la Alhambra para trabajar en Mira Televisión, antes de regresar a Canal Sur Televisión (Andalucía Directo, Tiene arreglo, La Mañana tiene arreglo y A Diario).