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DERIVAN DE LOS CUADROS RELIGIOSOS DE LOS SIGLOS XVI-XVIII

Las carocas modernas surgieron en 1845 como crítica al Gobierno de Isabel II

Cultura - Gabriel Pozo Felguera - Domingo, 4 de Junio de 2023
¿Sabes cómo y dónde surgen las célebres carocas? Gabriel Pozo Felguera te lo descubre en este extraordinario trabajo periodístico, con abundantes ilustraciones, que, además, describe los orígenes de la Fiesta del Corpus que deseamos, disfrutes. Por el mejor cronista de Granada.
Caroca de Ozeluí que rememora el grafiti furtivo aparecido en Bibarrambla en el Corpus de 1845.
JOSÉ LUIS PRATS
Caroca de Ozeluí que rememora el grafiti furtivo aparecido en Bibarrambla en el Corpus de 1845.
  • Su origen se encuentra, posiblemente, en las Ca-Rocas valencianas, unos carros teatrales adornados con pinturas y textos religiosos por Corpus

  • Desde el siglo XVI, Bibarrabla exhibía los adornos religiosos antecesores de las carocas profanas: los cuadros de capricho o representación

La caroca es el género artístico-literario más popular de Granada. Elemento único, peculiar y distintivo del ADN granadino, de la malafollá local. La mejor crónica de lo que ha sido un año. Consta de una estrofa en quintilla y una caricatura que la complementa. Se expone durante el Corpus en el corazón de la ciudad, Plaza de Bibarrambla, para regocijo, divertimento y crítica social. Y si va dirigida contra políticos o poderosos, más aplaudida aún. Las carocas existen desde principios del siglo XVI. En tiempos pasados primaron las carocas religiosas en óleo o temple; en el XVII se sumaron las costumbristas/profanas; y a mediados del XIX, aparecieron las modernas o de crítica social y política. La caroca, tal como la entendemos en la actualidad, apareció en Bibarrambla por primera vez en 1845: se trató de un grafiti-protesta contra la brutal subida de impuestos directos ordenada por el presidente del Gobierno, el granadino Ramón María Narváez. Han transcurrido desde entonces 178 años de carocas colgadas en la picota satírica de la Plaza Mayor, el mejor anuario del ridículo, pesadilla de alcaldes y politicastros.

La acidez y su gracia de las carocas las han hecho acreedoras a prohibiciones, censuras y mutilaciones continuas. Hubo momentos en los que el temor a que te sacaran en una caroca era lo peor que le podía pasar a un granadino. Vamos a hacer un repaso histórico a este arte no menor.

La primavera de 1523 fue de gran euforia en Granada. Se cerraba la crisis institucional de los Comuneros, en la que este Reino se puso de parte del Emperador. Y el 25 de marzo se ponía ¡por fin! la primera piedra de la nueva Catedral cristiana; hasta entonces el primer templo del Arzobispado “más moro” de Europa radicada en la antigua mezquita mayor musulmana

La primavera de 1523 fue de gran euforia en Granada. Se cerraba la crisis institucional de los Comuneros, en la que este Reino se puso de parte del Emperador. Y el 25 de marzo se ponía ¡por fin! la primera piedra de la nueva Catedral cristiana; hasta entonces el primer templo del Arzobispado “más moro” de Europa radicada en la antigua mezquita mayor musulmana. Para celebrar tan magno acontecimiento llegaron muchas gentes al Reino de Granada desde tierras vecinas. Entre ellas y con ellas vinieron comerciantes, buhoneros, pedigüeños y cómicos. Llegaron o fueron llamados los espectaculares Carros Triunfales del Corpus de Valencia; en el Levante los llamaban ROCAS desde tiempo atrás. Consistían en enormes carros, altos como peñascos o rocas, adornados como espectáculos ambulantes, repletos de dibujos, pinturas y poesías. Unas Fallas sobre ruedas. Solían utilizarse en el Corpus valenciano para conmemorar la toma de Valencia por Jaime I en 1228; es decir, el triunfo de la fe cristiana sobre el islam.

Uno de los cuatro Carro-Roca que perviven en Valencia, fabricado en 1511.
Ilustraciones que contenía una de las Rocas valencianas en 1858, alusivas a estampas religiosas de sus procesiones. A. BIBLIOTECA VALENCIANA NICOLAU PRIMITIU.

¿Fueron aquellos valencianos los que se encargaron de montar la primera Roca en Granada para festejar la Toma en el Corpus de 1523?

¿Fueron aquellos valencianos los que se encargaron de montar la primera Roca en Granada para festejar la Toma en el Corpus de 1523?[1] Vinieron valencianos, pero no conocemos lo que trajeron. Pero sí que unas décadas más tarde aparece en Granada la palabra CAROCA. El origen etimológico podría derivar de Carro Roca (Ca-Roca). Que, a su vez, derivaría del latín “Carruca” (carro o carreta). El Diccionario de Autoridades de 1729 recogió por primera vez caroca con un significado diferente al localismo granadino: “Acción cariñosa con que se tira a engañar, o lisonjear a alguno, para lograr de él lo que se quiere”. Una especie de carantoña, caricia, mueca o mimo.

Carro de Carnaval (1913), una variante de los carros triunfales antiguos que pervivieron en Granada hasta principios del siglo XX. Este obtuvo el primer premio; partía del Hospicio (Hospital Real). /MARTÍNEZ RIOBOÓ

En cambio, sí recogió Carro Triunphal: El que a manera de los que usaban los Romanos en sus triumphos, se hace ahora para las Processiones, representaciones o otros festejos, los quales son mui grandes y largos, con assientos, donde suelen ir los Músicos y representantes, y son mui pintados y adornados”. No fue hasta la versión del Diccionario de 1933 cuando apareció recogido el significado moderno de caroca, precisamente inspirado por su pervivencia en Granada: “Decoración de lienzos y bastidores con que, para regocijo público en determinadas solemnidades, se adornan ciertas calles o plazas, o que en algún tiempo ostentaron los teatros ambulantes, sobre todo en las fiestas del Corpus, la cual ofrece pintadas escenas graciosas, picarescas o epigramáticas”.

La palabra caroca se incorporó a la lengua literaria a finales del siglo XVI. Durante el Siglo de Oro fue utilizada por los grandes dramaturgos

La palabra caroca se incorporó a la lengua literaria a finales del siglo XVI. Durante el Siglo de Oro fue utilizada por los grandes dramaturgos, Lope de Vega el primero de ellos, aunque no con el significado granadino sino asociado al teatro de corrala. Para entonces, los carros triunfales medievales se habían convertido en carros teatrales. Cervantes habla de la compañía de Angulo el Malo, que regresaba de representar en la octava del Corpus (¿acaso de Granada a Baza?) la obra Las Cortes de la Muerte. Eran compañías de cómicos que recorrían las principales poblaciones representando sus obras; aquellos carros iban adornados o decorados con llamativos dibujos de colores y poemas al uso, especialmente cuartetas y quintillas (más fáciles de retener en la memoria del populacho inculto). En suma, una caroca en el Siglo de Oro fue una composición poética ilustrada para el vulgo.

Grabado de un carro triunfal en el Corpus de Valencia, de 1839. Debajo, varias Ca-Rocas que se sacaban a finales del siglo XIX.

