'Los mejores discos de 2022. Parte I: 25-11'

Blog - Un blog para melómanos - Jesús Martínez Sevilla - Miércoles, 21 de Diciembre de 2022
La británica FKA twigs.
Indegranada
La británica FKA twigs.
Bueno, llega el momento de celebrar lo bueno que nos ha traído este año a nivel musical. Hay que decir que ha sido mucho: con la vuelta de los conciertos y los festivales, hemos recuperado esa dimensión esencial de la música que es el directo... a pesar de las polémicas. Pero aun con ese regreso, las canciones y discos grabados en estudio siguen siendo la manera fundamental en que consumimos música de manera compartida, y por tanto son la forma más fácil de recordar qué ha sido lo mejor de este año. Si algo ha demostrado el 2022 es que el hip hop está en una nueva edad dorada: artistas que van de lo más mainstream a lo más underground han creado obras maestras. Pero también seguimos presenciando la renovación del rock por parte de un puñado de bandas británicas, y la música bailable ha ganado protagonismo ahora que podemos volver a disfrutarla en las pistas de baile. En fin, un año más, la buena música nos ha acompañado y ha hecho la vida mejor. Aquí está lo mejor de lo mejor: mis veinticinco discos favoritos.

Comparto esta semana la primera parte, del 25 al 11. La semana que viene podréis ver el top 10. ¡Felices fiestas!

25. Earl Sweatshirt – SICK!

Apenas empezaba el año y ya teníamos nuestro primer gran disco de hip hop. Earl Sweatshirt, exniño prodigio y artista esquivo, nos entregaba en enero SICK!, su disco más luminoso y directo en muchos años. También el más rico y variado. Hay aquí canciones más continuistas con su trabajo de los últimos años, denso y oscuro, como “Sick!”. También hay otras igualmente psicodélicas, pero más directas y animadas, como “2010”. Las hay que tienen bases de jazz con aroma africano, como “Lye”, o más cercanas al R&B, como “Fire in the Hole”. E incluso encontramos “Titanic”, lo más cercano a una canción de trap que alguien como Earl puede hacer. Pero también las letras son algo más diversas: hay reflexiones sombrías sobre su pasado, sí, pero también rimas acerca de los efectos de la pandemia, comentarios sobre el racismo, e incluso referencias veladas a su reciente paternidad. Lo más importante, en cualquier caso, es que el tono del disco es más optimista. Ya no parece haber razones para preocuparse por él; podemos disfrutar de esa monstruosidad que es “Tabula Rasa” (con la colaboración de Armand Hammer) con la certeza de que Earl solo está rapeando porque se lo pasa bien. Y claro, eso significa que pueden llegar obras aún mejores.

24. Kae Tempest – The Line is a Curve

Kae Tempest es une de les poetas de más talento de nuestros tiempos. Su capacidad para comentar la vida ordinaria en el Occidente contemporáneo con un ojo tan penetrante como cercano y comprensivo es pasmosa. En su último álbum, después de salir del armario como persona no binaria, su mirada se vuelve aún más íntima, con sus letras más personales hasta la fecha. Tempest habla de su madre en “Smoking”, y su voz suena vulnerable: fue grabada en el mismo momento en que fue compuesta, en el backstage de un festival. También hace alusiones a su transición, al incómodo lugar que ocupan las personas no binarias, ubicadas en un no-lugar lejos de la ficticia seguridad que da el binarismo de género. Pero lo que le define sigue siendo su incomparable habilidad para contar historias conmovedoras con pocos retazos. En “Salt Coast” habla sobre las contradicciones y ansiedades de la adolescencia (¿y quizás concretamente, de la adolescencia trans?) con una atención al detalle impresionante, mientras que en “No Prizes” nos presenta a tres personajes muy distintos entre sí que intentan labrarse una carrera con la música y consigue que empatices con todos ellos. Tal vez no sea su mejor disco, pero Kae Tempest sigue haciendo arte de primer nivel.

