'Bendecido con hijos sin discapacidad'

Blog - El ojo distraído - Jesús Toral - Viernes, 22 de Abril de 2022
Participante de una competición de slalom en silla de ruedas.
Dipgra
Participante de una competición de slalom en silla de ruedas.

No son los políticos españoles los únicos que hablan a veces sin pensar, sin creer que sus declaraciones no siempre serán vistas con los mejores ojos. El último en meter la pata hasta la cintura ha sido el primer ministro australiano, Scott Morrison, al afirmar que se siente «bendecido» porque ninguna de sus dos hijas sufra una discapacidad. Lo hizo en el trascurso de un debate en el que preguntó a la madre de un niño autista por las ayudas sociales y añadió que tanto su mujer como él han sido bendecidos por tener «dos hijas que no han pasado por esto». Es verdad que después ha aparecido públicamente para pedir disculpas por su desafortunado comentario, pero el daño ya estaba hecho.

El señor Morrison seguro que ha aprendido la lección y es posible que no vuelva a caer en el mismo error, aunque nunca se sabe, pero la verdad es que solo ha puesto de manifiesto el lugar en el que la sociedad coloca a las personas con alguna limitación física o psíquica

Por supuesto, le han llovido críticas desde todos los sectores y el galardonado como australiano del año por la lucha de los derechos de su colectivo Dylan Alcott ha publicado en Twitter: «Me desperté esta mañana y me sentí bendecido de ser discapacitado. Creo que mis padres también lo están. Sentir pena por nosotros y nuestras familias no ayuda. Trátennos con igualdad y dennos las opciones y el control de nuestras vidas».

El señor Morrison seguro que ha aprendido la lección y es posible que no vuelva a caer en el mismo error, aunque nunca se sabe, pero la verdad es que solo ha puesto de manifiesto el lugar en el que la sociedad coloca a las personas con alguna limitación física o psíquica.

Teniendo en cuenta que la Real Academia de la Lengua establece que la discapacidad es una «situación de la persona que por sus condiciones físicas o mentales duraderas se enfrenta con notables barreras de acceso a su participación social», todos alguna vez nos hemos sentido así porque cada uno de nosotros tiene alguna limitación: no haber tenido acceso a una educación esmerada, no estar cualificado para los deportes, no saber moverse entre documentos, etc. El problema es que hemos creado una sociedad en la que la validez se establece en función del poder,  del dinero o del aporte a la sociedad en forma de empleo, donde quienes tienen más se han colocado como  referentes de los demás y no admiten a aquellos con dificultades para optar a gran parte de puestos de trabajo, pese a que pudieran desempeñarlos con un poco de ayuda.     

No hace falta citar a genios como Stephen Hawking, a cantantes como Stevie Wonder o Serafín Zubiri o al matemático John Nash, que padece esquizofrenia paranoide aguda, para reconocer que algunos de los principales avances de esta sociedad se han producido gracias a personas a las que la sociedad les calificó como discapacitados y lejos de creérselo, avanzaron para alcanzar un mundo mejor.      

No hace falta citar a genios como Stephen Hawking, a cantantes como Stevie Wonder o Serafín Zubiri o al matemático John Nash, que padece esquizofrenia paranoide aguda, para reconocer que algunos de los principales avances de esta sociedad se han producido gracias a personas a las que la sociedad les calificó como discapacitados y lejos de creérselo, avanzaron para alcanzar un mundo mejor. Y aun así, se nos olvida. Es cierto que en las últimas décadas se ha evolucionado también en este terreno y, como ejemplo, poco a poco se van derruyendo las barreras arquitectónicas en las calles de las ciudades o pueblos o se muestra una mayor empatía hacia aquellos que tienen ciertas dificultades de movilidad, pero todavía queda mucho terreno por ganar incluso en este ámbito, aún es demasiado frecuente encontrar que hay un bordillo infranqueable para una silla de ruedas junto a un paso de cebra, aceras estrechas o pivotes que cierran el paso.

He tenido la fortuna de relacionarme con muchas personas a las que se les ha puesto la etiqueta de discapacitadas y he aprendido tanto de ellas que no acabo de entender cómo tenemos la osadía de minusvalorarles hasta el punto de creer que no son capaces cuando cada mañana se levantan y afrontan un nuevo día sin tener en cuenta lo que les limita, igual que hacemos los demás.

La mayor cualidad del ser humano es su facultad de amar y en ese aspecto no importa quién corra más rápido o si no puede aprenderse de corrido los nombres de los reyes godos, todos estamos al mismo nivel, solo que aquellos que han sufrido la marginación social y han conseguido superarla están mejor posicionados para perdonar y por tanto más abiertos al amor.

«Claro, tú fuiste quién me enseñó a cantar». Y a mí se me llenó el corazón de amor porque tal vez había olvidado todos los datos, pero se había quedado con lo más importante

Cuando tenía quince años, mientras estudiaba, tuve la suerte de dar clases de apoyo a una niña con síndrome de Down a la que quería como a parte de mi familia. Durante varios años, la acompañaba un par de horas cada tarde y trataba de enseñarle a leer con soltura, a sumar o a comprender algunas nociones básicas del colegio de la forma más simple y dinámica posible. A veces acabábamos jugando, bailando y cantando. Pasados los años la perdí de vista hasta que un día nos reencontramos y nos abrazamos con cariño. Le pregunté si se acordaba de mis clases y ella me mostró su mejor sonrisa y respondió sin vacilar: «Claro, tú fuiste quién me enseñó a cantar». Y a mí se me llenó el corazón de amor porque tal vez había olvidado todos los datos, pero se había quedado con lo más importante: con la manera en que yo trataba de hacerla feliz. La mayoría de la gente se dedica a lo que considera obligaciones día tras día, semana tras semana, pero no es capaz de encontrar en toda una vida la forma de sentirse pleno y feliz.

El ministro australiano estará tragándose la lengua por haber cometido el error de verbalizar lo que pensaba, pero con todo lo que hemos avanzado es curioso que sigamos aún anclados en poner en evidencia lo que nos diferencia, sobre nuestro aspecto físico, nuestras aptitudes o nuestras limitaciones, sin percatarnos de que siempre es mucho más lo que nos une y hasta que no nos demos cuenta de ello seguiremos creyendo que nuestro vecino es discapacitado porque padece sordera y, como muy bien dice Alcott, ver únicamente esa característica es no atender a todas las otras que lo convierten en un ser único e irreemplazable, como cada uno de los seres humanos que pueblan este planeta que llamamos Tierra.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Imagen de Jesús Toral

Nací en Ordizia (Guipúzcoa) porque allí emigraron mis padres desde Andalucía y después de colaborar con periódicos, radios y agencias vascas, me marché a la aventura, a Madrid. Estuve vinculado a revistas de informática y economía antes de aceptar el reto de ser redactor de informativos de Telecinco Granada. Pasé por Tesis y La Odisea del voluntariado, en Canal 2 Andalucía, volví a la capital de la Alhambra para trabajar en Mira Televisión, antes de regresar a Canal Sur Televisión (Andalucía Directo, Tiene arreglo, La Mañana tiene arreglo y A Diario).