El cronista Enríquez de Jorquera constata que la modalidad de carros triunfales de tipo religioso era habitual ya en el Corpus de 1607 como colaborador de autos sacramentales

Los carros teatrales o escenarios móviles e itinerantes de la Edad Media europea (pageant en Inglaterra) arraigaron muy bien en el Corpus granadino, si bien bastante cristianizados. El cronista Enríquez de Jorquera constata que la modalidad de carros triunfales de tipo religioso era habitual ya en el Corpus de 1607 como colaborador de autos sacramentales. Permanecerían en las fiestas mayores a lo largo de los siglos XVII y XVIII, aunque fueron evolucionando. Jorquera incluso menciona en su libro «Anales de Granada» las compañías teatrales que cada año animaban el Corpus por las calles: Francisco de Valladolid (1607), Morales y Josefa Baca (1608), Compañía de Ríos (1609), etc. Adornaban sus carros-carocas con una temática diferente cada año. En 1610 fue beatificado San Ignacio de Loyola, y con esta temática decoraron un carro; hace justo cuatro siglos, en 1623, el tema elegido fue Amarilis, y lo montó la compañía de Andrés de la Vega y María de Córdoba.

La plaza de Bibarrambla centralizó desde principios del XVI las fiestas del Corpus. No obstante, otras calles y plazas del centro acogían altares, adornos, colgaduras y representaciones de escultura, pintura y poesía por todos sus rincone

La plaza de Bibarrambla centralizó desde principios del XVI las fiestas del Corpus. No obstante, otras calles y plazas del centro acogían altares, adornos, colgaduras y representaciones de escultura, pintura y poesía por todos sus rincones. Pescadería, calle Elvira y Plaza Nueva fueron escenarios secundarios. No hubo pintor, escultor o artesano que no participase con sus obras en el exorno de la Plaza de Bibarrambla; unas veces lo hicieron de manera espontánea, pero en la mayoría de casos eran contratados por el Consistorio en un verdadero derroche presupuestario. Bocanegra, Juan de Sevilla, el taller de los Raxis, Risueño, Alonso Cano, Sánchez Cotán, el escenógrafo Luis Muriel, etc. todos ellos trabajaron en el diseño y adorno del monumento o tabernáculo que se montaba en el centro de la plaza mayor. Artistas y tejedores auxiliares aportaban colgaduras, postes, jardines artificiales, plintos con esculturas y todo lo imaginable y bello. Lo importante era levantar una especie de templo celestial en homenaje al Santísimo o Corpus Christi.

Las carocas o cartelones de los carros teatrales móviles se fueron perdiendo con el tiempo, para pasar a llamarse cuadros o medallones de capricho. En este caso, y a partir de finales del XVII, ya con carácter estático. Pronto se produjo una dicotomía entre los principales espacios festivos de la ciudad: Bibarrambla concentró las expresiones de la más pura religiosidad, con el tabernáculo en el centro e infinidad de colgaduras de cuadros religiosos y poemas del mismo tenor; cada año era elegida una idea (tema) sobre la que se centraban las pinturas y los versos. En Bibarrambla primaban las composiciones en métrica de soneto y octava.

En otros altares callejeros y plazas se combinaba lo religioso con aspectos más profanos y costumbristas

En cambio, en otros altares callejeros y plazas se combinaba lo religioso con aspectos más profanos y costumbristas. Las pinturas de Plaza Nueva o calle Elvira, por ejemplo, no sólo eran alusivas a Jesucristo, historia sagrada, santos, mandamientos y virtudes teologales; aquí se permitía la pintura paisajista, naturalista o historicista. Aunque con el tiempo se tendió a ir confundiéndolo y mezclándolo todo, lo divino y lo humano; e incluso a finales del XVIII ya se incorporaron a los cuadros capricho o de representación escenas épicas de la historia musulmana granadina. Boabdil y Moraima tardaron tres siglos en sumarse al Gran Capitán, Hernando del Pulgar y otros cristianos en pinturas o poemas del Corpus granadino.

No obstante, a finales del XVII ya hay datadas pinturas o carocas primitivas, no religiosas, junto al Pilar del Toro (en su antigua ubicación de calle Elvira, arranque de Calderería). Y a su lado abundaron composiciones poéticas en cuarteas y quintillas, sin duda estrofas más sencillas y fáciles de retener. Aquellas primeras quintillas fueron de tipo costumbrista y se canturreaban en Granada, en 1664-65:

Si agua, aire y fuego dan

Gracias a su criador

La tierra con más fervor

Pues produce vino y pan

En que Dios muestra su amor.



Tres cosas hay en Granada

Que duran el año entero:

Nieve en Sierra Nevada

Arrebol para la cara

Y en la calle Elvira, cieno.
Dibujo del Pilar del Toro en la época romántica del XIX; el lugar era adornado con cuadros y poemas de tipo costumbrista. Estaba ubicado en la calle Elvira, al inicio de Calderería.

XIX: Inestabilidad y grandes cambios

Durante tres siglos (XVI a XVIII), la pintura, la literatura y el teatro religiosos sobresalieron por encima de cualquier aspecto profano. Sobre todo, en lo referido a la escenografía urbana que se montaba con motivo de la fiesta mayor de la ciudad. Por supuesto que había infinidad de atracciones, divertimentos, concursos, feria de ganados, carreras de coches y caballos, corridas de toros, atracciones circenses, etc. etc. Acudían miles de personas. El comercio de la ciudad incitaba a las autoridades locales (aunque colaboraba poco) para hacerlas atractivas a viajeros y transeúntes que gastaran.

Eran Corpus en que los adornos de la ciudad variaron en función de los vaivenes monárquicos y, sobre todo, económicos

Fueron tres siglos en los que el sentido religioso evolucionó poco y las temáticas, muy continuistas. Eran Corpus en que los adornos de la ciudad variaron en función de los vaivenes monárquicos y, sobre todo, económicos. A comienzos del siglo XIX la documentación sobre el desarrollo del Corpus empieza a guardarse; conocemos por el programa de 1804 que se pintaron 24 lienzos sobre la idea (tema religioso elegido), doce al óleo y otros tantos al temple; aquel año la idea fue el Augusto Sacramento. Junto a los medallones, cuadros o jeroglíficos de Bibarrambla fueron colocados sus respectivos poemas explicativos o alusivos; todos eran sonetos u octavas de tipo bíblico. Otros quince cuadros y poemas se repartieron por Plaza Nueva y calle Elvira (en este caso eran quintillas). 

La temática épica (personajes históricos y batallas) empezaron a quitar sitio a lo cristiano. Aunque la alegría duró poco, entre 1824 y 1834 se volvió a desempolvar todo tipo de adornos que coparon el Antiguo Régimen. La calidad y cantidad de las carocas costumbristas decayó

La ocupación francesa de España (1808-1814) supuso la primera gran interrupción en el adorno de Bibarrambla. A partir de la restauración borbónica de Fernando VII volvió a retomarse la tradición en sentido muy similar al anterior paréntesis napoleónico. Pero algo había cambiado en Granada: el afrancesamiento, los aires revolucionarios-anticlericales de la Bastilla y la dura cara que presentaba el Rey Felón habían calado en la población. El trienio liberal (1820-23) trajo dos importantes cambios para la plaza de Bibarrambla: el primero, que fue rebautizada como Plaza de la Constitución; el segundo, el monumento central y los cuadros religiosos de alrededor decayeron estrepitosamente. La temática épica (personajes históricos y batallas) empezaron a quitar sitio a lo cristiano. Aunque la alegría duró poco, entre 1824 y 1834 se volvió a desempolvar todo tipo de adornos que coparon el Antiguo Régimen. La calidad y cantidad de las carocas costumbristas decayó.

