ORIGEN DEL PROTOCOLO Y VESTUARIO DE LA CIUDAD

¿De dónde vienen esos floripondios, penachos, palafreneros en baqueros y ediles en chupa?

Cultura - Gabriel Pozo Felguera - Domingo, 4 de Agosto de 2019
Gabriel Pozo Felguera indaga en la vestimenta y ceremoniales de las procesiones cívico-religiosas de Granada para explicarte la procedencia en este excepcional reportaje en el que podrás conocer el origen de esos términos, entre ellos, chupa, que te adelantamos antes de acuñarla los rockeros ya se empleaba hace dos siglos y medio. No te lo pierdas.
El alguacil mayor y cuatro maceros abren la procesión cívico religiosa saliendo de la Capilla Real, en una foto de los años ochenta del siglo pasado.
El alguacil mayor y cuatro maceros abren la procesión cívico religiosa saliendo de la Capilla Real, en una foto de los años ochenta del siglo pasado.
  • La colorida vestimenta que sale a desfilar acompañando a la corporación municipal tiene en la mayoría de casos más de dos siglos y medio; es originaria de las importaciones francesas traídas por los Borbones

Los ceremoniales, la pomposidad, los vistosos trajes y el protocolo de las procesiones cívico-religiosas de Granada tienen su origen en la primera mitad del siglo XVIII, influenciados por las modas traídas de Francia por la dinastía borbónica. Su colorido y vistosidad se mantienen el Día de la Toma, Corpus y 12 de Octubre prácticamente igual que hace dos siglos y medio. Si bien se les ha eliminado “pluma” y caballos. Los ediles de hoy han cambiado las casacas por el chaqué. La corporación municipal apenas asiste ya a la infinidad de misas y votos que la ciudad tenía por obligación en el antiguo régimen. Se trata de costumbres y protocolos de los más antiguos conservados en España, ya que fueron recogidos en ordenanzas y libros de protocolo en 1552 y 1752.

No vayan a creerse los chelis de la movida madrileña que ellos inventaron la chupa. Ni que los cowboys americanos fueron los primeros en utilizar la palabra vaqueros (o baqueros). Eran  prendas de lujo de vestir utilizadas por los corregidores, maceros, alféreces y caballeros XXIV de Granada en los días solemnes de la ciudad. Al menos hay referencias desde principios del siglo XVII. Igual que el sortú, el redingo y el jupé.

Hoy, los próceres y concejales de la ciudad ya no visten así, pero se mantiene la tradición de salir de chaqué y con algunas insignias vetustas. Los que sí mantienen, en esencia, las vestimentas originales de los siglos XVII y XVIII son los personajes que acompañan a la ciudad

Hoy, los próceres y concejales de la ciudad ya no visten así, pero se mantiene la tradición de salir de chaqué y con algunas insignias vetustas. Los que sí mantienen, en esencia, las vestimentas originales de los siglos XVII y XVIII son los personajes que acompañan a la ciudad, es decir, a las autoridades y que se encargan de transportar los principales emblemas históricos de la ciudad. Son los pertigueros, porteros, palafreneros, maceros, alguaciles, portaestandartes, etc. Van vestidos con reminiscencias versallescas impuestas por la nueva moda importada de Francia por la dinastía borbónica a principios del XVIII. Si bien han desaparecido los toques goyescos, en los principales aspectos continúan siendo los mismos que se fijaron en el manual de protocolo recopilado y publicado por el Concejo de Granada en 1752.

Portada del manual que se conserva en el Archivo Histórico Municipal de Granada.

De la costumbre al protocolo ordenado

Durante la primera mitad del siglo XVI se fue conformando la sociedad granadina a base de establecer normas tomadas de las costumbres y fueros importados de Castilla. Poco a poco quedaron arrinconadas las tradiciones de la otra parte de la sociedad dual, la morisca. De Castilla vinieron no sólo las tradiciones, sino también las formas de vestir y de festejar. Fueron costumbres y formas traídas por cristianos viejos y por infinidad de comunidades religiosas que vinieron a establecerse.