23. Chaqueta de Chándal – Futuro, tú antes molabas

Los barceloneses Chaqueta de Chándal merecen mucho más reconocimiento del que tienen. En su segundo LP proponen una combinación de kraut, psych rock y algo de punk, dando lugar a un sonido dinámico y divertidísimo que encaja como un guante con la mala leche y la ironía de las letras de Guillem Caballero. Este es sin duda su mayor punto fuerte: lo mismo se ponen en el punto de vista de un feligrés católico integrista (“Queremos ir a misa”) que denuncian la medicamentalización de la vida por parte de la industria farmacéutica (“Vademécum”) o hacen un homenaje a la tercera edad donde es imposible diferenciar ironía de honestidad (“De mayor quiero ser viejo”). Hay tanto humor como comentario social afilado, y son capaces de abordar con ingenio y perspicacia temáticas en las que es fácil caer en el cliché, como la crítica a los representantes políticos (“La conquista del champán”) o la polarización en las redes sociales (“Tú a Boston y yo a California”). Pero es que además hacen temazos, como la fantástica “Tutorial para villanos”, con ese estribillo adictivo y escalofriante en la misma medida (“¡qué aparato más cuqui y funcional!/Es un videojuego y es real/¡Vaya entretenimiento y diversión/el ir matando gente con mi dron!”). Todo un descubrimiento.

22. Amber Mark – Three Dimensions Deep

Han tenido que pasar casi cinco años desde sus primeros pasos en el mundo de la música, pero Amber Mark lanzó en enero su debut en largo, Three Dimensions Deep, y no ha decepcionado. El álbum condensa todo lo bueno del R&B contemporáneo, dándole además un enfoque cósmico y espiritual al conjunto que convive con temáticas más terrenales como el amor y el desamor, la salud mental o lo tóxico de la competitividad en la industria musical. Mark marida grandes canciones con fantásticas interpretaciones vocales, brillando en registros tan distintos como los de las dos primeras canciones: en “One” prácticamente rapea, con una soltura envidiable; en la funky “What It Is” suena increíblemente sexy y derrotada al mismo tiempo. El disco tiene temazos de sobra: “Foreign Things”, “Competition”, “FOMO”, “Worth It”... Así, aunque quizás el tracklist sea algo largo de más, hay tantos momentos esplendorosos que se le perdona con facilidad: por cada tema al que le falta algo, hay dos cortes tan redondos como “Most Men” o “Bliss”. Es imposible no querer más de este sonido tan sofisticado, expansivo y cosmopolita. Este álbum supone el desembarco de una nueva estrella, y tiene pinta de que nos va a alumbrar durante muchos años.

21. Gospel – The Loser

Siempre es complicado volver a hacer música tras un parón. No digamos si el parón ha sido de diecisiete años. Estos mitos del hardcore solo habían lanzado un álbum, en el lejano 2005, y han vuelto con una fuerza envidiable. La impresionante primera canción, “Bravo”, empieza con las palabras “Joy and horror/I feel so alive/But life ain't that fun anymore”, y las contradicciones a las que apunta la letra definen muy bien lo que hace de The Loser un disco tan efectivo. Energía desbordante y desolación emocional, furia y refinamiento, hardcore punk y rock progresivo, unidos gracias al gran talento de estos cuatro músicos. A nivel sonoro, el órgano es el elemento que más llama la atención: en medio de las tormentas de ruido que desatan los neoyorquinos, su uso trae reminiscencias eclesiásticas que tal vez ayuden a explicar el nombre del grupo. Esto le da una dimensión espiritual a la desesperación que reflejan las letras: “Oh it's real you're falling faster/Tumbling further down/I wish I could tell you that it gets better, man/But it doesn't/It doesn't at all”, ladra Adam Dooling en “S.R.O.”, mientras la feroz batería de Vincent Roseboom casi nos asfixia. Hay también pasajes más tranquilos, como en “Tango”, que mantienen un altísimo nivel de calidad. En fin, a poco que te dejes llevar, acabarás gritando los angustiados “lalala” del final de “White Spaces” a coro con Dooling.