1841 fue el momento en que el Liceo Granadino, como institución cultural y científica, se decidió por colaborar con el Ayuntamiento en reactivar el adorno de Bibarrambla

Las regencias de María Cristina y del General Espartero hasta la mayoría de edad de Isabel II, secundadas por la guerra carlista, supusieron el hundimiento de las fiestas del Corpus granadino y todo lo que acarreaban de literario, teatral o pintura (cuadros, medallones). Fueron años de inestabilidad política que tuvieron su lógico traslado a las fiestas. 1841 fue el momento en que el Liceo Granadino, como institución cultural y científica, se decidió por colaborar con el Ayuntamiento en reactivar el adorno de Bibarrambla; para ello se encargó de hacer pinturas y sus respectivos cuadros de texto debajo; aparecieron composiciones en formato quintilla relativas a virtudes humanas (trabajo, seriedad, esperanza, etc.). Obviamente, intercalados con la abundante literatura religiosa. Empezaban ya a aparecer en las 50 pilastras del contorno algunas pinturas que representaban escenas gremiales y alegorías a la realidad del momento que se vivía. Por supuesto, la temática de episodios nacionales de la Independencia se sumó al gusto del público; por vez primera, en 1841, se hizo referencia al ajusticiamiento de Mariana Pineda: El esbirro insolente de un tirano/que te halló hermosa, y te buscó liviana/para inmolarte a su rencor insano/halló un pretexto en tu labor, Mariana/. El joven poeta Salvador de Salvador hizo algunos de aquellos poemas.

1845: Primera caroca moderna contra el Gobierno

La primera caroca que podemos calificar como de la era moderna, es decir, caricatura irónica, ácida y mordiente de un hecho político o persona pública no apareció hasta el Corpus de 1845. Surgió en los primeros años de monarquía constitucional conservadora, que tan pronto permitía como perseguía la libertad de expresión y de prensa.

La carga fiscal aumentó considerablemente sobre personas, propiedades y actividades. Se avecinaba hambre y ruina para la población, mientras la Corona sólo estaba interesada en alcanzar sus 300 millones de reales de recaudación

El entorno político era sumamente complicado. El golpe de estado de 1843 acabó con la regencia del General Espartero. Empezaba la década moderada con el lojeño Ramón María Narváez de presidente del Gobierno y el motrileño Francisco Javier de Burgos como diputado y presidente de la comisión de Hacienda. En enero de 1845, el ilustrado Javier de Burgos presentó una profunda reforma fiscal que acabó con el vetusto sistema impositivo del Antiguo Régimen y simplificó el sistema recaudatorio (base del actual sistema de Hacienda). La carga fiscal aumentó considerablemente sobre personas, propiedades y actividades. Se avecinaba hambre y ruina para la población, mientras la Corona sólo estaba interesada en alcanzar sus 300 millones de reales de recaudación. En el caso de Granada, había una población de 370.974 almas, agrupadas en 74.194 familias; la consecuencia fue cargar una media de 126,66 reales por casa. La cantidad no era de las más altas de España, ya que en Granada había mucha población y muchas familias numerosas. Pero inasumible a todas luces.

Los concejos granadinos alzaron su voz, pues desde 1802 venían arrastrando una importante deuda tributaria con la Corona que no conseguían saldar

Los concejos granadinos alzaron su voz, pues desde 1802 venían arrastrando una importante deuda tributaria con la Corona que no conseguían saldar. Se había logrado un progresivo aplazamiento en tiempos de Espartero, pero la reforma fiscal impulsada por los malhadados granadinos Narváez y De Burgos hizo que estallaran las protestas de hacendados, empresarios y campesinos de Granada. Surgieron revueltas en las vegas de Motril y Santa Fe, además de algaradas en la capital. El Gobierno reaccionó a golpe de bayoneta, encarcelamientos y deportaciones a quienes protestaban. El ambiente contra la monarquía de Isabel II y el espadón de Loja estaba más que caldeado.

Con aquellos antecedentes surgió la primera protesta política en forma de caroca de Corpus

Con aquellos antecedentes surgió la primera protesta política en forma de caroca de Corpus. Casi un mes antes se estaba procediendo a preparar los cuadros y poemas en los salones del Liceo, encargado de adornar Bibarrambla con un presupuesto que superó los 30.000 reales. La sorpresa surgió la mañana del 17 de junio, Corpus: vecinos y forasteros se partían de risa al ver que uno de los veinticuatro óleos no era de tipo religioso/costumbrista. Una verdadera caroca profana y civil caricaturizaba y criticaba la enorme presión fiscal que se avecinaba. Fue el primer grafiti-protesta de la historia granadina. El dibujo representaba un salón de alta sociedad en el que varios políticos, aristócratas y cortesanos bailaban la polka. La quintilla, en perfectos octosílabos, decía:



Mientras en regios salones


alegres bailan la polka

cortesanos señorones,

el pueblo triste remolca

el hambre y persecuciones[2].

Cuando reaccionaron las autoridades políticas y militares, ya era demasiado tarde. Media ciudad la había visto y la había copiado

Cuando reaccionaron las autoridades políticas y militares, ya era demasiado tarde. Media ciudad la había visto y la había copiado. Y lo que era peor: algunos corresponsales la enviaron a sus periódicos de Madrid. En Granada sólo existía por aquellos días la revista literaria El Pasatiempo. Mariano Pina y G. S. solían publicar composiciones en forma de quintillas. La agitación político-social tentó a G. S. a escribir un artículo criticando a los poderes del momento, con el título Quiero ser sastre. [3] El gobernador civil, Martín de Foronda y Viedma, clausuró la revista y le impuso una multa de 500 reales “por meterse en política”. Venía a decir que los poderosos cortaban y cosían a su gusto con tela pública. Antes de su desaparición, en el número de 25 de mayo, informaba sobre la crisis de las carocas religiosas y anunciaba un nuevo tiempo profano: “Ha desaparecido aquel entorno religioso y las fiestas han cesado por algunos años o se han celebrado con ridícula pobreza” … más, en 1845 “se divisan a través de esas neblinas de las mañanas las picarescas caricaturas de las carocas…” Resulta evidente que la revista conocía el contenido de lo que se avecinaba en forma de primera caroca-protesta.

La censura local nos priva de conocer más datos. Pero tenemos la suerte de que un periódico de Madrid publicó una completa crónica de lo ocurrido

La censura local nos priva de conocer más datos. Pero tenemos la suerte de que un periódico de Madrid publicó una completa crónica de lo ocurrido. [4] La policía buscó y rebuscó a los responsables del dibujo y los versos. Se sospechó de los poetas Manuel Cañete, muy de moda por entonces como docto en quintillas; también del mencionado M. Pina Domínguez. Ellos lo negaron y adujeron que cualquiera podía ser el autor con sólo imitar las obras de Fray Luis de León o del gran Zorrilla.