En 1552 ya fueron recopiladas las primeras Ordenanzas de Granada, que recogían la mayoría de normas para los granadinos. No obstante, en lo referente a fiestas y protocolo no son muy explícitas. Por aquella fecha ya se estableció el orden que debía observarse en la procesión del Corpus y a quién correspondía cubrir los suelos de las calles con plantas aromáticas

En 1552 ya fueron recopiladas las primeras Ordenanzas de Granada, que recogían la mayoría de normas para los granadinos. No obstante, en lo referente a fiestas y protocolo no son muy explícitas. Por aquella fecha ya se estableció el orden que debía observarse en la procesión del Corpus y a quién correspondía cubrir los suelos de las calles con plantas aromáticas: el primero en abrir la procesión de la custodia por las calles era el pendón del gremio de armeros y cuchilleros; seguirían los sederos, sastres, perailes (cardadores) carpinteros, albañiles, tejedores, zapateros-chapineros, curtidores, pellejeros, corredores de ganado, herradores-herreros, cordoneros, alpargateros, hortelanos, taberneros, mesoneros, especieros, tintoreros, tenderos, olleros zurradores y roperos. Pero nada dicen de las autoridades y funcionarios municipales.

La ciudad de Granada tenía una amplia jurisdicción sobre poblaciones de los alrededores (alfiz en cierto modo), a cuyos alcaides ordenaba alfombrar las calles con plantas aromáticas. Así, a Huétor, Cájar, Monachil, La Zubia, Dílar, Purchil, Belicena, Alfacar y Jun les correspondía aportar diez cargas; a Alhendín, Gabia y Churriana, quince cargas.

Fueron las costumbres y el uso los que se impusieron a la hora de desarrollar los ceremoniales de la ciudad. Plenamente cristianos y sin ninguna concesión a la parte morisca a partir de 1568 en que se la dio por derrotada y marginada. Todas las ceremonias estarían impregnadas de religiosidad (católica) a partir de entonces, sin que muchas veces se consiguiera desligar la frontera entre lo cívico y lo religioso. Así fue hasta bien entrado el siglo XIX.

No fue hasta el año 1752 cuando el Concejo de Granada (el Ayuntamiento) decidió recoger por escrito y fijar a partir de entonces unas normas de protocolo para los ceremoniales de la ciudad

Los Anales de Henríquez de Jorquera (1642) recogen con bastante fidelidad muchas de las costumbres que se observaban durante los festejos públicos, fiestas religiosas, así como forma de comparecer por parte de los personajes públicos; aunque sólo hasta la fecha de su publicación.

No fue hasta el año 1752 cuando el Concejo de Granada (el Ayuntamiento) decidió recoger por escrito y fijar a partir de entonces unas normas de protocolo para los ceremoniales de la ciudad. Se encargó de hacerlo durante varios años el concejal (caballero XXIV) responsable de ceremonias Juan de Morales. En la actualidad se conservan al menos dos ejemplares de aquel precioso librito de 67 páginas: uno en el Archivo Histórico Municipal de Granada y otro en el Archivo General de Simancas.

Influencia francesa

Fue a partir de la estancia en Granada de Felipe V, el primer monarca Borbón, cuando comenzaron a establecerse las normas de vestir en el protocolo de la ciudad. La nueva corte francesa prestaba especial atención a la vestimenta y al lujo, contrariamente a lo que venía ocurriendo hasta entonces. La moda de influencia francesa se impuso en las clases más altas de la ciudad; desde entonces se mantienen prácticamente los modelos que aún hoy perduran en los fastos cívico-religiosos granadinos.

En la primavera de 1730 estuvo la corte de Felipe V aposentada unos días en Granada (en la Alhambra y en el Soto de Roma). Los sastres granadinos se afanaron por vestir a la nobleza y próceres locales a imitación cortesana. A los ministriles que abrían la comitiva cuando subieron en procesión al besamanos de la Alhambra les vistieron “con sus vaqueros de terciopelo carmesí”. ¿En qué consistían aquellos vaqueros? Se trataba de unas casacas hasta por debajo de la rodilla, abiertas por la parte trasera

En la primavera de 1730 estuvo la corte de Felipe V aposentada unos días en Granada (en la Alhambra y en el Soto de Roma). Los sastres granadinos se afanaron por vestir a la nobleza y próceres locales a imitación cortesana. A los ministriles que abrían la comitiva cuando subieron en procesión al besamanos de la Alhambra les vistieron “con sus vaqueros de terciopelo carmesí”. ¿En qué consistían aquellos vaqueros? Se trataba de unas casacas hasta por debajo de la rodilla, abiertas por la parte trasera. Esas vestimentas continuaron repitiéndose en los trajes granadinos  y pasaron al Diccionario de la Real Academia como “sayo baquero”, que nada tiene que ver con los vaqueros creados por los ganaderos americanos a finales del siglo XIX.

Pero sin duda que el monarca que más influyó en la forma de vestir a los personajes de las procesiones cívicas granadinas fue Fernando VI, hijo de Felipe V. Con motivo de su coronación (1746), el Concejo de Granada renovó el vestuario de su personal para salir en procesión a levantar el pendón real. Se hizo procesión por las calles y proclamación del nuevo monarca en tres catafalcos levantados en Bibarrambla, Plaza Nueva y plaza de la Lonja, delante de la Madraza.

