Que reine la paz

Blog - El ojo distraído - Jesús Toral - Viernes, 26 de Junio de 2020
'Duelo a garrotazos', la célebre obra de Goya.
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'Duelo a garrotazos', la célebre obra de Goya.

¿Soy el único al que en las últimas semanas le da la sensación de que el mundo se está crispando en exceso? La reciente confrontación entre soldados en la franja de Ladakh donde cayeron casi cuarenta indios ha movilizado hasta la zona a buques y aviones de combate que tensan las relaciones entre China y La India; la tirantez entre las dos Coreas ha aumentado de forma tan visible que el Norte hizo explotar una oficina de enlace conjunta utilizada para conversaciones con el Sur y ha vertido amenazas a través de una campaña de represalia intensiva; China ha pedido a Gran Bretaña que no interfiera en sus asuntos y el primer ministro de Canadá ha denunciado la detención de dos compatriotas con fines políticos en ese mismo país bajo la acusación de espionaje; Tampoco Estados Unidos se libra del malestar provocado por las relaciones con China, que empeoran día a día…

No es extraño que en los últimos tiempos escuchemos hablar de tercera guerra mundial por todos lados, hasta el punto de que ese hashtag se ha vuelto a convertir en Trending Topic Mundial. Al fin y al cabo, las problemáticas relaciones  entre países es un asunto político que, cada ciertos años, se reproduce con mayor o menor contundencia; no obstante, esta pandemia está enervando los ánimos de los ciudadanos de a pie como hacía muchos años que no ocurría

En definitiva, no es extraño que en los últimos tiempos escuchemos hablar de tercera guerra mundial por todos lados, hasta el punto de que ese hashtag se ha vuelto a convertir en Trending Topic Mundial. Al fin y al cabo, las problemáticas relaciones  entre países es un asunto político que, cada ciertos años, se reproduce con mayor o menor contundencia; no obstante, esta pandemia está enervando los ánimos de los ciudadanos de a pie como hacía muchos años que no ocurría, quizás, en parte, como una sombra de lo que se produce en ese panorama político, donde cada cual pretende sacar el mayor rédito posible de los fallecidos y afectados por el dichoso virus, al margen del país que sea.

Llevo semanas escuchando que los gobernantes españoles nos están conduciendo a la ruina económica por no salir antes del estado de alarma, hasta ahora, cuando lo que se escucha por algunas fuentes convergentes con las anteriores es cómo es posible que se abran las fronteras cuando nos las cierran a nosotros.

He oído hablar con crudeza contra el gobierno, la oposición, la policía, los militares, los políticos, los periodistas e incluso mis vecinos. Que si bien es cierto que nos hemos señalado como un país en el que nos encanta criticar, parece que se está elevando el tono en exceso. Incluso hemos asistido cómo el presentador de un programa de corazón abandonaba su papel contenido y se exacerbaba tanto por no responder de forma inapropiada la verborrea sobre política de alguna contertulia cuyos conocimientos del tema son evidentemente limitados que tomaba la decisión de marcharse del plató.

El otro día me contaba una amiga que durante la pandemia cuando explicaba que no podía dejar de salir a la calle algunos abuelos la miraban con ojos de rabia y la acusaban de poner en peligro a toda la población; lo que no sabían esas personas era que mi amiga necesitaba trasladarse a la casa de su madre enferma para llevarle comida, medicinas y demás utensilios imprescindibles.

Da la impresión de que la Covid-19 nos ha llevado a todos a un grado de hartazgo que nos lleva a buscar revancha donde, cómo y al precio que sea. Y eso que todavía no nos han obligado a recluirnos por segunda vez, algo que podría suceder en los próximos meses. ¿Qué ocurrirá entonces? ¿Seremos capaces de conservar la calma?