20. The Comet Is Coming – Hyper-Dimensional Expansion Beam

Shabaka Hutchings, la figura más visible de la escena de jazz londinense, no para quieto. Este año al hiperactivo saxofonista le ha dado tiempo de hacer una última gira con Sons of Kemet antes de su separación, lanzar un disco en solitario y otro con The Comet Is Coming. Este último es su proyecto más futurista, y en Hyper-Dimensional Expansion Beam vuelven a demostrar que son capaces de crear sonidos que parecen venidos de otra galaxia. El trío londinense ha expandido aún más su sonido: le han dado un mayor protagonismo a los aspectos electrónicos del mismo (“PYRAMIDS”, “ATOMIC WAVE DANCE”), pero también han hecho sus canciones más contundentes hasta la fecha (“THE HAMMER” o “CODE” tienen pasajes de una intensidad apabullante). Eso sí, en todo momento mantienen el carácter psicodélico de su sonido, como muestran la espectacular “TECHNICOLOUR” o la descomunal “ANGEL OF DARKNESS”. Quizás no sea tan consistente como su predecesor, el inmaculado Trust in the Lifeforce of the Deep Mistery (2019), pero hay más momentos innovadores en estos 43 minutos que en la carrera de la mayoría de los artistas de jazz de este siglo. Escuchar este álbum es la mejor manera de transportarse al espacio exterior sin salir de la comodidad de tu casa.

19. Kenny Beats – Louie

Puede que la idea de escuchar un disco de hip hop instrumental a mucha gente le resulte ajena. ¿La gracia del hip hop no son las letras? Bueno, parte de la gracia sí, pero evidentemente un buen productor hace mucho por que una canción o un disco funcionen, y los mejores incluso hacen música que funciona sin necesidad de voz. Kenny Beats es seguramente el productor más importante de los últimos años en el género, y por primera vez se ha lanzado ha hacer un disco en solitario. Tras recibir la noticia de que su padre tenía cáncer, el de Connecticut decidió rendirle homenaje con un álbum que rebosa de alegría de vivir a pesar del dolor. Sus canciones son más bien retales que, por separado, no tendrían mucho sentido, pero unidos se convierten en algo mucho mayor que la suma de las partes. El sonido de conjunto es cálido, de poso soul, pero evoluciona constantemente. Las breves apariciones de JPEGMAFIA en “Still”, slowthai en “Family Ties” y Remi Wolf en “Last Words”, así como los samples de conversaciones entre el propio Kenny y su padre, le dan aún más colorido a este disco que te engancha sin que te des cuenta gracias a su inventiva, su aire nostálgico y su ternura infinita.

18. Jockstrap – I Love You Jennifer B

De las perturbadas mentes de Georgie Ellery (violonista de Black Country, New Road) y Taylor Skye llega Jockstrap: un grupo de pop electrónico bizarro que quiere entretenerte, y mucho, pero también quiere incomodarte. Sus experimentos sonoros, en los que a menudo se insinúa algo siniestro, los ilustran con unas letras que destilan una sexualidad perturbadora. En este, su debut en largo, han combinado baladas folk, temazos rompepistas y delirios inclasificables en un cóctel tan mareante como estimulante. “Greatest Hits” evoca por igual la electrónica de finales de los noventa y el pop de los sesenta, con cuerdas y un piano que se encuentran con samples de voces modificadas, percusión electrónica y efectos desconcertantes. “Concrete Over Water” es una canción romántica que por momentos pone los pelos de punta, con ese órgano entre lo cálido y lo escalofriante y ese impresionante pasaje electrónico después del estribillo. “Glasgow” recuerda a los cantautores de principios de los setenta, mientras que “50/50” es un hitazo de glitch-dance que invita a bailar desenfrenadamente. Lo bueno es que el disco no para de mejorar con las escuchas: quizás la primera vez no sepas qué pensar, pero a la tercera ya estarás coreando los descarados “Hello?/I'm Lolita” de Georgia en “Debra”.

17. Rachika Nayar – Heaven Come Crashing

Puede parecer absurdo, pero lo cierto es que ahora mismo existe una burbuja en el género más insospechado: el ambient. Hay tanta gente que quiere música tranquila que escuchar de fondo mientras hace otras cosas... Heaven Come Crashing, el segundo LP de Rachika Nayar, no es ese tipo de disco de ambient. Combinando los calmados paisajes electrónicos del género con el sentido de la épica y la sonoridad plañidera de las guitarras del post rock y las explosiones de ritmo de la música rave, la compositora afincada en Brooklyn crea un sonido apasionante al que es imposible no prestar atención. Ya sea en composiciones breves pero perfectamente medidas, como la inicial “Our Wretched Fantasy”, en otras de dimensiones fastuosas como “Tetramorph”, o en pequeños respiros en el camino como “Sleepless”, su música te sitúa siempre en el punto medio exacto entre la contemplación y el éxtasis. Pero en su segunda mitad, el álbum nos empuja decididamente a la euforia. Los breakbeats que irrumpen en “Heaven Come Crashing” y “Our Wretched Fate” y el brutal crescendo electrónico de “The Price of Serenity” nos muestran que la distancia entre la calma y el júbilo, entre la introspección y la efusividad, es mucho más corta de lo que pensamos.