A los mozos a caballos que iban con los atabales abriendo la procesión se les vistió con gualdrapas de paño verdes de mangas largas, sombreros blancos con toquillas verdes; valonas (zaragüelles, calzones anchos) con puntas, medias verdes y zapatos. Los clarineteros que les seguían iban con sayos baqueros de terciopelo carmesí. Los ministriles que precedían a los caballeros, porteros, procuradores y alguaciles también iban ataviados con casacas de color perla y chupas de cuatro faldillas en tela de plata y oro fino; encima vestían casacas de terciopelo y damasco carmesí. Todos llevarían los sombreros emplumados.

Aquellas vestimentas fueron evolucionando cada vez hacia estilos más afrancesados y recargados en plumajes. Así permanecieron en lo referente al personal “no político” hasta casi la mitad del siglo XX. En tanto que los ediles y concejales abandonaron aquellas vestimentas y adoptaron el chaqué y la chistera ya en las etapas democráticas del siglo XIX. En las fotografías de las procesiones del Corpus y Día de la Toma correspondientes al primer tercio del siglo XX todavía se aprecian las casacas recargadas de adornos y plumas de finales del siglo XVIII. En la actualidad el vestuario es un poco más sobrio.

Entre los emblemas curiosos que han quedado de entonces ha sido el cofre que se continúa sacando. Su origen está precisamente en 1746: iba lleno de monedas con la efigie del nuevo rey Fernando VI por una cara y por la otra el escudo de Granada

Entre los emblemas curiosos que han quedado de entonces ha sido el cofre que se continúa sacando. Su origen está precisamente en 1746: iba lleno de monedas con la efigie del nuevo rey Fernando VI por una cara y por la otra el escudo de Granada. Las monedas se iban repartiendo entre el pueblo asistente. La costumbre se mantuvo durante las siguientes proclamaciones monárquicas.

A partir de 1836 también fue incorporado a las procesiones el arcón con los huesos de Mariana Pineda. Con posterioridad, se incluyó la espada de Fernando el Católico donada por Germana de Foix a la Capilla Real en 1516. El encargado de portarla por las calles la sujeta por la hoja con una tela y, en caso se ser de la familia real, la sujeta por la empuñadura. Ésta también es tradición reciente o, al menos, no mencionada por los textos históricos.

El alcalde Antonio Jara porta la espada de Fernando el Católico sujeta por la hoja, en 1985.

El Libro de Ceremonias de Granada de 1752 es el que se ha seguido como base por la ciudad de Granada en los dos últimos siglos y medio a la hora de seguir sus protocolos. Obviamente, se ha ido adaptando a la realidad del momento. Pero en lo básico, la Corporación granadina lo sigue teniendo como pilar de su actuación. Si bien durante la primera corporación democrática de la Transición (1979-83) el concejal de Cultura y Protocolo, José Miguel Castillo Higueras, efectuó importantes retoques. Y alguna que otra aportación de su propia cosecha.

En los anteriores recortes de prensa de 1916 y 1917 se  ve cómo las vestimentas de maceros y palafreneros eran bastante más pomposas que en la actualidad. MUNDO GRÁFICO

¿Cómo se debían comportar los concejales?

Todo el personal al servicio de la ciudad, es decir, concejales, escribanos, abogados y asistentes del Cabildo debían concurrir a las juntas, comisiones y demás funciones públicas vestidos de negro y sin ningún tipo de galón en sus sombreros. No se podría asistir vestidos con sortú, redingo (capote de montar) ni capa… a no ser que fuese por enfermedad. Pero una vez ante las visitas, habrían de despojarse es este tipo de capotes. No obstante, los concejales podrían entrar a la sala capitular vestidos con ropa de montar si se les avisaba de urgencia para alguna reunión.

En los numerosísimos casos en que los concejales fuesen a iglesias o edificios públicos a algún acto oficial no podrían llevar puesto el peluquín, sino que correspondía colocarse peluca larga o redonda. Los guantes deberían llevarlos quitados y sujetos por una mano

Los capitulares deberían levantase en señal de cortesía en cuanto entrase a la sala algún compañero. En caso de tener guantes puestos, deberían despojarse de ellos a la hora de votar, sacar suertes en la jarra o saludar a alguien.

En los numerosísimos casos en que los concejales fuesen a iglesias o edificios públicos a algún acto oficial no podrían llevar puesto el peluquín, sino que correspondía colocarse peluca larga o redonda. Los guantes deberían llevarlos quitados y sujetos por una mano.

