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500 AÑOS DEL MOVIMIENTO COMUNERO EN GRANADA

Baza fue comunera antes que Villalar; Mercador, ejecutado antes que Padilla

Política - Gabriel Pozo Felguera - Viernes, 23 de Abril de 2021
Hoy, viernes, 23 de abril, se cumplen 500 años del levantamiento comunero en España. Gabriel Pozo Felguera lo recuerda en este espléndido reportaje en el que saca del ostracismo de la historia la relevancia que tuvo este movimiento en Granada y, concretamente, en Baza, primer lugar de España en alzarse contra el joven emperador Carlos V, con la consiguiente represión real. Esta es la historia, que debes conocer con sus protagonistas. No te lo pierdas.
Restos de la Alcazaba de Baza a finales del siglo XIX, ya prácticamente desmoronada y ocupada por viviendas.
Restos de la Alcazaba de Baza a finales del siglo XIX, ya prácticamente desmoronada y ocupada por viviendas.
  • El hidalgo y militar Francisco Mercador alzó a Baza contra Carlos V y la nobleza comarcal en el verano de 1520; la ciudad quedó semidestruida tras los combates

  • El capitán general Luis Hurtado de Mendoza aplastó la rebelión y ejecutó a los cabecillas como advertencia al resto del Reino de Granada y Andalucía

  • Todavía entre 1520 y 1521 hubo dos alzamientos comuneros en Huéscar, alentados por milicias de Murcia y tropas del Marqués de los Vélez

Hoy se cumplen 500 años del fin del sueño comunero. Padilla y sus capitanes fueron vencidos y ajusticiados en Villalar por las tropas de Carlos V. Durante los años 1520 y 1521, media España estuvo implicada en el levantamiento comunero contra la política del joven emperador y su corte de extranjeros. El Reino de Granada y resto de Andalucía han pasado a la historia como lugares al margen de aquel movimiento democrático. Craso error: la ciudad de Baza fue la primera del país en alzarse en armas, con la consiguiente represión realista, batalla campal y ajusticiamientos. Francisco Mercador fue su líder comunero y primer decapitado, en septiembre de 1520. Si el movimiento comunero no arraigó en el Sur de la Península no fue por falta de ganas, sino por la rápida y dura represión del capitán general del Reino de Granada, Luis Hurtado de Mendoza y Pacheco. Precisamente era cuñado de Juan Padilla, de quien nunca se fio.

Con la muerte de Isabel I la Católica (1504), España empezó a desmoronarse: se dibujaba una Castilla que veía a Fernando sólo como rey de Aragón, no como el regente de todos los reinos y embobado con Germana de Foix; Felipe I que apenas tuvo tiempo de ejercer; una Juana I considerada loca; años malos de cosechas; subida de presión fiscal con los encabezamientos; una nobleza que anhelaba restar poder a la Corona; una aristocracia que abusaba en las ciudades y señoríos de su propiedad… La situación estaba más que tensa el 23 de enero de 1516, cuando falleció Fernando el Católico y fue abierto su testamento.

El elegido era un joven príncipe que se educaba en los Países Bajos, jamás había viajado a España y no sabía hablar castellano

Toda España esperaba que la situación volviese a la normalidad cuando el infante Fernando, segundo hijo de Juana I, recibiera el título de rey en nombre de su madre. Así estaba establecido en el testamento de su abuelo Fernando de Aragón. Pero la sorpresa saltó cuando abrieron las últimas voluntades del monarca mientras lo enterraban en la Capilla Real de Granada: dejaba al primogénito Carlos de Gante como regente de los reinos de España; el aragonés había cambiado su testamento a última hora (el 16 de enero, estando en Madrigalejo). El elegido era un joven príncipe que se educaba en los Países Bajos, jamás había viajado a España y no sabía hablar castellano.

El malestar se extendió por España. Todo el mundo esperaba que el nuevo heredero de la corona fuese Fernando. En Granada no sentó nada bien el cambio de Fernando el Católico a última hora. El poder del Reino granadino se repartía en 1516 entre tres personas, en un tenso equilibrio, no exento de roces: la regencia o virreinato la ostentaba el presidente de la Real Chancillería, Diego Pérez de Villamuriel; la capitanía general, el joven Luis Hurtado de Mendoza y Pacheco (nacido en 1489), II Marqués de Mondéjar y III Conde de Tendilla; y la alcaldía-corregiduría de la ciudad, Juan Vázquez Coronado.

