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Artículo de Opinión, por José Luis Martínez Clares

Hurricane

Cultura - José Luis Martínez Clares - Martes, 20 de Diciembre de 2016
Regresa a nuestras páginas José Luis Martínez Clares para ofrecernos uno de los mejores epílogos que puedas leer sobre 091, cuando aún suenan los ecos del último concierto de la gira 'Maniobras de resurrección', en el Palacio de los Deportes de Granada. Un espléndido artículo, pleno de belleza, que habla de ceronoventayuno, pero también de todos y todas que esperamos su regreso y que seguiremos esperando, ahora.
José Ignacio Lapido y José Antonio García.
José Luis Martínez Clares
José Ignacio Lapido y José Antonio García.

Por Raymond Chandler sabemos que Los Cero, si nadie lo remedia, van a dormir el sueño eterno. Pero me temo que no estarán solos en este nuevo menester, como tampoco lo han estado durante la resurrección del 2016, una resurrección que ha resultado multitudinaria ya que los muertos éramos más de los esperados. Cada resucitado sabe lo que le conviene y ellos, Los Cero, se han quedado entre nosotros hasta que llegó su hora, ocultos tras las brumas iniciales de The man with the harmonica, cargando sus armas de adrenalina y rock and roll, afilando versos entre bambalinas mientras en la sala sus adeptos ya entonaban una última canción para el espantapájaros.

La previsión para el diecisiete anticipaba tormentas imaginarias y, por eso, miles de ceroinómanos se citaron en el Palacio de los Deportes a esperar la lluvia. Alguien decidió llamarle “Maniobra Final” -un bello título para un epílogo demoledor-, pero allí, a pie de pista, cualquier cosa podía certificar su defunción menos la música. Nadie puede negar que existen canciones que huelen a muerto incluso antes de nacer, canciones que ya germinan con vocación de cadáver, pero eso no sucede con el repertorio de Los Cero. La experiencia, que es eso que se adquiere cuando ya no se necesita, nos desvela que los temas de 091 han sobrevivido a sus músicos durante dos décadas y que lo volverán a hacer otras tantas si fuese necesario, pues nuestras hijas, que hasta hace poco ejercían de princesitas Disney, ahora se desgañitan a lo Janis Joplin cuando en la radio del coche suena Qué fue del siglo XX, y esta circunstancia, aparentemente trivial, a la que Loquillo se referiría como Rock and Roll actitud, tal vez sea esa mínima anécdota que consiga garantizar la supervivencia de todo un género, su trasvase generacional, su contagio sin remedio conocido.

Nuestro letargo, el de ahora, será una duermevela de facciones sonrientes que nos acompañará hasta que ellos, los 091, regresen al mundo de los vivos

Aunque era mi objetivo inicial, mis amigos sabrán perdonarme si no pude escribir nada en la madrugada del domingo cuando llegué a casa con el Spleen sobre los hombros, calado hasta el corazón de lluvia y hastío. Preferí hacerle caso a Luis García Montero, pues, como a él, tampoco me parece inteligente escribir sobre el amor cuando uno está profundamente enamorado ni describir el vacío mientras se flota en su interior. La escritura tiene sus plazos y decidí dejarlo para después, para cuando ya se van mitigando los últimos ecos del concierto, las crónicas de prensa, las entrevistas poco incisivas de los días previos, las publicaciones mal contrastadas de los grupos de Facebook. Sin saber muy bien el porqué, siento que ahora es el momento y, mientras escribo, releo una entrevista de Johnny Jota Jota a Lapido -la mejor de toda la Maniobra, sin duda- en la que al maestro granadino se le permite hablar de cosas que no aparecen con frecuencia en el guión. Y así, Lapido, a cambio, nos narra cómo se conformó su poética a partir de las lecturas de Kafka, Chejov, Baudelaire, Rimbaud, Borges, o Walt Whitman, y con la música y los versos de Dylan, Cohen o Lennon. Y, claro, me viene a la mente que no somos pocos los que hemos seguido el camino inverso, los que hemos llegado hasta Kafka, Chejov, Baudelaire, Rimbaud, Borges, Whitman, Dylan, Cohen o Lennon partiendo de Cero, intuyéndolos levemente en sus primeros discos y mamando sus preceptos a partir del Doce canciones sin piedad. ¿Quo vadis?, debían preguntarse nuestros padres con indulgencia. Ahora, ya saben que nos encaminábamos hacia la Poesía a través del Rock, que es, sin ánimo de ofender, su último reducto conocido.