Los concejales desfilan por las calles en un orden marcado por su edad; el alcalde y sus tenientes ocupan los puestos centrales. El suelo está alfombrado por plantas aromáticas traídas por agricultores de la Vega.

La forma de situarse cada edil para desfilar por las calles, sentarse en los bancos del Consistorio, en una iglesia, en los balcones de la casa de los Miradores (Ayuntamiento situado en Bibarrambla) o incluso en el teatro estaba claramente regulada. El centro siempre correspondía al Corregidor, seguido de sus tenientes o alcaldes numerados por orden de importancia. Después se colocaban el resto de concejales siguiendo el orden de antigüedad. Con posterioridad, cuando las corporaciones empezaron a ser democráticas y se eliminó la antigüedad, se optó por colocar a los concejales en función de sus edades. También la edad era el elemento a tener en cuenta a la hora de portar el pendón real por las calles y tremolarlo desde el balcón de las casas consistoriales o ante el panteón de los Reyes Católicos: portaba el más joven y tremolaba el mayor.

El corregidor fue el equivalente al alcalde posterior; la diferencia es que era nombrado por el Rey de entre la nobleza o funcionariado de alto rango y casi nunca era de origen granadino; su figura estuvo vigente hasta 1835

El concejo tuvo tres casas consistoriales desde principios del siglo XVI hasta la actualidad: la Madraza, la Casa de los Miradores de Bibarrambla y el actual, Convento del Carmen desamortizado. El corregidor fue el equivalente al alcalde posterior; la diferencia es que era nombrado por el Rey de entre la nobleza o funcionariado de alto rango y casi nunca era de origen granadino; su figura estuvo vigente hasta 1835.

Misas y votos a mansalva

Los caballeros XXIV del antiguo régimen (actuales concejales) dedicaban buena parte de su tiempo a ser meros representantes protocolarios de la ciudad en misas, recibimientos de autoridades, asistencia a entierros y a cumplir con antiguos votos y promesas. En suma, se pasaban muchos días en misas de iglesias y conventos. Y apenas ninguno solía faltar a aquellos actos representativos.

El año comenzaba con la celebración del Día de la Toma. Su protocolo era muy similar al actual, si bien han sido eliminadas algunos detalles originales de los fijados en el siglo XVIII, además de modificarse el recorrido por las calles debido a los cambios urbanísticos. Han desaparecido los tradicionales disparos de salvas desde la Alhambra.

Volvían los concejales a la Capilla Real en comitiva, aunque no seguidos de procesión cívica, para asistir a las misas por los Reyes Católicos en los días de su fallecimiento: el día 23 de enero en que falleció Fernando de Aragón y el 26 de noviembre por Isabel de Castilla

También volvían los concejales a la Capilla Real en comitiva, aunque no seguidos de procesión cívica, para asistir a las misas por los Reyes Católicos en los días de su fallecimiento: el día 23 de enero en que falleció Fernando de Aragón y el 26 de noviembre por Isabel de Castilla.

El siguiente domingo a Reyes, los ediles iban a la Catedral a recibir la Santa Bula, dando una vuelta en procesión a la manzana. La cita del 31 de enero y 1 de febrero correspondía al Sacromonte, con motivo del día del copatrón de la ciudad, San Cecilio. El ceremonial en este caso se ha mantenido intacto; los concejales hacían regalos al público asistente, costumbre hoy transformada en la donación de las salaíllas, bacalao y habas.

El día 2 de febrero volvía la corporación municipal a la Catedral para asistir a la fiesta de la purificación de Nuestra Señora. Seguía el miércoles de ceniza, cuando todos los corporativos ocupaban ambos lados de la capilla mayor catedralicia y tomaban la ceniza de mano del preste.

Carroza del viático de San Ildefonso, 1985, cuando solía salir en la procesión del Corpus. Dos de los palafreneros visten sayón baquero rojo y zaragüelles blancos.

El segundo domingo de cuaresma tocaba el turno a la Virgen de las Angustias; ha Hermandad convidaba al cabildo, que asistía en coches de caballos desde la casa de los Miradores y era recibido en la puerta de la Basílica por los curas y el hermano mayor. El 8 de marzo, día de San Juan de Dios, el prior de la orden invitaba a la corporación, que asistía en pleno a besar la reliquia de santo.

El viernes de Dolores tocaba el turno de asistir a la iglesia de San Felipe Neri. El Domingo de Ramos había que asistir a la misa y procesión de la Catedral, con las correspondientes palmas. El 23 y 24 de abril se asistía a la ermita de San Gregorio, en la Calderería, ya que por entonces este santo era copatrón de Granada (hoy sustituido por la Virgen de las Angustias).