Luis Hurtado de Mendoza, primogénito de los nueve hijos del Gran Tendilla, Don Íñigo, había heredado el cargo de su padre tan sólo un año atrás. El regente de la Chancillería había respetado a Don Íñigo y convivido con él durante cinco años, en primer lugar, porque venía ostentando el mando desde la conquista en 1492; en segundo, por su personalidad de insigne militar

Luis Hurtado de Mendoza, primogénito de los nueve hijos del Gran Tendilla, Don Íñigo, había heredado el cargo de su padre tan sólo un año atrás. El regente de la Chancillería había respetado a Don Íñigo y convivido con él durante cinco años, en primer lugar, porque venía ostentando el mando desde la conquista en 1492; en segundo, por su personalidad de insigne militar. Recordemos que la Real Chancillería había recibido parte de los poderes del capitán general en tiempos relativamente recientes, 1505. Pero cuando en 1515 llegó el joven Luis Hurtado, todo fueron fricciones entre el casi anciano regente de la Chancillería y el debutante capitán general.

Tensiones en los tres poderes de Granada

El día 6 de febrero de 1516 fue enterrado Fernando el Católico en su Capilla Real de Granada. Toda la ciudad fue vestida de negro. En lugar principal de la ceremonia se encontraban presidiendo el capitán general, el regente de la Chancillería y el corregidor del Concejo. En un segundo plano se ubicaron todos los miembros de la numerosa familia Hurtado de Mendoza y Pacheco; y con ellos, el joven toledano Juan Padilla, que se había casado justo un año antes, el 15 de enero de 1515, con la joven María Pacheco, la mayor de las hijas del Gran Tendilla. Todo el familión vivía en la Alhambra. María y Juan Padilla acababan de tener su primer hijo, Pedro Padilla y Hurtado de Mendoza.

El 13 de marzo de 1516, casi con el cuerpo caliente de su abuelo en Granada, Carlos de Gante se autoproclamó en Bruselas rey de las Españas, junto con su madre Juana. La mayor parte de la nobleza y los obispos españoles se posicionaron en contra de la decisión. Igual ocurrió en la mayoría de las ciudades; no obstante, Toledo y Madrid acabaron acatando el nombramiento a regañadientes. Los demás les iban a seguir en las semanas siguientes. En tanto llegaba a España el nuevo monarca, el Cardenal Cisneros quedaría como regente.

A Granada llegó el mensajero real con tres cartas comunicando que Carlos era el nuevo rey: una para cada uno de los tres poderes

A Granada llegó el mensajero real con tres cartas comunicando que Carlos era el nuevo rey: una para cada uno de los tres poderes. Las cartas fueron entregadas el 11 de abril de 1516. Aunque los tres no veían clara la nueva situación, su reacción fue muy distinta. El capitán general tomó partido por Carlos V casi al instante; el corregidor dudaba; mientras el presidente de la Real Chancillería se mostró remiso.

Escudo de los Mendoza en el Pilar de Carlos V en la Alhambra, mandado colocar por Luis Hurtado de Mendoza en 1543.

Al conocer la frialdad que campaban en el Ayuntamiento y en la Chancillería, Luis Hurtado de Mendoza bajó de la Alhambra y se dirigió al Concejo, que estaba reunido. Recordemos que los hombres de armas estaban a la orden del capitán general. Impuso al Ayuntamiento acatar sin dudar el nombramiento del nuevo rey y salir a la plaza de Bibarrambla a efectuar la proclamación pública ante el pueblo.  Juan Vázquez Coronado aceptó sin rechistar, ordenó montar la tribuna para el día 13 de abril y confeccionar un nuevo pendón con las armas reales de Carlos y Juana (que después quedó instalado en la Torre de la Vela).

Los escritos dejados por Luis Hurtado de Mendoza no aclaran lo que ocurrió seguidamente, pero la realidad fue que dos días más tarde, en el cadalso de Bibarrambla, estaban firmes los poderes juntos proclamando al nuevo rey Carlos I de España y V de Alemania

Pero el virrey Diego Pérez de Villamuriel se negó. Había enviado una embajada de oidores al Ayuntamiento para que informaran de su preferencia por esperar acontecimientos y, por tanto, dar largas a la proclamación de Carlos V. Los escritos dejados por Luis Hurtado de Mendoza no aclaran lo que ocurrió seguidamente, pero la realidad fue que dos días más tarde, en el cadalso de Bibarrambla, estaban firmes los poderes juntos proclamando al nuevo rey Carlos I de España y V de Alemania. El capitán general organizó una procesión por toda la ciudad y acabó en su palacio del Partal, donde tenía la residencia oficial. Pareció que el nuevo delegado regio era él.