16. Beyoncé – RENAISSANCE

Cuando la reina del pop nos ordena que bailemos, ¿qué otra cosa podemos hacer? Después de la pandemia, estaba claro que teníamos ganas de salir y disfrutar, de volver a sentir el calor de la música y el baile. Beyoncé nos ha puesto la banda sonora perfecta para ello. Este álbum no solo recorre a través de pequeños guiños toda la historia de la música de baile (destacando a sus protagonistas negrxs y queer), sino que avanza con la fluidez de una sesión de DJ, y por ello se recuerdan más los momentos de gran intensidad que las canciones como tales. No obstante, hay aquí temazos a raudales: “BREAK MY SOUL” se ha convertido en un himno que combina llamadas al hedonismo y a la resiliencia, “VIRGO'S GROOVE” es una odisea de disco futurista, “COZY” es un infeccioso hit de funk que canta a la autoafirmación, “PURE/HONEY” pasa del house minimalista al disco más melódico… e incluso cabe una romántica balada soul como “PLASTIC OFF THE SOFA”. Para cuando la redonda “SUMMER RENAISSANCE” cierra el viaje, con su maravillosa interpolación de “I Feel Love” de Donna Summer, no hay otro lugar al que ir que no sea la pista de baile.

15. Weyes Blood – And in the Darkness, Hearts Aglow

Qué pretencioso suena lo de intentar hacer un disco sobre nuestra época. Y sin embargo es justamente lo que ha hecho, con gran éxito, la californiana Natelie Mering, alias Weyes Blood. Tras hablar sobre la sensación de que se avecinaba una catástrofe en el profético Titanic Rising (2019), Mering ha hecho un álbum sobre la terrible soledad que no conseguimos sacudirnos de encima tras la pandemia. En la primera canción, “It's Not Just Me, It's Everybody”, ya deja claro lo que le interesa resaltar: el aislamiento que sentimos a pesar de todas las formas que tenemos de estar conectados, la desorientación existencial que nos invade. Pero Mering no quiere torturarnos, sino abrazarnos; por eso, las canciones vienen arropadas con unos exquisitos arreglos de cálido pop barroco. En “Children of the Empire” o “Hearts Aglow” nos retrata como indecisos, perdidos, pero deseosos de amar. Y en el momento más dramático y experimental del disco, “God Turn Me Into a Flower”, Mering reescribe el mito de Narciso y le pide a Dios que la convierta en una inocente flor, ajena a los conflictos de los seres humanos. Al final, este álbum habla de lo que nos salva a todes: el corazón desnudo que palpita en nuestro interior, abierto a les demás, al amor, a un futuro mejor.

14. Silvana Estrada – Marchita

Ya se sabe que no hay nada más difícil que hacer bien algo simple. Eso sí, ayuda cuando tienes una voz maravillosa y un talento compositivo descomunal. Esta joven mexicana ya había ido dejando muestras de sus habilidades, pero en su debut en largo ha mostrado que las grandes canciones se le caen de entre las manos, de modo que apenas necesita el acompañamiento de su fiel cuatro y algunos toques puntuales de piano, percusión, contrabajo, órgano, violonchelo o trompeta. En cuanto a las letras, más de lo mismo: ¿habrá un tema más obvio que el desamor? Pues bien, Estrada lo acomete con la inocencia y la convicción de alguien a quien le acaban de romper el corazón por primera vez, y sale más que airosa gracias a su estilo sencillo y directo, pero también intenso y apasionado. El resultado es una colección sucinta y contundente de joyas folk-pop: “Te guardo”, “Sabré olvidar”, “Carta”, “Ser de ti” o “La corriente” son auténticas preciosidades que se pueden escuchar una y otra vez sin cansarse, a pesar de su simplicidad. Esta es la verdadera medida del talento de Silvana Estrada: aunque a la primera escucha de Marchita ya sabes todo lo que contiene, siempre quieres volver.