La siguiente fiesta, la mayor de la ciudad, era el Corpus Chisti. El cabildo se mostraba generoso destinando tres mil ducados de su presupuesto a los fastos. Ocho días antes, los caballeros XXIV salían a convidar a los distintos estamentos oficiales de Granada. Se celebraban festejos en la plaza de Bibarrambla y en la plaza de toros de la Carrera del Genil

El día siguiente, 25 de abril, San Marcos, era fiesta de tabla (calendario oficial); la corporación subía a la iglesia de San José a asistir a una misa, que se dedicaba a la victoria en la batalla de Almansa (1707, cuando las tropas leales a Felipe V derrotaron al pretendiente de Austria). El 30 de abril, nuevamente se acudía a misa por el alma de la emperatriz Isabel de Portugal, esposa de Carlos V, que estuvo allí enterrada durante unos años hasta su traslado a El Escorial. Los días 6 y 7 de mayo había nuevas ceremonias conjuntas en la Capilla Real en recuerdo de los Reyes Católicos, a la que asistían todas las autoridades del Reino de Granada.

La siguiente fiesta, la mayor de la ciudad, era el Corpus Chisti. El cabildo se mostraba generoso destinando tres mil ducados de su presupuesto a los fastos. Ocho días antes, los caballeros XXIV salían a convidar a los distintos estamentos oficiales de Granada. Se celebraban festejos en la plaza de Bibarrambla y en la plaza de toros de la Carrera del Genil; en este caso, el concejal responsable de protocolo no situaba al corregidor en el balcón del centro, sino en el que había encima de la puerta de la Carnicería por ser el más próximo al centro de la plaza y con mejor visión. Los porteros y pertigueros ordenaban a todo el pueblo permanecer en pie mientras hacían su entrada los ediles, oidores de la Real Chancillería y miembros del tribunal de la Inquisición. La entrada protocolaria se hacía por la puerta de Pescadería y la salida por el Zacatín.

En esta plataforma de Bibarrambla (1616) aparece dibujado el primer balcón de la casa de los Miradores en el que se situaba el corregidor de la ciudad a presidir las corridas y festejos.
La corporación municipal presidida por Torres Hurtado en el momento de cumplir con el voto de la ciudad al Cristo de San Agustín por haber salvado a la ciudad de la peste en 1679. El paño sobre la portada significa “nos salvaste de la peste”.

El 25 de julio era día de tabla, Santiago. El 31 de julio tocaba cumplimentar a los jesuitas en el Colegio de San Pablo por ser el día de San Ignacio de Loyola. El 8 de agosto tocaba cumplimentar al Cristo de San Agustín, al que la ciudad le debía varios agradecimientos por haber protegido a la población de la peste en épocas anteriores (Esta tradición continúa cumpliéndola la corporación municipal, si bien ahora en la capilla de San Agustín de la calle San Antón por haber desaparecido su monasterio). El 15 de septiembre había que acudir a misa al convento de los Padres Trinitarios Descalzos; el 29 de septiembre era el día de San Miguel y se acudía a su parroquia, donde los concejales ofrecían regalos (pastillas) a los asistentes. El 23 de octubre la corporación iba al convento de Padres Mercedarios Calzados por ser la fiesta de San Pedro Pascual de Valencia, donde besaban su reliquia. El 25 de noviembre correspondía visitar a las Capuchinas, junto a la Catedral, que celebraban la fiesta de la presentación de Nuestra Señora.

A todas las anteriores fiestas, visitas, procesiones y agasajos iban los señores munícipes acompañados de una cohorte de maceros, ministriles, palafreneros, músicos, etc. ataviados de sus casacas, sayos baqueros, plumas, chupas y floripondios

La apretadísima agenda de los concejales de hace dos siglos concluía el 8 de diciembre con su participación en la ceremonia religiosa en la Catedral por ser el día de la Concepción. A todas las anteriores fiestas, visitas, procesiones y agasajos iban los señores munícipes acompañados de una cohorte de maceros, ministriles, palafreneros, músicos, etc. ataviados de sus casacas, sayos baqueros, plumas, chupas y floripondios que los cortesanos borbones pusieron de moda a partir de su llegada a España a comienzos del siglo XVIII. Buena parte de ellos son los que continúan saliendo al menos tres veces al año por las calles de Granada (Día de la Toma, Corpus y 12 de octubre).

Nota: Las fotos utilizadas para este artículo pertenecen al Archivo Municipal de Granada. Son obra de Javier Algarra, José Garrido y Antonio Rodríguez Cuéllar.