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'Los mejores discos de 2023. Parte II: 10-1'

Blog - Un blog para melómanos - Jesús Martínez Sevilla - Miércoles, 27 de Diciembre de 2023
Los estadounidenses Model/Actriz.
Los estadounidenses Model/Actriz.

Por fin llega el momento de despedir el año con la segunda parte (aquí podéis leer la primera) de mi lista de discos favoritos de 2023. Este top 10 incluye tanto a clásicos que han vuelto a deslumbrarnos como a nuevos artistas salidos aparentemente de la nada, tanto propuestas fresquísimas como ejercicios de clasicismo, tanto pop como música experimental. Cada disco transmite emociones distintas y por tanto sirve para escucharlo en momentos distintos, pero todos ellos me han alegrado la vida en los últimos meses. Pero antes de hablar de los LPs, debo dedicar un espacio especial a los EPs. Hemos tenido auténticas maravillas que no tienen nada que envidiarle a los álbumes más largos. Es el caso del disparatado pop futurista de Wykopki, de los polacos Franek Warzywa y Młody Budda; del giro de tuerca guitarrero de Nerve Agent en FUERA DE AGUSTO; y sobre todo del que probablemente sea el proyecto que más he escuchado desde que salió, allá por marzo: Yunque, de Marta Movidas, un proyecto redondo, perfecto, donde el indie se encuentra con el j-pop, el disco e incluso el hard rock.

Por último, para quien quiera repasar la música de estos doce meses pero prefiera escuchar a leer, también os dejo por aquí una playlist con mis canciones favoritas de 2023. Nos vemos en 2024. ¡Feliz año!

10.  Squid – O Monolith

Por si algunos no habían quedado del todo convencidos con su magnífico debut, Bright Green Field (2021), con su segundo LP Squid han demostrado a propios y extraños que son uno de los mejores grupos de música de guitarras del mundo. Sus mayores virtudes siguen siendo las mismas: aparte del brutal carisma vocal de Ollie Judge, lo más importante es que sus cinco miembros son músicos imaginativos y versátiles, capaces de construir canciones de sonido intrincado y desarrollos sorprendentes. Si en su debut las composiciones se prolongaban en largos y repetitivos desarrollos inspirados en el krautrock, aquí destacan más bien los contrastes, los cambios de registro dentro de la misma canción. “Devil's Den” empieza sosegada, aunque siniestra, con arpegios de guitarra, flautas y otros instrumentos de viento; pero entonces todo estalla en breves descargas de ruido ensordecedor, antes de un último tramo frenético y brutal. “The Blades” construye un impresionante groove, totalmente hipnótico; después pasa por un crescendo alucinante, intensísimo, hasta que el muro de sonido se disuelve y solo quedan arpegios de guitarras y la voz de Judge, ofreciendo su interpretación más comedida y sutil. Así con todas las canciones, que no paran de mutar, dejando siempre la sensación de que Squid saben perfectamente lo que están haciendo. A ello hay que sumar unas letras que combinan lo más abstracto con lo más banal, encontrando el terror en lo cotidiano. El resultado es un álbum que gusta a la primera, gracias a canciones tan atractivas como “Undergrowth” o “Swing (In A Dream)”, pero que no deja de crecer con las escuchas, revelando más y más detalles admirables. Squid, siempre en mi equipo.

9.  Lonnie Holley – Oh Me Oh My

Lonnie Holley ha sido conocido principalmente como escultor y artista plástico, pero a la vejez ha decidido volcarse hacia la música, y los resultados están siendo fantásticos. A sus 73 años, el de Alabama ha lanzado una auténtica obra maestra formada por canciones largas y reflexivas que exploran el dolor y la empatía como la base de la experiencia humana compartida. La elegante producción de Jacknife Lee aúna la inspiración de las músicas negras estadounidenses (principalmente el blues, el soul y el jazz) con sonidos electrónicos en general reposados y abstractos, creando un excelente y original telón de fondo para las exploraciones de Holley. Este, por su parte, declama una poesía de hondo poso espiritual con una voz absolutamente única: añeja, profunda, a ratos quebradiza, pero siempre evocadora y expresiva. Su capacidad para sintetizar en solo cincuenta minutos las lecciones aprendidas a lo largo de su ya extensa vida es admirable: Holley nos invita a explorar nuestro dolor y a nombrarlo, a expresarlo en voz alta, para despertar la ternura de los otros y que entre todos nos ayudemos a vivir mejor. Esa es la prueba, el examen, que anuncia Holley en la primera canción, “Testing”, y que todos tenemos que pasar. Y como el de Alabama predica con el ejemplo, ahí está la larga e inmejorable lista de colaboradores: Justin Vernon de Bon Iver, Sharon Van Etten, Michael Stipe de R.E.M., Rokia Koné, Jeff Parker y la inimitable Moor Mother arropan a Holley en este disco que nos recuerda que la mejor manera de vivir la vida es con honestidad y en compañía.