Es fácil imaginar quién tenía la razón de la fuerza en el Reino en aquellos momentos. Luis Hurtado impuso su criterio y, con el tiempo, siguió cuestionando y enfrentado al presidente de la Chancillería.

Antonio, a Bruselas; Padilla, a Jaén y Toledo

Luis Hurtado de Mendoza fue hombre decidido y un tanto osado. Una vez tomado partido por Carlos, no dudó un instante en mostrarle su apoyo y garantizarse su favor. Lo primero que hizo fue utilizar a su hermano Antonio, que tenía veinte años, y enviarlo rápidamente a Bruselas. Al lado mismo del nuevo rey, para que trasladara la adhesión, fidelidad y apoyo de la familia Hurtado de Mendoza y, de paso, medrar para garantizar que en el futuro continuarían contando con el apoyo real para ostentar la capitanía general del Reino de Granada.

Pero Carlos V pronto le confirmó en el cargo, gracias al buen hacer de su hermano en los Países Bajos. Y, sobre todo, tras conocer su arriesgada apuesta durante las dudas por la proclamación. Aquella gestión del hermano segundo sería el comienzo de una gran amistad entre el futuro emperador y Luis Hurtado de Mendoza

Antonio empezó a informar muy pronto a la Alhambra de que a Bruselas estaban llegando infinidad de medradores desde España. Todos buscaban ganarse favores y acumular puestos. Le exhortó a que enviase dinero, ya que otras casas nobiliarias andaluzas optaban a quitarle el puesto de capitán general del Reino y de la Alhambra. Pero Carlos V pronto le confirmó en el cargo, gracias al buen hacer de su hermano en los Países Bajos. Y, sobre todo, tras conocer su arriesgada apuesta durante las dudas por la proclamación. Aquella gestión del hermano segundo sería el comienzo de una gran amistad entre el futuro emperador y Luis Hurtado de Mendoza.

Respecto a su cuñado Juan Padilla, la opinión que ya expresaba en sus cartas el capitán general de Granada no era tan favorable y segura de su posición política. Desde 1516, Luis Hurtado estuvo convencido de que Padilla y su familia toledana eran del partido del infante Fernando. Nunca aceptarían a Carlos de Gante como rey. De ahí que entre 1516 y 1518 lo estuvo destinando al gobierno y alcaldías de varias fortalezas del reino de Jaén (Porcuna, Alcalá la Real), donde lo vigilaba muy de cerca y le impidió tomar decisiones relativas a tropas y armas.

2 de febrero de 1518. El jovencísimo Carlos V jura como rey en las Cortes convocadas en Valladolid. De los 18 territorios con derecho a voto, Granada acudió representada por Antonio Hurtado de Mendoza y Gonzalo de Medrano. Unos días antes, el emperador había sido cumplimentado por la embajada granadina que encabezó Luis Hurtado de Mendoza y los ediles Alonso de Belves, Alonso Benegas y Lázaro de Peralta.

Finalmente, Juan Padilla y su esposa María Pacheco acabaron tomando la decisión de abandonar la Alhambra y las fortalezas de Jaén para asentarse a mediados de 1519 en la ciudad de Toledo. Allí, Juan Padilla iba a desempeñar importantes cargos de milicias cedidos por su padre. También como procurador en las Cortes de Santiago y La Coruña. Y en Toledo se reveló como uno de los principales cabecillas de la revuelta comunera contra los abusos de los cortesanos borgoñones que trajo Carlos V consigo.

En cuanto al alcalde dubitativo de Granada, duró en el cargo sólo ocho meses más, hasta que Luis Hurtado recibió la confirmación de capitán general desde Bruselas. Cesó a Vázquez Coronado y colocó de corregidor de la ciudad a su cliente Antonio de la Cueva 

En cuanto al alcalde dubitativo de Granada, duró en el cargo sólo ocho meses más, hasta que Luis Hurtado recibió la confirmación de capitán general desde Bruselas. Cesó a Vázquez Coronado y colocó de corregidor de la ciudad a su cliente Antonio de la Cueva (de diciembre de 1516 a 1522).