La sangre no debió llegar al río por aquella primera caroca crítica con la monarquía y los políticos del momento. Debió gustar a rabiar la caricatura satírica, que afectaba principalmente a quienes más tenían, de modo que al Corpus siguiente convivieron en mayor cantidad y calidad las odas religiosas con las populares quintillas de pensamientos profanos y alguna tímida crítica municipal. Se referían aquellas novedosas carocas de 1846 a nuevas modas, bailes importados, rancias costumbres, los miles de derrumbes y obras que había por la Desamortización eclesiástica. La más alabada fue la siguiente:

El incendio va creciendo

Casa y mujer consumiendo

Sin que nada le contenga

Y el marido está diciendo:

“No hay mal que por bien no venga.

Ese importante año 1846 en cuanto a fomento de carocas costumbristas nos dejó una memoria[5] redactada por el erudito Mariano Pina. En ella incluyó otras dos carocas más, cuyos textos –bastante mediocres– fueron los siguientes:

La primera de ellas iba acompañada de un dibujo en el que dos amantes riñen escandalosamente, hiriéndose con los muebles que mutuamente se arrojan:

Él los caprichos halaga

De su adorada esposa

Y ella de placer se embriaga

Mostrándose cariñosa,

Que amor como amor se paga.         

El segundo cuadro pintado consistía en un grupo de ignorantes que se burlaban de un sabio que pretendía sacarlos de sus errores:

Del ignorante tropel

Se oye de mofa el susurro

Si el sabio trata con él

Que no se labra la miel

Para la boca del burro.

Poco años más tarde (1854), Granada seguía pareciendo una escombrera; se había añadido el inicio del embovedado del Darro. Ese desorden y la inacción municipal debió inspirar a un autor, que tituló su quintilla Peligros de Granada:

Con mil peligros luchando

Vamos por la capital

Que todo se irá arreglando

Que hay mucho municipal

Dispuesto… a estudiar el bando.

Algo empezaba a cambiar. Faltaba muy poco para que apareciese también la prensa humorística que iba a explotar comercialmente la caricatura y el humor. En cierto modo, las carocas de Bibarrambla actuaron como precursoras de este nuevo tipo de publicaciones.

El poder político pronto se percató de que aquellas modernas carocas eran un peligro

El poder político pronto se percató de que aquellas modernas carocas eran un peligro. Los prebostes se temían que se cebaran con sus actuaciones o sus personas. Sobre todo, de aquellos afectados por corruptelas o tropelías. Se permitían las nuevas carocas políticas, pero con cierta mesura y control. Se notaba mayor o menor libertad en función de que los gobiernos fuesen liberales o conservadores; según quién gobernara había carocas libres, se censuraban o sencillamente quedaban suprimidas. Por segunda vez durante un gobierno del granadino Narváez se aplicó la tijera a una caroca de Bibarrambla; ocurrió en el Corpus de 1857, durante el V Gobierno del general lojeño. Su capitán general en Granada ordenó retirar la siguiente caroca, por irreligiosa[6]:

Como en el terrible día

Al fin quedaron iguales

Virtuosos y criminales

Una completa amnistía

Conceden los tribunales.[7]

En aquella edición fueron colgadas 28 carocas llamadas “profanas”, ya que se procuraba distinguirlas de los cuadros religiosos

En aquella edición fueron colgadas 28 carocas llamadas “profanas”, ya que se procuraba distinguirlas de los cuadros religiosos. Los temas profanos que tocaron hablaban de carestía, noticias curiosas que traían los periódicos de Madrid, la moda femenina, la desidia de los funcionarios, etc. Como se ve, temáticas que se vienen repitiendo machaconamente desde entonces. La gente habla, comenta y critica lo que chirría y le afecta a diario. Otra de las carocas de 1857 se reía de una predicción inglesa que fijaba el fin del mundo el 13 de junio de 1857, prácticamente coincidiendo con la fiesta mayor granadina. Decía así:

Dice un sabio muy profundo

Que el 13 de junio el mundo

Ha de acabar ¡Atención!

Y oíd sobre esta cuestión

Las conjeturas que fundo.

Fue también aquel 1857 año memorable por cuanto fue identificada con nombre y apellidos la primera mujer que presentó un poema

Fue también aquel 1857 año memorable por cuanto fue identificada con nombre y apellidos la primera mujer que presentó un poema. Se trató de la poetisa Enriqueta Lozano. No era realmente una quintilla, pero abrió la puerta para que otras mujeres siguieran su ejemplo. Como fueron Eduarda Moreno Morales, Dolores Arráez de Lledó, Carmen Espejo… Sus composiciones fueron de cariz religioso, en octavas o sonetos. 

Enriqueta Lozano (a) la Safo granadina, y Antonio Joaquín Afán de Ribera.

Aquel ramillete de mujeres supuso el tímido inicio del feminismo en el mundo de las carocas. El Liceo declaró 1867 como el de las “carocas de las mujeres”. Todas las quintillas y sus dibujos fueron redactados y pintados por sus socias. Es una pena que no nos hayan quedado mayores referencias a sus trabajos.

Apenas se abrió la mano para que se pudiera hacer crítica política mediante este tipo de caricaturas

La crisis del reinado de Isabel II y su infinidad de gobiernos efímeros (1863-68) también afectó a las carocas granadinas. Apenas se abrió la mano para que se pudiera hacer crítica política mediante este tipo de caricaturas. De hecho, la decoración de Bibarrambla decayó mucho (se eliminó el nombre oficial de Plaza de la Constitución). Los textos se refugiaron en lo picantón; el periódico satírico Gil Blas[8] publicó dos que consideraba muy fuertes y omitía otras por ser verdonchas para las señoras:

¿Una simple modistilla

con tanto lujo? ¡Qué horror!

¿en qué trabajas, chiquilla?

El pespunte y la vainilla

producen mucho, señor.

(La ilustración era una joven vestida de seda contestando a un caballero en un paseo).

Hubo que esperar a que fuese expulsada Isabel II y llegase la regencia de Serrano (1868-71) para que el Liceo volviera a relanzar la organización de las carocas

Hubo que esperar a que fuese expulsada Isabel II y llegase la regencia de Serrano (1868-71) para que el Liceo volviera a relanzar la organización de las carocas. Dibujos y quintillas de 1869 fueron elaborados por socios y allegados al Liceo con el lema “Can-can”, cuya expresión apareció obligatoriamente en las 24 quintillas seleccionadas. Por aquellas fechas llegó a los teatros granadinos el baile del can-can; ponerse en primera fila para ver un trozo de pierna de bailarina era lo más cotizado. Se decía por Granada que aquello era un baile escandaloso porque las bailarinas enseñaban las bragas cuando daban sus patadas.

Boletín del Liceo (1869), donde en todas sus quintillas aparece el tema can-can.

El Liceo continuó haciéndose cargo de las carocas en solitario hasta 1882. Por medio, trascurrió una década de sobresaltos políticos, con un rey importado (Amadeo I y sus seis presidentes de Gobierno), la I República con cuatro presidentes en un año y la restauración borbónica de Alfonso XII. La gente debía tener pocos ánimos para fiesta. El Corpus se convirtió en el Guadiana, con apariciones e inmersiones que lo abocaron al desinterés general. La desidia contagió a los caballeros XXIV, ya que a lo sumo solían acudir a la Pública y la Procesión dos o tres concejales. Los aires anticlericales de la revolución Gloriosa (1868) habían causado mucho daño a estas tradiciones tan ligadas a la Granada cristiana.

