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crítica de miguel Ángel del Arco Torres sobre la última gran exposición sobre Federico

Un catálogo y una exposición: “Lorca. Ensueño de lejanías”

Cultura - Miguel Ángel del Arco Torres - Domingo, 3 de Marzo de 2019
Una crítica que te recomendamos de Miguel Ángel del Arco Torres sobre la última gran exposición sobre Federico García Lorca.
Alguno de los libros que componen la exposición.
Indegranada
Alguno de los libros que componen la exposición.


'Lorca. Ensueño de lejanías’ repasaba los lugares donde vivió el poeta en el año que se conmemora el 120 aniversario de su nacimiento y el centenario de su primera obra, 'Impresiones y paisajes'. Ambas efemérides se unen a la celebración también este año del vigésimo aniversario del Centro Andaluz de las Letras (CAL), organizador de la muestra. La exposición pudo admirarse hasta el 15 de enero en la Biblioteca de Andalucía en Granada y, posteriormente, se trasladó a Sevilla, donde fue exhibida en la Biblioteca Pública Provincial Infanta Elena de Sevilla, hasta el pasado 27 de febrero. Fue comisariada por Alejandro Víctor García

La muestra, que contó con la generosidad de la familia de Federico García Lorca y la de numerosos colaboradores, viene acompañada de un catálogo a cargo de expertos y estudiosos sobre el poeta como Carmen Martín Granados, Alejandro Víctor García, Antonio Carvajal, Juan de Loxa, Miguel Ríos, Ian Gibson, Jesús Ortega, Luis García Montero, Christopher Maurer, Juan Manuel García Gil, Irma Emiliozzi, Encarna Alonso Valero, Andrés Soria, Antonina Rodrigo, Pepa Merlo, Justo Navarro, Antonio Ramos Espejo o Guillermo Busutil, entre otros.

La lectura del catálogo de la exposición Lorca. Ensueño de lejanías celebrada en la Biblioteca Pública de Andalucía de Granada y la Infanta Elena de Sevilla, despierta muchas sensaciones. Si bien exposición y catálogo suelen ser una misma idea y realización, en este caso el testimonio escrito, que siempre queda, supera con creces a la exposición, que se desvanece con la caída del telón. No exagero si afirmo que es un catálogo que se convertirá en una edición clásica deseada por bibliógrafos y coleccionistas (me viene al corazón Poesía 70 y Juan de Loxa). Las felicitaciones deben ser varias: a la Agencia Andaluza de Instituciones Culturales de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, a los autores de textos, al editor, al diseñador gráfico y a los responsables de la impresión.

Escribir de Lorca a estas alturas es una osadía, y hacerlo con cierta originalidad multiplica el mérito. Es un acierto la elección de los colaboradores y el resultado de los trabajos, todo ello imputable al comisario y editor, Alejandro V. García, que no ha dejado que el catálogo estuviera en manos solo de representantes del mundo académico e incurre, yo diría que a propósito, conociendo al personaje, en una cierta heterodoxia encargando algunas de las colaboraciones a autores de otros ámbitos que aportan una visión original, distinta de la académica y que por añadidura están bien escritos. Los lorquistas, responden muy bien.

Yo abandoné la sala de exposiciones de la biblioteca pública provincial de Granada recordando la “última leyenda de la ciudad de Granada”, es decir, con la Historia de este gallo que refiere la epopeya de don Alhambro en su llegada a Granada allá por el 1830.

Ya en la tranquilidad doméstica se imponía el cotejo de gallo y la filosofía de Federico, el creador de don Alhambro: un personaje que “odiaba lo típico”, lo pintoresco y todo lo que trascendía a marcha castiza o costumbrismo”. Lorca lo presenta como “hombre de corazón panorámico”, que representaba “Granada, como será siempre, la ciudad menos pictórica del mundo”. Don Alhambro “se daba cuenta de que un grito nuevo debía sonar sobre los corazones y las calles”, así que se pregunta: “Qué hacer, Dios mío, para sacudir a Granada del sopor mágico en que vive”. Y decidió fundar una revista: gallo.

Ya en la tranquilidad doméstica se imponía el cotejo de gallo y la filosofía de Federico, el creador de don Alhambro: un personaje que “odiaba lo típico”, lo pintoresco y todo lo que trascendía a marcha castiza o costumbrismo”. Lorca lo presenta como “hombre de corazón panorámico”, que representaba “Granada, como será siempre, la ciudad menos pictórica del mundo”. Don Alhambro “se daba cuenta de que un grito nuevo debía sonar sobre los corazones y las calles”, así que se pregunta: “Qué hacer, Dios mío, para sacudir a Granada del sopor mágico en que vive”. Y decidió fundar una revista: gallo.