Estalla la comuna: Toledo contamina a Baza y Huéscar

A principios de 1520, Carlos V no era consciente del odio que despertaba su corte extranjera entre los españoles. Sólo estaba preocupado por pedir dinero a las ciudades para comprar el título de Emperador cristiano. Y en viajar a Aquisgrán a ser coronado. Toledo, con Juan Padilla entre los cabecillas, fue la primera ciudad en alzarse. Buena parte de la nobleza desplazada por funcionarios flamencos y eclesiásticos compartían las quejas de las clases comerciantes, labradores, ganaderos y artesanos. Para más inri, los flamencos se habían apropiado de 20.000 ducados de los impuestos de moriscos y les reclamaban otros tantos atrasados.

Toledo decidió levantarse, constituirse en junta de comunidades, o comuneros, y oponerse radicalmente al fondo y las formas de gobernar de Carlos V. La junta comunera de Toledo envió cartas a las principales ciudades españolas para sumarlas a la causa. El movimiento de queja se fue extendiendo como un reguero de pólvora por las urbes y pueblos de Castilla; también le siguieron inmediatamente el reino de Murcia y varias ciudades de Jaén (Jaén, Úbeda, Baeza, Cazorla, Villacarrillo).

23 de octubre de 1520. El Papa León X declaró emperador cristiano a Carlos V en Aquisgrán. En 1530 fue coronado por Urbano VII en Bolonia, tal como recoge esta ilustración. JACOPO LIGOZI. MUSEO DE VERONA

En el territorio de Granada, los principales puntos calientes fueron las comarcas de Baza y Huéscar, muy relacionadas con los comuneros de Murcia, que las tenían bajo su círculo de influencia. El caso de Huéscar fue más complejo, ya que desde unos años atrás estaba inmersa en las luchas internas entre el Ducado de Alba y el Marquesado de los Vélez por conseguir su posesión.

En Baza la situación fue mucho más dramática. Al clima de malestar general contra la corte de Carlos V se sumó un descontento local contra la familia de los Enríquez-Luna. Esta familia de magnates eran los principales de la comarca desde tiempos de la conquista en 1489; Enrique Enríquez de Guzmán y Luna fue almirante de Castilla, tío de Fernando el Católico. En el repartimiento tras la toma se hizo con la inmensa mayoría de los terrenos y bienes de la zona; se construyeron un palacio, iglesia y monasterio desde los que la familia Enríquez hacía y deshacía a su gusto. Patrocinaban a una serie de nobles e hidalgos de medio pelo, que también levantaron muchas envidias y odios.

Palacio de los magnates Enríquez, comenzado a construir en 1506.

Uno de sus principales contrincantes y enemigos era Francisco Mercador (o también Francisco de Baeza). Encabezaba una familia natural de Cazorla que en 1489 había destacado durante las escaramuzas para conquistar la ciudad a los nazaritas. Los Mercador habían obtenido su parte de botín como segundones en el reparto, con varias casas tanto en la medina como en los arrabales, aparte de considerables extensiones de tierra.

Nuestro Mercador era muy conocido en la comarca, influyente y poderoso. Incluso alcanzó cargos en el Concejo de Baza (fue mayordomo cobrador de rentas) y jurado por la parroquia de Santa María. Pero nunca olvidó que se había criado en tiempos de guerra, al servicio del Adelantado de Cazorla. De ahí que no dudase en ponerse al servicio del Gran Tendilla cuando decidió emprender la conquista de Orán, en 1509

Francisco Mercador solicitó y obtuvo la hidalguía de la reina Juana I (en 1511), por méritos de guerra. Había participado en la toma de dos castillejos de la comarca, uno el de Baúl. Se convirtió en un mediano propietario que levantó una venta en el camino de Guadix, consiguió la alcaldía perpetua de Purchena, adquirió varias fincas en este municipio y se dedicaba a trapichear con mercaderías. Tenía escudo nobiliario (con dos torres) en su casa solariega de Baza, numerosos criados, esclavos y patrocinó una capilla para su enterramiento en la iglesia mayor de Baza. Para agrandar su fortuna, se casó con una hacendada de nombre Teresa de Buiza, cuya familia era originaria de León y había participado también en la toma del Reino de Granada.