En 1883, la Asociación de la Prensa y el periódico El Defensor decidieron implicarse, junto con el Liceo, en la organización de la parte artística del Corpus, es decir, de concursos de pintura, carocas, exposiciones artesanales, etc

En 1883, la Asociación de la Prensa y el periódico El Defensor decidieron implicarse, junto con el Liceo, en la organización de la parte artística del Corpus, es decir, de concursos de pintura, carocas, exposiciones artesanales, etc. Siguieron años en los que el Ayuntamiento encargó pinturas de grandes cuadros historicistas, tan del gusto del momento, y se recuperó la colocación de esculturas de personajes que sobresalieron en la Historia del Reino; el lema elegido fue la Alhambra. Las carocas no faltaron nunca en este periodo finisecular, oscilando entre 16 y 36 cartelones. Las autorías de los textos y las pinturas solían mantenerse en el anonimato, aunque en los ambientillos culturales todo el mundo conocía a los artistas. Por ejemplo, las de 1884 fueron hechas por los ilustradores Juan de Dios Valle y Rafael Bueno Pardo. Y en 1885 se introdujo el esnobismo de llamar a las carocas de manera más fina: “colección de cuadros críticos”; esta terminología no arraigó en el pueblo.

Póster publicado en 1886 con las veintiséis carocas de aquel año. Fue editado y vendido por Litografía El Artista. Tanto los textos como los dibujos estaban pobremente elaborados. Debajo, ampliación de dos de estas carocas. COLECCIÓN JUAN JOSÉ MONTIJANO.

El periodo 1883-1900 fue de cierta brillantez, con alguna excepción: había aparecido la prensa ilustrada y satírica local; se puede decir que animada por el éxito puntual de las carocas. Ilustradores de revistas[9] pintaron carocas de manera más o menos anónima: Antonio Mallo, Ramón Cilla, Nicolás del Moral, Enrique Muñoz Vega, G. Urba, Sonidom, etc. Incluso se editaron y vendieron grandes cartelones con las carocas y fueron publicadas en La Alhambra.

Luis Seco de Lucena se encargaba cada año de invitar a periodistas de Madrid para que viniesen, o al menos publicasen, crónicas de las fiestas del Corpus granadino

Luis Seco de Lucena se encargaba cada año de invitar a periodistas de Madrid para que viniesen, o al menos publicasen, crónicas de las fiestas del Corpus granadino. En la prensa nacional de finales del XIX es cuando empiezan a abundar referencias a las carocas de Granada, únicas en toda España. Curiosamente, en El Defensor apenas se prestaba atención a esta expresión de arte y pensamientos profanos y populares. En junio de 1889 tuvo lugar en Granada la coronación de Zorrilla como poeta; en la prensa nacional hay infinidad de referencias a la costumbre caroquista de origen medieval, que Granada importó en el XVI de otras regiones, y que sólo pervivía en esta ciudad.

Monumento central y cuadros de representación y carocas en los alrededores de Bibarrambla, en el Corpus de 1889. / GARCIA AYOLA

Solamente un año de finales del XIX, 1895, las carocas fueron suprimidas. Quedaron en suspenso lo que Miguel Garrido Atienza[10]  definía como “Cuadros alegóricos y poesías alusivas a su respectivo asunto, satirizando con el pincel y con la pluma los vicios públicos y las públicas extravagancias y ridiculeces de más actualidad”.  El inicio de la guerra de Cuba y la crisis económica y social que se avecinaba debieron tener la culpa. Fue un duro golpe para Joaquín Afán de Ribera, el maestro de las quintillas por excelencia; entre 1890-1906 fue el dominador absoluto. Muy frecuentemente deleitaba a sus seguidores con sus Siluetas Granadinas en El Defensor; venían a ser unas carocas casi diarias en la prensa.

Se abandonaron los demás temas locales, las críticas a modas, a los baches, a la falta de alimentos, a las enfermedades, al humor de la calle… todo iba contra Estados Unidos y los cubanos

Desde 1896 hasta el 1900, la humillación española en Cuba y Filipinas centró la cólera de los aficionados a participar en los concursos de carocas. Se abandonaron los demás temas locales, las críticas a modas, a los baches, a la falta de alimentos, a las enfermedades, al humor de la calle… todo iba contra Estados Unidos y los cubanos. Entresaco una de las pocas composiciones que criticaban las modernidades (las primeras bicicletas) y dos quintillas premiadas y expuestas en esos cinco años:

Con una duda batallo

Y el aclararla me inquieta

Pero pronuncio mi fallo:

Muy linda es la bicicleta

Pero prefiero el caballo (1896)



Aquellas manadas son

Cerdos de tierras lejanas

Que elevan el diapasón;

Ya les quitará el león

De tanto gruñir las ganas (1898)



Público amigo y señor

Que tu alegría convenza

Que estamos a cuál mejor;

Si perdemos la vergüenza

Que nos quede el buen humor (1899)

Siglo XX: De las prohibiciones a la consolidación

Las carocas iniciaron el siglo XX como un medio de expresión muy popular. Esperadas ansiosamente por el pueblo, temidas desesperadamente por quienes se temían aparecer en ellas. Sobre todo, los poderosos. Aparecer caricaturizado suponía un estigma que podía acabar con la buena reputación de alguien. Ya desde días antes corrían rumores y circulaban espías intentando conocer el contenido. Los textos eran menos temidos, no así las caricaturas.

Las dos primeras décadas del siglo XX se caracterizaron en Granada por el control político de los Lachiquistas, verdaderos caciques que dominaban las instituciones y copaban los cargos públicos

Las dos primeras décadas del siglo XX se caracterizaron en Granada por el control político de los Lachiquistas, verdaderos caciques que dominaban las instituciones y copaban los cargos públicos. Desde la Alcaldía de la capital controlaban cualquier intento de crítica; si la había, eran censuradas las carocas o simplemente se suprimían. Los ciudadanos solían decir que los mejores Corpus eran aquellos en los que las carocas “se mojaban”; no se referían a que lloviera, sino que pedían acidez y mordacidad contra Juan Ramón y Felipe Lachica (se repartieron la Alcaldía en seis ocasiones). En el año 1908 las retiraron antes de ser colocadas en cuanto vieron su contenido. En la prensa madrileña tenían más repercusión las carocas y sus contenidos que el resto de actividades del Corpus granadino; uno de los periodistas que estuvo en Granada las calificó como “museo epigramático popular”, “picota satírica, pesadilla de concejales y politicastros” y “anuario del ridículo”.[11]

Fue el año en que los dibujantes dejaron de ser anónimos y se conocían sus nombres con antelación. Aparecieron grandes pintores ilustrando los cartelones: Antonio López Sancho y Manuel Párrizas

A pesar de todo, las carocas se convirtieron en uno de los platos principales de cada corpus de las dos primeras décadas del XX. Las revueltas laborales y estudiantiles de febrero de 1919, por fin acabaron con la era de políticos caciquiles. Al año siguiente, 1920, se entró en un breve tiempo de libertad y gran nivel artístico de las caricaturas. Fue el año en que los dibujantes dejaron de ser anónimos y se conocían sus nombres con antelación. Aparecieron grandes pintores ilustrando los cartelones: Antonio López Sancho y Manuel Párrizas. Aunque la ilusión duró poco, pues la Dictadura de Primo de Rivera suprimió manu militari las carocas entre 1923 y 1928; sólo con la llegada al Gobierno del general Berenguer volvió a abrirse la mano en 1929.

