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RESEÑA DE LIBROS

“Un lugar en el Sureste”, de Jaime Parra

Cultura - Gabriel Pozo - Sábado, 15 de Noviembre de 2025
Gabriel Pozo firma esta reseña, a la altura de la nueva y excelente novela de Jaime Parra, "Un lugar en el Sureste", una lectura que te recomendamos.
Jaime Parra y la nueva novela recién publicada.
IndeGranada
Jaime Parra y la nueva novela recién publicada.

He estado informado, a través de Jaime, de cómo avanzaba el proceso de creación de esta segunda entrega de lo que podríamos calificar como libro de memorias. Aunque trasciendan de SUS y pasen a ser LAS. Es decir, del retrato personal traspasan a la historia y la intrahistoria de toda una sociedad. El colectivo de una comarca situada geográficamente En un lugar del Sureste, al noreste de Almería y el sur de Murcia. En un lugar del Sureste español que tiene nombre y apellido, no como hizo Cervantes con su Lugar en la Mancha, en este caso el escenario de estas correrías caballerescas lo situamos Huércal-Overa.

Jaime Parra Parra no necesita de mucha presentación, pues la mayoría le conocemos por sus muchos años al frente de la Cámara de Comercio. Vio la luz en la cortijada de Los Camachos, hace ahora 63 años, una de las 39 pedanías e infinidad de cortijadas que componen el extenso campo de Huércal-Overa

Allí fue donde nació el protagonista de esta historia. Jaime Parra Parra no necesita de mucha presentación, pues la mayoría le conocemos por sus muchos años al frente de la Cámara de Comercio. Vio la luz en la cortijada de Los Camachos, hace ahora 63 años, una de las 39 pedanías e infinidad de cortijadas que componen el extenso campo de Huércal-Overa.

Es licenciado en Derecho por la UGR, completó formación de posgrado en el Colegio de Brujas (Bélgica). Y decidió establecerse en Granada para trabajar en la gestión empresarial.

Por el año 1990 o quizás 1991 fue cuando nos conocimos en la Confederación de Empresarios, por entonces con oficina en el edificio prestado de la Banca Rodríguez Acosta, en Gran Vía. Los dos colaborábamos con la incipiente patronal de los empresarios. Pronto pensé de él que iba a llegar lejos en su profesión debido a la formación que traía, su buena disposición y la firmeza de sus decisiones.

No me equivoqué: ejerció durante muchos años como gerente y secretario de la Cámara de Comercio de Granada, en momentos clave para el afianzamiento de esa institución. Uno de ellos, la construcción de la nueva sede en propiedad que disfrutan ahora. De aquellos años de gestión tiene que apuntarse muchos triunfos más, que ahora no vienen al caso. (Puso las bases para que la institución no desapareciera, como le ocurrió a otras muchas de España).

Hace ya nueve años que un día nos sorprendió a amigos y allegados con la publicación de un libro que se titula Tierra de Ramblas. Oralmente me anticipó que eran una especie de recuerdos de niñez de su tierra de origen; yo prejuzgué por mi cuenta que serían las típicas batallitas como las que empezamos a escribir los jubilados. Mismamente como las que solían contarnos nuestros abuelos de sus recuerdos de la mili en África.

Aquel texto me enganchó pronto. Me lo leí en un santiamén, como me ha pasado ahora con esta segunda entrega. Jaime quizás no recuerde que le comenté, tras leerlo un par de veces, que su relato me parecía digno sucesor de los 'Campos de Níjar', de Juan Goytisolo, con el que descubrí Almería

Pero no. Me equivoqué. Aquel texto me enganchó pronto. Me lo leí en un santiamén, como me ha pasado ahora con esta segunda entrega. Jaime quizás no recuerde que le comenté, tras leerlo un par de veces, que su relato me parecía digno sucesor de los Campos de Níjar, de Juan Goytisolo, con el que descubrí Almería. Fue a través de aquella lectura, muy a principios de los ochenta, cuando empecé a enamorarme de la tierra Almeriense: iba algunos fines de semana, veraneaba en Mojácar, Vera, Garrucha hasta que hace una década ya me centré en Aguadulce. Pero era el Sureste al fin y al cabo.