8.  Nerve Agent – Dejad ke los niños se acerquen a Nerve Agent

El revival del makineo en nuestro país lleva ya unos años dejándonos grandes momentos, pero es que los manchegos Nerve Agent se han coronado con su segundo LP. Esta alocada combinación de música bakala, actitud punk y auto-tune es indiscutiblemente uno de los discos más divertidos del año. Por una parte está la estética retro, llena de sonidos noventeros que en manos de cualquier otro grupo resultarían cutres; a ellos, en cambio, les funcionan a las mil maravillas. No hay más que escuchar los primeros segundos de la primera canción, “Vandalizar y beber”: los sintes disonantes y carnavalescos deberían, por lógica, ser ridículos; en lugar de eso, para cuando llega el primer estribillo ya estamos pegando botes y con ganas de unirnos a las aventuras del grupo. De ellas nos hablan en sus letras: fundamentalmente, estos cuatro chavales se dedican a estar de fiesta con sus amigos, cagarse en la autoridad, robar en supermercados y hacer agit-prop contra la derecha y los ricos. ¿Quién no querría acompañarles? Su actitud desprejuiciada, donde igual cabe el reggaeton (al final de “Arriba la golfería”) que el nu metal (en “Huele a podrío”), ayuda a hacerles aún más carismáticos. Pero, por supuesto, el hecho fundamental que hace que todo esto funcione es que el tracklist está formado por unas canciones excelentes: “Hoy estoy feliz”, “LNSANA”, “Gilipollas”, “Los ricos también lloran”, “Una tarde bonita”, “Rayao McQueen”, “Agustismo”... la lista de temazos (con títulos grandiosos) es inagotable. Yo lo tengo claro: por mi parte, que los niños se acerquen a Nerve Agent en masa.

7.  jai/egun – Argiek Istilu

La sorpresa del año en el panorama nacional la ha dado Aitor Martínez, conocido artísticamente como jai/egun. Aitor es amigo del blog y llevaba años incubando un trabajo que, finalmente, ha grabado en El Tigre Estudios de la mano de Jon Aguirrezabalaga y ha sido editado por Humo Internacional. Argiek Istilu es uno de esos discos que te pasan por encima, un proyecto lleno de grandes canciones, pero en el que el todo es mucho más que la suma de las partes. Desde los primeros compases de “Akapella”, con esa percusión electrónica que evoca el sonido de los martillos en una fragua, cual martinete, hasta la última nota sostenida en el final de “Ta hala ere”, este álbum transporta a un espacio emocional muy concreto, oscuro y reconcentrado como la portada de Libertad Ballester. El poder evocador de la voz y la guitarra de Aitor son monumentales. Ya sea en las largas composiciones guiadas por la guitarra de inspiración flamenca, como “Berriz” o “Alkitran”, o en canciones con una estructura más pop, como “Alhacaba” con su aroma cubano o “Diabetes bat bezela” con su potente letra sobre la salud mental, la música de jai/egun siempre encuentra nuevas maneras de enganchar y sorprender al oyente. Si a eso le añadimos unas poderosas letras, que hablan poéticamente de esos momentos en los que la cordura parece escaparse entre los dedos como fina arena, y una producción elegante y contenida, el resultado es, por méritos propios, uno de los discos del año.

6.  Rắn Cạp Đuôi – *1

Sin duda el disco que más me ha descolocado en este 2023 ha sido el segundo álbum del colectivo vietnamita de música experimental Rắn Cạp Đuôi. *1 (pronunciado “star”, “estrella”) es una colección de composiciones electrónicas en las que los breakbeats más demenciales conviven con instrumentos tradicionales como el kèn bầu; en las que hay momentos de una luminosidad y belleza sobrenaturales (qué barbaridad el coro alienígena y los sintes angelicales de “Straws”) y otros de una potencia  avasalladora (el asfixiante inicio de “Bloody”). Como ocurre siempre con la mejor música experimental, lo que engancha de Rắn Cạp Đuôi es que son impredecibles: sus canciones dan rodeos inesperados, a veces incluso chocantes, pero siempre interesantes y cautivadores. Ahí está “Pressure”, que después de tres minutos y medio de atacar nuestros oídos con una percusión metálica y distorsionada y unos sintes mareantes, de pronto concluye con unos oscuros y solemnes drones de sintetizador; o la totalidad de “The Virgin Mary in the Grilled Cheese”, dos minutos de cambios de registro constantes y casi cómicos, de tan bruscos y absurdos. “What Cherubs” pasa de un inicio ambient, sereno y agradable, a un estallido de percusión atronadora y deconstruida, que parece estarse derritiendo, antes de llegar a ese final que es un delicado punto medio entre ambos extremos. El álbum se despide con “Bugs Life”, que contiene quizás sus momentos más inspiradores y vivaces, gracias a sus sencillas y resplandecientes líneas de sintes y a esos breakbeats tan bien medidos. Así, en apenas media hora, Rắn Cạp Đuôi te hacen sentir que te han descubierto el universo entero.