Nuestro Mercador era muy conocido en la comarca, influyente y poderoso. Incluso alcanzó cargos en el Concejo de Baza (fue mayordomo cobrador de rentas) y jurado por la parroquia de Santa María. Pero nunca olvidó que se había criado en tiempos de guerra, al servicio del Adelantado de Cazorla. De ahí que no dudase en ponerse al servicio del Gran Tendilla cuando decidió emprender la conquista de Orán, en 1509; Francisco Mercador estuvo en la conquista del Peñón de Vélez de la Gomera, capitaneando a dos docenas de lanzas de bastetanos. A su regreso a Baza, continuó como reclutador de tropas para las continuas campañas en el Mediterráneo.  Aquella profesión no debió estar exenta de riesgos, pendencias y enemistades, pues en 1513 le fue concedido el derecho a ir permanentemente armado en sus desplazamientos y llevar escoltas. Había alcanzado por aquellas fechas estatus de uno de los principales magnates del estamento burgués de las comarcas de Baza, Huéscar y zona de los Filabres.

Rebelión comunera de Baza

En Baza no se conocía el 21 de agosto de 1520 que las tropas de Carlos V habían incendiado la ciudad de Medina del Campo en la primera gran escaramuza contra el ejército comunero de Padilla, Maldonado y Bravo. La guerra civil había comenzado. Pero los bastetanos ya llevaban una semana de revueltas locales en una situación muy similar a los castellanos.

Francisco Mercador había sido elegido líder comunero por el pueblo de Baza. La mayoría de la población estaba levantada en armas contra las oligarquías locales y contra los abusos de la corte de Carlos V. Los correos que les conectaban con Murcia y Toledo les tenían perfectamente informados del reclutamiento de milicias comuneras y de sus intenciones. En el caso de Baza, en 1520 se había acrecentado el descontento de una parte de la población por el mal resultado que había tenido en proceso de reparto del botín de la reciente conquista y la disconformidad con el sistema fiscal que había hecho el Concejo a partir del nuevo encabezamiento tributario. El caldo de cultivo estaba hirviendo.

Mercador, o “Mercadillo” como le rebautizaron despectivamente sus detractores, formaba parte del Concejo de Baza, al igual que varios ediles comuneros más. Era un disidente interno más que comunero convencido, en parte por su enemistad con los Enríquez-Luna que copaban los cargos municipales

Mercador, o “Mercadillo” como le rebautizaron despectivamente sus detractores, formaba parte del Concejo de Baza, al igual que varios ediles comuneros más. Era un disidente interno más que comunero convencido, en parte por su enemistad con los Enríquez-Luna que copaban los cargos municipales. La tensión en Baza estalló en los primeros días del mes de agosto de 1520; una multitud enardecida se dirigió a la casa del alcalde mayor, Diego Delgadillo. Lo zarandearon, le rompieron la vara de mando y dieron por destituido a su Concejo. Inmediatamente, la multitud que capitaneaba Francisco Mercador –ayudado por dos de sus guardaespaldas de confianza– procedió a nombrar cargos de entre los comuneros.

La ciudad de Baza quedó sumida en el desorden, con saqueos, incendios y persecuciones. Los perseguidos por la plebe corrieron a refugiarse a la Alcazaba, que estaba gobernada por entonces por Enrique Enríquez, nieto del difunto almirante de Castilla y primer alcaide castellano de Baza.

A mediados de agosto fue sustituido el Concejo municipal de Baza por una Comunidad al estilo de las que surgieron por entonces en otras ciudades castellanas y de Lorca. El regidor era, por supuesto, el capitán Francisco Mercador, con sus alcaldes ordinarios y una docena de síndicos elegidos entre los gremios bastetanos. Desde Murcia y Lorca se les había prometido apoyo militar en caso de ser necesario.

La Comunidad de Baza quedó en la línea divisoria de dos bandos: los realistas de Granada que controlaba férreamente el capitán general Luis Hurtado de Mendoza; y los comuneros de la Hermandad de Murcia.

La Comunidad de Baza quedó en la línea divisoria de dos bandos: los realistas de Granada que controlaba férreamente el capitán general Luis Hurtado de Mendoza; y los comuneros de la Hermandad de Murcia. Hacia el 18-19 de agosto se desplazó a Baza el corregidor de Guadix, Pedro de Acuña, para reunirse con Francisco Mercador y convencerle de que desistiera de su actitud revolucionaria. Previamente, había dado aviso a la Alhambra de lo que venía ocurriendo en Baza.

