Una investigación analiza las mejores prácticas selvícolas para maximizar la captura de CO2 en las choperas de Granada y combatir el cambio climático

Una investigación realizada en Granada ha puesto de manifiesto las prácticas selvícolas más adecuadas para maximizar la capacidad de las choperas de capturar carbono de la atmósfera y mejorar así la calidad del aire y combatir el cambio climático. Plantar menos árboles por parcela y reducir al mínimo el laboreo del suelo, según este estudio, les permite aprovechar mejor los nutrientes a través de las raíces y favorece un mayor diámetro del fuste, lo que aumenta su capacidad para capturar CO2 en la madera, las ramas y las hojas.
El estudio ‘Diseño de modelos selvícolas ambientalmente sostenibles’ ha sido llevado a cabo por investigadores del Instituto de Investigación y Formación Agraria y Pesquera de la Junta de Andalucía (IFAPA), en colaboración con la Confederación de Organizaciones de Selvicultores de España (COSE), en el marco del proyecto LIFE Wood for Future, financiado por el programa LIFE de la Unión Europea contra el cambio climático y liderado por la Universidad de Granada (UGR).
María Ángeles Ripoll, técnico especialista titular del IFAPA, recuerda en una nota de prensa que, según investigaciones previas, a nivel global los árboles son capaces de absorber hasta un 25% del dióxido de carbono antropogénico, es decir, el producido por las actividades humanas, que en ciudades poco industrializadas como Granada tiene su origen fundamentalmente en el tráfico rodado y la combustión de los sistemas de calefacción. “El ‘Populus sp’ es una de las especies forestales que más carbono secuestra, debido a su rapidísimo crecimiento, ya que es capaz de alcanzar 25 o 26 metros de altura en unos ocho o diez años”, resalta Ripoll, que ha liderado el estudio junto a la profesora del Departamento de Edafología de la UGR Emilia Fernández Ondoño. De ahí la importancia de proteger y favorecer este cultivo tradicional en la Vega de Granada, que por sus características climáticas y orográficas sufre altos índices de contaminación atmosférica.
Los investigadores midieron en seis choperas sometidas a diferentes condiciones el stock de carbono en los distintos reservorios o ‘almacenes’: la biomasa viva –madera, ramas y hojas–, la biomasa muerta –desfronde y ramillas– y el suelo del que se nutren las raíces
Los investigadores midieron en seis choperas sometidas a diferentes condiciones el stock de carbono en los distintos reservorios o ‘almacenes’: la biomasa viva –madera, ramas y hojas–, la biomasa muerta –desfronde y ramillas– y el suelo del que se nutren las raíces. Tras aplicar diversas prácticas selvícolas –elección de distintos clones de chopo, mayor o menor frecuencia de riego, distancia entre los chopos, y laboreo y limpieza de las parcelas–, determinaron cuáles son las más adecuadas para propiciar un mayor crecimiento, con fustes más gruesos que a su vez desarrollan más ramas y hojas.
“La gestión forestal sostenible aplicada a las plantaciones de chopo que puede incrementar la tasa de acumulación de carbono incluye prácticas culturales como el aumento del turno de corta, la disminución de la densidad arbórea, el manejo del riego, la selección de clones con mejores características técnicas para su utilización en la edificación y la adecuada gestión de los restos de poda”, concluye el estudio.
El laboreo excesivo de las parcelas, por ejemplo, hace que la materia orgánica de la biomasa muerta quede enterrada a mayor profundidad, donde la actividad de los microorganismos que propician su conversión en carbono asimilable por las raíces es menor al disminuir la concentración de oxígeno.
Madera para la edificación
“En una zona como la Vega de Granada, donde los acuíferos están contaminados, es muy importante favorecer los cultivos que no necesitan fertilización”
Ripoll destaca además que, en función del destino final de la madera, la retención de CO2 puede durar más o menos: mientras su quema tras ser utilizado como combustible o en productos de corta vida como cajas de fruta o de pescado supone su rápido regreso a la atmósfera, su empleo en la fabricación de productos de madera para la edificación –uno de los objetivos de LIFE Wood for Future– implica que su captura se prolonga durante decenas o cientos de años. Triturar y distribuir los restos de poda en las mismas parcelas, por su parte, facilita su mineralización para abonar las nuevas plantas. “En una zona como la Vega de Granada, donde los acuíferos están contaminados, es muy importante favorecer los cultivos que no necesitan fertilización”, ha recordado.
Este estudio es clave para, más adelante, determinar de forma más precisa cuánto CO2 secuestran los chopos, de cara a la obtención de créditos de carbono, una iniciativa de COSE que ayudará a los selvicultores locales a mejorar la productividad de sus cultivos.
LIFE Wood for Future/Madera para el Futuro, que ha obtenido financiación del Programa LIFE de la Unión Europea [LIFE 20 CCA/ES/001656] para el medio ambiente y la acción por el clima, está integrado por la Universidad de Granada, la Diputación Provincial, la Confederación de Organizaciones de Selvicultores de España, la Universidad de Santiago de Compostela y la spin-off 3edata.