5.  Rodrigo Cuevas – Manual de Romería

Muchos artistas españoles están uniendo la música tradicional con las sonoridades modernas del pop, pero nadie está encarnando esa tendencia con más estilo y credibilidad que Rodrigo Cuevas. Ya Manual de Cortejo (2019) era un disco estupendo, pero este Manual de Romería es aún mejor en todos los aspectos. Esta oda a la fiesta y a la vida rural contiene, por supuesto, canciones que nos invitan a bailar, como “CÓMO YE?!” o “MÁS ANIMAL”; pero también tiene otras otras tan bonitas como “ALLÁ ARRIBITA”, y aun otras con mensajes tan potentes como la crítica del bullying y la homofobia de “DIME RAMO VERDE”. Por no hablar de esos cuatro interludios en forma de grabaciones de campo de músicxs locales cantando canciones tradicionales, que aportan tanto color y humor. El trabajo de Eduardo Cabra (Visitante de Calle 13) en la producción, equilibrando todas las influencias modernas y antiguas, de España y de Latinoamérica, es exquisito. Y Rodrigo, por supuesto, conduce a la perfección todo el proyecto con su gran voz y su enorme carisma. No hay mejor prueba de la calidad de este álbum que “CASARES”, que condensa todas sus virtudes: la unión de percusión tradicional y electrónica, unos coros fantásticos que arropan la tremenda interpretación de Rodrigo, melodías adictivas y una construcción compositiva excelente, con los cambios de ritmo perfectamente medidos. Solo por esta canción, ya merecería toda mi admiración; que además forme parte de este alucinante álbum justifica de sobra la decisión de concederle el Premio Nacional de Músicas Actuales.

4.  Los Sara Fontán – Queda pendiente

Sara Fontán, violinista de dilatada trayectoria, y Edi Pou, batería de los legendarios ZA!, tocan juntos desde hace más de un lustro bajo el nombre Los Sara Fontán. Hasta ahora, como parte de su propuesta anti-industria musical, se habían negado a grabar su música: la única opción para conocerlos era verlos en sus intensos directos. Este año, sin embargo, han decidido superar esta limitación autoimpuesta y lanzar su primer álbum, Queda pendiente, grabado en su flamante estudio casero. El resultado es una auténtica maravilla, un disco en el que el dúo explora sus pulsiones más experimentales sin descuidar la accesibilidad, gracias a su extraordinaria sensibilidad para crear melodías emocionantes y entramados sonoros bellísimos. Uniendo ritmos rotos, capas y más capas de sintes y violín y múltiples efectos, Edi y Sara unen en estas canciones virtuosismo y juego, complejidad y gancho. En “Visita de obra”, caos y orden se suceden y entrecruzan con pasmosa fluidez, hasta llegar a ese estallido de batería y bajo sintético que, junto a los violines y los efectos electrónicos, crean una auténtica catedral sonora que se desmorona al cabo de un minuto. “Wall-e” combina un bajo sintético muy saturado, una batería poderosa, un cencerro y unos sintes alienígenas en un conjunto pesado, casi metal. En “Xilu”, el violín de Sara despliega al máximo su poderío emocional, en un clímax tan bello que deja al borde de las lágrimas. Y es que Queda pendiente tiene algo de milagro: que estos dos hayan decidido compartir lo que son capaces de hacer es un regalo de valor incalculable.

3.  Sufjan Stevens – Javelin

Después de más de dos décadas de una carrera ejemplar, el cantautor estadounidense Sufjan Stevens ha lanzado el que quizás sea su disco definitivo, el que sintetiza toda su monumental obra en apenas diez canciones y 42 minutos. El folk espiritual de Seven Swans, la riqueza instrumental y coral de Illinois, la potencia electrónica de The Age of Adz, la desnudez e intimidad de Carrie & Lowell, incluso la calidez festiva de Songs for Christmas o el ambient con trasfondo doliente de sus últimos trabajos: todo ello está presente aquí, fusionado a la perfección en un sonido expansivo y orquestal y, aun así, cercano. Con esos ropajes, adorna unas canciones que exploran el amor y, sobre todo, el final del amor: el cansancio, las peleas, los remordimientos. Algunas están entre las mejores composiciones de su carrera: “Will Anybody Ever Love Me?” es sencillamente perfecta, con esa letra devastadora y dolorosa como un puñetazo y esos arreglos dulces que suavizan el impacto hasta convertirlo en una caricia. “So You Are Tired” tiene un desarrollo tan sutil y efectivo que hay en ella algo de mágico. Y luego está la monumental “Shit Talk”, con sus más de ocho minutos que contienen en sí el álbum en su totalidad, especialmente en ese clímax en el que los coros entonan repetidamente tres refranes que se superponen: “Hold me closely, hold me tightly/Lest I fall”; “I don't wanna fight at all”; y “I will always love you”. Por si quedaba alguna duda, Javelin es la demostración definitiva de que Stevens es uno de los artistas esenciales de lo que llevamos de siglo.