13. JID – The Forever Story

En un año dorado para el hip hop, una de las mejores noticias ha sido la consagración definitiva de una promesa como JID. El de Atlanta es uno de los raperos más dotados técnicamente del panorama, con una diversidad de flows y una profundidad lírica que rivalizan con las del todopoderoso Kendrick Lamar. Pero hasta ahora no había hecho un gran disco. The Forever Story es ese gran disco. Desde luego, aquí hay temazos de rap agresivo, como “Raydar” o “Can't Punk Me”, donde la velocidad y precisión de las rimas de JID te dejan boquiabierto. Pero no es ese el tono general del álbum: predomina un sonido orgánico, con distintas combinaciones de soul, gospel y jazz a la base de cada tema, y con un JID introspectivo como protagonista absoluto a pesar de la cantidad y calidad de las colaboraciones. Es más, no solo rapea a un nivel excepcional, sino que incluso se atreve a cantar en varios momentos, mientras repasa su historia personal y familiar con una profundidad y honestidad desarmantes en canciones como “Sistanem”, “Crack Sandwich” o “Kody Blu 31”. Y para quien prefiera simplemente los grandes estribillos, ahí están “Money”, “Dance Now” o “Surround Sound”. JID ha demostrado que es un artista total; más nos vale prestar atención.

12.   Shane Cooper y MABUTA – Finish the Sun

El supergrupo de jazz sudafricano MABUTA, liderado por el contrabajista y guitarrista Shane Cooper, sacó en mayo este fantástico álbum, el segundo de su discografía. Con un sonido riquísimo, que resulta a la vez profundamente melódico y adictivamente funky, sin desdeñar un punto psicodélico sutil pero de lo más interesante, el disco hace prácticamente todo lo que se le puede pedir a un trabajo de jazz contemporáneo. Desde luego, las interpretaciones son excelentes: Sisonke Xonti (saxo tenor) y Robin Fassie (trompeta) conforman una sección melódica tan sólida como juguetona, y el delicioso piano de Bokani Dyer ilumina los cortes en que aparece. Además, el grupo se recrea haciendo guiños a la música de todo el continente africano, con ecos de Mali, Nigeria o el Congo que aparecen aquí y allá para aderezar el sabor distintivamente sudafricano del conjunto. No es de extrañar, dado que la batería la ocupan siete músicos distintos de cinco nacionalidades diferentes. Ante todo, lo mejor del álbum es que darle al play es una garantía de buen rollo, de disfrute profundo pero sosegado, y te transporta inmediatamente a las perezosas tardes de verano en que todo está tranquilo, todo está bien. Un acierto seguro en casi cualquier situación.

11.  FKA twigs – CAPRISONGS

FKA twigs, alias artístico de Tahliah Barnett, era principalmente conocida por sus canciones tristes con una producción electrónica y alienígena. Contaba en su haber con una obra maestra como LP1 (2014) y un trabajo de una melancolía brutal como fue MAGDALENE (2019). Pero donde este último se recreaba en el dolor de una relación rota (y marcada por el maltrato, como supimos después), la mixtape que nos entregó nada más empezar este año, CAPRISONGS, tiene un tono de celebración. La británica ha forjado sus canciones a base de combinar su sonido de siempre con otros géneros más animados como el afrobeats nigeriano, el dancehall jamaicano, el funk brasileño y la música rave de Reino Unido. El resultado es su trabajo más bailable, amén del más divertido: twigs se toma en serio la idea de mixtape, incluyendo en el tracklist canciones muy breves pero impactantes (“which way”, “pamplemousse”), conversaciones graciosas con sus amigues, discursos motivacionales y hasta lecturas astrológicas. Por supuesto, hay también canciones tristes marca de la casa, como la gran “meta angel”, pero las que más destacan son temas bailables como “ride the dragon”, “honda, “papi bones” o “jealousy”. Lo bueno de que alguien con este talento decida divertirse es que todes nos divertimos con ella.

  • El próximo miércoles: 'Los mejores discos de 2022. Parte II: 10-1'

Imagen de Jesús Martínez Sevilla

(Osuna, 1992) Ursaonense de nacimiento, granaíno de toda la vida. Doctor por la Universidad de Granada, estudia la salud mental desde perspectivas despatologizadoras y transformadoras. Aficionado a la música desde la adolescencia, siempre está investigando nuevos grupos y sonidos. Contacto: jesus.martinez.sevilla@gmail.com