Desde entonces amo Almería. Primero por culpa de Goytisolo. Después, por la lectura de Jaime hice realidad mi deseo juvenil de viajar al Oeste, a la tierra donde tenían lugar y habían sido rodadas las tres películas de Sergio Leone y Clint Eastwood que más he visto en mi vida. Cientos de veces. Sigo viendo cada vez que las repiten en la tele algunas de la Trilogía del Dólar.

A pesar de esa relación mía, ya consolidada anteriormente, con el Sureste almeriense, la publicación de Tierra de Ramblas me despertó el deseo de penetrar más en lo rural, en las cortijadas, en los caminos, en los naranjales que siempre veía a lo lejos cuando pasaba con el coche camino del destino playero.

En suma, su primer libro alentó en mí el deseo irrefrenable de buscar aquellas cortijadas refulgentes por la cal, de niños apedreando perros, mujeres desplumando gallinas, hombres vaciando balsas de riego, etc. Pero cuando lo hice influenciado por su libro, evidentemente había llegado tarde. Ya no estaban. Menos mal que al menos Jaime y su publicación habían conseguido que los recreara en mi cabeza. Y ahí dentro sigue mi imagen bucólica de un tiempo que ya no existe.

Ahora me temo que me va a pasar lo mismo con esta entrega de Un lugar en el Sureste. No me resistiré a coger el coche y viajar a Huércal en busca de esa sociedad retratada de los años setenta y principios de los ochenta

Ahora me temo que me va a pasar lo mismo con esta entrega de Un lugar en el Sureste. No me resistiré a coger el coche y viajar a Huércal en busca de esa sociedad retratada de los años setenta y principios de los ochenta. Aunque el paisaje rural y urbano ya están completamente cambiados, me imaginaré las bodas en la piscina Las Vegas rodeada de altos cipreses; las corridas de toros a las que se colaba Jaime; quizás vea un local al que asociar el primer cine porno, secreto, donde vio el primer coito; pasaré por el instituto donde acudían “ricos” adolescentes del pueblo a pie y pocos del campo en camionetas, los dos grandes grupos sociales en que se clasificaban por entonces a los vecinos, los poblatos y los campúos; quizás esté todavía por allí el esqueleto de una moto a la puerta de un garaje y sea el de la primera trucada a 125 cc. que Jaime tuvo que abandonar por ingobernable. A lo mejor me cruzaré por la calle con una señora, más o menos de mi edad, que todavía retiene la belleza que tuvo, y pensaré que era aquella muchacha que se fugó con el noviete y a la que Jaime nunca se atrevió a declararse.

Un lugar en el Sureste lleva la firma de Jaime Parra Parra. Pero bien podría llevar la de la mayoría de nosotros, los de la quinta del babyboom que ya peinamos canas o estamos calvos. Porque estas memorias, esta Historia no es sólo la historia de Jaime. Es la intrahistoria de un pueblo, de una comarca en la que, en primer plano, aparece enfocado el protagonista y sus circunstancias. El narrador en primera persona. Pero en segundo plano de esta película en cinemascope, con una pantalla gigantesca, aparecen infinidad de historias contadas de sus gentes. La mayoría a todo color, alguna escena en grisalla.

Este libro parece como una máquina del tiempo que Jaime ha inventado y nos sube a los lectores en ella

Este libro parece como una máquina del tiempo que Jaime ha inventado y nos sube a los lectores en ella. Nos permite viajar a su adolescencia en Huércal que, con ojos ávidos y abiertos como platos, se iban empapando de todos lo que le rodeaba. Lo que circundaba a un muchacho que era consciente de su origen familiar, humilde, escaso de recursos, con un padre enfermo y una madre saliendo al quite constantemente. ¡Qué homenaje a aquella madre omnipresente!