José Mora Guarnido, afamado periodista del momento, dedicó media página[12] en su diario a comentar la situación en que se encontraban las carocas en el comienzo del siglo XX

José Mora Guarnido, afamado periodista del momento, dedicó media página[12] en su diario a comentar la situación en que se encontraban las carocas en el comienzo del siglo XX. Decía que las carocas solían ser motivo de disgustos, “y algunas veces han ocasionado riñas y peleas en plena calle”. Entendía que solían ser bromas pesadas a algunos vecinos, nunca carentes de gracia y mala intención, a pesar de la pobreza de la rima y el dibujo. Informaba a toda España que estaban en decadencia: “Antaño eran espontáneas y libres; hoy se hacen previo concurso y censura municipal, y desde el principio sabemos que serán unas carocas mixtificadas” (…) “Como los concejales eran siempre objeto de una rara preferencia por parte de los anónimos poetas y dibujantes, se han prevenido siendo ellos los editores” (…) “Cuando las carocas se hacían libres podía asegurarse que el pueblo de Granada juzgaba en ellas su vida del año”.

II República: carocas al degüello

Durante la II República, las carocas fueron fiel reflejo de los nuevos aires artísticos y de libertad de expresión que se respiraba. Pero también de la inquina y división que se acentuó en la sociedad granadina. Al dúo de dibujantes López Sancho-Párrizas, se incorporaron también Manuel Maldonado y Francisco Vergara. La República fue el periodo en que se cultivó más la temática política que la crítica social y de costumbres cotidianas; algunas carocas de los tres primeros años republicanos llegaron a ser hirientes. La prensa de entonces destacaba que las carocas eran uno de los principales alicientes de todo el Corpus; las gentes se concentraban de madrugada para ver a los obreros colgar los cartelones en los mástiles de Bibarrambla. Dibujos y textos quedaban grabados en sus memorias hasta el año siguiente. Pero hubo un problema en 1931: la corporación republicana recién estrenada consideró demasiado fuertes las carocas y se negó a colgarlas en Bibarrambla; la solución intermedia fue exponerlas en los salones del Centro Artístico. ¡Y eso que habían sido censuradas por el presidente de la comisión “para eliminar toda intención enconada y sentido chabacano”![13]

La primera quintilla de la II República (1931) decía:



Con muchísimo contento


pintado hubiera Pradilla

y hubiese sido un portento

la Rendición en Pandilla

del último Ayuntamiento.

Tanto gustaban las carocas que la prensa de esos años añadió a su oferta páginas semanales o mensuales, como un complemento de artes y letras. Ahí se lucieron López Sancho, Párrizas y Maldonado.

Aquella polarización política tan acusada de la República se tradujo en intentos de censura blanda, censura dura y amenazas por parte de los caricaturizados. Se dieron casos curiosos: una quintilla se refería a un político con la expresión “volverse la chaquetilla”, pero alguien le dio el cambiazo a última hora y apareció “torear sin chaquetilla”. 

Carocas de crítica política en el Corpus de 1932, publicadas en un folletito que se vendía por las calles. Las caras de los tres ricos de la izquierda eran de tres personajes muy conocidos.

Existía verdadero horror por aparecer caricaturizado y servir de chanza durante todo el Corpus

En 1935 el ambiente de preguerra estaba en la calle; las pintaron Párrizas y Maldonado. Los pintores contaban cómo durante el proceso no dejaban de recibir en sus estudios constantes visitas de algunos políticos y poderosos para rogarles que no los caricaturizasen en sus escenas grotescas. Un día se presentó un hombre malhumorado contado que había recibido un anónimo avisándole de que iba a salir en las carocas. Advirtió a los dibujantes que los mataría si era así; y no sólo a los pintores, también al autor de la quintilla. Existía verdadero horror por aparecer caricaturizado y servir de chanza durante todo el Corpus. Otro vecino que temía salir caricaturizado les amenazó con azuzarle un perro de presa para que les destrozara los trajes.

Y llegó la guerra civil. En 1937 se inició un largo periodo en el que las carocas pasaron a ser un vestigio del pasado lúdico de las fiestas mayores

Y llegó la guerra civil. En 1937 se inició un largo periodo en el que las carocas pasaron a ser un vestigio del pasado lúdico de las fiestas mayores. En 1939 el nuevo alcalde, Antonio Gallego Burín, quiso enlazar con las tradiciones… pero sólo del XVIII hacia atrás. De carocas, nada de nada (en 1931 hubo una que lo ridiculizó). Tampoco la autoridad eclesiástica se mostraba partidaria de recuperarlas. Debían primar los altares y las procesiones.

Caroca que mencionaba a los perdedores de las elecciones de 1931, entre ellos Gallego Burín.

No fue hasta la primavera de 1952 cuando fueron recuperadas las carocas tradicionales por iniciativa del nuevo alcalde Juan Ossorio Morales, ayudado por gente del Centro Artístico y un grupo de jóvenes de la vanguardia cultural conocidos por Tertulia la Abadía Azul; entre ellos estaban López Sancho, Maldonado, Molina Fajardo, José María Bugella, Fernando Belda, Víctor Andrés Catena, etc. Obviamente, se entendía que no se podían tratar temas políticos, sólo sociales; aquel alcalde permitió que la vida municipal sí fuese criticada.

Caricatura de la tertulia la Abadía Azul, donde se autorretrataron los artistas de vanguardia en 1955. El texto de la quintilla era: “Antes daban un banquete/con consomé o rica sopa;/ahora el ágape es pobrete/pues al chico que promete/lo arreglan con café y copa. /LÓPEZ SANCHO

1952-2023: el mayor periodo ininterrumpido

En 1952 empezaba la otra era dorada de las carocas, a pesar de la prohibición de temas políticos. Los mejores pintores y caricaturistas de Granada prestaron sus pinceles. Y los mejores poetas solían concurrir en cada edición; hubo años en que se recibieron más de quinientas quintillas. Además, la prensa local empezó a reproducir algunos cartelones expuestos y a conocerse los nombres de sus autores. La censura continuó existiendo, y continúa al día de hoy; eso hacía que la gente aguzara el ingenio para intentar sortearla.

Patria solía publicar todas las carocas expuestas, no así Ideal.(Hasta que Melchor Sáiz-Pardo las institucionalizó en 1972, e incluso convocó concursos propios del diario). Estas son las de 1955. PATRIA.

Los siguientes alcaldes permitieron, e incluso alentaron, la convocatoria de un concurso de caricaturas tan popular. Era habitual que cada año fuese seleccionada una caroca en la que aparecía el alcalde, en tono humorístico, no ácido. Manuel Sola se llevó la palma con sus apariciones: se recuerda todavía la de 1957, en la que lucía impolutamente trajeado al lado de un destartalado coche de los años veinte. Se le criticaba que viajara con semejante chatarra; tras salir en las carocas decidió comprarse un flamante descapotable blanco de importación. La caroca decía así:



Su “Sola” presencia indica


Que es de elegancia un derroche

Por eso nadie se explica

El que tenga un carricoche

Del año de la Enanica.