El regidor de Guadix tuvo que abandonar la posada por piernas. Se libró de que lo lincharan y también tuvo que refugiarse en la Alcazaba con los Enríquez. Los espías de Mercador conocieron muy pronto que en Granada se estaba formando una milicia para acudir a Baza. El capitán general solía actuar con presteza. Los comuneros de Baza habían mandado traer artillería desde el castillo de Mojácar y algunas piezas desplazadas para proteger Huéscar. Mientras tanto, en vista de que no podían tomar la Alcazaba, decidieron incendiar y destruir casas y palacios de los más significados caballeros realistas de Baza.

Batalla de Baza y ejecución de cabecillas

Entre el 20-21 de agosto de 1520 ya se había puesto en marcha la milicia desde Granada, compuesta por tropas de la Alhambra, algunos soldados ocasionales del barrio de San Lázaro y bastantes moriscos, capitaneados por Fernando de Córdoba Abén Humeya. Luis Hurtado de Mendoza mandaba una tropa de unas 2.500 lanzas. En tres días se plantaron a las afueras de Baza. Por el camino se les fueron sumando hombres de los señoríos de Gor y de Jódar. En total, a finales de agosto había concentrados en la vega de Baza no menos de 4.000 hombres al servicio de Carlos V, entre peones y caballería. No llevaron ninguna artillería.

A las escaramuzas iniciales se sumaron en días posteriores otros 400 hombres de Úbeda y Baeza. La batalla campal y desigual provocó la deserción y precipitada huida de los comuneros de Baza. Un largo reguero se encaminó hacia el reino de Murcia, completamente en manos de la Hermandad afín a los castellanos de Padilla

A las escaramuzas iniciales se sumaron en días posteriores otros 400 hombres de Úbeda y Baeza. La batalla campal y desigual provocó la deserción y precipitada huida de los comuneros de Baza. Un largo reguero se encaminó hacia el reino de Murcia, completamente en manos de la Hermandad afín a los castellanos de Padilla. Otros muchos se dispersaron por tierras de Almería y por las sierras cercanas. Sólo presentaron batalla unos reducidos grupos de bastetanos amparándose en los vericuetos de sus calles.

Los comuneros de Francisco Mercador quedaron aprisionados entre dos frentes: la cerca impuesta por el capitán general en los arrabales y los caballeros de la Alcazaba. Estos salieron en tromba cuando vieron el viento favorable e hicieron una escabechina entre quienes habían sido sus vecinos hasta unas semanas atrás.

Por la correspondencia del II Marqués de Mondéjar y por los juicios de años posteriores, conocemos que hubo bastantes muertos, azotados, encarcelados y expropiados. Todo indica que la venganza y el saqueo de los vencedores realistas no fueron a más gracias a la mediación del alcalde de Guadix, que presionó al capitán general para evitarlos.

La consecuencia más inmediata del alzamiento de Baza fue el encarcelamiento de Francisco Mercador, un juicio sumarísimo y su pública ejecución y descuartizamiento. Junto a él también fueron ejecutados sus dos lugartenientes

La consecuencia más inmediata del alzamiento de Baza fue el encarcelamiento de Francisco Mercador, un juicio sumarísimo y su pública ejecución y descuartizamiento. Junto a él también fueron ejecutados sus dos lugartenientes. La lista de castigos se extendió a los cabecillas más destacados, entre ellos siete concejales. Hubo azotes y escarnios públicos. A todos los promotores y huidos se les destruyeron sus casas e incautaron los bienes; con su venta se pretendía reconstruir los daños que habían causado durante el alzamiento comunero. No obstante, antes de partir de Baza el capitán general concedió el perdón a la muchedumbre bastetana implicada en la conjura.

Último folio del breve testamento de Francisco Mercador, con su firma temblorosa y desdibujada. Sin fecha, quizás del 31 de agosto o 1 de septiembre de 1520. AHNGRA.

Al capitán y cabecilla Francisco Mercador se le permitió hacer testamento antes de ser ejecutado. Lo efectuó ante el escribano de Baza Diego de Ahedo y se conserva en el Archivo Histórico Notarial de Granada. Fue localizado y estudiado recientemente por el investigador Javier Castillo Jiménez. Por la firma que estampó, todo indica que debía estar malherido o moribundo en el momento de dictarlo. [Nótese el parecido del proceso final de Francisco Mercador con el de Juan Padilla, ocho meses más tarde: ejecutado junto a sus dos lugartenientes, tras juicio sumarísimo y permitirle dejar testamento].