2.  JPEGMAFIA & Danny Brown – SCARING THE HOES

Cuando se anunció que Danny Brown y JPEGMAFIA iban a lanzar un disco colaborativo, los fans nos pusimos a salivar. No en vano son dos de los MCs más carismáticos y singulares del hip hop experimental y alternativo actual, y Peggy es además uno de los productores más imaginativos y visionarios de todo el panorama. Aun así, lo cierto es que han superado las expectativas: menuda barbaridad han hecho estos dos. SCARING THE HOES contiene algunos de los beats más locos, creativos y adictivos, no ya de este año, sino de la historia del hip hop. Creados por Peggy usando un sampler Roland SP-404, combinan samples de R&B, gospel, jazz, metal y hasta j-pop con una percusión apabullante, avasalladora, y están plagados de giros constantes que dejan boquiabierto al más pintado. Lo más fuerte del asunto es que estos dos sean capaces de encajar sus rimas en esos instrumentales delirantes, derrochando ingenio, humor y estilo en canciones tan potentes y variadas como “Burfict!”, “Fentanyl Tester”, “Kingdom Hearts Key” o “God Loves You”. Desde que empieza a sonar “Lean Beef Patty”, con sus samples vocales acelerados y espídicos, su bajo atronador y ese ladrido de Peggy (“THIS AIN'T WHAT YOU WANT”), el disco te atrapa, te hace menear la cabeza y poner los ojos como platos. Cuando se despiden en “Where Ya Get Ya Coke From”, con ese estribillo lleno de estruendoso fanfarria, sus 36 minutos se nos han pasado volando y nos han convencido de que este es el mejor álbum de sus carreras.

1.  Model/Actriz – Dogsbody

Durante la pandemia, algunos especulaban con que lo que vendría a continuación sería una bacanal de hedonismo, un retorno a los despreocupados años veinte un siglo más tarde. Pero debajo de todo periodo marcado, en la superficie, por un hedonismo desbocado, se esconde una violencia, una brutalidad animal y despiadada, una podredumbre que asoma por las costuras de las sonrisas frenéticas y las fiestas interminables. Dogsbody, el debut de Model/Actriz, es ambas cosas: la orgía y la matanza, el festín y la resaca, la lujuria y la culpa. Este cuarteto afincado en Nueva York ha unido el desenfreno del dance punk con la brutalidad y la disonancia de la música industrial, creando un sonido inmersivo que se apodera de tu cuerpo y lo estimula a todos los niveles. Por su parte, el cantante y letrista Cole Haden recuerda poderosamente a Jamie Stewart, de Xiu Xiu, tanto en su voz, varonil y traviesa, amenazante y frágil, como en sus letras. Su estilo es más poético y menos bizarro, más clásico y menos monstruoso, pero al igual que Stewart juega a explorar el erotismo a través del lenguaje del peligro y viceversa. Ningún ejemplo es más claro que el del estribillo de “Mosquito”, donde compara su historial sexual con el poder mortífero de dicho insecto como vector biológico: “With a body count higher than a mosquito”. Canciones como “Amaranth” o “Crossing Guard” son completísimas por sí mismas, pero además están tan bien enlazadas (ojo a la transición entre esta última y “Slate”) que el efecto se multiplica. Y en medio de esta descarga constante de adrenalina, dos pequeños respiros: “Divers” es un agridulce y fascinante alto en el camino que parte en dos el álbum; “Sun In” es el cierre perfecto, una melancólica y cálida canción con guitarra acústica que es un bálsamo tras la brutalidad del resto del álbum. Pero, como buen bálsamo, tiene el efecto de permitirnos tomar fuerzas para volver al principio una vez, y otra vez, y otra vez. Quizás no fuera esto lo que la gente tenía en mente cuando hablaban del hedonismo post-pandémico, pero Model/Actriz nos ha dado la combinación justa de lujuria y violencia, de poesía y ruido, para engancharnos en un bucle más adictivo que cualquier juerga.

Imagen de Jesús Martínez Sevilla

(Osuna, 1992) Ursaonense de nacimiento, granaíno de toda la vida. Doctor por la Universidad de Granada, estudia la salud mental desde perspectivas despatologizadoras y transformadoras. Aficionado a la música desde la adolescencia, siempre está investigando nuevos grupos y sonidos. Contacto: jesus.martinez.sevilla@gmail.com