Los años 50, 60 y 70 fueron de brillo en ingenio y calidad de los trabajos literarios y pictóricos. Verdaderas obras de arte

Los años 50, 60 y 70 fueron de brillo en ingenio y calidad de los trabajos literarios y pictóricos. Verdaderas obras de arte. Ahora la gente se peleaba por salir retratada amablemente o sin acritud. Raro era el Corpus en que el Ayuntamiento no cedía varios cartelones a quienes salían en ellos. Buena parte de la culpa del éxito la tenía el Centro Artístico, encargado de la selección y cuidado de los trabajos. No había crítica política, pero sí mucha de tipo social y por obras e incomodidades ciudadanas; las carocas casi funcionaban como un buzón municipal de quejas y sugerencias, es decir, defectos que trataban eran inmediatamente subsanados por los munícipes.

Carocas de 1959 y 1969 sobre construcciones en la Vega y obras en el monumento a Isabel la Católica; la crítica municipal blanda estaba permitida. PATRIA.

A falta de crítica de tipo político, la temática se centraba mucho en asuntos vecinales de la ciudad, además de alabar la belleza de sus paisajes

A falta de crítica de tipo político, la temática se centraba mucho en asuntos vecinales de la ciudad, además de alabar la belleza de sus paisajes. Uno de los temas más repetidos era el deporte, con los éxitos y fracasos de los granadinos implicados. El Granada C. F. siempre aparecía, para ensalzarlo si se mantenía en primera división, para criticarlo si bajaba. En el Corpus de 1967 las dos carocas más aplaudidas se referían precisamente a temas futbolísticos. La primera la protagonizó un joven de Albuñol, de nombre José Giménez Ruiz, al que no se le ocurrió otra cosa que lanzarse como espontáneo en un partido internacional en el estadio Santiago Bernabéu; iba provisto de una capa con la que pretendió que el árbitro suizo, Sr. Dients, le entrara al trapo. La segunda quintilla exponía lo difícil que lo tuvo el Granada C. F. para mantenerse aquella temporada 1966-67 en primera división; de hecho, descendió a la división de plata ante el “hueso” (de aceituna) que le había tocado como contrincante: el Real Betis Balompié. La caroca representaba a los jugadores Miguel, Flores, Lara y Nito viendo la forma de hincarle el diente a la aceituna. Al final, el hueso se les atrangantó.



Gracias a la Eurovisión                                                    Si de plato fuerte hay ganas


pudo ver el mundo entero                                              en la afición futbolera

al paisano de Albondón                                                  una indigestión le espera

que pensó hacerse torero                                              de aceitunas sevillanas

en la cancha del balón.                                                   con “hueso” clase primera.

Carocas dedicadas al fútbol en 1967./ PATRIA.

Hasta que llegó la Transición y hubo unos años en que bajó mucho la calidad. Los temas tratados volvían a ser los de siempre, con el añadido de malafollá y mal gusto

Hasta que llegó la Transición y hubo unos años en que bajó mucho la calidad. Los temas tratados volvían a ser los de siempre, con el añadido de malafollá y mal gusto. Y para empeorar la situación, el Corpus dejó de tener el centro de la ciudad como punto de encuentro y se transformó en discotecas y casetas en Almanjáyar; mucha gente ni se acercaba por Bibarrambla a verlas. Las nuevas generaciones no entendían el sentido de las carocas ni estaban al tanto de la actualidad. Les parecían unos chistes malos, eran mejores los comics de Mortadelo y Filemón. Las carocas empezaron a decaer.

La primera corporación democrática, de la mano del concejal José Miguel Castillo Higueras, quiso devolver el perdido esplendor a las carocas

La primera corporación democrática, de la mano del concejal José Miguel Castillo Higueras, quiso devolver el perdido esplendor a las carocas. Al igual que lo estaba haciendo con toda la parafernalia de la Tarasca y la Procesión del jueves. Para ello contrató a un dibujante muy bueno que solía dar con la tecla y extraer sonrisas a los espectadores. Desde 1980 hasta 2011 fue José Luis Prats el encargado de poner cara a las quintillas que participaban en el concurso. Ha sido el humorista gráfico que ha permanecido más tiempo dibujándolas. Cada año se pasaba tres o cuatro semanas encerrado en su taller de Puerto Lope dando forma y color a las carocas. Como buen discípulo de Ibáñez y Vázquez, sus caricaturas superaban con creces a los textos. Y los retratos de sus personajes eran magníficos. Casi todos los caricaturizados en estas tres décadas guardan sus paneles.

Caroca distinguida con el primer premio en 1989, escrita por Manuel Anguita e ilustrada por Ozeluí.

En su regreso de 2021 la mayoría se centraron en el Covid y en el enjambre de terremotos que rajó media Granada en enero

A José Luis Prats (Ozeluí) le sucedió Andrés Soria Moreno (fallecido en 2012); un año fueron encargados los dibujos a alumnos de la Facultad de Bellas Artes. El resultado no estaba a la altura de lo deseado, además de no mantener uniformidad. Fueron las últimas pintadas a mano. Finalmente han sido contratadas con Antonio Mesa Madero (Mesamadero), que continúa con el encargo en este momento; el beato Antonio (es de Beas de Granada) hace los bocetos a lápiz y tinta china, para después colorearlos con paleta de color por ordenador. El periodo actual de carocas modernas profanas (en sus 178 años de existencia certificada) es el más largo que se desarrolla ininterrumpidamente (excepto el maldito 2020 de la pandemia). En su regreso de 2021 la mayoría se centraron en el Covid y en el enjambre de terremotos que rajó media Granada en enero.

Quintilla de Mesamadero en 2021, tras el paréntesis del Covid. El texto decía: “Volvió el virus de puntillas/y con arte lo toreamos. /Tres vacunas le clavamos/igual que tres banderillas/que ni las del Fandi, vamos/.

También es de ley recordar que muchos años, ya lejanos, se exigía que las quintillas llegaran ilustradas por sus autores. Y añadir que hubo muchos pintores de fama que pusieron su pincelada a estos decorados efímeros

También es de ley recordar que muchos años, ya lejanos, se exigía que las quintillas llegaran ilustradas por sus autores. Y añadir que hubo muchos pintores de fama que pusieron su pincelada a estos decorados efímeros: Ramón Carazo Martín, Francisco Vergara Reyes, Enrique Marín, Gómez Mir, Mariano Bertuchi, Isidoro Marín, Ismael González de la Serna, amén de pintores anónimos de agencias de publicidad, etc. Como se puede ver a través de las ilustraciones insertas en este artículo, los estilos de los dibujos también han evolucionado enormemente. Durante todo el siglo XIX y hasta 1936 solían ser de líneas muy simples, incluso un tanto de trazos infantiloides. En los tiempos que los propios letristas aportaban también sus dibujos es de suponer que habría dibujos muy simples y mediocres, alternando con otros más elaborados. Pero casi siempre ausentes de color. En el regreso de las carocas a partir de 1952, el trío encabezado por López Sancho elevó los dibujos a categoría ciertamente de calidad artística; además, aparecieron los colores. Ozeluí, en sus más de tres décadas, supo darles un aire de las mejores escenas de cómic. 

