Sofía Loren, la burra y el cine Los Vergeles

Blog - Andres Cárdenas - Andrés Cárdenas - Domingo, 19 de Junio de 2016

En aquella aldea los que queríamos ver el cine teníamos que pagar dos reales y llevar nuestra propia silla. Echaba las películas un hombre, el ‘tío del cine’ le llamábamos,  que iba todos los fines de semana a la aldea con una cinta para proyectarla en un corralón. Algunos hombres, sobre todo hortelanos que regresaban de sus huertas, veían la película de pie, en una improvisada barra de bar en donde ponían los vasos de vino. Un día el ‘tío del cine’ llevó una película de Sofía Loren. Ella, espléndida, hacía de campesina que llevaba la burra a darle de beber al río. Como era tal el calor que hacía, a la protagonista no se le ocurrió otra cosa que desnudarse para darse un chapuzón. Pero lo hizo, no faltaría más, detrás del animal, que hizo de casto biombo y que tapaba las intenciones de la bella artista. Los arrieros entonces, que no pudieron aguantar tanta mala suerte, comenzaron a chasquear la lengua, a gritar ¡arre burra! y a tirar piedras sobre la pantalla para que el animal se apartara y dejara ver los mensajes que la naturaleza bondadosa había dejado en el cuerpo de aquella mujer, tantas veces imaginada sin cuadrúpedo por delante. La chufla que se armó fue impresionante.

En otra ocasión ‘el tío del cine’ trajo una de Rodolfo Valentino. En una escena amorosa el actor, a la romántica luz de la luna, comenzó un beso por la palma de la mano de la protagonista, e iba subiendo poco a poco, brazo arriba, hombro y garganta, hasta llegar a la boca. En ese momento uno de los hortelanos gritó:

- ¡Salustiano!, aprende pá cuando estés con la Frasquita.

Traigo estos recuerdos de infancia a colación tras conocer que el cine de verano Los Vergeles, ha cerrado sus puertas. En sus salas (había cuatro) no se podía ver ese cine que todo buen espectador exige (ruidos, mala iluminación…), pero servía para pasar un buen rato viendo una película de estreno frente a una cerveza y un bocadillo, comiendo pipas o fumando un cigarrillo. A muchos de mi generación también nos servía para añorar una infancia llena de cines al aire libre en donde se proyectaban cintas del Gordo y el Flaco y muchas de indios y vaqueros. En prácticamente todos los pueblos había un cine de verano, que con el tiempo han ido desapareciendo en pos de un mal llamado progreso. Yo he ido muchas veces al cine de Los Vergeles y me extrañaba siempre que aquel espacioso lugar no hubiera sido antes pasto de la pasión inmobiliaria que atravesó este país en la época del boom del ladrillo. Con la llegada de la crisis y el apaciguamiento constructor pensé que tendríamos cine de verano para algunos años más. Pero al final ha llegado la claudicación. Este verano pensaba llevar a mi nieto. Lástima que no pueda ser.