Y él no iba a amilanarse. Comías o te comían. Jaime maduró antes de tiempo, quiso volar solo y voló pronto a Francia y a Cataluña. Aunque emigrar por entonces no era algo extraordinario, había que buscarse la vida para ayudar a la familia o, al menos, no ser una carga más. Por eso vemos a un Jaime que se ofrece continuamente para trabajar, en lo que sea, pueda o no pueda con los sacos de pienso del tren, sea o no sea buen camarero o enclenque peón albañil… Para triunfar en la vida hay que fracasar primero, aunque sólo sea endeudándose hasta las cejas por una aventurilla de promotor musical. O triunfar con un chiringuito de feria a base de asar pinchitos y descorchar cervezas Mahou.

Ya avancé al autor que el libro me lo bebí en tres tardes. Me enganchó nada más empezarlo. No sé si porque me veo muy reflejado en él, como se verá mucha gente de nuestra generación, o por el estilo directo, de prosa fácil, lleno de metáforas, de mucho humor y también de algunos ajustes de cuentas

Ya avancé al autor que el libro me lo bebí en tres tardes. Me enganchó nada más empezarlo. No sé si porque me veo muy reflejado en él, como se verá mucha gente de nuestra generación, o por el estilo directo, de prosa fácil, lleno de metáforas, de mucho humor y también de algunos ajustes de cuentas. Con algún jefecillo o alcalde. Y muy sincero, lleno de confesiones, muchas veces inconfesables. Te has desnudado más que en una charla de psiquiatra. En estas páginas tenemos Jaime Parra en carne viva.

Porque, para que lo sepas, ese reflejo de que hablaba es de lo más atractivo para el lector. Nosotros también nos vemos reflejados en tu espejo literario: fuimos emigrantes en la vendimia francesa o recogiendo Lavanda en las Landas; fuimos camareros o pinches en hoteles de Mallorca; repartidores de paquetes en Barcelona; peones de albañil en Móstoles los veranos de la carrera. También hicimos nuestros pinitos montando un chiringuito veraniego y no ganamos ni para pipas. Tuvimos una vespa trucada que nos inmovilizó la Guardia Civil, y en el cuartel debe seguir porque nunca pasé a recogerla. Yo también tuve mis aventuras con la Cristine de turno aquellos veranos en que los besos juveniles me sabían a gloria; incluso quise buscarla en Suiza a mis 18 años.

Les pido a los lectores que imaginen por un momento ese enorme mural que utilizan los profesores de Medicina en las clases de Anatomía patológica. Ese que representa una figura humana con los cientos de músculos, sus arterias, sus venas, sus tendones, los sesos, los ojos, las vísceras, los órganos. Todo tan detallado y meticuloso… Pues algo así es este libro: una certera lección de anatomía de la sociedad Huercaleña de las décadas de los setenta y ochenta. El texto es como un mapa de geografía humana donde nos sorprenderá hasta el más mínimo detalle del riego sanguíneo que le va dando vida a ese cuerpo.

Tanto con Tierra de Ramblas como en Sureste me viene al recuerdo una película que me impactó muchísimo en mi juventud: Novecento. Aquel retrato de la sociedad italiana de finales del XIX, esos personajes, esos colores ocres, blanquecinos, ese vestuario, incluso ese olor a asecarrales, los entreveo en las líneas de este libro. Aunque también me recuerdan mucho a la serie patria de la televisión española, Crónicas de un pueblo.

Me río yo de las historias y guiones que nos cuentan ahora las series televisivas y plataformas de pago. Todos insulsos, llenos de artificios y nada creíbles. Aquí, en este libro, tienen el mejor material para convertirlo en un serial sobre nosotros, sobre la realidad vivida y añorada de varias generaciones de españoles

Me río yo de las historias y guiones que nos cuentan ahora las series televisivas y plataformas de pago. Todos insulsos, llenos de artificios y nada creíbles. Aquí, en este libro, tienen el mejor material para convertirlo en un serial sobre nosotros, sobre la realidad vivida y añorada de varias generaciones de españoles. Al menos los que nacimos en territorios de los hoy llamados España vaciada.