Autocaricatura de López Sancho (1935) y caricatura de Ozeluí, por Mario Parodi (2022), los dos dibujantes que mayor número de carocas han pintado.

Y como autores de quintillas, seguro que en la actualidad viven miles de granadinos que en algún momento de sus vidas las han aportado. Destacaron como caroqueros empedernidos Joaquín Afán de Ribera a finales del XX-principios del XXI, Miguel Garrido Atienza, casi todos los miembros de la Cuerda Granadina se presentaban en comandita y Manuel Anguita, ganador en el año 1989 y de varios accésits más.

Extrañamente, en tiempos recientes de tanta libertad es cuando más se están prodigando sibilinos métodos de censura

Extrañamente, en tiempos recientes de tanta libertad es cuando más se están prodigando sibilinos métodos de censura. Hoy el concurso de quintillas lo organiza, valora y paga el Ayuntamiento. Es decir, el político de turno en la Casa Consistorial. No se suprime de un plumazo todo el concurso, pero existen mil y un recursos para encauzar el agua al molino que les interese a los ediles. Voy a poner dos ejemplos. El primero me afecta personalmente: fui jurado del concurso en dos ocasiones, con gobiernos de distinto signo; en una ocasión, el concejal que presidía el jurado y la funcionaria de apoyo se encargaron de hacer una preselección a su gusto; después fueron encaminando las de su cuerda hacia las veinte seleccionadas. Los que estábamos de comparsa pronto nos dimos cuenta de que en el revés del papel ya las traían marcadas. En la segunda ocasión nos empeñamos los jurados independientes en seleccionar una muy buena que ridiculizaba al alcalde, con mucha gracia; firmamos el acta y nos fuimos. La sorpresa fue comprobar el día de Corpus que no figuraba colgada en Bibarrambla. En el año 2010 la censura ocurrió a posteriori, motivada por la nueva moda del lenguaje inclusivo: el colectivo Colegas presionó para que se retirase el término “maricón” de una quintilla. La palabra fue sustituida por unos puntos suspensivos.

El turismo homosexual

promueve Diputación

dicen que mueve un pastón

contento está mi Pascual

que es un poco maricón (…)

Acabo con la última que presentó el poeta Pepe Ladrón de Guevara, de las muchísimas que aportó en su vida. Fue vilmente retirada del concurso, a pesar de ser de las que más gustaban a los jurados. Decía así:



¿Quién vive de la poesía


sin rimar una cuarteta

ni poner una librería?

¿No lo sabes todavía?

la sobrina del poeta.[14]

A pesar de tan arraigada tradición, la ciudad de Granada ha considerado sus carocas como un arte efímero menor. Jamás se le ha ocurrido montar una carocateca, un museo, al menos con una selección de las mejores de cada Corpus. Solamente se conservan los dibujos o fotos que publicaron los periódicos, memorias o revistas. Que son pocas. Además de las más recientes que tienen los caricaturizados en sus casas. Ni los dibujantes hicieron copias.

El juez Emilio Calatayud posa ante la caroca que le dedicaron en 2009.

Los sucesivos gobiernos municipales no se han ocupado ni tan siquiera de sacar copias fotográficas para conocer su evolución

El Ayuntamiento reutiliza cada año los mismos paneles y chapas del anterior. Los sucesivos gobiernos municipales no se han ocupado ni tan siquiera de sacar copias fotográficas para conocer su evolución. El arte de las carocas granadinas podríamos compararlo con las Fallas de Valencia; al menos, los levantinos tienen un impresionante museo con el Ninot indultado de cada año. Nuestra falta de archivo específico apenas nos permite hilvanar una historia sólida de esta tradición medieval, iniciada tiempo ha con las carrucas o ca-rocas, que sólo pervive en Granada.

AGRADECIMIENTOS: A revista Alhóndiga, por la cesión de ilustraciones; y a los dibujantes José Luis Prats (Ozeluí) y a Antonio Mesa Madero (Mesamadero), por prestarnos sus ilustraciones.

Portada-caroca del número especial de la revista Alhóndiga (mayo-junio 2023) dedicado a la historia de las Carocas del Corpus. El dibujante Mario Parodi caricaturiza al consejo de redacción como Indianajones de biblioteca. Son Ismael Ramos, Miguel Guirao, Alfredo Moreno (con cámara), Francisco Sánchez-Montes, José Antonio Sánchez Marín, José Luis Delgado, Gabriel Pozo y Ana Sánchez Álvarez.

Citas bibliográficas:

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  • [1] El parecido o paralelismo entre el Corpus de Valencia y el de Granada es asombroso: El corpus valenciano data de 1355; en 1413 se construye su primer carro triunfal con el nombre de Roca (actualmente se conserva la Roca Diablera, hecha en 1522); 1528 supuso el máximo esplendor del Corpus levantino. A partir de 1836, el Corpus de Valencia casi desaparece. La cridá o llamada a participar Valencia, en Granada se convierte en Pública (pregón por el cronista invitado); su Santa Marta sobre el dragón, aquí se reconvierte en el XIX anticlerical en una joven Tarasca (llegada de Tarascón) para vencer al dragón; la arena con que los valencianos cubrían el suelo de la procesión, en Granada se pide a los agricultores que aporten plantas aromáticas; las ilustraciones de sus Rocas son idénticas a nuestras carocas primitivas; sus gigantes y cabezudos podrían intercambiarse por los granadinos. Y sus Rocas, en Granada derivaron en carros triunfales o teatrales.
  • [2] Como se ve, el espíritu de esta quintilla tiene plena vigencia en la actualidad.
  • [3] El Pasatiempo, 15 de junio de 1845.
  • [4] El Clamor Público-Diario Liberal, 20.05.1845. En cambio, el corresponsal de La Esperanza, periódico monárquico, destacó en su crónica “los más exquisitos cuadros que representaban pasages de la Sagrada Historia, descritos en elegantes versos” (…) “y cuadros de costumbres populares con versos alegóricos a ellas” (28.5.1845). Además de los 12 caballos muertos en la corrida de toros del día.
  • [5] Revista La Alhambra, junio 1919.
  • [6] “Aspectos literarios del Corpus granadino en el siglo XIX”. M. N. Bertos Herrera.
  • [7] Se refería a los correligionarios de O´Donnel y Narváez amnistiados por ley 20.10.1856.
  • [8] Gil Blas-Periódico satírico, antimonárquico y anticlerical. 16.6.1866
  • [9] La Pulga, Granada Cómica, El Manicomio
  • [10] Estudio sobre las fiestas de Granada, 1895
  • [11] Cristóbal de Castro. El imparcial. 3.6.1907
  • [12] La Voz de Madrid, 13.05.1922. Mora Guarnido (Alhama de Granada, 1894 – Montevideo, 1967), periodista mordaz, amigo de García Lorca, se vio obligado a exiliarse a Montevideo al año siguiente de escribir éste y otros artículos similares, para huir de la dictadura de Primo de Rivera.
  • [13] El Defensor, 3 de junio de 1931.
  • [14] Ocurrió en 2008, cuando se negociaba con la familia García Lorca el traslado de los fondos del poeta al Centro Lorca de Granada. Debieron considerar que era mejor no echar más leña a las tensas relaciones de Granada con los sobrinos-nietos de Federico.

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