Consecuencias en Granada y Andalucía

La consecuencia inmediata fue que el Reino de Granada, y resto de reinos limítrofes, quedaron atemorizados ante lo expeditivo de las medidas adoptadas por Luis Hurtado de Mendoza. Los comuneros de Cazorla desistieron al día siguiente de la caída de Baza. Los movimientos en el reino de Jaén se desinflaron; y en la vecina Murcia también se fueron rebajando. Todas las casas nobiliarias de Andalucía, que hasta entonces estuvieron dubitativas, se alinearon con el capitán general de Granada y tomaron partido por Carlos V. No obstante, Don Luis tuvo que hacer algunas salidas de advertencia con sus tropas a la zona costera de Málaga y campo de Gibraltar.

En cuanto se conoció en Granada la mano dura de Luis Hurtado de Mendoza, su archienemigo el presidente de la Real Chancillería, Diego Pérez (nacido hacia 1452) apareció muerto en su casa. No quedó constancia si el óbito fue muerte natural debido a su avanzada edad o por algún motivo relacionado con los comuneros de Baza

En cuanto se conoció en Granada la mano dura de Luis Hurtado de Mendoza, su archienemigo el presidente de la Real Chancillería, Diego Pérez (nacido hacia 1452) apareció muerto en su casa. No quedó constancia si el óbito fue muerte natural debido a su avanzada edad o por algún motivo relacionado con los comuneros de Baza. Su cadáver fue llevado a su pueblo vallisoletano de Villamuriel de Campos, donde recibió sepultura en su capilla. Este juez ostentaba también el cargo de obispo de Mondoñedo e inquisidor general. Ejerció de virrey-presidente de la Chancillería de Granada entre enero de 1510 hasta el 4 de septiembre de 1520. Había estado casado y engendró varios hijos; al enviudar relativamente joven, adoptó el hábito sacerdotal.

Monumento erigido al obispo Diego López en su pueblo de Villamuriel de Campos, del escultor Gonzalo Coello. NORTE DE CASTILLA.

Aquella masacre de Baza, primera del movimiento comunero contra Carlos V, fue deliberadamente olvidada por la Historia. Algo tendría que ver en ello la poderosa familia de los Hurtado de Mendoza. Luis llegó a ser íntimo amigo del emperador Carlos V, miembro de sus consejos de Indias y de Estado. El resto de hermanos y hermanas fueron beneficiarios de obispados, embajadas, virreinatos y altos cargos y rentas. La familia continuó gozando de la capitanía general de la Alhambra y costas de Granada hasta principios del siglo XVIII, cuando se posicionaron contra el Borbón Felipe V y cayeron en desgracia. Hasta el punto de que la nueva dinastía real demolió su palacio en el Partal de la Alhambra.

En cuanto a los Mercador, el apellido fue eliminado por sus descendientes, que sólo llevaron el Buiza de la madre. Los españoles con apellido Mercador no llegan a veinte en toda España, ninguno en el antiguo Reino de Granada

En cuanto a los Mercador, el apellido fue eliminado por sus descendientes, que sólo llevaron el Buiza de la madre. Los españoles con apellido Mercador no llegan a veinte en toda España, ninguno en el antiguo Reino de Granada.

Luis Hurtado de Mendoza y su joven hermano Diego tuvieron tiempo de acudir, todavía en 1522, al sitio de Toledo. Dentro permanecía como jefa su hermana comunera María Pacheco, viuda de Juan Padilla. Ninguno de los dos consiguió el perdón de Carlos V ni de Felipe II para su hermana rebelde. Murió casi olvidada por la Historia en Oporto.

La mayoría de mapas de Historia –como éste que hay en Wikipedia– ignoran los alzamientos comuneros en el Reino de Granada.

Dos rescoldos comuneros en Huéscar

A pesar de la aparente tranquilidad del noreste granadino, todavía se produjeron nuevos incidentes comuneros en la comarca de Huéscar. En el mes de noviembre de 1520, nuevamente los vecinos comuneros murcianos de Caravaca, Coheguín, Mula y Lorca organizaron un ejército y se dirigieron a tomar la Bolteruela (antiguo nombre de Puebla de Don Fadrique), que se les sumó gustosa a la causa. Después sitiaron Huéscar y empezaron las escaramuzas. Eran aproximadamente unos 800 peones los que acosaban.

