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La tele que nos viene

Blog - El ojo distraído - Jesús Toral - Viernes, 11 de Noviembre de 2016
La tele del futuro, una reflexión brillante de Jesús Toral.
Neoteo
La tele del futuro, una reflexión brillante de Jesús Toral.

Me imagino a mi nieto, en el año 2050, llegando a casa después de haber pasado el día en el Instituto, y sentándose en el sofá o en lo que en ese momento les sirva de lugar de reposo antes de la comida, que alguno seguirán teniendo, digo yo, antes de ejercitar sus dedos para encender un artilugio invisible presionando un botón en relieve en la esquina de la mesa del salón. Y en ese instante, ante ese joven, aparecerá una imagen virtual con todos los contenidos, justo frente a sus ojos, donde él se encargará de seleccionar pantallas hasta encontrar el que más se adapte a sus gustos o algo que le parezca apetecible.

Estamos en un periodo de transición, la tecnología avanza a pasos tan agigantados que el concepto de imagen que tenían nuestros padres ya no es el mismo que el nuestro. Como periodista de televisión, soy consciente de hasta qué punto han cambiado las cosas: hace 15 años los realizadores buscaban deliberadamente escenas estáticas para no confundir al espectador, era importante la sencillez y la claridad a la hora de mostrar un contenido; hoy nos hemos acostumbrado a ver varios canales distintos a la vez, uno en pantalla pequeña y otro más grande; en un programa de plató ya no es suficiente con mantener un plano fijo del invitado, hay que ir más lejos y partir la pantalla en dos o en tres, para mostrar la cara del presentador, del colaborador y del entrevistado; se añade información que leemos en la parte inferior y se complementa con imágenes grabadas que se emiten al mismo tiempo, también a pantalla partida con el personaje. En definitiva, hemos comprobado que el espectador actual está deseoso de recibir un bombardeo información, no se conforma con menos, y por eso los nuevos programas de entrevistas no se limitan a uno que interroga y otro que contesta, sino que hay que avivar el ritmo por medio de constantes interrupciones de actores, cómicos… De ahí que el pausado Estudio Abierto de José María Iñigo de los años 80 se haya transformado en el vital y frenético El Hormiguero.

Los 6 ó 7 canales de televisión que teníamos antes de los digitales se han transformado en decenas, cientos incluso. Canales de plataformas, temáticos de cine, deportes, dirigidos a los niños, generalistas…Tantos contenidos que la audiencia de un programa es difícil que supere los 3 millones de telespectadores en Primetime, a no ser que se trate de un partido de fútbol clave o de un acto extraordinario. Atrás quedaron cifras como las del mítico programa de Chicho Ibáñez Serrador “Un, dos, tres” que congregaba a 12 millones cada semana, con una población bastante menor.

Cuando nos echamos las manos a la cabeza por el hecho de que Gran Hermano consiga interesar a tanta gente, deberíamos saber que un buen día puede alcanzar los 2 millones y medio de espectadores. Si tenemos en cuenta que España tiene 45 millones de habitantes, esa cifra no supone más de un 6% de la población… es decir, una pequeña minoría. No hablemos ya de programas como “Sálvame”, que alcanzan a lo sumo el millón y medio de espectadores.

Con todo esto, lo que quiero decir es que la audiencia se ha diversificado tanto que ya no hay hegemonías absolutas en televisión; pero es sólo una mínima parte de lo que sucederá en los próximos años.

Cada vez menos gente joven conecta el aparato; prefieren elegir sus contenidos a través de Internet, descargarse las series y películas más famosas y ya testadas por su calidad o por referencias de amigos cercanos, centrarse en youtubers, booktubers y demás…que hablan un idioma idéntico al suyo, es decir, ellos componen su propia programación en base a diferentes fuentes, no únicamente por la televisión.

Cabría otra televisión más humana, que elevara valores como la solidaridad, el amor, la humildad, que educara para la paz y el medio ambiente y el respeto a los demás

Estamos diciendo adiós a una era y nos aferramos al pasado. Es lo que se percibe en muchas emisoras de este país: aún consideran que su hegemonía está vinculada al interés que generan en el público mayor por medio de programas hipnotizantes que obvian su inteligencia y tratan de conectar con ellos a través de la emoción. Lo que no parecen querer entender estos directivos, que muchas veces están supeditados a políticos encargados de extender su ideología entre los espectadores, es que los abuelos de ahora son personas interesadas por la cultura, que utilizan Internet, que han estudiado en la Universidad, que pueden entablar conversaciones relacionadas con la gente joven y que exigen más calidad en todo lo que consumen: buscan mejores alimentos, le dan importancia al envase en el que se van a tomar una copa y tratan de acceder a contenidos televisivos que no les hagan sentir estúpidos.

Tal vez ese sea el motivo por el que haya emisoras autonómicas en declive y sin demasiados visos de cambiar: no miran a la demanda, se contentan con ofrecer el mensaje que pretenden trasmitir para adoctrinar al público y no cuentan con que ya no es tan fácilmente manipulable como hace 20 ó 30 años. Por eso, la credibilidad de TVE ha decrecido en los últimos años y por eso hay una masa social crítica que se congrega alrededor de la Sexta cada vez que un tema político se convierte en noticia de alcance: hay un tipo de espectadores que se rebelan de esa manera; el resto, simplemente, dejan de ver el aparato y centran su atención en Internet.

Así que es posible que a la televisión que conocemos como tal sólo le queden unos años de vida; después, emergerá otro sistema basado en programas específicos que la gente degustará a la carta, de forma interactiva, que permitirán participar espontáneamente con preguntas e intervenciones que obligarán a trastocar cada espacio en función del curso del mismo. Tal vez un primer espacio comience con intención de centrarse en la música y la negativa respuesta del público acabe encauzándolo hacia las recetas de cocina. Y esos profesionales estarán preparados, porque el ritmo vertiginoso que llevará será semejante al de la sociedad. Vamos a una televisión de consumo rápido, de entretenimiento, de información de usar y tirar, con poca veracidad, como le sucede a Internet, que ensalzará la superficialidad y tratará de desterrar la inteligencia. Y todo porque eso es lo que estamos eligiendo o estamos permitiendo que elijan para nosotros las emisoras mientras nos dejamos llevar por ellas.

Cabría otra televisión más humana, que elevara valores como la solidaridad, el amor, la humildad, que educara para la paz y el medio ambiente y el respeto a los demás, con programas culturales que se esmeraran en interesar al público, pero para eso tendríamos que demandarlo con tesón y creer que es posible.

Así que tendremos que conformarnos con esta tendencia de considerar estúpidos a los espectadores y acallar nuestras dudas por medio de un consumo televisivo de usar y tirar. No es que sea inevitable, es que no lo queremos evitar y no hay nadie para protestar por ello.

 

 

Imagen de Jesús Toral

Nací en Ordizia (Guipúzcoa) porque allí emigraron mis padres desde Andalucía y después de colaborar con periódicos, radios y agencias vascas, me marché a la aventura, a Madrid. Estuve vinculado a revistas de informática y economía antes de aceptar el reto de ser redactor de informativos de Telecinco Granada. Pasé por Tesis y La Odisea del voluntariado, en Canal 2 Andalucía, volví a la capital de la Alhambra para trabajar en Mira Televisión, antes de regresar a Canal Sur Televisión (Andalucía Directo, Tiene arreglo, La Mañana tiene arreglo y A Diario).