¿Se le puede achacar a alguno de los colaboradores del catálogo uno solo de esos defectos odiados por el crítico don Alhambro?

Pues, no. No defraudan ni por asomo los autores y superan el riesgo de repetirse o perderse en disquisiciones científicas. Son por orden de aparición en la escena del papel impreso:

- Alejandro V. García. Un siglo y veinte. Nos recuerda, entre otras cuestiones, que “no se agotan los elogios y se desgasta el elogiado” y “que la solidaridad le costó la vida”.

Un mundo solo por el cielo (Cronología vertiginosa de Federico García Lorca).

Como otros textos del catálogo hay que releer para que comprendamos la grandeza de que la palabra y los hechos suenen nuevos aunque los conozcamos hasta la saciedad. Eso ocurre, a nuestro juicio con una cronología que es vida comentada para que la sintamos una vez más.

- Carmen Martín Granados.(La Vega de Granada en la obra de Federico García Lorca). Dice como resumen: “La evocación de la infancia perdida en Libro de poemas en lo sucesivo, va  a dejar paso a una mirada lúcida de un sujeto poético que ha descubierto la existencia de la  miseria o el vacío”. Y como causa eficiente de la existencia aclara: “Porque es necesario que sepáis todos que los hombres no trabajamos para nosotros sino para los que vienen detrás, y que este es el sentido moral de todas las revoluciones, y en último caso, el verdadero sentido de la vida”.

- Antonio Carvajal compone una meditación lírica y muy personal sobre uno de los rincones lorquianos de la Vega de Granada y uno de los más unidos a sus versos juveniles,  Episodio en Daimuz.

- Juan de Loxa: Homenaje. Totalmente de acuerdo: “Mi amigo Federico tenía/ un teatrillo de juguete… / Era mi amigo. Me quería”.

- Miguel Ríos, en Paisajes compartidos, regresa a sus vivencias infantiles y juveniles en el pueblo de su padre, Chachima, tan cercano a Fuente Vaqueros: “Quizá, por eso mi viejo, nunca me habló del poeta… Lo que yo no sabía entonces, porque ni en la escuela me lo enseñaron, era que ya había descrito, de forma magistral, todo lo que me tenía asombrado en mis andanzas por la Vega”. Miguel Ríos escribe como canta. Por eso recurrí de inmediato a escuchar sus canciones.

- Ian Gibson. La ´palma´ real de El Rinconcillo. “Bienvenido a esta Granada que te debe casi la existencia. Tú eres su espíritu”.

- Juan Javier León. Lorca y el flamenco, historia de un amor. Dice más que algunos libros. Se moja. “Pero el flamenco ama a Lorca, lo ama sin filtro ni paracaídas, y unas veces lo honra y enaltece (Enrique Morente, Carmen Linares, Camarón de la Isla, Blanca Li, Diego Carrasco, Antonio Gades, Paco de Lucía…) y otras tornando a trillar lo más kitsch y manoseado de su poesía o su teatro, lo aniquila”.

- Jesús Ortega, firma Huerta de San Vicente: “locus amoenus”, refugio para la escritura. Yconsigue decir algo esencial sobre la Huerta: “Era el cosmos, su rincón en el mundo, el país de la Infancia Inmóvil. La casa le permitía soñar en paz, al conformarse como cuerpo de imágenes que le proporcionaban razones o ilusiones de estabilidad”.

- Luis García Montero aborda otro periodo clave del poeta desde que en 1919 se fue a Madrid, En la Residencia. “Este hermanamiento era decisivo en un país que desde la Institución Libre de Enseñanza confió su deseo de cambio al vigor de una juventud bien educada y dispuesta a modernizar el país”.

- Chistopher Maurer se interna con originalidad en las claves cuantitativas del viaje de Lorca a Norteamérica con Baile de números: La Nueva York de García Lorca. “En 1929, año en que Federico García Lorca llega a Nueva York, John Dewey, señala tres facetas de la “mecanización” que empieza a amenazar a Europa y al resto del mundo: la cuantificación, la estandarización y la mecanización”.

“De manera perspicaz, Lorca supo denunciar en Nueva York la violación del mundo natural, lo sórdido del consumo sin límites, la boca enorme de una ciudad “babilónica y cruel”. Le tocaba a un poeta andaluz hablar más claramente que nadie del sufrimiento que hay detrás de cualquier  sensational total”.