Oigo condenar con rabia a los que salen a la calle sin mascarilla como si fueran criminales, sin siquiera plantearse que puede existir una justificación para ello, las televisiones nos muestras noticias de grupos que han hecho una fiesta o que se han concentrado en mayor número de la cuenta, criminalizándolos igualmente, como si ese delito fuera comparable a una violación o asesinato; eso sin contar con las agresiones racistas, que nuevamente cubren las portadas de todos los diarios del mundo y la xenofobia y la homofobia retornan por la puerta de atrás.

Da la impresión de que la Covid-19 nos ha llevado a todos a un grado de hartazgo que nos lleva a buscar revancha donde, cómo y al precio que sea. Y eso que todavía no nos han obligado a recluirnos por segunda vez, algo que podría suceder en los próximos meses. ¿Qué ocurrirá entonces? ¿Seremos capaces de conservar la calma? Porque la alternativa es hacer explotar todo por los aires.

La verdad es que siempre he mantenido que, pese a la desgracia de perder a tantas personas y de hacer sufrir a otras tantas, el Coronavirus ha traído también una apertura de posibilidades, nos ha permitido comprender cuáles deberían ser nuestras prioridades como especie humana, la forma en la que debemos cuidar el Medio Ambiente, pensar en la herencia que dejaremos a nuestros hijos, entender que haciéndolo juntos lo obtenemos antes y mejor. Hay dos mitades de la naranja que han quedado al descubierto y que nos están obligando a elegir: ¿Queremos un mundo donde siga imperando la ley del dinero, del más poderoso, donde todo se fabrique en función de ese reducido grupo privilegiado de la población a costa de las clases más humildes, de los países más desfavorecidos, de las personas más pobres o, por el contrario, estamos dispuestos a cambiar como especie para descubrir que no hace falta mucha cantidad sino buena calidad, que cuando ayudamos al vecino estamos colaborando con el mundo y que proteger nuestro entorno natural, los animales y a cualquier persona que necesite ayuda nos convierte en seres más avanzados como sociedad?

¿Y cómo se hace eso? Desde luego, solo pasa por cada uno de nosotros, por dejar de juzgar al otro y mirarnos a nosotros mismos, ver qué queremos hacer y movernos en esa dirección al margen de lo que haga el resto del mundo

Por el momento, por lo que parece, está venciendo nuevamente la primera opción, aunque nunca se sabe porque la luz siempre brota de la oscuridad, en el instante en el que el ser humano está más hundido es más fácil que de un bote se levante para trabajar por un mundo mejor; en definitiva, cuanto peor estemos, mejor seremos capaces de verlo, porque será más evidente, y más ganas tendremos de cambiarlo.

¿Y cómo se hace eso? Desde luego, solo pasa por cada uno de nosotros, por dejar de juzgar al otro y mirarnos a nosotros mismos, ver qué queremos hacer y movernos en esa dirección al margen de lo que haga el resto del mundo.

Podéis llamarme optimista o incluso iluso, pero yo seguiré creyendo en la gente y por lo tanto espero que haya un instante en el que la conciencia dormida despierte y se extienda por la humanidad para que nazca algo nuevo y dejemos de quejarnos de lo que no hace el de al lado para que lo hagamos nosotros mismos, que empecemos a ser responsables de nuestras vidas, nuestros presentes, nuestros errores y los aceptemos antes de dejarlos atrás para trabajar por algo distinto, nuevo, que nos conduzca a una vida más pura, más amorosa y repleta de paz.

 

 

Imagen de Jesús Toral

Nací en Ordizia (Guipúzcoa) porque allí emigraron mis padres desde Andalucía y después de colaborar con periódicos, radios y agencias vascas, me marché a la aventura, a Madrid. Estuve vinculado a revistas de informática y economía antes de aceptar el reto de ser redactor de informativos de Telecinco Granada. Pasé por Tesis y La Odisea del voluntariado, en Canal 2 Andalucía, volví a la capital de la Alhambra para trabajar en Mira Televisión, antes de regresar a Canal Sur Televisión (Andalucía Directo, Tiene arreglo, La Mañana tiene arreglo y A Diario).