'Shame por fin hacen un gran disco'

Blog - Un blog para melómanos - Jesús Martínez Sevilla - Miércoles, 8 de Marzo de 2023
Shame – 'Food for Worms'
Portada de 'Food for Worms', de Shame.
Indegranada
Portada de 'Food for Worms', de Shame.

Llevamos ya casi un lustro inmersos en un nuevo y mejorado revival del post punk. Aunque, como sucede con cualquier etiqueta o escena, esta terminología es cuestionable en sí misma, estoy hablando sobre todo del desembarco de bandas británicas e irlandesas que combinan guitarras afiladas, bajos prominentes y un estilo a la hora de cantar cercano al recitado o la canción hablada. Dentro de esta enorme colección de grupos, los hay que se mantienen más cercanos a un post punk de manual, como Yard Act, Dry Cleaning o Fontaines D.C.; otros tienen un sonido más crudo y ruidoso, más punk puro, como IDLES; y luego están esos grupos, los mejores y más innovadores, que aunque hayan partido en algún momento de coordenadas post punk han trascendido esa etiqueta o cualquier otra. Hablo, claro, de la Santísima Trinidad del nuevo rock vanguardista: Squid, black midi y Black Country, New Road. Los primeros construyen canciones mucho más repetitivas e instrumentalmente complejas bajo la influencia del kraut; los segundos están ya firmemente asentados en su disparatado sonido math-prog-jazz; y los terceros se acercan cada vez más al efusivo y juvenil espíritu del grupo que acabó con aquel primer revival del post punk: Arcade Fire.

Y lo han conseguido a través de mejorar justo en esos dos puntos que les fallaban: han escrito mejores canciones y han conseguido una producción más rica, imaginativa y diversa

Dentro de este panorama, en principio, los londinenses Shame encajan más en el primer grupo. Sus dos primeros LPs son ejercicios estimables pero bastante estándar de post punk, lo cual no impidió que fueran muy bien recibidos. El segundo de ellos, Drunk Tank Pink (2021), para mí contenía algunas grandes canciones, pero también demasiados momentos donde no terminaban de rematar, principalmente debido a limitaciones compositivas y de producción. Me alegra poder decir que con su tercer álbum, Food for Worms, el grupo parece haber dado con una voz propia más clara. Y lo han conseguido a través de mejorar justo en esos dos puntos que les fallaban: han escrito mejores canciones y han conseguido una producción más rica, imaginativa y diversa. Quizá esto segundo se le pueda imputar a Mark “Flood” Ellis, que ejerce aquí labores de producción, pero de lo primero tienen toda la culpa Charlie Steen y compañía.

Desde luego, nada más empezar tenemos la mejor canción del disco y quizás de la carrera de Shame: “Fingers of Steel”, un hit incontestable que despliega generosamente ambas virtudes antes señaladas. La canción progresa maravillosamente bien, tiene un estribillo que conquista y emociona con su letra sobre lo difícil que es a veces ayudar a nuestros amigos, pero además suena de lujo, con una gran profundidad sonora que permite brillar a todos los instrumentos y las voces. Por si esto fuera poco, a continuación viene otro temazo completamente diferente: “Six-Pack” es ruidosa y usa mil trucos de estudio para deformar su sonido, que se expande y contrae artificialmente con un efecto psicodélico muy interesante. Su letra apunta además en una dirección bien distinta: la fantasía de una habitación donde todos nuestros deseos se cumplen y que se convierte, por esto mismo, en una cárcel. Dos canciones, dos vibras casi contrapuestas, dos aciertos totales.

Mentiría si dijera que todo el resto del disco mantiene este nivel, pero a diferencia de 'Drunk Tank Pink' no tenemos un hundimiento de la calidad

Mentiría si dijera que todo el resto del disco mantiene este nivel, pero a diferencia de Drunk Tank Pink no tenemos un hundimiento de la calidad. Lo que encontramos más bien son efectivas exploraciones de sentimientos diversos con paletas sonoras más complejas que en sus trabajos anteriores. No hay más que comparar “Alibis”, con su musculoso riff y su furioso estribillo, quizás la canción que más encajaría en su anterior LP, con las dos siguientes canciones. “Adderall” es una balada triste y sentida sobre la adicción a las anfetaminas de un amigo, donde los coros grupales aportan un punto de esperanza a la melancolía del tema. Por su parte, “Orchid” combina una base de guitarra acústica con un arpegio de guitarra eléctrica totalmente emo para construir una canción de un romanticismo adolescente que, no obstante, convence, y que acaba por estallar en un final alocado y grandioso. Vemos así el abanico emocional tan amplio en el que se mueve el grupo, y cómo todo funciona gracias al mimo con el que han sido construidas las canciones.

Se puede decir, no obstante, que hay una temática recurrente en el disco: la amistad. Ya he mencionado cómo se acercan a esta cuestión “Fingers of Steel” y “Adderall”, pero la canción de cierre, “All the People”, quizás sea la más honesta y sentimental de todas. En este tema el grupo despliega una calidez y una soltura que recuerdan a Pavement; nada más opuesto a la precisión y frialdad características del post punk. Y qué decir de unos versos como “Oh, when you're smiling and you're looking at me/A life without that in/Is a life I can't lead”, entonados a coro y dirigidos al parecer los unos a los otros. Hay que tener el corazón de piedra para no emocionarse ante esta declaración de amor entre amigos, por muy pop que sean los acordes de guitarra (que me recuerdan en el inicio del tema a otra gran canción de cierre: “Por qué no dices la verdad”, de las españolas Aiko el Grupo).

Shame han conseguido hacer un gran disco de post punk

Eso sí, la versatilidad del disco aflora incluso al hablar de esta temática recurrente: “Different Person” aborda la espinosa cuestión de cuando los amigos cambian hasta el punto de que nos cuesta reconocerles. La canción empieza con una gran tensión y un aire siniestro, pasa por múltiples mutaciones, todas ellas potentes, y tiene la línea de bajo más loca del álbum. Y es que incluso las canciones con más defectos, como “Yankees”, “The Fall of Paul” o “Burning by Design”, tienen cualidades redentoras. Ninguna de ellas es demasiado original, y a las dos últimas les faltan buenos estribillos, pero lo compensan con una producción intrigante o, en el caso de la tercera, con unas interpretaciones especialmente apasionadas. Así pues, sin necesidad de reinventar por completo su sonido para intentar parecerse más a la Santísima Trinidad antes mencionada, Shame han conseguido hacer un gran disco de post punk. Qué señal tan saludable para el rock en este momento: no hace falta hacer proezas para crear música de guitarras que merezca la pena.

Puntuación: 8/10

Imagen de Jesús Martínez Sevilla

(Osuna, 1992) Ursaonense de nacimiento, granaíno de toda la vida. Doctor por la Universidad de Granada, estudia la salud mental desde perspectivas despatologizadoras y transformadoras. Aficionado a la música desde la adolescencia, siempre está investigando nuevos grupos y sonidos. Contacto: jesus.martinez.sevilla@gmail.com