Como siempre: nunca defrauda. Una maravilla y muy original: contar mediante datos cuantitativos el Nueva York que conoció Federico es un acierto inédito

- Juan Manuel García Ruiz. Siempre la rosa. ¡Excepcional texto! “Viene a conocer la ciudad-mundo” en la que triunfa la visión deshumanizada del arte que él entiende, pero de la que desconfía. Viene a plantarle cara al monstruo, al icono de la idea que causó su desamor de Dalí. Lorca denuncia esas geometrías de las aristas frías que “suben al cielo sin voluntad de nube ni voluntad de gloria”, y del ángulo recto, de la cuadrícula, de las torres de perfectas aristas, donde él verá la aurora buscar “nardos de angustia dibujada”; torres en las que las ventanas se suceden monótona, tristemente, unas junto a las otras, siempre a -exactamente- la misma distancia, sin remedio, sin dejar un resquicio a la singularidad, a la osadía, a lo humano. Viene a tomar partido en una lucha que era y que es crucial para el mundo, para el alma del mundo”. ¡Mejoran la realidad las fotos de ilustración: Asesinado por el cielo y Una rosa lorquiana en el jardín del MOMA, del propio autor!.

- Andrés Soria, en Los lugares de la Barraca se interna en la España rural de recibió el teatro clásico de la compañía dirigida por Federico. “El Teatro Universtario se propone la renovación, con un criterio artístico, de la escena española. Para ello se ha valido de los clásicos como educadores del gusto popular: nuestra acción tiende a desarrollarse en las capitales, donde es más necesaria la acción renovadora, tiende también a la difusión del Teatro en las masas campesinas que se han visto privadas desde tiempos lejanos del espectáculo teatral”.

- Pepa Merlo. Huerta del Tamarit. “Un deambular por los senderos del paraíso. Instantáneas de las que su retina no supo desprenderse. Imágenes que convirtió en paisaje de cultura. Cuanto más artificial sea la realidad, más creíble resultara al lector y supo reconstruir la verdad de lo más cotidiano, de lo más familiar, para trasladarlo a la literatura… La Huerta del Tamarit fue el elíseo en la tierra. Hoy “el Tamarit tiene un manzano / con una manzana de sollozos”.

- Justo Navarro dedica su artículo a trazar una Visión de Granada hacia 1935. ¿Cómo veía García Lorca a Granada? “Cuando voy a Granada me saluda el aire”, decía en un periódico de Barcelona a finales de 1935. Y añadía: “Eso no importa. Granada es Granada y así está bien”. Otra vez dijo: “Granada es una ciudad encerrada, maravillosa, pero encerrada”.

- Antonio Ramos Espejo recupera parte de la entrevista a  Angelina Cordobilla. Los últimos ojos buenos que vieron a Federico. La humanidad escrita que se siente. “A los pocos meses de esta entrevista, Angelina dijo definitivamente adiós. Murió con toda la categoría humana que le daba su sencillez. Angelina ha llenado una página entrañable en la biografía de García Lorca. Lo más sobresaliente de esta gran mujer, digna de cuerpo como una espiga, y enorme de espíritu, fue su propio ejemplo de vida, en el silencio, en la fidelidad”.

- Guillermo Busutil, en Una equis en el corazón de un mapa, entra en los lugares de memoria: Alfacar y Víznar. “Es lo que tienen los campos de España abonados por los huesos sin paz de una guerra en las que los odios no se vencieron”… “Una vez enlorquecido, como decía Juan de Loxa, con la naturaleza de su lenguaje y sus universos lo busqué  cada primavera de acequia y de encalar de blanco las paredes de la casa, raspando a conciencia habitaciones y muros”. Y como final: “García Lorca es un personaje de Borges en un libro de arena”.

- Víctor Fernández. Alfacar, el escenario del crimen. “Poco sabemos del instante del asesinato. Siempre he pensado que el testimonio más fiable es el de un chico llamado Héctor y de quien muy probablemente nunca sabremos sus apellidos. Sus palabras recogidas por el cardiólogo Francisco Vega Díaz son hoy las más exactas para conocer qué pasó esa noche…”. …Hay que leerlo.

Las fotografías, por conocidas no dejan de engrandecer una diagramación de Juan Vida. Un libro en el fondo y forma casi perfecto.  Nos levanta la fe.

A la vista de la exposición, y de sus textos, puede que si Federico García Lorca volviese y viese parte del panorama cultural ya no tendrían razón de ser sus lamentaciones y críticas a través de don Alhambro.  Él, poco después del reproche cariñoso de José Fernández Montesinos (“Por Dios, ¡nada de mirar de reojo al Centro Artístico!”) como dice en  Adiós a este gallo, Chistopher Maurer: “Federico se deslizaba a otros terrenos artísticos, donde realizaría, a través de su obra literaria, el sueño imposible de los gallistas: trocar a lo granadino en “universal”.