Era la segunda incursión que efectuaban los comuneros murcianos en Huéscar, con la presumible intención de vengar la batalla de Baza de dos meses atrás

Iban alentados por Pedro Fajardo, Marqués de los Vélez, empeñado en desalojar a la Casa de Alba de estas tierras. Era la segunda incursión que efectuaban los comuneros murcianos en Huéscar, con la presumible intención de vengar la batalla de Baza de dos meses atrás. Conocían que Luis Hurtado de Mendoza había desplazado sus tropas hacia otros lugares de la baja Andalucía para prevenir alzamientos comuneros.

Antonio (Hurtado) de Mendoza, retratado como virrey y capitán general de Nueva España y Perú, a partir de 1535.

Pero se toparon con que su hermano Antonio Hurtado de Mendoza se hallaba de regreso en Granada y le dio poderes para comandar un ejército. Lo reclutó pronto y la milicia carolina regresó de nuevo al altiplano de Granada. Allí encontraron resistiendo a las milicias concejiles de Huéscar, apoyados por a unas decenas de soldados del Duque de Alba. Se registró lucha por las calles de la ciudad, con el resultado de una rotunda victoria de las fuerzas realistas. Unos cuantos capitanes murcianos fueron apresados y conducidos a la cárcel de Torres Bermejas, en Granada.

Nuevamente, en la primavera de 1521, Huéscar vio rebrotar el movimiento comunero, coincidente con las escaramuzas del ejército comunero de Padilla en tierras de Valladolid

Nuevamente, en la primavera de 1521, Huéscar vio rebrotar el movimiento comunero, coincidente con las escaramuzas del ejército comunero de Padilla en tierras de Valladolid. Los rebeldes comuneros de Huéscar pidieron ayuda a la Santa Junta de Valladolid; ésta, a su vez, envió un mensajero a Murcia pidiendo apoyo para sumar Huéscar y Baza a la causa comunera.

Litografía de Juan Padilla, obra de J. Donón.

Pero el tiempo se echó encima; era ya abril de 1521, llegaban malísimas noticias desde Villalar. Sólo resistía la ciudad comunera de Toledo, con María Pacheco sitiada. Los murcianos empezaron a recular y los líderes comuneros que quedaban en la comarca de Huéscar no tuvieron más remedio que rendirse y entregarse a las tropas de Antonio Hurtado de Mendoza. Todos ellos fueron encarcelados en la Alhambra en espera de juicio. No fueron incluidos en el perdón real de Carlos V tras su regreso de la coronación como Emperador. Fueron condenados a presidio en 1523 por el nuevo regente de Granada y presidente de la Chancillería, Diego Ribera (1521-24), sucesivamente obispo de Mallorca, Lugo, Segovia y Ávila.

El listado de detenidos lo formaban Fernando de Soria, Martín de Irurita, Gracián de Tuesta, Pedro de Elgueta, Luis de Andosilla, Beltrán de Domesain y Beltrán de la Bastida

La mayoría de los oscenses detenidos eran o habían sido criados o sirvientes del Conde de Lerín (Luis de Beaumont), llegados desde Navarra en su comitiva unos años antes. El listado de detenidos lo formaban Fernando de Soria, Martín de Irurita, Gracián de Tuesta, Pedro de Elgueta, Luis de Andosilla, Beltrán de Domesain y Beltrán de la Bastida.

Los siete cabecillas comuneros de Huéscar fueron excarcelados y perdonados por Carlos V con motivo de su boda y larga estancia en Granada durante el año 1526. Si bien, a algunos se les exigió la expatriación de la ciudad por las presiones del Duque de Alba, Enrique Álvarez de Toledo y Enríquez, que no quería verlos por sus inmensos dominios.

NOTA. Buena parte de los datos para este artículo los he extraído de las publicaciones de Javier Castillo Fernández; de artículos y la biografía de Luis Hurtado de Mendoza publicadas por Enrique Meneses García; de la Historia de Baza, de Luis Magaña Visbal; de los epistolarios de Luis Hurtado de Mendoza y Pedro Mártir de Anglería; y del libro de la Real Chancillería, de Pedro Gan Giménez.

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