Jaime no sólo nos cuenta la intrahistoria de su juventud, con la HISTORIA (en mayúscula) de su comarca al fondo, también ha conseguido plasmar una de las mejores guías turísticas de los campos huercalovenses. La introducción y los capítulos finales vienen al pelo para conocer, ya de manera mucho más objetiva y aséptica, el territorio y sus circunstancias donde se desarrolla la acción. También para actualizar los principales hechos del franquismo decadente, la transición y albores de la democracia recobrada. Aquí me permitirá el autor que vuelva a compararlo con Juan Goytisolo.

Decía que es un libro ameno de leer, que te engancha e incita hasta acabarlo rápidamente. Yo lo calificaría de libro disfrutón.

Jaime dudaba, tras su traspiés momentáneo en la Selectividad de junio, si estudiar Magisterio, Historia, Filosofía, Idiomas, Derecho, Periodismo… Al final se decantó por el Derecho, pero bien podría haberse encaminado al mundo de la literatura o del periodismo. Mimbres más que sobradas ha demostrado en estas dos primeras entregas.

Me ha encantado la precisión de los términos, amén de la riqueza en el uso de localismos. No describe las escenas con pinceladas gruesas que te impiden hacerte cómplice, sino que utiliza un estilo hiperrealista hasta definir el detalle en la acción

Me ha encantado la precisión de los términos, amén de la riqueza en el uso de localismos. No describe las escenas con pinceladas gruesas que te impiden hacerte cómplice, sino que utiliza un estilo hiperrealista hasta definir el detalle en la acción. Todo ello trufado abundantemente de metáforas y toques de humor. Si comparamos su trabajo con la gastronomía, no ha guisado un menú sin sal ni azúcar, sin pimienta ni perejil, insulso y neutro para todo tipo de comensal; lo suyo está exactamente condimentado con una gran variedad de especias y sabores.

Por ejemplo: hay toques de humor cuando (en página 85) nos cuenta que se cobraba en especie parte complemento salarial de vendimiador en el Rosellón: no era otra cosa que se bebía nada menos que un litro de vino en el viñedo. Y luego temía cortarse los dedos con las afiladas tijeras del amo gabacho.

O el humor negro de la página 222 al referirse a los buenos y malos trabajos. Nos recuerda la industria más segura, la de la funeraria o el cementerio: “Ese negocio que nunca cierra”.

Esta segunda entrega de la saga memorial de Jaime, centrada en su adolescencia y juventud, está mucho más madura que la primera. Seguro que nos incita a buscar las Ramblas, si es que no la leímos en su tiempo. Este libro promete. Seguro que habrá tercera y quizás cuarta. Ya centradas en su vida en Granada

Y cómo en un asunto tan serio como fue la carga de los antidisturbios por el corte de carretera de 1977 hace uso de unas metáforas que quitan hierro al luctuoso acontecimiento; escribe: los guardias civiles nos perseguían a corta distancia lanzando sus negras pelotas rebotantes y silbantes, que unas veces acertaban e otras non, como los pimientos de Padrón. Verdaderamente sublime. Completa el asunto Huércal, alzado por su hospital, con una rotunda metáfora que resume todo un capítulo: Éramos cervatillos perseguidos por leones.

No desvelo más. No quiero hacer más espóiler y adelantarlo todo. Lo mejor es que lo compren y valoren por sí mismos. Verán cómo llevo razón.

Esta segunda entrega de la saga memorial de Jaime, centrada en su adolescencia y juventud, está mucho más madura que la primera. Seguro que nos incita a buscar las Ramblas, si es que no la leímos en su tiempo. Este libro promete. Seguro que habrá tercera y quizás cuarta. Ya centradas en su vida en Granada.

Título: Un lugar en el Sureste.

Autor: Jaime Parra Parra.

Editorial A salto de mata.

264 páginas, con ilustraciones.

Precio: 18 euros.