Si me permiten la licencia, voy a citarme a mí mismo, pues lo escribí en febrero y los acontecimientos han terminado por darme la razón como a los tontos: veinte años después, cuando ya merodeaban el olvido, los 091 continúan siendo el último motor que aún ruge en este disciplinado cementerio de automóviles, un motor que bramó como nunca la noche del sábado, una noche de pasión y desesperanza, de cuna y de rabia, una de ésas en las que cualquier agorero pensaría que la vida es una anécdota que pervive dejando cadáveres a su paso o que alguno de nosotros volveremos a ahogarnos en la misma orilla después de mucho nadar. Pero esta vez los cenizos van a errar en sus apuestas, porque nunca olvidaremos la Maniobra de resurrección y haremos de su conmemoración nuestra enmienda para cualquier ocaso. Sí, amigo Chandler, porque a lo que viene a partir de hoy tú bien podrías haberlo llamado “el sueño eterno”, refiriéndote a esa maldita somnolencia que algunos hemos sufrido desde el 96 y que ahora parecemos condenados a repetir. Pero ese sueño venidero, este sueño que ya nos coloniza, es diferente. Se trata de un sueño que nos va atrapando sin la candidez de entonces, sin somníferos ni bebedizos que enfaticen nuestro sopor, sin necesidad de pedirle a las sombras unos gramos de oscuridad, con la certeza, en cambio, de que, mientras concluía la Maniobra y escuchábamos por última vez el Hurricane de Dylan, alguien ya estaba diseñando en su mente un nuevo cartel que anuncia el esperado #vuelvenloscero. Nuestro letargo, el de ahora, será una duermevela de facciones sonrientes que nos acompañará hasta que ellos, los 091, regresen al mundo de los vivos.

Lo afirmo porque lo dijo Lapido parafraseando el tema de Vera LynnWe'll meet again”, en una de las escasas intervenciones que se le recuerdan sobre un escenario: “Nos volveremos a encontrar, no sabemos cuándo ni sabemos dónde, pero cuando nos encontremos, seguramente, volverá a brillar el sol”. Desde hoy mismo, maestro, ya espero esa luz. La espero con el camino ya trazado, la espero mientras suena, de nuevo, en el podcast de Radio 3, la guitarra beligerante de tu hermano Víctor, tan solo entre la multitud, para anunciarnos que esta noche, al fin, todos sabemos cómo acaban los sueños. 



José Luis Martínez Clares (Granada, 1972) ha publicado los poemarios Palabras efímeras (2010), Vísperas de casi nada (2011) y Lo que mirarán tus ojos (2016), y el libro de crónicas Versos para descreídos (2013). También podemos encontrar algunos de sus poemas en antologías de diversa índole, destacando, por su actualidad, Todo es poesía en Granada (2015), Ciudad celeste (2016) y Lift Off (2016). Además, por su obra poética ha obtenido varios premios literarios, como el Águila de Poesía y el Federico Muelas.

Maestro de profesión, Martínez Clares fue director durante una década (2004-2015) de la revista Puerta de la Villa y, en la actualidad, es miembro del Departamento de Arte y Literatura del Instituto de Estudios Almerienses y colabora en diversos medios digitales y en revistas literarias.

Más información en: http://martinezclares.blogspot.com.es
Todas las imágenes que iluestra este artículo han sido realizadas por José Luis Martínez Clares.

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